La centralidad del Trabajo

El trabajo y la nueva política (Antonio Coscubiela, Coscu)

A manera de resumen a bote pronto sobre el texto de Coscu en la revista Treball, pienso que el meollo esta aquí:

«una vida amb menys hores de treball en còmput vital, menor protagonisme del treball retribuït en la vida de les persones –sobretot, si es compara amb els moments en què només es vivia per buscar l’aliment–, menor protagonisme del treball en els ingressos i rendes de les persones, més llibertat»

Continuar leyendo «La centralidad del Trabajo»

Eliminemos el dinero (en metálico)

Article publicat a Nada Es Gratis

11-09-2016 

Ha llegado el momento de eliminar el dinero en metálico. Es una institución anticuada, casi barbárica, con serias consecuencias negativas para el bienestar de todos. Y eliminarlo no solo es factible, es sencillo. De entre todas las medidas de política económica que los países occidentales pueden adoptar en estos momentos, no existe ninguna otra con unos retornos tan altos.
Los motivos para eliminar el dinero en metálico (tanto monedas como billetes) son claros. Los podemos dividir en dos, que de manera un tanto imprecisa llamaré macro y micro. Empiezo con los motivos macro.
Las economías de mercado precisan de un mecanismo para realizar transacciones. Estoy escribiendo estas líneas unos minutos después de haberme comprado un bocadillo. Dudo que el dueño de la tienda que me lo vendió estuviese interesado en una clase de macroeconomía. A la vez, es probable que yo valore poco lo que los estudiantes de mi clase en Penn puedan darme a cambio de poder sentarse en mi asignatura. Este problema de doble coincidencia de deseos identificado con claridad por William Stevens Jevons se soluciona de manera simple y elegante con una ficha de intercambio: un estudiante me entrega esa ficha como pago a mis servicios y yo, a su vez, la cambio por un bocadillo. Si los agentes en una sociedad nos coordinamos en aceptar tales fichas, que podemos llamar dinero, alcanzaremos un nivel de actividad económica más alto que, por ejemplo, el que tendríamos con un sistema de trueque. Y, aunque existen otros mecanismos teóricamente equivalentes (basados en crédito o en el intercambio de favores), en la práctica el uso de fichas es más robusto a problemas como riesgo de incumplimiento de créditos o crecimiento de la red de pagos.
Las sociedades pronto descubrieron las ventajas de emplear dinero. Primero las fichas se fabricaron de metales preciosos, como el oro o la plata. Aunque llevó bastante tiempo darnos cuenta de ello (y avances tecnológicos como la capacidad de fabricar papel barato y duradero), hace unas décadas nos percatamos que tal uso era un despilfarro. El oro o la plata son costosos de obtener y pueden ser empleados para otras finalidades, como joyas o la industria. Las fichas que llegaron después, y que son las que utilizamos a diario, fueron la deuda pública al portador con cupón cero y con valor intrínseco cero. Pues nada más que eso es el billete de 10 euros que tiene usted en su cartera. Es deuda pública pues sirve para pagar impuestos: cuando le toca liquidar sus obligaciones tributarias con Hacienda, uno envía euros, no leche o carbón. Es al portador pues no acarrea identificación alguna. Es de cupón cero, pues cuando es puesta en circulación, lo es por un valor nominal de 10 euros y es redimida, no importa cuando, por una obligación tributaria de 10 euros. Con valor intrínseco cero porque no se puede emplear ni como hoja de borrador. Pero, por su gran liquidez (es al portador, en pequeñas denominaciones y prácticamente todo el mundo tiene obligaciones tributarias o comercia con alguien con obligaciones tributarias), los billetes y monedas emitidos por los gobiernos o los depósitos denominados en los mismos se han convertido en los medios de pago más habituales (en esta entrada hablo de muchas de estas ideas en más detalle).
Pensar acerca del dinero en efectivo como deuda pública al portador con cupón cero tiene muchísimas ventajas. Las que nos importa hoy es que el cupón cero fija una cota inferior al tipo de interés (neto) nominal. Un agente jamás invertirá en un activo que tenga un retorno neto mucho menor de cero. Más lejos de unos cuantos puntos básicos aceptados por la comodidad de que un tercero te guarde la inversión (por ejemplo, en un bono nominativo más difícil de ser robado), nadie aceptará entrar en contratos que ofrezcan un retorno menor que el acumular dinero en efectivo en un cajón.
Pero esta cota inferior de los tipos de interés nominales crea un problema tremendo en las economías de mercado. El mercado clave para que las mismas funcionen correctamente a lo largo del tiempo es el mercado de ahorro. El tipo de interés real que vacía tal mercado cuando la economía emplea adecuadamente sus recursos puede ser negativo y el que el tipo de interés nominal no pueda ser menor que cero dificulta alcanzar tal objetivo de tipo de interés real (recuerde que el tipo de interés real es el nominal menos la inflación).
A mucha gente le sorprende la idea de un tipo de interés real negativo. Pero tal sorpresa es consecuencia de no haber pensado en detalle lo que significa un intercambio intertemporal. Imaginémonos que somos un grupo de niños en el colegio a los que nos dan helado de postre en el comedor todos los viernes. Si yo hoy tengo más helado del que quiero comer (hoy he tenido suerte y la bola que me ha tocado era muy grande) y le ofrezco a mi compañero intercambiarle una unidad de helado hoy por una cantidad de helado <span class="MathJax" data-mathml="x» id=»MathJax-Element-1-Frame» role=»presentation» style=»position: relative;» tabindex=»0″>x

el viernes que viene, esta cantidad <span class="MathJax" data-mathml="x» id=»MathJax-Element-2-Frame» role=»presentation» style=»position: relative;» tabindex=»0″>x puede ser menor que 1 (le doy hoy media bola pero mi compañero me devuelve el viernes que viene solo 0.33 bolas), exactamente igual que 1 (media bola por media bola) o más de 1 (media bola por 0.66 bolas). Si por ejemplo, hoy nos han dado a todos bolas grandes (la persona haciéndolas es bien simpática) pero sabemos que la semana que viene tendremos bolas pequeñas (la persona que estará en el comedor en 7 días es una antipática), lo más probable es que el mercado de intercambio temporal de bolas de helado en nuestro colegio se vacíe con <span class="MathJax" data-mathml="x» id=»MathJax-Element-3-Frame» role=»presentation» style=»position: relative;» tabindex=»0″>x menor que 1. Una <span class="MathJax" data-mathml="x» id=»MathJax-Element-4-Frame» role=»presentation» style=»position: relative;» tabindex=»0″>x menor que 1 es un tipo de interés real negativo.
Los economistas identificamos dos mecanismos determinando esta <span class="MathJax" data-mathml="x» id=»MathJax-Element-5-Frame» role=»presentation» style=»position: relative;» tabindex=»0″>x

