La rebelión contra la globalización

Article publicat a El País

 Desde fines de los setenta, los salarios medios han crecido poco y ha aumentado la desigualdad. Son muchos los que están hartos de que se beneficie a los de arriba y muy poco a los de abajo, contradiciendo años de promesas

La rebelión contra la globalización
RAQUEL MARÍN
La globalización se ha estancado. Los datos de comercio y flujos de capitales lo confirman. Por primera vez desde la II Guerra Mundial, es decir, por primera vez en una generación, llevamos ya siete años con crecimiento débil o negativo en intercambios económicos internacionales. En los últimos 70 años hemos sufrido periodos de estancamiento de cuatro años, como después de la primera crisis del petróleo entre 1974 y 1978, e incluso de seis años, como sucedió después de la segunda crisis del petróleo, entre 1980 y 1986, pero nunca nos habíamos acercado tanto a estar una década en punto muerto.
Muchos creen que el detonante de esta parálisis ha sido la crisis financiera global de 2008, que trajo consigo un enorme aumento en el desempleo, la desigualdad y el conflicto social, sobre todo en Estados Unidos y Europa. Esto explica que voces antiliberales de izquierda a derecha, desde Tsipras hasta Trump, hayan obtenido un apoyo popular tan notable. Sin embargo, el rechazo a la globalización viene de antes. En la década posterior a la caída del muro de Berlín sus críticos eran pocos y dispersos, pero la batalla de Seattle de 1999, por su violencia e impacto mediático, puede interpretarse como la primera señal de que algo no estaba funcionando con la globalización.

¿Quién sabe? Quizás en el futuro los historiadores consideren Seattle como la primera gran batalla de la denominada (sobre todo en la prensa China) como la “gran rebelión contra la globalización”. Si eso ocurre sería llamativo porque en su día esa revuelta parecía inocua. Muchos medios de comunicación y comentaristas se sorprendieron por la intensidad de las protestas, pero en general la sensación en los días y años posteriores a Seattle siempre fue que los protestantes eran una minoría radical con poco apoyo popular. El hecho de que entre los protestantes contra los efectos negativos del libre comercio se encontraran muchos sindicatos, ONG y movimientos sociales (la gran mayoría de ellos pacíficos) se pasó por alto.
Pues bien, casi 20 años después, esa sociedad civil crítica con la globalización que durante mucho tiempo se había considerado minoritaria se ha convertido en mayoritaria. La Ronda de Doha de la OMC no ha concluido, y no tiene muchas probabilidades de hacerlo. Los dos candidatos a la presidencia de EE UU, Donald Trump y Hilary Clinton, han mostrado su rechazo a los tratados de libre comercio, tanto el del Pacífico (TPP) como el del Atlántico (TTIP, por sus siglas en inglés), sabedores de que el apoyo al libre comercio les restaría votos. En Europa el libre mercado tiene incluso menos adeptos. Los partidos con líderes proteccionistas y nacionalistas tipo Marine Le Pen o proteccionistas y soberanistas como Podemos están en auge, y tanto el presidente francés, François Hollande, como el vicecanciller alemán, Sigmar Gabriel, han declarado que hay que suspender las negociaciones del TTIP.

Quien ve que sus hijos van a vivir peor que él es un potencial votante de partidos antisistema
Incluso en Reino Unido, bastión del liberalismo, gran parte de los que votaron a favor del Brexit lo hicieron porque están hartos de que la globalización (y el consecuente libre flujo de mercancías, servicios, capitales y personas) beneficie sobre todo a los de arriba y muy poco a los de abajo, contradiciendo lo que se les prometió durante años. Las estadísticas les dan la razón. Desde finales de los años setenta, tanto en Estados Unidos como en Europa, los salarios medios han crecido muy poco, y en consecuencia ha aumentado la desigualdad. La ciencia económica tiene pocos consensos (eso explica en parte el malestar que hay con las élites: la gente está cansada de escuchar a expertos economistas presentar soluciones contradictorias), pero uno de ellos es que el libre comercio es positivo para la sociedad en su conjunto. Eso sí, siempre hay ganadores y perdedores y los ganadores de esta globalización han sido las clases medias de China e India, mientras que los perdedores son los trabajadores de Estados Unidos y Europa.
Eso hace que todo aquel que ve que sus hijos van a vivir peor que él, pese a estar mejor formados, sea un potencial votante de partidos antisistema. Con esta tendencia, si no gana estas elecciones Donald Trump las ganará otro populista igual o incluso peor en cuatro años. Y si eso pasa, la globalización, con todos sus beneficios, que son muchos, sí que va a dar marcha atrás. ¿Cómo se puede evitar esto? En principio, habría que redistribuir mejor la riqueza y compensar y empoderar mejor a los perdedores de la globalización. Algo ya se está avanzando en este sentido. Algunos se han dado cuenta que hay que salvar la globalización de los globalizadores. Que el Financial Times, bandera global del liberalismo, pida insistentemente políticas sociales redistributivas es significativo.
Aun así, muchos autodenominados “verdaderos liberales” no están de acuerdo con más impuestos. Para ellos, la desigualdad no es un problema mientras el conjunto de la sociedad siga aumentando su nivel de vida. Además, creen que el Estado ya es demasiado grande e intervencionista. Señalan hacia Francia, donde el Estado gasta el 56% del PIB y a pesar de ello el Frente Nacional (FN) sigue en ascenso. La pregunta, sin embargo, es: ¿habría tanto nacionalismo y xenofobia en Francia si no hubiese tanto paro y desigualdad? Algunos dirán que sí. Finlandia tiene muy poca desigualdad y los Verdaderos Finlandeses son bastante xenófobos. Pero incluso en Finlandia se ha duplicado la desigualdad desde los años ochenta, así que la pregunta sigue siendo pertinente.

¿Habría tanto nacionalismo y xenofobia en Francia si no hubiese tanto paro y desigualdad?
La historia demuestra que encontrar un equilibrio entre el mercado y el Estado no es fácil. Si se le da demasiado poder al Estado impera el proteccionismo y el autoritarismo, y si se le da demasiada cancha al mercado hay inestabilidad económica y contestación social. Los verdaderos liberales deberían meditar cuál es la mejor manera de preservar la globalización: ¿haciéndola más social con impuestos efectivos sobre las transnacionales o continuando con la desregulación y la bajada de impuestos? Si abogan por lo segundo quizás acaben alimentando lo que más detestan: la vuelta del Gran Leviatán. La ola del “hombre fuerte” autoritario que viene a proteger al pueblo se acerca con fuerza de Oriente a Occidente. Los líderes de la gran rebelión contra la globalización liberal ya no son los inocuos sindicalistas, ONG y estudiantes universitarios (por muy radicales que sean), sino los Abe, Xi, Putin, Erdogan, Orban, Kaczynski, Le Pen y los que puedan venir tras ellos.
Miguel Otero Iglesias es investigador principal para la Economía Política Internacional en el Real Instituto Elcano.

Del ‘Brexit’ al futuro

Article publicat a El País 

Existen alternativas al actual régimen neoliberal, y pueden crear prosperidad compartida

Pasará mucho tiempo antes de que Gran Bretaña y Europa asimilen, en su plenitud, las implicaciones del referendo Brexit del Reino Unido. Las consecuencias más profundas, por supuesto, dependerán de la respuesta de la Unión Europea a la retirada británica. En un principio, la mayoría de las personas asumen que la UE no “se autocastigará”. Al fin y al cabo, un divorcio amigable parece ser lo mejor para todos. Sin embargo, el divorcio, podría llegar a ser problemático.Los beneficios del comercio y la integración económica entre el Reino Unido y la UE son mutuos y si la UE tomó en serio su convicción de que una mayor integración económica es la mejor alternativa, sus líderes deberían buscar garantizar los vínculos más cercanos posibles teniendo en consideración las circunstancias. Sin embargo, Jean-Claude Juncker, el arquitecto de los mecanismos de evasión de impuestos corporativos masivos de Luxemburgo y hoy presidente de la Comisión Europea, está tomando una línea dura: “fuera significa fuera”, dice él.
Es posible que esta reacción precipitada sea comprensible, si se tiene en cuenta que Juncker puede llegar a ser recordado como la persona que presidió la etapa inicial de disolución de la UE. Él argumenta que para disuadir a otros países que pudiesen querer salir de la UE, se debe actuar de manera inflexible; y, se debe ofrecer al Reino Unido un poco más de lo que ya está garantizado mediante los acuerdos de la Organización Mundial del Comercio (OMC). En otras palabras, no se le debe mantener unido a Europa por los beneficios que brinda, incluso si estos superan con creces los costes. La prosperidad económica, el sentido de la solidaridad y el orgullo de ser un europeo no son suficientes, según Juncker. Se le debe mantener unido a Europa mediante amenazas, intimidación y miedo.
Esa posición ignora una lección enseñada tanto por el voto Brexit como por las elecciones primarias del Partido Republicano de Estados Unidos: grandes porciones de la población no tienen una vida próspera. La agenda neoliberal de las últimas cuatro décadas puede haber sido buena para el 1% en la cúspide de la pirámide, pero no lo fue para el resto. Predije tiempo atrás que, con el pasar del tiempo, llegaría el día en el que este estancamiento tendría consecuencias políticas. Ese día ya ha llegado. A ambos lados del Atlántico, los ciudadanos culpan a los acuerdos comerciales, señalándolos como una de las fuentes de sus males. Si bien esa es una simplificación excesiva, es comprensible. Los tratados comerciales de hoy en día se negocian en secreto, en estos tratados los intereses corporativos están muy bien representados, pero los ciudadanos o trabajadores de a pie están completamente excluidos. Como era de esperar, los resultados han sido parcializados: la posición de negociación de los trabajadores se ha debilitado aún más, agravando los efectos que tienen las leyes que socaban los derechos de sindicatos y empleados.
Si bien los tratados comerciales desempeñaron un papel en la creación de esta desigualdad, hubo mucho más que contribuyó a inclinar la balanza política en dirección al capital. Las normas de propiedad intelectual, por ejemplo, han aumentado el poder que tienen las compañías farmacéuticas para elevar los precios. Sin embargo, cualquier aumento en el poder de mercado de las corporaciones de hecho se traduce en una reducción de los salarios reales. Hoy en día, el aumento de la desigualdad se ha convertido en una característica principal de la mayoría de los países avanzados.
A lo largo y ancho de muchos sectores, la concentración industrial es cada vez mayor, así como también lo es el poder del mercado. Los efectos de los salarios reales estancados y en descenso se han combinado con los efectos de la austeridad, lo que hace que se ciernan amenazas de recortes de los servicios públicos, de cuyas prestaciones sociales dependen grandes cantidades de trabajadores de medianos y bajos ingresos. La incertidumbre económica resultante para los trabajadores, al combinarse con la migración, fermentó una pócima tóxica. El Occidente contribuyo a muchas de las guerras y opresiones de las que hoy son víctimas los refugiados. Proporcionar ayuda es una responsabilidad moral de todos, pero sobre todo de las potencias que en el pasado fueron colonizadoras.

