¿Quién controla el mundo? Las 10 empresas que participan en más de 40.000

Article publicat a El salmón contracorriente

146 accionistas controlan el 40% del valor total de las empresas

1 de abril de 2016 
Narciso Pizarro

En 2011, S. Vitali, J.B. Glattfelder, and S. Battiston, publicaron un artículo de gran importancia, no solo muy citado, sino muy leído: The network of global corporate control (PLOS ONE, 26 de octubre de 2011) donde expusieron los resultados de una investigación gigantesca, realizada en la Escuela Politécnica de Zúrich, sobre la relación entre los propietarios de las mayores empresas del mundo.

¿Quién controla el mundo? Las 10 empresas que participan en más de 40.000

Foto: motropolico.org cc  

Esta investigación examina las relaciones de propiedad existentes entre las 43.060 mayores empresas multinacionales del mundo, con datos procedentes de la base de datos Orbis en 2007. Esas relaciones se analizan como cadenas de participaciones en el capital de una empresa en otra. Los autores encuentran 1.006.987 cadenas de relaciones de propiedad entre 600.508 nodos, actores económicos que incluyen a las más de 40.000 multinacionales y a otros agentes no incluidos en esta lista inicial de empresas.
Los resultados del análisis de esta red son muy interesantes: 737 accionistas, el 0,123% de todos los accionistas, controlan el 80% del valor de las más de 43.000 compañías multinacionales. Y, además, 146 de estos accionistas, el 0,024% del número total de accionistas, controlan el 40% del valor total de estas empresas. Es decir, existe una alta concentración del control. Y, lo que es quizás todavía más importante, esos accionistas están extremadamente conectados entre ellos. En el artículo se expone además la lista de los 50 mayores accionistas que se encontraron con los datos que, no olvidemos, son de 2007.
Con una metodología diferente y con datos de 2012, procedentes de la base de datos OSIRIS, la Dra. Reyes Herrero, de la Universidad Complutense de Madrid, estudiando las redes formadas por los accionistas comunes entre las 150 mayores empresas del mundo, encontró unos resultados muy semejantes. Los accionistas más importantes en este estudio coinciden casi totalmente con los de Vitali, Glattfederer y Batiston. Incluimos aquí la lista de los 10 inversores más importantes, con el número de empresas participadas por cada uno de ellos, que constituye una manera de ver directa e intuitiva de la importancia de los mayores inversores.

Lo más significativo además es que en muchas de las participadas están presentes simultáneamente varios de esos inversores. Y que, por otra parte, son accionistas unos de otros.
Como toque de atención para españoles: muchos de estos accionistas están en las empresas del IBEX35. El caso de Blackrock ha alcanzado una triste notoriedad, sobre todo en Madrid, como comprador de viviendas públicas a bajo precio.

146 accionistas controlan el 40% del valor total de las empresas

Poco importa que hablemos de la investigación de la Escuela Politécnica de Zúrich o de la realizada sin medios económicos en Madrid en lo que a lo esencial se refiere: unos pocos grandes inversores interconectados controlan la economía mundial. ¿Hay que molestarse en subrayar que controlan también los gobiernos y los Estados? Los escándalos de corrupción de los que tanto se habla exponen los vínculos entre políticos y empresas. En los relatos nos centramos en los políticos y denunciamos su comportamiento. Pero no tenemos bastante en cuenta a las empresas corruptoras: si el político se vende es porque alguien compra. Y lo que las empresas compran es la voluntad política. Imponen las decisiones que benefician sus intereses financiando a los partidos y a sus miembros. Las gigantescas cantidades de dinero de las que disponen son una herramienta de control. De control del mundo.
La dimensión científica y técnica de esta investigación se expone claramente en el vídeo “¿Quién controla el mundo?”

Los 20 españoles más ricos tienen tanto dinero como el 30% más pobre, denuncia Oxfam

Article publicat a 20 Minutos

  • El patrimonio de estas 20 grandes fortunas se incrementó un 15% en el último año, según el estudio ‘Una Economía al servicio del 1%’ de Oxfam Intermón.
  • Sin embargo, la riqueza del 99% de la población española cayó un 15% en el mismo periodo.
  • España es de los países en los que más ha aumentado la desigualdad, casi 10 veces más que el promedio europeo desde el inicio de la crisis. 
SARA RÍOS