(más detalles en esta entrada). Uno, la que llamamos la tasa de descuento. Todo lo demás igual, los niños prefieren el helado hoy al helado el viernes que viene (cuando uno tiene 8 años una semana es una eternidad). La segunda es el cambio en las utilidades marginales del consumo (cuanto helado hay hoy en comparación con el viernes siguiente). Aunque normalmente el primer mecanismo domina (por eso los tipos de interés reales tienen a ser positivos), de vez en cuando el segundo puede inducir un tipo de interés real negativo. Eso es lo que nos pasa hoy en el mundo. Hay muchos niños con bolas de helado más grandes dada el hambre que tienen (los Chinos, los Alemanes, los Japoneses) y pocos niños con ganas de comer hoy mucho helado (poca demanda de inversión en bienes de capital en Estados Unidos y Europa por muchos motivos). Total, que la única manera que el mercado de bolas de helado se vacíe correctamente es con valores menores de 1.
El lector atento se habrá dado cuenta que en este mercado de bolas de helado las transacciones se realizan por trueque intertemporal y no hay dinero. Para hacer el ejemplo más realista (y reflejar la experiencia de cómo funcionaba el mercado de bolas de helado en nuestros colegios), imaginémonos que el intercambio se hace por cromos de la liga de futbol. Yo te doy hoy la mitad de mi bola a cambio de 50 cromos y el viernes que viene te doy 45 cromos, 50 o 62, según el mercado determine por la mitad de tu bola (olvidémonos por un momento que había cromos más valiosos que otros y asumamos que, como era el caso para el 95% de los mismos, eran equivalentes). Los cromos de la liga de futbol son el dinero de esta “sociedad”. Su valor intrínseco era pequeño (¿de verdad a alguien le importaba el cromo del tercer portero del Sporting de Gijón excepto para terminar la colección?). Pero incluso los niños que ya habían completado el álbum aceptaban el pago en cromos (y para los cuales eran ya una ficha sin valor intrínseco alguno) porque sabían que los mismos podían ser intercambiados por otros bienes. La relación entre el precio de la bola de helado hoy (50 cromos) y en 7 días (55), nos da el tipo de interés real: -9% (redondeando, el número exacto es 50/55-1). Pero, como dinero, los cromos crean una cota inferior de los tipos de interés nominales: si yo tengo hoy un cromo, salvo pérdida o robo, mañana seguiré teniendo un cromo. Aunque puede darse el caso que el tipo de interés nominal sea positivo (te doy hoy 1 cromo y mañana me devuelves 2), asumamos que estamos en la cota cero (a fin de cuentas el compañero seguro que negará que le prestaste un cromo, con lo cual nadie entra en ese contrato).
Si los precios de las bolas de helado en términos de cromos son perfectamente flexibles, el que el tipo de interés nominal no pueda ser negativo no tiene importancia: el precio de las bolas de helado en cromos se ajusta de manera automática para reflejar el tipo de interés real negativo que vacía el mercado de ahorro. Una bola de helado cuesta hoy 50 cromos, el viernes que viene 55. Resultado: hemos implementado un tipo de interés real negativo del -9% en un mercado sin regulación alguna de un gobierno. De hecho emplear cromos como dinero se parece mucho a un patrón oro. Ir al quiosco de la esquina a comprar sobres de cromos es similar a sacar oro de una mina: una actividad costosa que limita la emisión de nuevas unidades de pago. Como el patrón oro, tiene fluctuaciones exógenas en el nivel de precios (como cuando repartían de manera gratuita cromos a la salida del colegio). Y, de nuevo, como el oro, los cromos tienen un uso alternativo: pegarlos en el álbum.
El problema es que muchos precios en el mundo real no son perfectamente flexibles. La mayoría de nosotros tenemos sueldos que solo se ajustan una vez al año. Y el contrato con Movistar o el alquiler del piso solo se renuevan cada doce meses. Esto sería equivalente a unas bolas de helado que, por el motivo que fuera, solo pudieran cambiar de precio de manera paulatina. Por ejemplo, si el precio de una bola fue la semana pasada 50 cromos, esta semana solo puede subir hasta 52 cromos (quizás porque los niños se quejen en caso contrario que la otra parte es un abusica: “¡pero si la semana pasada era solo 50!”). El tipo de interés real ahora es -3.8% (50/52-1). Pero a ese tipo de interés real del -3.8% en vez del -9% induce a que los niños se comporten de manera más paciente. Hay muchos niños que prefieren “ahorrar” su bola de nieve (vendiéndola por cromos) y demasiado pocos que quieren “consumir” hoy bolas adicionales (comprándolas por cromos). Y mientras los niños intentan infructuosamente vaciar el mercado, las bolas se derriten sin que nadie las aproveche.
Esto es lo que pasa en las economías modernas: como los precios no son flexibles, no suben a la rapidez necesaria para conseguir que el tipo de interés nominal de cero se transforme en un tipo real suficientemente negativo. Con un tipo de interés real demasiado alto, mucha gente quiere ahorrar, no hay suficiente demanda y el nivel de actividad económica baja. Al bajar el nivel de actividad, cae el nivel de ahorro y el mercado de ahorro se vacía pero a un nivel ineficiente. Es más, al tener poca demanda, podemos entrar en una deflación, lo cual agrava el problema de los tipos de interés reales excesivamente altos. Como sociedad hemos perdido tontamente recursos valiosos.
La solución en el colegio vendría si el profesor pudiese “confiscar” cromos (por ejemplo, exigiendo a los niños que le entregasen 4 de cada 50 cromos al final de cada viernes y los niños no tener forma alguna de esconder los cromos). En un colegio donde los profesores dispusiesen de esta peculiar tecnología, el tipo de interés nominal de los cromos sería -8%: si tú me das 50 cromos por la bola de helado, el profesor me va a quitar 4, con lo cual solo me quedan 46. Recordemos que el mercado de bolas de helado se vacía a un nivel adecuado (ninguna bola se derrite) a un tipo de interés real de -9%. Con lo cual solo necesitamos una inflación del 1% para vaciar el mercado de ahorro al nivel correcto (-8%-1% = -9%). El precio de las bolas de helado solo tiene que subir la semana que viene de 50 a 51 cromos. Y esta modesta subida no genera acusaciones de abusica.
Eliminar el dinero en metálico es darle el poder al profesor (en este caso el banco central de cada país) de retirar cromos de la circulación. Por mucha tirria que seguro le tengan todos los chavales, el profesor, al retirar cromos mejora el bienestar de todos los niños. La clave es que el profesor puede atajar el problema de rigideces nominales creados por la concepción de abusicas (o cualquier otro motivo de rigideces nominales como contratos multiperíodos).
En el mundo actual, el BCE no puede bajar los tipos nominales muy por debajo de cero como consecuencia de la presencia de dinero en metálico y, en ausencia de inflación suficiente causada por las rigideces nominales, nos encontramos en un nivel de actividad inadecuada. En comparación, en un mundo sin dinero en metálico, el BCE podría haber reducido el tipo de interés nominal a -5% en 2010 y la eurozona habría empezado a crecer deprisa cinco años antes y con un mucho menor coste en términos de desempleo y producción perdida. ¡Ah, y sin partidos populistas creciendo al calor del paro y la frustración de muchos!
Es importante percatarse que los bancos centrales no han “creado” el tipo de interés real negativo. ¡Ya le gustaría a los banqueros centrales tener ese poder! El tipo de interés real es negativo por fuerzas como el ahorro de China o la falta de demanda de inversión en Estados Unidos que poco tienen que ver con lo que Janet Yellen pueda o no dejar de hacer (aquí me estoy refiriendo a los tipos a largo plazo; en tipos a corto el tema es un pelín más complicado pero irrelevante para esta entrada). El problema es que como sociedad, 1) al realizar transacciones financieras en una unidad nominal (el euro, el dólar, el yen); 2) existir rigideces de precios expresados en esa unidad nominal; y 3) tener una cota inferior de tipos de interés expresados en esa unidad nominal, de manera repetida (1929-1939, 2008-2016) nos “atascamos” en niveles de actividad insuficiente.
Eliminar el dinero de interés en efectivo afronta este dilema atacando una de las tres patas del problema, la cota inferior de los tipos de interés nominal. Es la pata más sencilla de resolver. Las otras dos son mucho más complejas. Dado que el gobierno es el emisor de la deuda pública que empleamos como dinero, el gobierno puede empezar a emitirla únicamente como apuntes electrónicos que podríamos transferir, por ejemplo, con tarjetas de crédito o débito (como las ya existentes) o con una simple app en el móvil. Y, después de un periodo de transición razonable, dejar de admitir el pago de impuestos con dinero en metálico (o depósitos basados en el mismo). La infraestructura social para saltar a un mundo sin dinero en metálico está prácticamente completa.
Esta reforma es además la manera de afrontar el problema de grandes recesiones periódicas que respeta de mejor manera la economía de mercado. Es una solución que intenta minimizar las consecuencias de las rigideces nominales causadas por los costes de transacción y acercar el funcionamiento de la economía de mercado a un ideal. Es más, se puede limitar la discrecionalidad del banco central estableciendo reglas monetarias estrictas. Al permitir tipos de interés negativos, estas reglas son más poderosas que las actuales y eliminan la necesidad de medidas de política monetaria no convencional más problemáticas. Las otras opciones de política es estas circunstancias, como una política fiscal expansiva (en nuestro ejemplo, el profesor llega al comedor y se come 10 bolas de helado, con lo cual no hay problema de que ninguna se derrita; en el mundo real: el déficit del estado ayuda a que el mercado de ahorro se vacíe al nivel adecuado absorbiendo el ahorro extra) otorga un papel mucho más grande al estado.
Este argumento anterior es importante porque son precisamente los defensores más convencidos (¿ingenuos?) de la economía de mercado los que más se oponen a la eliminación del dinero en metálico. Las alternativas que tales defensores pueden poner encima de la mesa (“liberalicemos la economía”, “hagamos que los precios sean más flexibles”) no funcionan para afrontar este problema (aunque sí que puedan servir para otros problemas). En una economía moderna nadie va a querer renegociar sus contratos de trabajo una vez cada día (o indiciarlos de alguna manera sofisticada) por el coste que tal labor supone siempre que la inflación se mantenga en niveles razonables. Y paradójicamente, pasar de tener poco flexibilidad a tener un poco más (pero sin llegar a la flexibilidad absoluta) empeora las cosas al hacer las deflaciones asociadas con episodios en la cota cero de los tipos de interés nominales más severas. Un defensor inteligente de la economía de mercado tiene que ser un defensor de la eliminación del dinero en metálico.
Los motivos micro para eliminar el dinero en metálico son bien conocidos. La mayoría del dinero en metálico se emplea para actividades ilegales (drogas, tráfico de armas, sobornos, fraude al fisco) y aunque existen alternativas al mismo (pagar en oro o diamantes) son más engorrosas. La mayoría de nosotros, gracias a las tarjetas de crédito y débito y los pagos por internet, ya empleamos muy poco dinero en metálico. Y en Escandinavia el uso es ya casi mínimo. Los billetes de 500 euros y de 100 dólares se emplean para cosas que no nos gustan como sociedad.
Pero a pesar de este reducido uso, la Reserva Federal sabe que yo siempre puede ir a mi banco y liquidar mi depósito en el mismo (los dólares electrónicos en reserva, que suponen el 99% de mi riqueza financiera) a cambio de dólares en metálico en billetes de 100 con un tipo de cambio de 1. Y esa posibilidad es la única necesaria para crear los problemas del dinero en metálico.
Existen detalles que requieren algo de cuidado. Los tres más importantes son la protección de la anonimidad (cuando tal anonimidad merezca protección), la integración de aquellas personas más desfavorecidas en la sociedad y de más edad para las cuales este salto final a una sociedad sin dinero en metálico puede ser costoso y la resistencia de la red de pagos electrónicos a caídas.
Para completar esta entrada, la semana que viene reseñaré The Curse of Cash, un excelente libro que Kenneth Rogoff acaba de publicar y en el que explica muchas de las ideas de esta entrada en mucho más detalle del que yo puedo suministrar en una entrada en el blog.
Pero mientras tanto, la lección es claro: eliminemos YA el dinero en metálico (en realidad esto lo llevo defendiendo desde hace bastante tiempo). Fácil, sencillo y útil.