A ambos lados del Canal de la Mancha, la clase política debería entender cómo hizo tan poco por abordar las preocupaciones de tantos ciudadanos
Y, sin embargo, a pesar de que muchos podrían negarlo, un aumento en la oferta de mano de obra poco cualificada conduce —siempre y cuando se tengan curvas de demanda normales con pendientes negativas— a salarios de equilibrio más bajos. Y, cuando los salarios no se pueden bajar, o no se los baja, el desempleo aumenta. Esto es más preocupante en los países donde la mala gestión económica ya ha causado un nivel alto de desempleo. Europa, especialmente en la zona euro, ha sido mal administrada durante las últimas décadas, hasta llegar al punto de que su desempleo promedio es de dos dígitos. La migración libre dentro de Europa, de manera predecible, se traduce en que los países que han tenido un mejor desempeño en cuanto a la reducción del desempleo van a ser los que terminen con una proporción de refugiados superior a la que se consideraría como equitativa. Los trabajadores de estos países asumen el costo de los salarios disminuidos y el aumento del desempleo, mientras que los empleadores se benefician de tener a disposición mano de obra barata. No es de extrañar que la carga de los refugiados recaiga sobre quienes tienen menor capacidad para llevar su peso. Por supuesto, se habla mucho acerca de los beneficios netos de la migración de lugares menos poblados a lugares más poblados. En el caso de un país que proporciona a todos sus ciudadanos un bajo nivel de prestaciones garantizadas —niveles bajos de protección social, educación, salud y otros— eso sí puede ser cierto. Sin embargo, en países que proporcionan una red de seguridad social bastante decente es todo lo contrario.
El resultado de toda esta presión a la baja que se ejerce sobre los salarios y para incrementar los recortes en los servicios públicos ha aniquilado a la clase media, extrayendo sus entrañas; y ha tenido consecuencias similares en ambos lados del Atlántico. Los hogares de clase media y trabajadora no han recibido los beneficios del crecimiento económico. Ellos son conscientes de que los bancos son los causantes de la crisis del año 2008; sin embargo, acto seguido vieron que se destinaron miles de millones para salvarlos y montos triviales para salvar sus hogares y puestos de trabajo. Si se considera que el ingreso promedio real (ajustado por la inflación) de un trabajador a tiempo completo en EEUU está en un nivel más bajo del que estuvo hace cuatro décadas, la presencia de un electorado enojado no debería causar ninguna sorpresa.
Añadido a esto, los políticos que prometieron el cambio no cumplieron con lo esperado. Los ciudadanos de a pie sabían que el sistema no era justo, pero se enfrentaron a la realidad de que el sistema es incluso más amañado de lo que habían imaginado, y perdieron la poca confianza que aún tenían en la capacidad o la buena voluntad de los políticos tradicionales para corregir dicha situación. Eso, también, es comprensible: los nuevos políticos compartían la visión de futuro de aquellos quienes habían prometido que la globalización beneficiaría a todos. Sin embargo, emitir un voto iracundo no resuelve los problemas, y puede hacer que una situación política y económica pase de la sartén a las brasas. Esta apreciación también es válida con respecto a la respuesta que se da frente a dicho voto iracundo.
El pasado pisado es un principio básico en economía. A ambos lados del Canal de la Mancha, el ámbito político ahora debería dirigir sus esfuerzos a comprender cómo, dentro de una democracia, la clase política pudo hacer tan poco por abordar las preocupaciones de tantos ciudadanos. Todos y cada uno de los gobiernos de la UE deben ahora considerar la mejora del bienestar de los ciudadanos de a pie como su objetivo principal. Una mayor cantidad de ideología neoliberal no ayudará en absoluto. Y, debemos dejar de confundir los fines con los medios: por ejemplo, el libre comercio, en el caso de ser bien administrado, podría traer mayor prosperidad compartida; pero, mal administrado, reducirá el nivel de vida de muchos ciudadanos, posiblemente de la mayoría.
Existen alternativas al actual régimen neoliberal, son alternativas que pueden crear prosperidad compartida, al igual que también hay alternativas —como el Acuerdo Transatlántica para el Comercio y la Inversión con la UE que propone el presidente estadounidense Barack Obama— que podrían causar muchísimo más daño. Hoy el desafío es aprender del pasado con el fin de abrazar las alternativas mencionadas primero y evitar las segundas.

Regalar dinero: ¿idea inevitable?

Article publicat a El País

Los suizos decidirán hoy en un referéndum si el Estado les va a dar alrededor de 2.500

Robots en la planta de Seat de Martorell.
Moisés Naím 5 JUN 2016 
Hoy los suizos decidirán en un referéndum si el Estado le va a dar a sus ciudadanos alrededor de 2.500 euros cada mes. ¿A cambio de qué? De nada. Esta consulta es muy importante. No porque la propuesta vaya a ganar (según las encuestas, no tendrá los votos necesarios), sino porque puede ser la precursora de una tendencia mundial. De hecho, en varios países ya se está probando la idea de garantizar un ingreso mínimo y sin condiciones a los ciudadanos. En Finlandia, el Gobierno seleccionó al azar a 10.000 adultos a quienes durante dos años pagará 550 euros mensuales. El objetivo es medir el impacto que tendrá ese ingreso en la propensión a trabajar y otras decisiones de vida que toman los beneficiarios. Si esta prueba tiene éxito, la intención del Gobierno finlandés (¡que es de derecha!) es extender este esquema a nivel nacional. Experimentos parecidos se están llevando a cabo en Canadá, Holanda, Kenia y otros países.

Los defectos y problemas con esta idea son obvios. Tener un ingreso garantizado puede desestimular el trabajo. Darle una compensación material a una persona sin que, a cambio, haya producido algo de valor es una propuesta cuestionable tanto desde el punto de vista económico como social y ético. Los riesgos de corrupción y clientelismo político que tienen iniciativas de este tipo son altos. Finalmente, esta no es una idea barata. Este tipo de subsidios pueden transformarse en una pesada carga para el Estado y crear gigantescos y crónicos déficits en el presupuesto público.
Y sin embargo… Puede ser una idea inevitable.
No hay dudas de que la globalización y las nuevas tecnologías han creado inmensas oportunidades para la humanidad. De la disminución de la pobreza a nivel mundial a los avances en medicina o el empoderamiento de grupos sociales históricamente marginados, el progreso es obvio. Pero es igual de obvio que la globalización y las tecnologías que reemplazan a trabajadores por máquinas también tienen efectos nocivos. La destrucción de puestos de trabajo, la compresión de salarios y en algunos países —sobre todo en Estados Unidos y Europa— el aumento de la desigualdad, tienen diversas causas. Pero sabemos que tanto la globalización como la automatización contribuyen a crear condiciones que nutren mucho el populismo y el tóxico extremismo político que estamos viendo en tantos países.
Para muchos, la respuesta es que, si bien las nuevas tecnologías destruyen industrias, también crean otras que producen tantos o más empleos que los que desaparecen. Y eso ha estado sucediendo. No obstante, a medida que se acelera el cambio tecnológico y se popularizan robots que, a bajo costo, pueden hacer muchas de las tareas que hoy desempeña un trabajador, crece la preocupación de que las nuevas industrias y los nuevos puestos de trabajo no aparecerán ni en la cantidad ni al ritmo necesarios para compensar las pérdidas de empleo y la reducción salarial. Ante esta situación, las respuestas que da el mundo son tres.
1. Más educación y entrenamiento para los desplazados. Esto es prioritario. Pero la realidad es que, si bien hay éxitos ocasionales en este campo, el resultado de los esfuerzos de formación ha sido decepcionante. En la mayoría de los países —aun en los más avanzados— los presupuestos dedicados a ayudar a los trabajadores desplazados han sido poco generosos, las técnicas educativas que se usan son poco eficaces y las burocracias encargadas de estos programas suelen ser ineficientes. Cambiar esto es urgente.
2. Más proteccionismo. Donald Trump, por ejemplo, es solo uno de los políticos que hoy proliferan en el mundo y que prometen proteger el empleo reduciendo tanto el número de inmigrantes que compiten con trabajadores locales como el volumen de productos importados, que, por ser más baratos, desplazan la producción nacional. No es difícil imaginar a uno de estos demagogos prometiendo que, de ganar las elecciones, prohibirá el uso de robots y otras tecnologías “mataempleos”. Que estas propuestas no son una solución y que, en muchos casos, ni siquiera se pueden aplicar no parecen ser obstáculos para que millones de personas se entusiasmen con las promesas de los populistas. Temo que algunos países acabarán adoptando estas malas ideas.
3. Más ingresos mínimos garantizados. Así es. Regalar dinero a cambio de nada. Puede ser una idea descabellada. Pero un mundo donde nueve robots de bajo costo pueden hacer el trabajo de 140 obreros (¡en China!) es un mundo donde hay que estar abierto a examinar todas las opciones. Aun aquellas que puedan parecer —o ser— descabelladas. Unos niveles altos y permanentes de paro son inaceptables e insostenibles. Por ello hay que probarlo todo, entendiendo siempre que gobernar raras veces implica escoger entre una política maravillosa y otra espantosa. Lo más usual es que quienes gobiernan se vean obligados a escoger entre lo malo y lo terrible

Grandes economistas aseguran que los paraísos fiscales no tienen ningún tipo de justificación

Publicat a   El Diario.es

Thomas Piketty y Jeffrey Sachs apoyan un escrito que urge a los líderes mundiales que se reunirán el jueves en una cumbre anticorrupción a que acaben con el secretismo en torno a las empresas offshore
El documento sostiene que la evasión fiscal debilita tanto a las economías desarrolladas como a las que están en vías de desarrollo

Más de 300 economistas, incluido Thomas Piketty, piden a los líderes mundiales que se reúnen esta semana en Londres que reconozcan que no existe ningún beneficio económico en los paraísos fiscales. Piden también que el velo de secretismo que los envuelve sea levantado.

