Medio ambiente mortal. Un informe revela que los asesinatos de ecologistas no dejan de subir

article publicat a El País

Medio ambiente mortal

 El ritmo de deforestación de la Amazonia brasileña volvió a incrementarse en 2013. / marizilda cruppe (eve / greenpeace)

Han pasado más de 25 años de la muerte de Chico Mendes, el humilde cauchero que se convirtió en símbolo internacional de la defensa del medio ambiente. Y Brasil, el país donde fue asesinado por intentar que los especuladores no destrozaran la Amazonia, sigue siendo el lugar más peligroso del mundo para los activistas del ecologismo. Lo afirma un informe de la ONG Global Witness, presentado ayer, que ha recopilado los asesinatos de defensores del medio ambiente en todo el mundo entre 2002 y 2013. Su conclusión es demoledora: el número de muertes no deja de crecer. De las 908 que ha podido documentar esta organización en 35 países, 448 se produjeron en Brasil.

En 2002 se registraron 51 asesinatos. En 2012, el peor de la serie, fueron 147. Los autores del informe reconocen que la información es escasa y seguramente sus datos solo muestren la punta del iceberg. Afirman, por ejemplo, que es muy probable que países africanos como Nigeria, la República Democrática del Congo, la República Centroafricana o Zimbabue también se estén viendo afectados, pero su metodología de trabajo —basada en documentación fiable y en la verificación de los datos por parte de socios locales— no ha permitido hacer un análisis exhaustivo. De ahí que las peores cifras se den en América Latina y Asia, donde han podido contrastar la información. A Brasil, con 448 asesinatos, le siguen Honduras, con 109, y Filipinas, con 67.

Fuente: Informe de Global Witness. / EL PAÍS

El informe insiste en uno de los aspectos que ya destacó en 2011 la Relatora Especial de la ONU sobre la situación de los defensores de los derechos humanos, Margaret Sekaggya: la impunidad. La organización solo tiene constancia de que se haya juzgado y condenado a 10 personas por estos más de 900 crímenes. “Existen pocos síntomas más rotundos y obvios de la crisis ambiental mundial que un dramático repunte en el asesinato de personas corrientes que defienden los derechos sobre la tierra o el medio ambiente. Sin embargo, este problema que tan rápido se está agravando está pasando prácticamente desapercibido y, en la gran mayoría de los casos, los responsables están saliéndose con la suya”, asegura Oliver Courtney, portavoz de Global Witness. En su informe, la relatora de la ONU recopiló casos de arrestos, detenciones y asesinatos de defensores de los derechos humanos que protestaban por cuestiones relacionadas con los recursos naturales y los derechos sobre la tierra. “Pertenecen en su mayoría a poblaciones indígenas y minorías”, señaló. Y son “más vulnerables debido a que las áreas donde trabajan son remotas”.
Para Barbara Ruis, asesora legal del programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, ha sido “impactante” conocer las cifras del informe. El problema, sin embargo, no le sorprende: “En los últimos años estamos viendo cómo emergen cada vez más conflictos medioambientales en todo el mundo”, explica por teléfono desde Ginebra. Las cifras son de asesinatos, pero hay muchas otras luchas, y otras agresiones a activistas que pelean por vivir en un entorno sano, que no llegan a conocerse, añade. “Es importante que se sepa que hay mucha gente luchando por sus derechos ambientales”.
No es solo la falta de información, o la imposibilidad de contrastar los datos, lo que hace que los autores del informe crean que se han quedado cortos. Los asesinatos son la situación más extrema; antes, o además, pueden haber existido amenazas, intimidación, violencia o criminalización. La relatora de la ONU se hace eco de esta última circunstancia: “Se ha acusado […] a los habitantes de aldeas que se manifiestan en contra de megaproyectos que amenazan su medio ambiente y sus medios de vida”, recogió, entre otros ejemplos de criminalización de movimientos sociales como llevar ante tribunales antiterroristas a agricultores “por manifestarse en contra de las fuerzas de seguridad del Estado que intentaban expulsarlos de su tierra”.
Courtney asegura que su intención con la publicación del trabajo es llamar la atención de la comunidad internacional y de los Gobiernos ante un problema que no deja de crecer. No es, ni mucho menos, la primera advertencia. Amnistía Internacional (AI) alertó el verano pasado de que la reciente muerte del biólogo español Gonzalo Alonso Hernández era un ejemplo más de continuos ataques que sufren los activistas en Brasil a manos de las fuerzas de seguridad, paramilitares y bandas criminales. Esta organización denunció entonces que al menos 20 personas habían sido asesinadas en el país entre 2011 y 2012 por defender el medio ambiente. Según el recuento de Global Witness, fueron 64.
Más del 80% de los asesinatos que recoge el informe corresponden a América Latina. Estos casos se multiplican, asegura el informe, a medida que aumenta la competencia por los recursos naturales. La deforestación de la Amazonia es buen ejemplo de ello. Después de cuatro años seguidos de descenso en la superficie arbolada perdida, en 2013 la deforestación volvió a aumentar un 28%. Los ecologistas lo atribuyeron a la relajación en las leyes que protegen la jungla. Según el informe, las zonas más afectadas son también las que más violencia registraron contra los activistas que tratan de evitarlo.