Jesús Fernández-Villaverde

Jesús Fernández-Villaverde es Catedrático de Economía en la University of Pennsylvania e Investigador Afiliado del CEPR y del NBER. Antes de ello, obtuvo un doctorado en Economía por la University of Minnesota (2001) y ha sido Kenen Fellow en Princeton University y National Fellow de la Hoover Institution at Stanford University. Es miembro del consejo editorial de la International Economic Review. Sus campos de investigación son macroeconomía, econometría e historia económica. Su objetivo profesional en el largo plazo es encontrar alguna manera de poder dedicarse a esto de la economía desde Ribadesella, pero por el momento ha fracasado de manera absoluta en su empeño.

¿Puede una renta básica universal ayudar a los países pobres?

Article publicat a El País

En el mundo en desarrollo, el ingreso básico podría ofrecer una alternativa asequible a los programas de asistencia social ineficaces y difíciles de manejar

Dos mujeres compran en un supermercado de Kuala Lumpur, Malasia.
Dos mujeres compran en un supermercado de Kuala Lumpur, Malasia. Nafise Motlaq Banco Mundial

La vieja idea de reestructurar el estado del bienestar con una renta básica universal incondicional últimamente ha despertado interés en todo el espectro político. Desde la izquierda se la considera como un antídoto simple y potencialmente integral para la pobreza. Desde la derecha se percibe como una forma de demoler complejas burocracias de asistencia social y reconocer simultáneamente la necesidad de ciertas transferencias sociales de una manera que no debilite significativamente los incentivos. También brinda cierta garantía ante el temido futuro en que los robots puedan reemplazar a los trabajadores en muchos sectores. Pero, ¿puede realmente llegar a funcionar?
Hasta el momento, la pregunta ha sido considerada principalmente en países avanzados y los números no parecen prometedores. Aunque —según se informa— Canadá, Finlandia y los Países Bajos están considerando actualmente la idea del ingreso básico, algunos economistas prominentes de países avanzados advierten que es algo ostensiblemente prohibitivo. En Estados Unidos, por ejemplo, entregar 10 000 dólares al año a cada adulto —una cifra inferior al umbral oficial de la pobreza para un hogar unipersonal— agotaría casi todos los ingresos fiscales federales del sistema actual. Tal vez haya sido ese tipo de aritmética el que llevó a los votantes suizos a rechazar abrumadoramente la idea en un referendo a principios de este mes.
¿Pero qué hay de los países con ingresos bajos o medios? De hecho, una renta básica bien puede ser fiscalmente posible —por no hablar de socialmente deseable— en lugares donde el umbral de la pobreza es bajo y las redes de seguridad social existentes son débiles y cuya administración representa una carga considerable.
Consideremos a la India, donde aproximadamente un quinto de la población vive por debajo de la línea oficial de la pobreza, que en sí es muy baja. Aunque los ciudadanos con tarjetas llamadas «bajo la línea de pobreza» son elegibles para recibir asistencia gubernamental, los estudios muestran que aproximadamente la mitad de los pobres no cuentan con ellas y que cerca de un tercio de quienes no son pobres sí las tienen.
Muchos otros países en desarrollo se enfrentan a problemas similares, donde los beneficios destinados a los pobres son asignados a personas en mejor situación y muchos de los destinatarios no los reciben debido a una combinación de connivencia política y administrativa y verdaderos desafíos estructurales. Evaluar los recursos económicos de la gente para saber si tienen derecho a las prestaciones puede ser muy difícil en un entorno donde el trabajo se concentra en el sector informal, principalmente en el autoempleo, sin contabilidad formal ni datos sobre los ingresos. En estas circunstancias, identificar a los pobres puede resultar costoso, corrupto, complicado y controvertido.
Una renta básica incondicional podría eliminar gran parte de este problema. La pregunta es si los Gobiernos pueden afrontarlo sin aumentar la carga sobre los contribuyentes ni socavar los incentivos económicos.