David Cameron acordó mantener esta reunión hace cerca de un año, pero la cita peligra porque el foco de atención ha cambiado después de que el Gobierno británico haya fallado a la hora de convencer a sus territorios de ultramar de que acaben con el almacenamiento de dinero secreto.
Las autoridades británicas están bloqueadas en las negociaciones con las dependencias de la corona y los territorios de ultramar. Tratan de convencerles de que, de manera automática, compartan información sobre el beneficio real de las empresas. Por el momento, los territorios de ultramar solo se han puesto de acuerdo con los organismos de control británicos para que tengan acceso a un registro privado de propiedad efectiva, pero un acuerdo de intercambio automático ofrecería la posibilidad a muchos más países de acceder a informaciones relativas a la propiedad de sociedades pantalla.
Muchos de los territorios de ultramar, incluidas las Islas Caimán, se resisten a la idea y su participación en la cumbre está en duda.
Además de Piketty, autor del bestseller El capital en el siglo XXI, participa una impresionante lista de economistas incluido Angus Deaton, especialista escocés ganador del Premio Nobel de Economía en 2015, y Ha-Joon Chang, respetado economista especialista en desarrollo de la Universidad de Cambridge.
También firman la carta Nora Lusting, profesora de economía latinoamericana en la Universidad Tulane, así como otros expertos influyentes que asesoran a los legisladores, como Jeffrey Sachs, director del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia y asesor del secretario general de la ONU Ban Ki-Moon, y Olivier Blanchard, antiguo economista jefe del FMI.

Los papeles de Panamá muestran «la ilegalidad masiva»

«El Reino Unido y Estados Unidos tienen que tomar la iniciativa para terminar con el secretismo de los paraísos fiscales», confirmó Sachs en el programa Today de la BBC. «A través de los papeles de Panamá vemos que son simplemente conductos que auspician la ilegalidad masiva, la corrupción, la evasión fiscal y otros actos infames. Tienen que acabar».
«Si el Reino Unido, Estados Unidos y la Unión Europea en su conjunto decidieran el jueves en Londres que ya ha sido suficiente… podría producirse un cambio excepcional en muy poco tiempo». Pero Sachs prevé que los líderes mundiales cederán a la presión de los ricos y descartarán implementar reformas significativas.
La banca alemana niega responsabilidad en los paraísos fiscales revelados por los medios
«Creo que los gobiernos no quieren hacer demasiado realmente porque sus poderosos partidarios, ya sean los de la City de Londres o los que están en Wall Street, están luchando con todas sus fuerzas para mantener esos resquicios abiertos… Es un sistema que ha sido creado para el provecho de la clase rica y empoderada», argumenta el especialista. «No hay mejor ejemplo de cómo los ricos y los poderosos controlan las palancas financieras que los paraísos fiscales».
En total, 47 profesores de universidades británicas, entre las que se encuentran Oxford y la Escuela de Economía de Londres, han firmado la carta. El documento sostiene que la evasión fiscal debilita tanto a las economías desarrolladas como a las que están en vías de desarrollo, además de producir desigualdad.
«Los territorios que permiten ocultar capitales en empresas pantalla o que favorecen la obtención de beneficios a empresas que no operan allí, distorsionan el curso global de la economía», aseguran los economistas firmantes.

Se necesitan nuevas normas globales

Para contrarrestar esta situación, instan a los gobiernos a que acuerden nuevas normas globales que exijan a las empresas a informar públicamente sobre sus operaciones tributarias en todos los países en los que operan. También piden que todos los territorios revelen informaciones sobre los propietarios reales de las compañías y conglomerados empresariales.
Llevar a cabo un esfuerzo coordinado por la Unión Europea está ahora en juego. El objetivo es exigir a las empresas que declaren allí donde producen sus beneficios y asegurar que los impuestos se pagan allí en vez de en el país en el que son declarados.
«Los paraísos fiscales no aparecen por casualidad», protesta duramente Sachs contra el primer ministro británico. «Las Islas Vírgenes Británicas no se convirtieron en ocultos paraísos fiscales por sí mismas. Estos refugios tributarios son escogidos deliberadamente por los principales gobernantes, especialmente de Reino Unido y Estados Unidos, en colaboración con las mayores instituciones financieras, legales y jurídicas que mueven el dinero».
«El abuso no es solo impactante, sino que nos mira directamente a la cara. No necesitábamos los papeles de Panamá para saber que la evasión fiscal a través de los paraísos es generalizada, pero podemos decir que el sistema abusivo global necesita terminar a toda velocidad. Eso es lo que se entiendo como un buen gobierno bajo el compromiso global del desarrollo sostenible».
Más de la mitad de las empresas creadas por Mossack Fonseca, bufete de abogados desde el que se filtraron los papeles de Panamá, fueron constituidas en los territorios británicos de ultramar como las Islas Vírgenes Británicas.
«Encargarse de los paraísos fiscales no será fácil; hay poderosos intereses particulares que se benefician del status quo. Pero fue Adam Smith el que dijo que los ricos «deben contribuir al gasto público, no solo en proporción de sus ingresos, sino en algo más que esta proporción», explican los especialistas. «No hay una justificación económica para seguir permitiendo la continuidad de los paraísos fiscales, que son lo contrario a esa afirmación».
Oxfam, que ha coordinado la carta, recomienda al Gobierno de Reino Unido que intervenga para garantizar que los territorios offshore británicos siguen sus directrices de introducir un completo registro público que muestre quién controla y se beneficia de las compañías que están constituidas allí. Oxfam calcula que África pierde unos 10.000 millones de libras de ingresos fiscales anuales –suficiente dinero para pagar la asistencia sanitaria que podría salvar la vida de 4 millones de niños cada año y emplear a suficientes profesores como para escolarizar a todos los niños africanos.
«No basta con que la información sobre los propietarios de empresas ligadas a paraísos fiscales británicos solo estén disponibles para la Agencia Tributaria británica. Es necesario que esta información sea pública para asegurar que todos los gobiernos y todas las personas del mundo pueden reclamar el dinero que les deben y para poder exigir cuentas a los evasores de impuestos», concluye Mark Goldring, director ejecutivo de Oxfam Gran Bretaña.

Lourdes Beneria: “La reducció de la jornada de treball seria una solució al problema de l’atur”