Mapa de conflictos ambientales de Brasil

Publicat a La Jornada

Joan Martínez Alier*

Se acerca el 25 aniversario del asesinato de Chico Mendes (1944-1988) en el Acre, Brasil, defendiendo la Amazonia contra la deforestación. Chico Mendes era un seringueiro, fue un sindicalista que defendía a los recolectores de caucho contra los poderosos ganaderos que quemaban la selva. Aprendió a leer ya de muchacho con un viejo comunista oculto en esa frontera entre Brasil y Bolivia, superviviente de la columna Prestes.

Lejos de disminuir, los conflictos por deforestación y expansión de la frontera agropecuaria continúan creciendo en toda la Amazonia. Continuamente se producen muertes a causa de esta expansión. Pero hay además muchos otros conflictos por injusticias ambientales, por la expansión minera, por infraestructuras (carreteras, grandes represas), por contaminación de agrotóxicos.
Ya hace 10 años se formó en Brasil la Red por la Justicia Ambiental. Los activistas recibieron la visita de Robert Bullard, que en Estados Unidos llevaba décadas de lucha contra el racismo ambiental, es decir, luchando contra la contaminación en barrios donde vive gente de color y gente pobre. Eso dio impulso a esa red brasileña. Para dar más visibilidad a tantos casos de injusticia y conflictos abiertos, hubo varios intentos, a nivel de estado (Río de Janeiro, Minas Gerais…) de inventariar y mapear tales conflictos.
Eso ha culminado con la publicación en la web de un inventario y mapa general de Brasil y de un libro compilado por Marcelo Firpo Porto, Tania Pacheco y Jean Pierre Leroy con el título Injustiça ambiental e saúde no Brasil. O mapa de conflictos, en noviembre. Es un trabajo pionero en el mundo, con 400 casos inventariados, cada uno con una descripción de dos o tres páginas que incluye sus características principales (por ejemplo, ¿es un conflicto por minería, por residuos nucleares, por asbesto o amianto, por robo de tierras…? ¿Cuáles con los actores principales? ¿Cuáles han sido los resultados?).
En Colombia existe ya un mapa parecido (con el proyecto EJOLT), pero con 70 casos solamente. En México hay diversas iniciativas en el mismo sentido. El tema está creciendo tanto en la práctica y en la investigación universitaria que se anuncia y se prepara ya un primer Congreso Latinoamericano de Conflictos Ambientales en la Universidad Nacional General Sarmiento en Buenos Aires para octubre de 2014. No para resolver los conflictos en beneficio de las empresas sino para estudiarlos, para difundirlos, darles un sentido histórico.

¿Cuál es, pues, el propósito de esos inventarios y mapas, más allá del avance de la ecología política? Se trata de mostrar las causas estructurales de tantos y tantos conflictos, es decir, cómo nacen del aumento del metabolismo de la economía mundial y de la exportación creciente de materias primas… No son casos NIMBY ( not in my backyard: no en mi patio) sino síntomas del gran movimiento mundial por la justicia ambiental. Por ejemplo, en Brasil ha surgido un movimiento que se llama Justiça nos trilhos, en protesta contra los accidentes en las vías férreas que transportan las materias primas a los puertos de exportación. Hay protestas parecidas en otros lugares del mundo. En Brasil existe un movimiento de atingidos por barragens, es decir, de afectados por represas. Lo mismo ocurre en México.
Se trata de dar visibilidad a las poblaciones afectadas, de poner en la mesa sus demandas, sus estrategias de resistencia y las alternativas que plantean.
En muchos conflictos aparecen incertidumbres científicas (¿cuán dañino puede ser el cianuro empleado en la minería de oro a cielo abierto?, ¿cómo afecta el glifosato usado en los cultivos de soya transgénica a las poblaciones?), y por tanto el debate debe abrirse a las poblaciones locales pobres, que conocen mejor lo que está ocurriendo que las distantes autoridades sanitarias oficiales. Los conocimientos ganados en un caso de conflicto sirven para otros casos.
El objetivo no es simplemente dar la lista de impactos o riesgos ambientales que afectan a distintos grupos locales de población (campesinos, indígenas, afrobrasileños o quilombolas…), sino, más allá de eso, ver a tales poblaciones como portadoras de derechos, que se escuchen sus voces (sus relatos orales, muchas veces también con videos), voces silenciadas por las empresas, por el Estado, por los medios de comunicación, voces que claman por la justicia social y ambiental.
Los inventarios y mapas de injusticias ambientales son instrumentos de lucha contra la injusticia y el racismo, sacan de la invisibilidad a poblaciones cuya vida misma está amenazada. El mapa, dicen los investigadores brasileños, no es sólo una tribuna, un altavoz, es también en cierto modo como un escudo protector, en la medida que eso sea posible en un contexto lleno de violencia contra los pobres.

* ICTA, Universidad Autónoma de Barcelona