Lo que los Gobiernos no deben hacer es financiar un esquema de ingresos básicos con el dinero de otros programas clave de asistencia social

En la India, la respuesta puede ser afirmativa. Si cada uno de sus 1250 millones de ciudadanos recibiera un ingreso básico anual de 10.000 rupias (149 dólares) —aproximadamente tres cuartos del umbral de pobreza oficial— el pago total representaría aproximadamente el 10 % del PIB. El Instituto Nacional de Finanzas y Políticas Públicas de Delhi estima que todos los años el Gobierno indio reparte mucho más que eso en subsidios implícitos o explícitos para mejorar a sectores de la población, sin mencionar las exenciones impositivas al sector corporativo. Si se descontinúan algunos o todos estos subsidios —que, por supuesto, no incluyen gastos en áreas como salud, educación, nutrición, programas de desarrollo rural y urbano, y protección ambiental— el gobierno podría obtener los fondos para ofrecer a todos, ricos y pobres, un ingreso básico razonable.
Si el Gobierno carece del coraje político para eliminar suficientes subsidios, quedan dos opciones. Podría tomar medidas para aumentar los ingresos fiscales, como mejorar la recaudación del impuesto inmobiliario (que actualmente es extremadamente baja), o reducir el nivel del ingreso básico que introduzca.
Lo que los Gobiernos no deben hacer es financiar un esquema de ingresos básicos con el dinero de otros programas clave de asistencia social. Aunque la renta básica pueda reemplazar algún gasto atrozmente disfuncional de la seguridad social, no puede sustituir, digamos, a los programas de educación pública, cuidado de la salud, nutrición preescolar o garantía de empleo en la obra pública. Después de todo, el ingreso básico aún estaría gravemente limitado y no hay forma de garantizar que las personas asignen una parte suficiente de él para lograr niveles socialmente deseables de educación, salud o nutrición.
Si se tienen en cuenta estas limitaciones, hay pocos motivos para creer que un programa de rentas básicas no funcionaría en los países en desarrollo. De hecho, los argumentos más frecuentes que se escuchan contra este tipo de esquemas distan de ser convincentes.
El principal inconveniente, según los críticos, es que el ingreso básico debilitaría la motivación para trabajar, especialmente entre los pobres. Dado que el valor del trabajo va más allá del ingreso, plantea esa lógica, esto podría presentar un problema grave. Los socialdemócratas europeos, por ejemplo, se preocupan porque una renta básica podría socavar la solidaridad entre los trabajadores que apuntala los actuales programas de seguro social.

Las experiencias en diversos países no ofrecen mucha evidencia de mal uso del efectivo

Pero en los países desarrollados, los trabajadores del sector informal dominante ya están excluidos de los programas de seguridad social y ningún ingreso básico factible sería lo suficientemente significativo, al menos de momento, como para permitir que la gente simplemente dejara de trabajar.
De hecho, entre los grupos más pobres, las rentas básicas mejorarían la dignidad y los efectos del trabajo que fomentan la solidaridad al quitar cierta presión a quienes actualmente trabajan demasiado (especialmente a las mujeres). En vez de temer continuamente por su sustento, las personas autoempleadas, como los productores y vendedores de pequeña escala, podrían tomar decisiones más estratégicas y aprovechar su mayor poder de negociación frente a los comerciantes, intermediarios, acreedores y arrendatarios.
El argumento final contra el ingreso básico es que los pobres usarán el dinero para financiar actividades perjudiciales para ellos mismos o la sociedad, como el juego y el consumo de alcohol. Las experiencias con las transferencias directas de efectivo en diversos países, entre los que se cuentan Ecuador, India, México y Uganda, no ofrecen mucha evidencia de mal uso; por lo general, el efectivo se gasta en bienes y servicios que valen la pena.
Las propuestas de una renta básica universal imaginadas por los socialistas utópicos y libertarios pueden ser prematuras en los países avanzados, pero no se debe dejar de lado a esos esquemas en el mundo en desarrollo, donde las condiciones son tales que podrían ofrecer una alternativa asequible a los programas de asistencia social ineficaces y administrativamente difíciles de manejar. Los ingresos básicos no son una panacea, pero para los ciudadanos que trabajan en exceso y viven en la pobreza extrema en los países en desarrollo, ciertamente constituirían un alivio.

Traducción al español por Leopoldo Gurman.
Pranab Bardhan es profesor den la Escuela de Posgrado de la Universidad de California, Berkeley. Sus últimos dos libros son Awakening Giants, Feet of Clay: Assessing the Economic Rise of China and India y Globalization, Democracy and Corruption.

 

La rebelión contra la globalización

Article publicat a El País

 Desde fines de los setenta, los salarios medios han crecido poco y ha aumentado la desigualdad. Son muchos los que están hartos de que se beneficie a los de arriba y muy poco a los de abajo, contradiciendo años de promesas

La rebelión contra la globalización
RAQUEL MARÍN
La globalización se ha estancado. Los datos de comercio y flujos de capitales lo confirman. Por primera vez desde la II Guerra Mundial, es decir, por primera vez en una generación, llevamos ya siete años con crecimiento débil o negativo en intercambios económicos internacionales. En los últimos 70 años hemos sufrido periodos de estancamiento de cuatro años, como después de la primera crisis del petróleo entre 1974 y 1978, e incluso de seis años, como sucedió después de la segunda crisis del petróleo, entre 1980 y 1986, pero nunca nos habíamos acercado tanto a estar una década en punto muerto.
Muchos creen que el detonante de esta parálisis ha sido la crisis financiera global de 2008, que trajo consigo un enorme aumento en el desempleo, la desigualdad y el conflicto social, sobre todo en Estados Unidos y Europa. Esto explica que voces antiliberales de izquierda a derecha, desde Tsipras hasta Trump, hayan obtenido un apoyo popular tan notable. Sin embargo, el rechazo a la globalización viene de antes. En la década posterior a la caída del muro de Berlín sus críticos eran pocos y dispersos, pero la batalla de Seattle de 1999, por su violencia e impacto mediático, puede interpretarse como la primera señal de que algo no estaba funcionando con la globalización.