Post publicat a   Crític. Periodisme d’Investigació

  • Enric Miravitllas / @esquerres
  • diumenge, 1 maig 2016
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LB_Headshot copyB&WEs diu que les crisis també generen oportunitats. Des de l’Escola de Pensament Crític fem nostre aquest mantra neoliberal per parlar de la possibilitat de reduir el temps que dediquem a treballar. Una opció que fa pocs anys era ben present als mitjans de comunicació i que ara ha desaparegut de l’agenda política. Conversem amb Lourdes Beneria (Vall de Boí, 1937), catedràtica emèrita d’economia de la Universitat de Cornell (Nova York). Beneria, que va rebre el 2003 la medalla Narcís Monturiol de la Generalitat pel seu treball científic, és considerada una de les millors especialistes en estudis d’economia i gènere vinculats al desenvolupament i la globalització.
És la reducció del treball una possible solució a l’atur i a les desigualtats socials que genera?
En diferents èpoques des de la revolució industrial i fins als anys 70, la jornada de treball es va anar reduint a mesura que el progrés tècnic va anar augmentant la productivitat del treball. La por que els treballadors han expressat històricament a la pèrdua de treball i a l’atur com a resultat del canvi tecnològic no és nova i la reducció gradual de la jornada de treball ha estat un resultat positiu acompanyat per increments en la remuneració del treball. L’època actual de canvi tecnològic accelerat i robotitzacións ens planteja problemes semblants, i la reducció de la jornada de treball seria també una solució al problema de l’atur. Des dels 70, la “revolució electrònica/digital” ha generat un enorme creixement de la productivitat del treball en la majoria de sectors però només França es va atrevir a reduir la jornada laboral a 35 hores a finals dels anys 1990. No hi ha cap altra experiència notable de reducció important de les hores treballades, que sembla s’han quedat estancades a les 8 hores per jornada completa des de mitjans del segle XX. Això vol dir que els beneficis produïts per les noves tecnologies han beneficiat al capital i no al treball, i aquesta és una base important (no la única) del creixement de les desigualtats socials que hem anat veient durant l’època neoliberal. Tenim doncs un problema greu de redistribució de la renda i de la riquesa.
Per què la reducció de la jornada laboral ha desaparegut del debat públic?
En gran part es degut a la por a l’atur i a la precarització que han anat creixent a mesura que les diferents experiències de re-estructuració industrial i econòmica de les empreses i de l’economia en general es van generalitzar a partir de mitjans dels anys 70 als països del Nord. La revolució digital va fer possible la fragmentació dels processos productius a molts sectors i nivells de les empreses i la globalització va obrir les portes per a que els diferents nivells es poguessin re-localitzar arreu del món cercant costos laborals més baixos. Per altra part, la crisi econòmica del 2008 ha intensificat molt fortament la inseguretat i precarització del treball arreu del món i pocs s’atreveixen a plantejar aquests debats públics.
“La reducció es qüestió de voluntat política i requereix unes forces polítiques disposades a fer el canvi”
Fins a quin punt caldria reduir les hores treballades? De 40 a 35 hores, per exemple?
Crec que la reducció de les hores treballades seria una política molt important de cara als problemes de l’atur. La resposta sobre quantes hores depèn de la velocitat del canvi tecnològic, del nivell d’atur i de les possibilitats polítiques i econòmiques de tirar endavant la reducció, doncs representaria una redistribució important de la renda, sobre tot si es mantinguessin els nivells salarials. La reducció a 35 hores en el cas francès era possible però, en un món globalitzat, pot crear problemes per a competir als mercats globals i seria important que altres països també l’apliquessin. En tot cas la reducció es qüestió de voluntat política i requereix unes forces polítiques disposades a fer el canvi, però seria més fàcil a nivell global.
És possible calcular quin impacte tindria aquesta mesura sobre la taxa d’atur?
Es qüestió d’estudiar els models macroeconòmics, fer supòsits, etc. Però és possible fer els càlculs.
Què caldria fer amb les persones que continuessin aturades després d’una redistribució del treball? Dotar una renda garantida de ciutadania?
Una renda garantida es una possibilitat recolzada per molta gent malgrat que no es fàcil de posar-la en pràctica degut a les dificultats de generar els recursos necessaris per a finançar-ho. És veritat que és una mesura atractiva que solucionaria els problemes dels aturats però també hi ha l’oposició de molts grups. Pot ser una solució important en casos d’atur elevat o de llarga durada, i a més cal pensar que és possible adoptar-la. A Alaska, malgrat ser un estat dels EEUU generalment conservador, hi ha un programa de renda mínima que funciona força bé però es un estat que té diners del petroli que genera.
Creus que una recepta econòmica com aquesta pot arribar a tenir el suport de les empreses? Com?
Penso que les empreses no recolzaran fàcilment aquest tipus de recepta, però és possible que ho facin si veuen que pot solucionar alguns dels seus problemes: inestabilitat política i econòmica, malestar social que afecti el seu funcionament, por a un canvi polític que no volen, etc.
LB photoCom es podria garantir que una reducció d’hores de treball anés compassada amb una disminució de les tasques a desenvolupar?
Amb les noves tecnologies, una reducció d’hores de treball pot anar acompanyada d’una disminució de tasques a desenvolupar si la productivitat es manté. En realitat, la productivitat fins i tot pot augmentar (hi ha estudis que han trobat que la gent treballa més intensament quan treballa menys hores).
I si treballem menys hores, no tindrem salaris encara més baixos, de l’estil dels minijobs?
No necessàriament si la productivitat es manté (o augmenta!) però es necessiten bons estudis per a demostrar-ho i una lluita social per a tirar-ho endavant. D’altra banda, s’ha demostrat històricament que les reduccions graduals de la jornada laboral no han representat salaris més baixos, al contrari degut als augments paral·lels de la productivitat laboral. Els minijobs son una qüestió diferent doncs són el resultat d’una organització del treball afavorida pels que es beneficien dels costos de treball baixos.
I els salaris de les dones, que actualment són inferiors al dels homes per a les mateixes feines, caldria abaixar-lo també?
Repeteixo que no cal abaixar els salaris si la productivitat no queda reduïda. En canvi sí que seria necessari revisar els salaris de les dones i fer estudis comparatius per a que, si la seva productivitat és tan alta com la dels homes, els seus salaris fossin iguals; s’ha d’eliminar les diferències salarials per gènere!
“La reducció de la jornada laboral s’hauria d’aprofitar per a construir també la igualtat de gènere quant a oci”
Podria afavorir la igualtat de gènere una reducció de la jornada laboral?

Una reducció de la jornada laboral seria un benefici molt clar per a les dones que continuen tenint una sobre-càrrega de treball (domèstic i remunerat), però també ho seria per als homes que comparteixen aquesta càrrega doncs alliberaria hores i facilitaria la conciliació per als que tenen treball de cura. D’altra banda, les dones gaudeixen de menys hores d’oci que els homes; la reducció de la jornada laboral s’hauria d’aprofitar per a construir també la igualtat de gènere quant a oci.

RICHARD WOLFF / ECONOMISTA “Los adultos pasan la vida en el trabajo, y en el trabajo no hay democracia”