¿Quién sabe? Quizás en el futuro los historiadores consideren Seattle como la primera gran batalla de la denominada (sobre todo en la prensa China) como la “gran rebelión contra la globalización”. Si eso ocurre sería llamativo porque en su día esa revuelta parecía inocua. Muchos medios de comunicación y comentaristas se sorprendieron por la intensidad de las protestas, pero en general la sensación en los días y años posteriores a Seattle siempre fue que los protestantes eran una minoría radical con poco apoyo popular. El hecho de que entre los protestantes contra los efectos negativos del libre comercio se encontraran muchos sindicatos, ONG y movimientos sociales (la gran mayoría de ellos pacíficos) se pasó por alto.
Pues bien, casi 20 años después, esa sociedad civil crítica con la globalización que durante mucho tiempo se había considerado minoritaria se ha convertido en mayoritaria. La Ronda de Doha de la OMC no ha concluido, y no tiene muchas probabilidades de hacerlo. Los dos candidatos a la presidencia de EE UU, Donald Trump y Hilary Clinton, han mostrado su rechazo a los tratados de libre comercio, tanto el del Pacífico (TPP) como el del Atlántico (TTIP, por sus siglas en inglés), sabedores de que el apoyo al libre comercio les restaría votos. En Europa el libre mercado tiene incluso menos adeptos. Los partidos con líderes proteccionistas y nacionalistas tipo Marine Le Pen o proteccionistas y soberanistas como Podemos están en auge, y tanto el presidente francés, François Hollande, como el vicecanciller alemán, Sigmar Gabriel, han declarado que hay que suspender las negociaciones del TTIP.

Quien ve que sus hijos van a vivir peor que él es un potencial votante de partidos antisistema
Incluso en Reino Unido, bastión del liberalismo, gran parte de los que votaron a favor del Brexit lo hicieron porque están hartos de que la globalización (y el consecuente libre flujo de mercancías, servicios, capitales y personas) beneficie sobre todo a los de arriba y muy poco a los de abajo, contradiciendo lo que se les prometió durante años. Las estadísticas les dan la razón. Desde finales de los años setenta, tanto en Estados Unidos como en Europa, los salarios medios han crecido muy poco, y en consecuencia ha aumentado la desigualdad. La ciencia económica tiene pocos consensos (eso explica en parte el malestar que hay con las élites: la gente está cansada de escuchar a expertos economistas presentar soluciones contradictorias), pero uno de ellos es que el libre comercio es positivo para la sociedad en su conjunto. Eso sí, siempre hay ganadores y perdedores y los ganadores de esta globalización han sido las clases medias de China e India, mientras que los perdedores son los trabajadores de Estados Unidos y Europa.
Eso hace que todo aquel que ve que sus hijos van a vivir peor que él, pese a estar mejor formados, sea un potencial votante de partidos antisistema. Con esta tendencia, si no gana estas elecciones Donald Trump las ganará otro populista igual o incluso peor en cuatro años. Y si eso pasa, la globalización, con todos sus beneficios, que son muchos, sí que va a dar marcha atrás. ¿Cómo se puede evitar esto? En principio, habría que redistribuir mejor la riqueza y compensar y empoderar mejor a los perdedores de la globalización. Algo ya se está avanzando en este sentido. Algunos se han dado cuenta que hay que salvar la globalización de los globalizadores. Que el Financial Times, bandera global del liberalismo, pida insistentemente políticas sociales redistributivas es significativo.
Aun así, muchos autodenominados “verdaderos liberales” no están de acuerdo con más impuestos. Para ellos, la desigualdad no es un problema mientras el conjunto de la sociedad siga aumentando su nivel de vida. Además, creen que el Estado ya es demasiado grande e intervencionista. Señalan hacia Francia, donde el Estado gasta el 56% del PIB y a pesar de ello el Frente Nacional (FN) sigue en ascenso. La pregunta, sin embargo, es: ¿habría tanto nacionalismo y xenofobia en Francia si no hubiese tanto paro y desigualdad? Algunos dirán que sí. Finlandia tiene muy poca desigualdad y los Verdaderos Finlandeses son bastante xenófobos. Pero incluso en Finlandia se ha duplicado la desigualdad desde los años ochenta, así que la pregunta sigue siendo pertinente.

¿Habría tanto nacionalismo y xenofobia en Francia si no hubiese tanto paro y desigualdad?
La historia demuestra que encontrar un equilibrio entre el mercado y el Estado no es fácil. Si se le da demasiado poder al Estado impera el proteccionismo y el autoritarismo, y si se le da demasiada cancha al mercado hay inestabilidad económica y contestación social. Los verdaderos liberales deberían meditar cuál es la mejor manera de preservar la globalización: ¿haciéndola más social con impuestos efectivos sobre las transnacionales o continuando con la desregulación y la bajada de impuestos? Si abogan por lo segundo quizás acaben alimentando lo que más detestan: la vuelta del Gran Leviatán. La ola del “hombre fuerte” autoritario que viene a proteger al pueblo se acerca con fuerza de Oriente a Occidente. Los líderes de la gran rebelión contra la globalización liberal ya no son los inocuos sindicalistas, ONG y estudiantes universitarios (por muy radicales que sean), sino los Abe, Xi, Putin, Erdogan, Orban, Kaczynski, Le Pen y los que puedan venir tras ellos.
Miguel Otero Iglesias es investigador principal para la Economía Política Internacional en el Real Instituto Elcano.

Historias de transición – Visita de Rob Hopkins

Publicat per  Red de Transicion

Cartel_Rob_A4

El próximo 6 de Octubre por la tarde (18:30-21h), en Barcelona, vamos a compartir y disfrutar de un evento lleno de transición y muchas sorpresas. “Historias de transición”, con la visita, por primera vez en Barcelona, de Rob Hopkins. *(Rob estará, el fin de semana, en Educació per la vida 2016 en Mallorca)

Desde la Red de Transición (RedT) y con la colaboración de iniciativas amigas, en uno de los espacios sociales más emblemáticos y activos de la ciudad condal, Aurea Social, nos sumergiremos en las más variadas Historias de Transición con la visita especial de Rob Hopkins, uno de los fundadores del movimiento de transición, miembro de Transition Network, y autor de libros como el Transition Handbook o el Transition Companion.
Foto Rob Hobkins
Compartimos un resumen del programa aunque aún este diseñandose. Empezaremos la tarde del jueves, a las 18.30h, con una breve presentación y con un fragmento de “Demain” o “Mañana”, documental francés que nos muestra ejemplos prácticos alrededor del mundo dónde el cambio ya está sucediendo.

Permacultura, educación, monedas locales, empresas sociales e ideas frescas para un presente que estamos construyendo. Una gran oportunidad para las personas que no lo hayan visto aún.

Al finalizar este fragmento del documental Rob nos deleitará con una charla sobre historias que conoce de primera mano, llevándonos por diferentes iniciativas de varios países, así como por su propia experiencia en Inglaterra, en Totnes, dónde se está regenerando poco a poco el tejido social y van surgiendo proyectos locales de reconstrucción de resiliencia.
totnes
Posteriormente, Jorge Carrasco y Juan del Río, de la Red de Transición, compartiran su experiencia e historias de proyectos locales que están generando cambio en nuestro entorno más cercano. Miembros de estas iniciativas estaran presentes tambien así que será una gran oportunidad para compartir el cambio que ya esta sucediendo.

Habra espacio para el debate participativo, dinámicas, compartir experiencias, ideas, cuestiones y dudas sobre el proceso de cambio. Muchas sorpresas y celebración. ¡¡Sin diversión no hay transición!! Y cómo no, acabaremos la tarde celebrando este encuentro, agradeciendo haber compartido estos momentos.

Informaciones prácticas:
Hemos creído conviniente, debido al aforo limitado, hacer una hoja de inscripción para que la organización sea más facil.
Aqui el link: >>    Por favor, rellénalo!!
Lugar: Aurea Social
calle Sardenya, 263
Metro: Sagrada Familia
Hora: 18.30h Máxima puntualidad!
Más información, dudas y contacto: conecta@reddetransicion.org
Agradecemos la colaboración para la difusión del evento. Si necesitáis el cartel en buena resolución no dudéis en comunicárnoslo!
Nos vemos allí!