Publicat a  CTXT. Contexto y Acción

Álvaro Guzmán Bastida / Traducción Adriana M. Andrade

Richard Wolff
Shane Knight
Nueva York | 4 de Mayo de 2016
Como Bernie Sanders, Richard Wolff (1942) ha pasado toda su vida adulta hablando y escribiendo sobre las mismas cosas. Hasta no hace mucho su feroz crítica al capitalismo se podía oír en el programa de radio  Economic Update y leer en numerosos libros y ensayos, pero tenía poca resonancia fuera de ciertos nichos de la izquierda. Sin embargo, en los últimos meses, en paralelo al ascenso en las encuestas del senador de Vermont, su voz se ha amplificado de manera notable. Cuando Wolff, economista marxista formado en Harvard, Yale y Stanford, recibió a CTXT  en una cafetería cerca de su oficina en la New School for Social Research de Manhattan hace un par de semanas, estaba preparando un viaje a Kentucky para dar conferencias en varias universidades. “Nunca he estado en Kentucky”, contaba admirado, “¡y me van pagar para que hable del desastre del capitalismo y de qué se puede hacer para cambiarlo!”. Wolff señala al movimiento Occupy Wall Street como la fuerza que ha puesto teorías como las suyas o las de Sanders encima de la mesa. En su peculiar tono –a la par didáctico y contundente– Wolff habla de la situación actual de la economía estadounidense, de la competencia a nivel global, y de los entresijos de la solución que propone en su libro Democracy at Work: A Cure for Capitalism (Haymarket Books, 2012) (Democracia en el trabajo: una cura para el capitalismo), inspirada en la cooperativa vasca Mondragón. 
Parece que en este lado del Atlántico las cosas marchan mejor económicamente que en Europa o en la mayoría del mundo. Y aún así usted describe la situación económica estadounidense como desalentadora, incluso como un desastre. ¿No viven una recuperación los Estados Unidos, con menos desempleo y un crecimiento sostenido?
Hay que entender que Europa es diferente porque son muchos países. En EE.UU. hay muchas ciudades y estados, pero son tamaño de los países europeos. Allí está Grecia, aquí Puerto Rico. Me gustaría llevarle a Detroit para enseñarle algo que ni siquiera existe en Europa. 
¿Qué pasa en Detroit?
Un tercio de la ciudad está abandonada. Una de cada dos casas está quemada. Los perros salvajes representan un verdadero problema social. Repito: perros salvajes. Hace veinte o treinta años Detroit constituía el mejor ejemplo del capitalismo americano. Cuando el rey de España o el primer ministro inglés visitaban los Estados Unidos, el presidente les llevaba a Detroit para que vieran las fábricas, los trabajadores que tenían buenos sueldos porque eran miembros de un sindicato fuerte, el UAW.  Ahora no hay nada de eso. El UAW casi ni existe. En 1970 Detroit tenía dos millones de habitantes. Ahora tiene 700.000. Más de la mitad, 1,3 millones ya no están.
¿Qué pasó?
Ford, General Motors y Chrysler se fueron. Ganan más dinero fabricando coches en México, Canadá y ahora también en China. Eso es todo. Le dijeron ´que os jodan´ a la clase trabajadora. La ciudad está en bancarrota. Podría pasarme tres horas poniendo ejemplos de la desaparición de la clase media americana. ¿Es cierto que hemos reducido el número de desempleados de 15 millones a siete u ocho? Sí, pero lo que ocurre es que la mitad ya no forman parte de la población activa, es decir, ya no buscan empleo.
Quiere decir que los bajos niveles de desempleo ocultan una realidad económica dura para la mayoría de los americanos…
Nuestra economía se ha reorganizado. Casi todos los buenos trabajos –bien pagados, con pensión, cobertura sanitaria y todo eso– se han reducido drásticamente. Quizá se hayan reducido a la mitad. Toda esa gente ha sido recolocada como trabajadores del sector servicios. Trabajan en gimnasios, en Amazon, transportando paquetes, camareros en Starbucks. Tienen empleo, un salario bajo, ninguna prestación, y ningún futuro, nada. Pero están trabajando.  Eso no es una solución económica. Por eso, aunque tengamos poco paro nuestra economía no va a ninguna parte. No tenemos crecimiento ni bienestar. La brecha sigue creciendo porque antes toda esa gente formaba parte de familias que tenían buenos sueldos, que cumplían esa especie de sueño americano de tener una casa, un coche, de poder mandar a sus hijos a la universidad. Ahora ya no lo pueden hacer. La gente joven ni se casa ni tiene hijos. Ni siquiera saben cómo van a pagar los préstamos que pidieron para estudiar. 
¿A quienes atribuyen esa situación a la creciente competencia a nivel global?
En los últimos 40 años la relación entre capital y trabajo se ha alterado radicalmente. Después de la caída de la Unión Soviética y del cambio de la atmósfera política en China, el capitalismo occidental ha visto incorporarse a sus filas un enorme número de trabajadores. China puede ofrecer mano de obra muy bien preparada y muy mal pagada  a cualquier empresa europea o americana. India, Brasil, o Europa del este pueden hacer lo mismo. Pensemos, por un momento, en ello con mentalidad capitalista:  de repente contamos con muchísima más mano de obra. Y, si tus trabajadores tienen salarios a nivel europeo o americano te preguntas: ´¿para qué necesito a esta gente? Cierro la fábrica de Barcelona, París, Cincinnati o Chicago y la abro en Shanghái, en Hyderabad o en Sao Paulo´.
Algunos afirman que esto está suponiendo un cambio de las condiciones de vida para el Hemisferio Sur. Dicen que las periferias están creciendo y que se acercan a occidente gracias al desarrollo. En definitiva, que la riqueza se está moviendo desde el centro hacia la periferia. ¿Qué opina?
Pensar que esto va a ser beneficioso para el Hemisferio Sur es una ilusión. Los que toman las decisiones siguen siendo los mismos.  Enfrentarán a Brasil contra India como enfrentaron a Estados Unidos con China. Volverán a moverse. Irán a donde les convenga.
Entonces, ¿estamos ante una competencia a la baja?
Sí, pero no se trata de una conspiración. Podemos verlo con las marcas de ropa. Desembarcaron todas en China. Ahora muchas se están marchando porque en los últimos años los sueldos han aumentado un 5 o 6%. Se van a Vietnam o a Malasia. Ese es su trabajo. Todos compiten. También ocurre en EE.UU. Pero aquí se enfrentan una ciudad contra otra, un estado contra otro. Esta es una de las razones por las que tenemos una pésima estructura fiscal, que acaba poniendo todo el peso sobre los hombros de la clase media y baja.
Hablemos de la solución que propone en su libro. ¿Por qué cree que las cooperativas o, como usted prefiere llamarlas, empresas autogestionadas por sus trabajadores, son la solución para nuestros problemas?
Todo tiene que ver con la organización del trabajo y, con este modelo, los trabajadores no solo son empleados, sino que también son la cúpula directiva.
Lo que significa que son dueños del fruto de su trabajo y deciden cómo trabajar…
Ellos dirigen la empresa. Hacen en su empresa lo mismo que la Junta Directiva hace en una sociedad mercantil. Deciden qué producir, cómo hacerlo– con qué tecnología, en qué condiciones –, y dónde hacerlo. También qué hacer con los beneficios. Las plusvalías que generan los trabajadores les pertenecen y deciden qué hacer con ellas. No hay capitalistas.
Pero siguen teniendo que vender en el mercado, ¿no?
Solo si el mercado es la institución de distribución.
Pero ¿no percibe al mercado como origen del problema?
Hay un problema más básico. La estructura de una empresa es una cosa, el mecanismo de distribución de los productos o servicios es otra.  En EE.UU. el capitalismo se define como libertad de empresa y mercado. El socialismo es empresa pública y planificación. Pero Marx nunca hizo eso. En Marx no hay nada sobre planificación. La cuestión es quién produce la plusvalía y quién se queda con ella. En la esclavitud el esclavo produce la plusvalía y el amo se la queda. En el feudalismo es el siervo el que genera plusvalía y  el señor feudal el que se la queda. En el capitalismo, el empleado genera la plusvalía y el propietario se la queda. En el comunismo, el trabajador la produce y se la queda. Esto es lo que dice la teoría.  En mi opinión, la materialización de esa teoría es una empresa en la que los trabajadores no solo generan la plusvalía, sino que se adueñan de ella. Esto lo diferencia de la esclavitud, del feudalismo y del capitalismo.
Muchos progresistas ponen el énfasis en la preponderancia del mercado. ¿Hay demasiado mercado en este momento?
El hecho de que haya gente de izquierdas enfadada con los mercados significa que hay algo que se ha perdido. Es un análisis desnortado, que camina hacia atrás. Que en la cultura burguesa no se hable del horror de la explotación en el trabajo y sí de los mercados resulta sospechoso. Están trabajando a favor de su enemigo.
Hablemos, pues, de producción. Dice que una democracia no está completa si no tiene instituciones económicas democráticas.
¿Completa? No hay democracia… Creo que la idea de que Estados Unidos es democrática es absurda.
¿Por qué?
Porque el lugar donde casi todos los adultos pasan la mayoría de sus vidas es en el trabajo, y en el trabajo no hay democracia. Entonces, ¿de qué estamos hablando? Como mucho podríamos decir que hay democracia en el lugar en el que resides –en tu casa, en tu barrio– – porque votas a un alcalde, a un senador, a un gobernador. Pero no votas a tu jefe. Incluso si equiparas la democracia al mero ejercicio del voto –cosa que yo no hago– esta no existe donde pasas más tiempo, que es en el trabajo. 
Si no hay democracia ¿qué hay entonces en el trabajo? 
Una dictadura. Es obvio. El lugar de trabajo es fundamentalmente, no solo no democrático, sino una institución antidemocrática. Cuando llegas al puesto de trabajo, cruzas la puerta y te dicen lo que hay que hacer, cómo hacerlo, y dónde hacerlo. Cuando terminas, vuelves a casa y otros se apropian de lo que tú has producido. Tú no tienes nada que decir al respecto.
¿En qué medida resulta más democrático su modelo, basado en las empresas autogestionadas?
Todas las decisiones importantes se tomarían por voto mayoritario. Una persona, un voto. Una decisión colectiva. Se propone, se discute, y se decide. Por ejemplo, ¿vamos a desplazar la producción de Ohio a China? Eso es una conversación corta porque sé la respuesta, y tú también. No. ¿Qué grupo de trabajadores destruiría su propio trabajo, comunidad y futuro? Es de locos. Otro ejemplo. A la hora de repartir las ganancias ¿crees que le darían millones de dólares a unos pocos mientras el resto no podría ni mandar a sus hijos a la universidad? Eso no ocurriría. 
Sobre esto último, utiliza como ejemplo a la cooperativa Mondragón.
Sí. En el caso de Mondragón, la persona mejor pagada no puede recibir 8,5 veces lo que gana el de menor sueldo. En este país la proporción de lo que gana un Director General y el peor pagado en una empresa es de 300 a 1, de media. En algunos casos de 600 a 1. El problema no es cómo distribuir la renta. Esa es la peor manera de afrontar el problema. Estamos creando conflicto y animosidad. Por eso los que pueden evaden impuestos. Un método mucho más inteligente sería no distribuir de manera desigual de entrada. 
Supongo que la gente que aboga por la implicación del estado y la redistribución desde arriba está preocupada por el problema de la escala. ¿Qué se puede hacer para que esto funcione para la mayoría de la gente, sobre todo en cooperativas que no compiten con empresas que deslocalizan la producción?
Creo que el capitalismo es una organización social y presenta un problema social. Para solucionar un problema social se necesita un movimiento social. Uno puede imaginarse a todas las empresas, pequeñas, medianas y grandes pasando por una transición hacia el modelo de la autogestión. Pero creo que antes de que ese proceso concluya habrá un conflicto. Los capitalistas van a verlo como una amenaza. ¿Cómo van a seguir pagando poco a los trabajadores y mucho a los ejecutivos si la cooperativa de enfrente no permite esas prácticas? Necesitamos un partido político que defienda a los trabajadores de cooperativas y cuya estructura de base sea la de los trabajadores de cooperativas, que apoyan y fomentan su crecimiento. Por cierto, esto es una réplica del nacimiento del capitalismo. Los primeros capitalistas  también necesitaron un movimiento social para arrebatarle el control al gobierno feudal del rey. Tuvieron que luchar para desarrollar los partidos políticos, el parlamento. Creo que tanto republicanos como demócratas son agentes del sistema capitalista. Tendremos que tener un agente del sistema alternativo y políticas para estos sistemas alternativos,  algo de lo que ahora carecemos. 
Entonces, quienes ven en el Estado la herramienta para dotar de soluciones a los problemas sociales que plantea, ¿se equivocan?
No tiene nada que ver que el estado sea más intervencionista con que cambie el sistema de producción. La Unión Soviética representa el estado erigiéndose en gestor del sistema de producción. No era la idea inicial, pero lo que terminaron haciendo fue deshacerse del modelo de capitalismo privado y sustituirlo por el estado. Pero el modelo era el mismo. El trabajador trabajaba de lunes a viernes, llegaba a las ocho, hacía su trabajo y se iba a casa. Otros tomaban las decisiones. Si el capitalista es el Estado y sus funcionarios, entonces  hay capitalismo de Estado. 
¿Qué significa para usted el modelo Mondragón?
Uso el ejemplo de Mondragón para varias cosas. Uno: el modelo es realizable; se puede hacer. Dos: para constatar que se puede resolver el problema de pasar de ser un grupo pequeño — en 1956 el Padre Arizmendiarrieta contaba con seis personas–  a ser una gran empresa con 80.000 o 100.000 trabajadores, con su propia cadena de supermercados y todo el resto. Tres: muchas de las cooperativas de Mondragón tuvieron que competir con empresas capitalistas en sus sectores. Hay quienes han dado el salto y lo han logrado. Que no me digan que una cooperativa no puede competir con una empresa capitalista. 
Habla de las redes de financiación de Mondragón como ejemplo a seguir. 
Sí. Mondragón destina un porcentaje de los beneficios de cada cooperativa a la Caja Laboral y ese dinero sirve para poner en marcha una nueva cooperativa. Así es cómo se autofinancia el movimiento cooperativo. Es muy importante. Es una forma de colaboración que resuelve el problema financiero para el desarrollo y crecimiento de las cooperativas. La mayoría de quienes me escuchan nunca ha oído hablar de Mondragón y, cuando les digo que es el séptimo grupo empresarial más grande de España, no saben qué pensar. 
Los movimientos sociales actuales no suelen centrarse en la producción como hace usted. Muchos ponen el énfasis en el hecho de que trabajamos demasiado, que deberíamos tener más tiempo para el disfrute, más ocio, menos trabajo, también por motivo ecológicos. ¿Cómo propone lograr el cambio social centrándose, una vez más, en la producción cuando muchos de sus supuestos aliados ven el trabajo como algo que querrían hacer menos tiempo, y no como una fuente de identidad?
Es un problema ideológico. La sociedad de la que queremos escapar es la que nos da forma. Esto no puede desaparecer de la noche a la mañana. Es absurdo debatir qué es más importante o que viene antes, si cambiar de mentalidad o cambiar las condiciones materiales. Las dos cosas tienen que cambiar. Por ejemplo: una empresa autogestionada puede decidir usar su plusvalía para incrementar el tiempo dedicado al ocio. Son los trabajadores quienes toman las decisiones. Tienen poder de decisión y por eso pueden destinarla a su tiempo libre, para estar más con la familia, para pintar, para cantar, para pasear, o para lo que les apetezca. O pueden inclinarse, otro ejemplo, por el medioambiente. No quieren contaminar el río y deciden producir menos, trabajar menos y destinar a eso la plusvalía. 
Eso necesitaría una cierta coordinación, ¿no? ¿Algún tipo de gobernanza política política por encima del nivel empresarial? 
Por supuesto tiene que haberla. Las decisiones de una empresa –una fábrica, una oficina, una tienda–  tienen un impacto en la comunidad. El sistema político tendrá que evolucionar para que las empresas y la comunidad sean co-determinantes. Cada una deberá tener poder de veto sobre la otra. De lo contrario, no hay una verdadera democracia. Por supuesto la democracia no está limitada por el lugar de trabajo. Eso solo sería posible si el lugar de trabajo estuviese separado de la comunidad, lo que nunca pasa. Ahora sucede algo similar: el alcalde se sienta con el ejecutivo de la empresa y toman las decisiones. Lo que ocurre es que trabajadores están excluidos de ese proceso. 

Les clàusules socials i els tractats comercials, TTIP i altres

        Article publicat a Malarrassa

             Domènec Martínez

      


 

El futur de les clàusules socials  davant    els tractats comercials TTIP, CETA i TISA

Com ja s’ha informat en aquests mateixes pàgines el nou municipalisme està impulsant les clàusules socials per aconseguir que la contractació pública tingui molt present els criteris ètics, socials i ambientals. Un espai de gran potencialitat si tenim en compte que la contractació pública a Espanya representa un 18,5% del PIB, segons l’Observatori de la Contractació Pública de Saragossa.
Amb la entrada en vigor de la directiva europea del 2014 es va obrir una via jurídica (superadora de reticències i dificultats normatives) al servei de les administracions públiques per fer de la compra de bens i serveis un agent actiu en les polítiques de redistribució de la riquesa, d’igualtat i de qualitat ambiental. La inserció de col·lectius en dificultats, la promoció de la igualtat de gènere i la qualitat de l’ocupació, són aspectes prioritaris. Però no és un camí fàcil.
L’Ajuntament de Terrassa va aprovar al Plenari del mes de novembre del 2014 la inclusió d’aquests criteris en la contractació pública. Es va consolidar un procediment (obert el 2011) per fer de la compra pública un instrument al servei de la responsabilitat social i ambiental. Com s’ha fet públic des de la XES, volem conèixer ara el seu impacte en el pressupost del 2015 (ja liquidat), i els mecanismes per eixamplar la seva dimensió, fent que cada vegada sigui més visible la contractació de les empreses i les entitats que promouen l’economia social. És a dir la seva implementació i avaluació.
Però per fer que la compra pública amb criteris ètics guanyi pes a la societat, es fonamental el seguiment i la mobilització social. Principalment davant de tres amenaces, la primera, les inèrcies i el burocratisme mal entès (davant les incerteses millor no fer res). La segona, el poder dels lobbis més potents (les grans corporacions) constructores, bancs i companyies elèctriques “convencionals”, que dominen el mercat de les compres públiques. La tercera, molt lligada a l’anterior, les regulacions que s’amaguen sota els acrònims coneguts com TTIP, CETA i TISA.
Anem a pams. Aquesta sopa de lletres acull un conjunt de tractats transatlàntics (entre EEUU i la UE), actualment en fase de debat, que afecten a temes clau com la “definició de serveis públics” (serveis socials, aigua, correus, normativa digital…), “l’harmonització de regulacions”, i els “entorns previsibles”. Ras i curt. Es vol crear un  gran mercat transatlàntic a on les multinacionals i les grans corporacions, mitjançant la “cooperació reguladora”, volen eliminar lleis de protecció ambientals i de salut, (principalment de la UE), amb la coartada que “limiten i posen pals a les rodes” l’activitat comercial. A tall d’exemple i seguint aquesta lògica “l’harmonització” de productes prohibits en cosmètica (1.328 substàncies identificades per la UE, davant de les 11 prohibides pels EEUU), vol dir per les companyies operadores que cal “simplificar” les lleis i eliminar les prohibicions. Més indefensió dels consumidors.
Anem pels “entorns previsibles”.  Significa que cap llei podrà afectar les expectatives “legítimes” dels operadors econòmics. Posem un exemple, una ciutat vol municipalitzar el servei de l’aigua. Si aquestes lleis prosperen, caldrà “reconèixer” com aquesta decisió pot afectar als “beneficis i expectatives legítimes” de les grans multinacionals. No és cap hipòtesi. És conegut que l’estat de Bolivia ha estat denunciat per empreses nord americanes davant de “tribunals d’arbitratge” per haver nacionalitzat determinats serveis, com l’aigua.
En definitiva, són lleis “acords de reconeixement compartit”, li diuen, que volen eliminar la capacitat legisladora dels governs i les directives de la UE, que puguin afectar els interessos privats. La seva divisa és la següent: “Allò que és bo per les grans empreses, és bo per la societat”. Resum. Més poder pels que avui ja tenen molt poder. Un escenari perillós. Si guanyen poden eliminar el terreny explorat i iniciat per les clàusules socials.
Finalment. I aquesta és la part positiva: encara hi som a temps, és possible guanyar la batalla. La negociació entre EEUU i la UE està entrant en una fase decisiva. A moltes ciutats europees s’ha denunciat al carrer i a moltes institucions de govern local i regional que el TTIP, el CETA i el TISA, no tenen res a veure amb un acord de comerç, ben al contrari és un intent de crear un nou mercat interior bicontinental, allunyada dels governs democràtics i de la ciutadania. Són un risc per a la democràcia i els drets socials. Per això celebrem que la primera trobada europea de municipis que s’han declarat lliures de TTIP tingui lloc a Barcelona, els dies 21 i 22 d’abril. Un signe esperançador dels nous temps. Municipis compromesos i una ciutadania activa.
Domènec Martínez, sociòleg. Membre del grup de treball de clàusules socials de la XES Terrassa

Zygmunt Bauman: “Hay que desligar el empleo de la supervivencia”

Article publicat a La vanguardia

  • El pensador presenta en Barcelona ‘In the same boat’, un documental sobre el fin del trabajo producido por Pere Portabella

16/02/2016 23:34
 
 
Zygmunt Bauman nunca para. El nonagenario sociólogo polaco que desde hace décadas –desde que sufrió la persecución antisemita del gobierno comunista de su Polonia natal– vive en el Reino Unido, muestra una vitalidad inagotable convertido en lo más cercano a una estrella del rock del pensamiento contemporáneo. Con nueve décadas a las espaldas, Bauman da conferencias por todo el mundo y hoy y mañana está en Barcelona para presentar esta vez no un libro sino un documental: In the same boat (En el mismo barco), un filme del italiano Rudy Gnutti que reúne a grandes nombres de la política y el pensamiento actuales. Junto a Bauman intervienen en él desde José Mújica, ex presidente de Uruguay, a Erik Brynjolfsson, del MIT, o Serge Latocuhe, teórico del decrecimiento, para hablar de la sociedad que se nos viene encima debido al fin del trabajo, a la falta de empleo para todos en una época de computarización acelerada. Bauman, creador de la popular metáfora de la actual sociedad líquida –una sociedad en la que los valores sólidos de la primera modernidad, la religión, la familia, una pareja o un trabajo para toda la vida, se han desintegrado–, ha intervenido hoy ante la prensa explicando que el mayor peligro del mundo hoy, de entre los muchos que nos llevan a la destrucción, es que seguimos abordando los problemas globales desde instancias locales incapaces de afrontarlos. Y ha dicho que necesariamente habrá que desligar empleo de supervivencia en una sociedad donde no hay ni habrá suficiente trabajo para todos. Cada vez menos. Este miércoles presentará junto a Gnutti el documental -producido por Pere Portabella- en el Auditori del Macba (19 horas; la charla, a partir del as 20.30 horas, se puede ver en streaming).
Bauman, que hace escasas fechas publicó en España el ensayo Estado de crisis (Paidós), en el que aborda muchas de las ideas de In the same boat, ha explicado a la prensa barcelonesa que por primera vez en la historia la idea de la humanidad es real, pero que hacen falta los remos y motores para llevar el bote en la dirección correcta. Para lo cuál hay que revisar los fundamentos de nuestra sociedad, enfrentada a problemas ecológicos, económicos y sociales. De modelo. “Este documental es una afirmación poderosa de que estamos todos en el mismo barco, interconectados, interdependientes, de que lo que incumbe a Barcelona también le incumbe a Nueva York y Bangladesh. Pero sobre todo es una afirmación de lo que nos va a suceder a todos nosotros, ciudadanos del mismo barco, si remamos en la misma dirección que hasta ahora. No es una profecía, no tengo la calificación de profeta, es la conclusión de mirar muy de cerca cómo vivimos hoy. Y no es una profecía porque aún tenemos elección, pero si seguimos así llegado un punto podemos acabar destruyéndonos. No sé cuánto hace que leen ustedes la Biblia o si la han leído nunca, pero en ella están los profetas hebreos, gente muy interesante. No son profesores de universidad que diseñan predicciones para ser confirmadas para su mayor gloria. ¡Qué listos son! Por el contrario, querían que sus profecías fallaran, fueran negadas, intentaban preocupar a la gente, y es lo que Gnutti hace en este documental. No es una profecía sino un aviso”.
“En la base de los problemas de hoy es que somos interdependientes pero hoy todas las instituciones de acción colectiva fueron hechas por nuestros ancestros para servir a la tarea de ser independientes, son ineptos para condiciones de interdependencia. Hoy los problemas más importantes superan el marco de los Estados y las decisiones que se toman no pueden enfrentar su gravedad. Esto es lo más peligroso. O intentamos adecuar nuestra política, local, con los problemas, globales, o no podremos actuar con éxito”, subraya. Además, dice, “no quiero espantar a nadie pero el mundo está cambiando de cara”. “Antes los medios de subsistencia estaban ligados a tener un empleo. De hecho hace 30 o 40 años en los países llamados desarrollados se prometía el empleo total. La palabra ‘desempleado’ subrayaba que eso estaba fuera de la norma, que la norma era el empleo. El desempleo era anormal. Hoy en los países anglosajones ya se utiliza la palabra ‘redundant’, redundante, para hablar de los desempleados. La palabra ya no precisa que la norma sea el empleo, sino que es un veredicto en el mercado laboral, de que es gente inútil, un problema de ley y orden más que un problema social”, subraya, para remarcar que hoy las finanzas se mueven libremente por el mundo pero los trabajadores no. “Los que tiene el capital son sabios, están orientados al beneficio, y piensan que si en África pueden encontrar a alguien que trabaje por un dólar al día por qué deberían pagar más a los mimados occidentales”.
A lo que se añade, concluye, un último factor para el futuro del trabajo: la computarización de todo. “Las habilidades de muchos trabajadores manuales han sido transferidas a ordenadores y estos hechos redundantes. Si no se ha extendido más es porque hay países pobres donde el trabajo es aún más barato que fabricar el producto sólo con máquinas. Cuando sea más caro, la computarización del trabajo será completada. También la del trabajo intelectual, la de periodistas o profesores universitarios. Seguro que hay gente en Silicon Valley, en las grandes corporaciones, trabajando en eso ya. Saben cómo hacerlo. Así que estamos a punto de conocer un mundo nuevo y la única posibilidad que nos queda en él es cortar la conexión entre empleo y medios de subsistencia. Que el ingreso de toda la sociedad se divida para que todos sean mantenidos con vida, que los medios de subsistencia sean independientes de la compañía para la que trabajas. Que conste que la robotización del trabajo duro es una bendición. Es algo con lo que soñamos. Y es un bonito sueño aún. Pero hay que hacer algo con los actuales mecanismos de la sociedad para hacerlo vivible”.