El cost de la contaminació de l’aire a Espanya: 15.000 morts prematures i 45.000 milions d’euros

Article publicat a al Diari Sanitat

Un informe del Banc Mundial avisa sobre els costos de la contaminació atmosfèrica al món, on el 2013 van morir més de cinc milions de persones de forma prematura per l’exposició

Blanca Blay

 

Barcelona incompleix els límits legals de contaminació de l'aire / CC by-sa Albert Torelló (Flickr)

Barcelona incompleix els límits legals de contaminació de l’aire / CC by-sa Albert Torelló (Flickr)

El cost sanitari associat a la contaminació atmosfèrica va ser de gairebé 45.000 milions d’euros l’any 2013 a l’estat espanyol, una quantitat equivalent al 3,5% del PIB. Així ho denuncia Ecologistes en Acció, que es fa ressò de l’informe del Banc Mundial “El cost de la contaminació atmosfèrica. Reforç dels arguments econòmics en favor de l’acció”.
L’informe analitza el cost però també fa un càlcul aproximat del nombre anual de morts atribuïbles a la contaminació atmosfèrica, que constitueix segons el text, un argument contundent per reduir la contaminació. Segons recull l’organització l’any 2013 cinc milions i mig de persones van morir de forma prematura a causa de la contaminació de l’aire a tot el món, essent els adults molt joves i els adults més grans el col·lectiu més vulnerable. A l’estat espanyol es calcula que el mateix any van ser 14.689 morts prematures les que poden associar-se a aquest factor.
I és que l’exposició a un aire contaminat tant en l’ambient com dins d’habitatges augmenta el risc de patir malalties com el càncer de pulmó, accidents cerebrovasculars, cardiopaties o bronquitis crònica. Precisament un informe publicat a la revista The Lancet Neurology al juny revelava per exemple que gairebé un terç de la càrrega dels infarts cerebrals s’atribueix al factor de risc que suposa la contaminació de l’aire que respirem.  
Davant els resultats de l’informe del Banc Mundial, Ecologistes en Acció considera “molt preocupant” la situació que descriu i fa una crida al Govern espanyol perquè canviï les seves polítiques energètica i de transport per millorar la qualitat de l’aire, “salvant amb això milers de vides i reduint la despesa sanitària de les Administracions públiques i de la població”.
Els països menys desenvolupats: més castigats
La investigació feta pel Banc Mundial juntament amb l’Institut d’Avaluació de la Salut (IHME per les seves sigles en anglès) remarca, amb tot, que els riscos de salut de la contaminació de l’atmosfera són més grans en països en vies de desenvolupament – el 93% de morts i malalties no letals atribuïdes a aquest factors van tenir lloc en regions en vies de desenvolupament-. Un dels motius que esgrimeix l’informe és per exemple el fet que en aquests països hi ha més dependència de la crema de combustibles mòbils, com ara la llenya o el carbó, per coure aliments i calentar-se.
“La contaminació ambiental és un repte que amenaça el benestar humà elemental i limita el desenvolupament econòmic”, assenyalava la vicepresidenta per al Desenvolupament Sostenible del Banc Mundial, Laura Tuck, en un comunicat de premsa. “Pot ocasionar la pèrdua de mà d’obra productiva i tenir un efecte durader en la productivitat d’altres maneres, com ara reduir la productivitat de l’agricultura”, s’assegura en l’informe.
El text també destaca com la contaminació de l’aire és especialment severa en regions urbanes de ràpid creixement on la combinació de més població, més vehicles o més construcció generen índex de contaminació més elevats.  
La contaminació a Catalunya
Segons l’anuari 2015 sobre qualitat de l’aire impulsat a Catalunya 40 municipis propers a Barcelona, la capital catalana inclosa, superen els nivells de diòxid de nitrogen (NO2) i de partícules en suspensió (PM10). A més en molts territoris catalans se supera també el límit legal de contaminants ozó (O3). Els tres són contaminants que afecten directament la salut dels ciutadans.
En els dies previs a la Setmana Europea de la Mobilitat i el Dia sense Cotxes, des d’Ecologistes en Acció recorden que les principals vies d’actuació per reduir la contaminació de l’aire, a l’Estat espanyol i a Europa, passen per la disminució del trànsit motoritzat, la reducció de la necessitat de mobilitat amb un urbanisme de proximitat i la potenciació del transport públic
Precisament amb l’objectiu de reduir la contaminació a la ciutat de Barcelona, el Pla de Mobilitat Urbana que va presentar l’Ajuntament al juny inclou un seguit de mesures per reduir en un 21% la circulació del vehicle privat d’aquí al 2018, apostant per un model de ciutat “més sostenible que permeti afrontar el repte de millorar la qualitat de vida de les persones, fent que la ciutat sigui més habitable i més saludable”.

Cómo los fines de semana de tres días pueden contribuir a salvar el mundo

Article publicat a  El País

Cómo los fines de semana de tres días pueden contribuir a salvar el mundo

La reducción del número de horas de trabajo no solo mejoraría la vida social y familiar de los trabajadores; está relacionada con una reducción notable del consumo de energía

Alex Williams

Algunos estados de EE UU como Utah ya han probado los fines de semana de tres días. Barbara Woike (AP)

Casi todo el mundo disfruta de días festivos. Un fin de semana de tres días supone más tiempo para pasar con la familia o los amigos, para salir y explorar el mundo, y para relajarse de las presiones de la vida laboral. Imagínense que tuviésemos un fin de semana de tres días cada semana en lugar de tenerlo solo de vez en cuando a lo largo del año. No es únicamente una idea agradable. Aparte de las posibilidades para el tiempo libre, los fines de semana de tres días pueden ser también uno de los pasos más sencillos que tenemos la posibilidad de dar para reducir radicalmente nuestro impacto ambiental y para preparar nuestra economía para el futuro.
La reducción del número de horas de trabajo suele estar relacionada con una reducción notable del consumo de energía, como sostienen los economistas David Rosnick y Mark Weisbrot. Efectivamente, con que los estadounidenses, por ejemplo, mantuviesen los niveles de horas de trabajo europeos, se calcula que reducirían un 20% el consumo de energía y, en consecuencia, las emisiones de carbono.
Con una semana de cuatro días se podrían evitar un enorme número de desplazamientos a y desde el trabajo, así como el gasto de energía de los lugares de trabajo en funcionamiento. En un momento en que necesitamos reducir a gran escala las emisiones de carbono, implantar un fin de semana de tres días podría ser la manera más simple y elegante de hacer que nuestra economía fuese más respetuosa con el medio ambiente.

El ejemplo de Utah

Ya ha sucedido antes. Por ejemplo, en 2007 el estado de Utah, en Estados Unidos, redefinió la semana laboral para los empleados estatales ampliando los horarios de lunes a jueves, lo que significó que pudo eliminar totalmente los viernes. En sus primeros diez meses, la iniciativa ahorró al estado como mínimo 1,8 millones de dólares en costes energéticos. Menos días de trabajo equivalía a menos iluminación de las oficinas, menos aire acondicionado y menos tiempo de funcionamiento de los ordenadores y de otros equipos, todo sin ni siquiera reducir el número total de horas trabajadas.
Un día a la semana, miles de personas que viajaban a diario entre su hogar y el lugar de trabajo podían quedarse en casa. Si se incluía la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero originadas por el desplazamiento, el estado calculó un ahorro de más de 12.000 toneladas de CO2 al año.

Con que los estadounidenses mantuviesen los niveles de horas de trabajo europeos, se calcula que reducirían un 20% el consumo de energía

Utah abandonó el experimento en 2011 después de que los habitantes del estado se quejasen de que los viernes no podían acceder a los servicios. Parece que se trata de la clase de innovación que tiene que ir acompañada por un cambio de nuestras expectativas, de manera que el viernes se convierta en el «tercer día del fin de semana» en vez de en un mero día laborable sin trabajo. Lo que muestra el caso de Utah es que, reproducida en un país entero, la semana de cuatro días podría suponer un avance sustancial hacia una economía que perjudique menos al medio ambiente.
Pero, además, tendría otras ventajas. Trabajar menos mejoraría el esquivo equilibrio entre vida laboral y familiar, y nos ayudaría a recuperar nuestra salud mental y el bienestar físico. Asimismo, nos permitiría tener más tiempo para dedicarnos a actividades sociales, cuidar de los niños y de los mayores, y relacionarnos con nuestras comunidades. Los experimentos con horarios laborales más breves en una selección de centros de trabajo realizados en Suecia en 2015 hicieron que descendiesen las enfermedades e incluso incrementaron la productividad.
Destinar la mejora de la eficiencia económica a tener más tiempo libre y a reducir el consumo de energía en vez de a producir más bienes podría dar lugar a un mundo mejor y más seguro en lo que se refiere al medio ambiente.
Una objeción obvia podría ser: «¿Cómo íbamos a permitírnoslo?». Pero hay importantes razones económicas y tecnológicas por las cuales tanto los Gobiernos como los partidos políticos, las fundaciones y los movimientos sociales deberían empezar a plantearse defender la puesta en práctica de los fines de semana de tres días.
Como ha argumentado recientemente el antropólogo David Graeber, muchos de nosotros trabajamos en empleos que, al parecer, no sirven para nada. De hecho, hace tiempo que los economistas son conscientes de las horas superfluas contenidas en muchas jornadas laborales, en las que los empleados están efectivamente infrautilizados en su puesto de trabajo, pero no pueden marcharse debido al pertinaz asunto del ”presentismo”, por el cual los jefes valoran a los trabajadores según las horas que pasan en la oficina más que por su productividad. En vez de trabajar más horas con pocos resultados productivos podríamos adoptar una semana laboral más corta y contribuir a salvar nuestro planeta y nuestro bienestar.
Desde una perspectiva más a largo plazo, se prevé que, en las próximas décadas, una nueva oleada de mecanización del trabajo en la que intervendrán la robótica avanzada y los sistemas de aprendizaje automático sustituya el 47% de los actuales puestos de trabajo en Estados Unidos y el 54% en Europa. En esas circunstancias, en las que se tendrá significativamente menos acceso al empleo, implantar medidas como los fines de semana de tres días se convierte en algo esencial para que la vida sea viable en unas condiciones económicas diferentes.

Los experimentos con horarios laborales más breves en una selección de centros de trabajo realizados en Suecia en 2015 hicieron que descendiesen las enfermedades e incluso incrementaron la productividad

Como sostenemos en nuestro libro Inventing the Future [Inventar el futuro], pronto la mecanización nos ofrecerá la perspectiva de un mundo laboral muy diferente. Su aumento incrementará la eficacia de muchos procesos productivos utilizando menos energía y menos fuerza de trabajo humana, hasta que, al final, quedemos liberados en gran parte del trabajo.
La clave para recoger los frutos de la mecanización sin trastornos sociales drásticos depende en parte de que se pongan en práctica políticas que promuevan la participación en los beneficios. Esto significa una semana laboral más corta gracias a la ampliación del fin de semana, junto con una renta básica universal renta básica universal.
Nada de esto ocurrirá de la noche a la mañana. Pero, si están en Reino Unido y tienen la suerte de tener el lunes libre, no olviden que ese día extra en casa o en el parque no solo sirve para divertirse, sino que contribuye a combatir el cambio climático.

Alex Williams. Profesor invitado. Universidad de la Ciudad de Londres.
Traducción de NewsClips.

Escuela Strathclyde: Escocia deberá adoptar blockchain para evitar crisis bancaria

Article publicat a Criptonoticias.com
Escuela Strathclyde: Escocia deberá adoptar blockchain para evitar crisis bancaria

El Bitcoin y la Blockchain han revolucionado el mundo entero y, además de los usuarios personales, muchas compañías están desarrollando sus propios usos para esta tecnología. Aunque no todo es positivo para cada sector, porque con la llegada de este sistema al mundo financiero lo cierto es que el anterior peligra, así que sin duda los bancos deberán adaptarse a los tiempos venideros o pueden llegar a desaparecer.
Los servicios financieros de Escocia no son la excepción, y así lo demuestra un estudio llevado a cabo por Daniel Broby y Tatja Karkkainen en el Centro de la Escuela de Negocios de Stratchclyde de Regulación Financiera (SBS). Tal investigación, titulada “Fintech en Escocia: Construyendo un Futuro Digital para el Sector Financiero“, fue realizada para una conferencia de Fintech llevada a cabo el pasado viernes y patrocinada por Glasgow’s Internacional Financial Services District y Scottish Financial Enterprise.
En ella se establece que, durante los próximos diez años, Escocia podría sufrir una grave crisis bancaria si no adopta tecnologías como la blockchain a tiempo.
Fintech [la tecnología financiera] está siendo impulsada por dos grandes innovaciones:
blockchain  y los libros distribuidos (…) tiene el potencial de crear cerca de 15 mil puestos de
trabajo en Escocia durante los próximos 10 años. Pero no adoptar las tecnologías de vanguardia
tendría el efecto contrario, con una pérdida de poco más de 14 mil puestos de trabajo.
Daniel Broby y Tatja Karkkainen

Esto quiere decir que, en el peor de los casos, la pérdida ascendería a los 597 millones de libras en salarios, mientras que en el escenario ideal se añadiría a la industria laboral nada menos que 1,1 billones de libras.
Asimismo, el estudio también propone la adopción regional de una nueva criptomoneda respaldada por el Estado que impulse la economía digital y marque los precedentes para los demás territorios: “Fortalecería la imagen de Escocia como centro Fintech, daría a los bancos acceso a aplicaciones prácticas de blockchain y crearía un núcleo donde construir otras actividades Fintech”.
Las pérdidas pueden ser descomunales, aunque no tanto como los ganancias: por ello, sin duda, el Parlamento Escocés debería aceptar esta invitación a tiempo.
Con anterioridad, diversos expertos igualmente han comentado que el futuro de la banca está en la incertidumbre. Por ejemplo, Antony Jenkins, antiguo CEO de Barclays Group, llegó a predecir que el número de sucursales y empleados de los servicios financieros disminuirán en más de un 50% durante los próximos 10 años, o al menos un 20% en el mejor de los casos.
Hemos dejado claro que la ejecución de un plan Fintech determinará si [Escocia] se une a los ganadores o a los perdedores. Fintech facilitará nuevos procesos y arquitecturas que harán la liquidación digital más barata, simplificando los procesos de back-end, todas las áreas claves para el sector financiero escocés. Por lo tanto, exhortamos al Parlamento Escocés a poner en su lugar la infraestructura y las políticas adecuadas.

Daniel Broby y Tatja Karkkainen

La advertencia ha llegado a tiempo. Ahora son las autoridades quienes deben ponerse en marcha para poder obtener los beneficios en lugar de las pérdidas.