El Foro de Davos se prepara para el colapso: el «Informe global de riesgos» 2016

Article publicat a   15:15:15 Revista para una nueva civilización

El Foro de Davos se prepara para el colapso: el «Informe global de riesgos» 2016

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2016-01-29

Portada del Informe sobre riesgos mundiales.
Portada del Informe sobre riesgos mundiales.

El Informe de Riesgos Globales de 2016 en su edición número 11, es un informe del Foro Económico Mundial, más conocido como Foro de Davos, ciudad torre de marfil donde anualmente se reúnen los líderes económicos, políticos y de medios de comunicación del Planeta. Representa, quizás como ningún otro foro, el Poder, las élites que lideran y tratan de guiar el Mundo. Este Foro de Davos publica desde hace ya más de una década un informe muy interesante no sólo porque refleja el pensamiento e intenciones de esas élites, sino por lo que podemos extraer de sus resultados.
En general el informe está pensado y dirigido a las élites económicas y políticas como preparación y adaptación a los Riesgos que se visualizan en el informe. La visión es de liderazgo y de mantener el status quo, y también, al menos por lo que se escribe, de sostenibilidad, tanto de la humanidad como del entorno físico.
El informe consiste básicamente en los resultados de una encuesta a escala mundial que es trasversal a distintos sectores humanos.
La encuesta consiste en una larga serie de posibles riesgos globales. A las personas que la realizan se les da una escala del 1 al 7 (muy poco-mucho) en dos parámetros: la gravedad del riesgo (sus efectos adversos globales) y la probabilidad de que el riesgo se haga real en el horizonte de una década.
El siguiente gráfico (figura 1) muestra el resultado global del informe de este año (la elipse es mía):

Impacto de riesgos globales y su probabilidad

Figura 1. En el eje de ordenadas se muestra el impacto, en el eje de abscisas se muestra la probabilidad de  que ocurra ese impacto. Destaco en la elipse roja aquellos riesgos que simultáneamente tienen un alto impacto  y una elevada probabilidad. A la derecha del gráfico he traducido esos riesgos al español y al lenguaje más  común para los que leemos y escribimos en 15-15-15 (entre paréntesis). La encuesta no pregunta por un  posible colapso del sistema capitalista (ni de su inicio al menos) o por el riesgo de que existan las élites que  se reúnen en Davos (el riesgo de que exista un poder tan grande en tan pocas manos).

De la figura resulta obvio que, si la encuesta es suficientemente significativa, la humanidad intuye que viviremos una década de un conjunto de enormes problemas que con alta probabilidad se darán simultáneamente, al menos, algunos de ellos.
Ante estos datos, el Informe aconseja a los líderes que tengan en cuenta esos riesgos en sus business y en su liderazgo para que habiliten mecanismos de preparación, mitigación, adaptación y, sobre todo, de ¡resiliencia!
A los que empleamos el término resiliencia desde el otro extremos ideológico nos llamará la atención que ya se estén apropiando también de éste término que en su día tomamos de la ciencia ecológica para aplicarlo a los sistemas ecológicos humanos.
En la siguiente tabla les pongo el número de veces que el informe emplea ciertas palabras escogidas:

Biosphere 0
Earth 4
Democracy 4
Justice 6
Life 7
Limits 10
(In)equality 14
Sustainable 27
Growth 61
Resilience 79
Tabla 1. La palabra favorita ya no es Growth, al menos en este análisis de riesgos, sino Resilience. Incluso la palabra Sustainable, que ya se apropiaron hace tiempo para referirla a “continuidad en el tiempo” (normalmente del crecimiento económico) se está quedando relegada.

Creo que la tabla refleja, a pesar de los resultados de su propia encuesta, que no quieren evitar los riesgos sino ser resilientes a ellos, es decir, mantener el poder. Además el informe refleja que la gente sí que está mucho más preocupada de lo que está pasando y va a pasar con esta civilización. A los poderosos líderes del mundo, les falta la empatía más básica; lo que les hace sujetos muy peligrosos. Voy a tratar de demostrarlo usando los mismos resultados de su informe.
La encuesta está muy sesgada, por lo que el promedio que muestra la figura 1 no es suficientemente significativo para representar a la comunidad humana ni tampoco la realidad.
Así, la encuesta da más peso a las personas de negocios (Business) (44,7%) que a cualquier otro sector (ONGs 18,8%, Académicos 15,8%, Gobierno 11,1%…), da más peso a personas mayores (73,7%) que a jóvenes menores de 30 años (los menores de esa edad son algo más de la mitad de la población mundial), da más peso a hombres (68,9%) que a mujeres (31,1%), da más peso a personas de Norteamérica y Europa (50%) que al resto del planeta, y los sectores representados dentro del sector “expertos” también están desequilibrados a favor de los negocios: economía 34,5%, sociedad 23,6%, tecnología 17,9%, geopolitica 14,8% y medio ambiente 9,2%. Parece claro que esos sesgos reflejan también la distribución del poder (empresarios, adultos maduros, hombres, primer mundo y economistas). Las élites están sobre-representadas en el informe.
Empecemos por las diferencias entre empresarios y el resto del mundo a la hora de evaluar los riesgos:

Comparación entre empresarios y no empresarios.
Figura 2. Comparación entre empresarios y no empresarios. En la parte superior derecha los dos puntos azules que superan a los puntos morados son los riesgos de ciberataques y de burbujas financieras de activos.

Por tanto, respecto al resto de la gente, los empresarios tienden a menospreciar la importancia (y las más de las veces la probabilidad) de los riesgos globales, salvo aquellos que directamente parece que les incumben más.
Creo que, aparte de cierto despiste, los empresarios adolecen de empatía, seguramente por pertenecer a las élites de poder.
En la siguiente figura (figura 3), vemos las diferencias entre mujeres y hombres:

Valoración de los riesgos globales entre mujeres y hombres.

Figura 3. Valoración de los riesgos globales entre mujeres y hombres: las diferencias son muy significativas (estadística y sociológicamente).
Las mujeres son las que tiran, a pesar de estar infra-representadas, de variables como la pérdida de biodiversidad, la crisis del agua, el caos climático, la crisis energética y la inmigración involuntaria (los cinco riesgos que ellas sitúan como más graves).
Déjenme que diga que, como experto científico en problemas globales, seguramente habría puesto esas cinco variables en lo más alto, al menos las cuatro primeras, pues llevo bastantes años estudiándolas y advirtiendo que su confluencia (y realimentaciones) llevan al colapso de esta civilización. ¡Bien por su sabiduría y/o intuición!
También es significativa la diferencia entre personas menores de 30 años y el resto de la sociedad (figura 4):

Valoración de los riesgos globales entre jóvenes y el resto.

Figura 4. Valoración de los riesgos globales entre jóvenes y el resto. De nuevo las diferencias son muy significativas.

Las diferencias entre jóvenes y viejos son sociológicamente muy significativas porque, al menos cuando los riesgos son globales, desmotan ciertos mitos de inconsciencia, de temeridad y de egocentrismo que se suele atribuir en discusiones de café. Llevo un tiempo observando esto en mis charlas cuando al hablar de la inevitabilidad del colapso civilizatorio encuentro asentimiento casi generalizado entre gente joven y oposición, en ocasiones ofendida, de algún que otro jubilado.
La preocupación de los jóvenes (y su intuición y, quizás, mayor acceso a información relevante) es un signo muy positivo, pues ellos son los que terminarán gestionando esos riesgos, adaptándose y generando las estructuras resilientes del colapso. Su preparación intelectual es una enorme ventaja a la vez que la fuerza que da la juventud.
Creo que los jóvenes y las mujeres tienden a ser en promedio más empáticos que el resto de las personas, lo que explicaría también en parte por qué dan mejores resultados en esta encuesta. A su vez, ocurre una curiosa realimentación: en parte son más empáticos porque en promedio tienen acceso a menos cotas de poder (a parte de que la oxitocina esté más presente en mujeres y jóvenes que en hombres, la empatía sobre todo se aprende/vive).
Alguien, quizás un viejo empresario hombre, niegue que las figuras 3 y 4 signifiquen que la realidad dé la razón a los no empresarios, las mujeres o los jóvenes (¿Cuál sería el resultado solo con mujeres jóvenes no empresarias?). ¿Cómo saber cuál es la realidad?
Convendrán conmigo que los expertos pueden ser un buen grupo control frente a los no expertos. Si no caemos en el relativismo más absoluto, podemos tener relativa confianza en ellos:

Valoración de los riesgos globales entre expertos y no expertos.