Leer más: https://criptonoticias.com/adopcion/escuela-strathclyde-escocia-adoptar-blockchain-evitar-crisis-bancaria/#ixzz4K7aVEIUa 
Follow us: @CriptoNoticias on Twitter | CriptoNoticias on Facebook

El mito ecológico del coche eléctrico

Article publicat a  Diagonal Periódico

Los automóviles abastecidos por energía eléctrica distan mucho de ser una alternativa verdaderamente respetuosa con el medio ambiente a corto plazo.

09/08/16 · 7:52
El coche eléctrico está llamado a ser el sustituto ecológico del automóvil tradicional. Pero el reemplazo del parque móvil de vehículos de combustión por unidades con motor eléctrico dista de ser una realidad cercana por sus limitaciones técnicas. Asimismo, el debate acerca de si este tipo de vehículos pueden ser considerados completamente ecológicos está servido.
En 2010, la Unión Europea planteó como objetivo para 2020 que el 10% del parque automovilístico europeo fuera eléctrico. Sin embargo, ese escenario, así como el que plantean el coche eléctrico como alternativa real y ecológica del automóvil tradicional, queda todavía muy lejanos.
La implementación del coche eléctrico en España es aún escasa. En 2015, se matricularon 1,03 millones de vehículos nuevos, de los cuales, tan solo 2.342 eran puramente eléctricos. Si sumamos los automóviles con motor híbrido, con un total de 19.231 unidades vendidas, observamos que eléctricos e híbridos suponen un discreto 2% del total de vehículos matriculados en 2015.

Una presencia limitada

“El coche eléctrico es más una promesa que una realidad. Hay muchas expectativas, pero prácticamente no se venden coches puramente eléctricos en España”, afirma Paco Segura, coordinador estatal de Ecologistas en Acción. Las razones detrás de la presencia tan discreta de este tipo de vehículos en España tienen que ver con sus limitaciones técnicas, que les impide sustituir por completo al automóvil tradicional, además de su elevado precio.
Algunos fabricantes como Renault o BMW tratan de impulsar la creación de puntos de recarga en las ciudades. No obstante, todavía queda mucho camino por recorrer. En Madrid la gestión de los puntos de recarga en la vía pública está en manos de dos empresas privadas, IBIL y GIC, tras la firma de un convenio en 2014 que incluía al Ayuntamiento, a la Empresa Municipal de Transportes (EMT) y a estas dos empresas.
Luis Pérez, experto en transporte la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), hace hincapié en la escasa autonomía que posee el coche eléctrico: “Los que más autonomía tienen, como mucho, alcanzan los 200 kilómetros. Además, no todo el mundo tiene un garaje con un punto de recarga”. Es necesario añadir que una recarga completa suele oscilar entre las cinco y las ocho horas, lo que también condiciona el uso y disfrute de estos vehículos.
De esta forma, la presencia de automóviles eléctricos se ve reducida a las ciudades. Tal y como apunta el coordinador estatal de Ecologistas en Acción, “el coche eléctrico, por su problema de autonomía, no puede sustituir al coche tradicional, sino que lo complementa”. El otro gran inconveniente que tienen los automóviles eléctricos es su precio. “Uno de sus principales hándicaps es que no todo el mundo tiene 30.000 euros para gastarse en un segundo coche”, asevera Segura.
En los países nórdicos, los gobiernos apuestan de manera muy clara por este tipo de vehículos. Entre otros factores, gracias a las ayudas gubernamentales, en Noruega un 5% del parque automovilístico es eléctrico. En Dinamarca, por ejemplo, Pérez afirma que es habitual ver coches de la marca Tesla en las ciudades danesas, un fabricante de automóviles eléctricos de gama alta. El precio de mercado en España del Tesla Model S, la unidad más asequible de este fabricante, no baja de 60.000 euros.
“En Dinamarca, los coches no eléctricos tienen unos impuestos a la compra que alcanzan el 100%, es decir, un automóvil tradicional cuesta el doble allí que en nuestro país. En cambio, los eléctricos no tienen esos impuestos, lo que favorece mucho su venta. En España, tenemos algunas ayudas a su compra, pero no compensan”, sentencia Pérez.

El debate en torno a la energía

Segura indica que las baterías más eficientes para este tipo de vehículos, así como las más comunes, son las de ion-litio. No obstante, el litio es un material relativamente escaso, de modo que si el objetivo es alcanzar en el futuro una mayoría de coches eléctricos en el mundo, duda seriamente de que exista la cantidad suficiente de ese material para lograr dicha meta.
Este tipo de baterías, además, “son residuos tóxicos y peligrosos, y en casi todos los países del mundo no son tratados debidamente, terminan en cualquier tipo de vertederos sin el control apropiado, generando contaminantes, sin el tratamiento adecuado”, lo que matiza la concepción del coche eléctrico como medio de transporte ecológico.
El planteamiento del coche eléctrico como alternativa de transporte completamente respetuosa con el medio ambiente está sometido a un fuerte debate. Pérez matiza que “en la ciudad, sí es una solución ecológica. La electricidad proviene de distintas fuentes y, en España, una buena parte de la energía eléctrica proviene de centrales térmicas de carbón que, en efecto, contaminan, pero no contaminan en la ciudad, sino allá donde estén”.
Håkan Dahlström
En este debate, Segura va un paso más allá. “No lo es en absoluto. Es un cuento que nos están vendiendo que no tiene ni pies ni cabeza. Quiero decir, los coches eléctricos tienen algunos efectos ambientales positivos, como puede ser el hecho de que en las ciudades no emiten algunos contaminantes que dan problemas en la ciudad, como el dióxido de nitrógeno, pero la producción de electricidad no es inocua, ni mucho menos”.
Para evaluar si el coche eléctrico es realmente una solución ecológica, es necesario evaluar cómo producimos la energía eléctrica. Red Eléctrica de España recoge en su informe del sistema eléctrico español de 2015 que el total de electricidad generado mediante energías renovables está en un 36,9%.
El coordinador estatal de Ecologistas en Acción continúa con este argumento bajo la evidencia de las fallas asociadas a las energías no renovables. “Si la produces en centrales nucleares, todos sabemos el problema que hay ligado a los residuos radiactivos. Si la produces en centrales térmicas, las emisiones de un coche eléctrico, haciendo un balance completo de todo el ciclo, pueden ser peores que las de un modelo muy eficiente de gasolina, sobre todo si el mix eléctrico está basado en energías no renovables”.
Segura también evidencia el impacto al medio ambiente que viene asociado a la producción de cada coche. Fabricantes como Toyota calculan que cerca de la cuarta parte de la energía total gastada por un vehículo en su vida útil es la que se emplea para fabricarlo. De este modo, concluye, la sustitución del parque móvil por automóviles eléctricos no es planteable como una solución a corto plazo que resulte significativamete benficiosa para el planeta.

Transporte público y car sharing

Algunas voces plantean que la solución más idónea a este debate no pasa por la sustitución del automóvil de combustión por otro tipo de coche, sino que es más cercana a la racionalización de los usos del transporte. Una de las maneras más eficaces para lograr ese objetivo es el transporte público, en el que además ya existen alternativas eléctricas, como el Metro, tren de Cercanías, o algunos autobuses con motor híbrido.
Otra opción es el car sharing. “El alquiler de coches compartidos por uso es una alternativa interesante, pues satisfacen necesidades concretas, como puede ser transportar algún bulto o llevar a una persona al hospital, usos perfectamente razonables del transporte privado. En el área metropolitana podemos canalizar los usos del automóvil al coche eléctrico, pero siempre tratando de limitar su utilización general y actual”, sentencia Segura.