Figura 5. Valoración de los riesgos globales entre expertos y no expertos. De nuevo las diferencias son altamente significativas

Como podemos observar, los expertos contemplan un panorama mucho peor que el contemplan los no expertos y eso que la mayoría son expertos en economía y tecnología y los expertos en riesgos ambientales están muy poco representados. Así que la realidad será peor seguramente de lo que reflejan las encuestas de los expertos, las mujeres y los jóvenes.
Es más, la encuesta también pregunta sobre posibles conexiones entre riesgos: relaciones causa-efecto que nos dan el panorama sobre las realimentaciones dinámicas que la gente intuye/sabe:

...
Figura 6. Conexiones observadas entre los diferentes riesgos. La figura tiene su centro en “la inestabilidad 
social”, en la que termina casi todo.

En la figura 6 podemos observar las fuertes conexiones que el caos climático y el crecimiento de la desigualdad humana tienen con el resto de riesgos. La gente lo tiene claro, más aun cuando ha tenido la oportunidad de adquirir la información necesaria (todo el mundo sabe ya del cambio climático y de la desigualdad humana, otros temas son menos conocidos).
Habría estado bien que tras la encuesta a los encuestados se les hubieran dado estos resultados y la figura 6 para luego preguntarles: ¿Cuál es el valor del daño y la probabilidad de que se inicie un colapso civilizatorio? Creo que muchos empezarían a intuirlo y habrían superado el 5 o 6 sobre 7.
Una última figura (figura 7), nos muestra cómo han evolucionado los resultados si comparamos octubre de 2014 con octubre de 2015 (cuando se realizaron las encuestas):

Cambios significativos en los resultados de las encuestas entre 2014 y 2015
Figura 7. Cambios significativos en los resultados de las encuestas entre 2014 y 2015 (informes de 2015 y
 2016 respectivamente).

Es obvio que la coyuntura influye (el gran salto del riesgo de inmigración involuntaria por el caso de Siria o quizás el caos climático unido a un fuerte El Niño), pero incluso esta percepción de corto plazo no evita que problemas de más largo recorrido (biodiversidad, caos climático) queden reflejados bien. Además, conforme vayamos profundizando en el colapso, los riesgos cada vez serán más “estado presente”, por lo que su percepción será una fuerza imparable.
Creo que podemos ser pues crudos con la exposición de los riesgos, de los problemas graves que enfrenta la civilización, incluso del enunciado: “es inevitable ya que la civilización colapse, trabajemos para una adaptación y para generar estructuras empáticas de solidaridad”.
Ojalá nuestras líderes fueran mujeres empáticas ya que están demostrando estar intelectual y emocionalmente mejor preparadas. La resiliencia verdadera pasa porque los viejos hombres empresarios de Davos cedan el poder; así no habrá que quitárselo por la fuerza (de la democracia o de la violencia) en el camino que nos espera. La apuesta es demasiado alta y empezamos a saber lo que en Davos están tramando.
Todo se realimenta.

Los silencios sociales

Article publicat a El País 

Dos lecciones que cabe extraer de la crisis: la concesión de crédito no ayuda a vencer la desigualdad y no es posible la redistribucuón de la riqueza en un mundo globalizado

La imagen de los empleados de Lehman Brothers dejando la sede neoyorquina tras su quiebra en 2008 es uno de los símbolos de la Gran Recesión. / AFP
Para entender buena parte lo que ha sucedido durante los años de la Gran Recesión hay que tener en cuenta lo que se denominan “silencios sociales”. Son aquellos aspectos de la vida cotidiana que habitualmente se omiten o se ocultan, a pesar de ser tan importantes o más que aquellas cuestiones que son objeto del debate público. Muchas veces estos silencios son los que ayudan a reproducir un sistema y sus estructuras de poder a lo largo del tiempo.
La periodista del Financial Times Gillian Tett aplicó esta teoría de los silencios sociales al mundo de las finanzas, en el que es experta. Y la complementó con lo que denominó la trampa del silo: la existencia de compartimentos estancos que dificultan sacar consecuencias del conjunto de la realidad. Conectar los puntos que definen el perímetro de la cartografía social es cada vez más complicado.
Se pueden buscar dos ejemplos de lo que el economista norteamericano Mark Blyth ha calificado como “la mayor operación de engaño con señuelo de la historia moderna”. Son dos falacias: la consideración del crédito como factor de lucha contra la desigualdad; y la distribución de la riqueza y el poder en el seno de una misma clase social porque la globalización impide que se haga entre distintos grupos sociales.

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Aunque la desigualdad en el interior de los países haya crecido exponencialmente durante la crisis, ya estaba muy presente antes. Ha crecido sin parar desde los años ochenta del siglo pasado. Lo denunció, entre muchos otros, uno de los hombres más ricos del mundo, Warren Buffett, cuando escribió en 2011 un artículo en The New York Times, titulado Dejad de mimar a los ricos: “Mientras las clases media y baja luchan por nosotros en Afganistán, mientras los norteamericanos pelean por ganarse la vida, nosotros, los megarricos, continuamos teniendo exenciones fiscales extraordinarias”. Ya entonces el mapa cotidiano de las clases medias y bajas era de salarios prácticamente estancados, amén de una creciente precariedad laboral. Las diferencias entre unos y otros se trataron de compensar con el acceso masivo al crédito, en un tiempo en que los tipos de interés eran bastantes bajos. No ganamos mucho, pero nos podemos endeudar para comprar casa, coche e irnos de vacaciones. Precisamente la expansión de los préstamos bancarios a las familias de menos ingresos fue el origen de las hipotecas subprime (de alto riesgo) con el que arranca la crisis financiera del verano de 2007.
Los beneficios de esta forma de actuar —aumento del consumo, compra de viviendas, incremento del precio de las mismas, lo que hacía que las familias se sintieran más pudientes (el efecto riqueza), más empleo…— son inmediatos, en tanto que el pago de la inevitable factura se aplaza para el futuro. Pelotazo hacia adelante. Así se puso en marcha el ¡qué coman crédito!, que funcionó hasta que estalló la burbuja. El crédito como sustitutivo de una distribución más progresiva de la renta y la riqueza ha sido uno de los silencios sepulcrales de la Gran Recesión.

La redistribución solo se hace entre clases sociales, no entre unos grupos sociales y otros

Otro de ellos ha sido el de la distribución en las entrañas del mismo grupo social. Se ha instalado una verdad ideológica: no se puede distribuir desde el capital hacia el trabajo, desde los ricos hacia los pobres, porque las empresas y los ciudadanos ricos abandonan los países de altos impuestos hacia aquellos de gravámenes bajos o directamente hacia los paraísos fiscales, aprovechando la libertad de movimientos de capitales. La mayor parte de las reformas fiscales han reducido los impuestos al capital y han paliado o eliminado los impuestos del patrimonio (a lo que se posee, no a lo que se gana) y el de sucesiones y donaciones (a lo que se hereda). Las clases medias, ya suficientemente demediadas por la crisis, son las que padecen esas reformas fiscales y las reformas laborales que exigen dosis cada vez superiores de flexibilidad del mercado de trabajo.
En este contexto, los sindicatos y los trabajadores permanentes se convierten, a los ojos de los demás (exempleados que perdieron su puesto, jóvenes que lo buscan por primera vez pero no lo encuentran, mujeres que aún siendo menos jóvenes lo intentan por las dificultades económicas familiares, asalariados a tiempo parcial, trabajadores pobres que no llegan a fin de mes, falsos autónomos, becarios permanentes, etcétera), en defensores de los derechos adquiridos. ¿Cuántas veces se escucha que los jóvenes no pueden encontrar trabajo por culpa de los “privilegios” de los trabajadores fijos, o que los sindicatos sólo se preocupan de los intereses de estos? Se elimina lo que es seguro, mientras se promete lo que es incierto.
Como consecuencia de esta argumentación, la redistribución sólo se hace en el seno de cada clase social, de cada estamento, no entre unas clases y grupos sociales y otros. La redistribución se hace ontológicamente imposible, por mor de la globalización. En el periódico italiano Il Manifesto, el periodista Aldo Carra hablaba de ello como una guerra en el interior de la clase media. Se dice: estamos pagando los abusos del pasado (vivir por encima de las posibilidades) y, por lo tanto, los privilegiados tienen que pagar. Pero ¿quiénes son los privilegiados? En una sociedad en crisis, individualizada y fragmentada, empobrecida, son aquellos que están más cerca de nosotros: quien tiene un trabajo es un privilegiado para el que está en paro; el que tiene un trabajo indefinido para el que tiene uno temporal; el que trabaja a tiempo completo para el que sólo trabaja a tiempo parcial, el que gana 2.000 euros para el que gana 1.000; etcétera.
¿Y los demás? ¿Y los privilegiados de verdad? ¿Y las élites extractivas que se han amparado en las instituciones políticas y económicas para subir la cucaña social? Esas están muy lejos y no se las ve. En la cola social que no avanza se mira con envidia al vecino que está delante. Y si ya no se le ve porque ha avanzado mucho, se observa con antipatía a los que nos rodean y compiten por lo poco, por lo escaso. Así, la lucha de clases se convierte en la envidia dentro de la clase. El sociólogo francés Pierre Bourdieu escribió que los efectos ideológicos más seguros son aquellos que para ejercerse no precisan de palabras o no demandan más que silencios cómplices.

Joaquín Estefanía acaba de publicar Estos años bárbaros (Galaxia Gutenberg) y Las posibilidades económicas de nuestros nietos. Siete ‘Ensayos de persuasión’. Una lectura de John Maynard Keynes (Taurus).