18.01.16
Veinte personas alcanzaron un patrimonio de 115.100 millones de euros en 2015 en España, lo que equivale a la riqueza que concentra el 30% más pobre del país (13,98 millones de personas), según el estudio Una Economía al servicio del 1%  realizado por Oxfam Intermón en el que se denuncia las «cotas insoportables» que está alcanzando la desigualdad en el mundo, y también en España. Imágenes Calle de Preciados 1 Foto El patrimonio de estas grandes fortunas españolas se incrementó un 15% en el último año, mientras que la riqueza del 99% de la población española cayó un 15% en el mismo periodo. España, según datos de Eurostat, es de los países en los que más ha aumentado la desigualdad desde el inicio de la crisis, casi 10 veces más que el promedio europeo. Tomando el 0 como un nivel donde no existe desigualdad entre la población de un país, en España ese nivel estaba en 2007 en el 31,9%, mientras que en 2014 ese porcentaje subió hasta el 34,7%, es decir, que durante la crisis el nivel de desigualdad se incrementó hasta 2,8 puntos porcentuales. España se sitúa entre los cinco países más desiguales de la Unión Europea solo por detrás de Portugal, Italia y Grecia Oxfam manifiesta que la pobreza y la exclusión social han aumentado de manera «alarmante» desde el inicio de la crisis en España. Durante 2015, el 1% más rico de la población concentró casi tanta riqueza como el 80% más pobre. Además, la fortuna del 5% más acaudalado superó la riqueza del 90% más pobre, es decir actualmente hay 2,3 millones de personas en España que poseen un patrimonio superior al de 42 millones de personas. De hecho, España es el segundo país de la UE en el que más ha crecido la distancia entre el 20% con más rentas y el 20% más pobre, desde el principio de la crisis, tan sólo por detrás de Estonia. En lo que respecta al salario, se ha producido una caída del 22,2% entre 2007 y 2014. Según la organización, España, que se sitúa entre los cinco países más desiguales de la Unión Europea solo por detrás de Portugal, Italia y Grecia, ha visto cómo los hogares más pobres han ido perdiendo poder adquisitivo a través de los salarios y de un modelo fiscal «cada vez más regresivo». «La concentración de riqueza y patrimonio en muy pocas manos no ha encontrado frenos para seguir creciendo», afirma. Oxfam destaca que este año ha sido un año «excepcional» en actividad para las sicav, ya que han alcanzado un mercado de 38.000 millones de euros, según el resumen anual del BME de 2015. La confederación internacional apunta que en 2015 se registraron un total de 126 nuevas sicav en España. Según el informe, España sigue teniendo una de las presiones fiscales efectivas más bajas de toda Europa, con 8,2 puntos por debajo del promedio de la eurozona, con un diseño en el que el 85% del esfuerzo recae sobre las familias. «La brecha fiscal en España se explica en gran medida porque recaudamos mucho menos de lo que deberíamos, recaudamos poco de quien tiene más, recaudamos sin distribuir apenas y tenemos uno de los niveles de evasión y elusión fiscal más elevados de nuestro entorno europeo», apunta Oxfam. A nivel mundial, el informe concluye que la brecha entre ricos y pobres a nivel mundial ha aumentado en 2015 hasta el punto de que las 62 mayores fortunas del mundo acumulan el mismo dinero que 3.600 millones de personas, la mitad más pobre de la humanidad. Paraísos Fiscales En lo que respecta a la fuga hacia paraísos fiscales, la organización internacional recuerda que la inversión desde España hacia paraísos fiscales no ha contribuido a generar más que un stock de empleo neto de 296 puestos de trabajo. Según Oxfam, el 82% de los ciudadanos españoles coincide en la necesidad de reforzar los marcos reguladores y un 70% considera que la ingeniería fiscal de grandes transnacionales priva de acceso a la educación y sanidad a los países de desarrollo. Desde Oxfam Intermón apuntan que la lucha contra la desigualdad debe tener lugar a nivel español, europeo y global, y también al interior de los países en desarrollo. Otra de las recomendaciones que se ponen de manifiesto en el informe es para lograr la equidad en la población española se deberán hacer políticas redistributivas. Para Oxfam, el primer paso que debe dar España es aprobar urgentemente una ley contra la evasión fiscal. Quiénes son los 20 españoles más ricos Esta es la lista de las veinte mayores fortunas en España (datos de noviembre de 2015), según la revista Forbes.

  1. Amancio Ortega (accionista mayoritario de Inditex). Fortuna acumulada: 60.900 millones de euros.
  2. Rafael Del Pino (presidente de Ferrovial) y familia. Fortuna acumulada: 8.600 millones de euros.
  3. Juan Roig Alfonso (propietario de Mercadona). Fortuna acumulada: 7.500 millones de euros.
  4. Sandra Ortega Mera (accionista de Inditex y Zeltia). Fortuna acumulada: 7.500 millones de euros.
  5. Isak Andic Ermay (dueño de Mango). Fortuna acumulada: 4.500 millones de euros.
  6. Sol Daurella Comadrán y familia (presidenta de Coca-Cola Iberian Partners). Fortuna acumulada: 3.700 millones de euros.
  7. Francisco y Jon Riberas Mera (accionistas de Corporación Gestamp). Fortuna acumulada: 3.200 millones de euros.
  8. Familias Herráiz Mahou y Gervás (accionistas de Mahou San Miguel). Fortuna acumulada: 2.800 millones de euros.
  9. Juan Miguel Villar Mir (presidente de OHL). Fortuna acumulada: 2.700 millones de euros.
  10. Víctor Grifols Roura y familia (presidente de Grifols). Fortuna acumulada: 2.600 millones de euros.
  11. Thomas Andreas Meyer (dueño de Desigual). Fortuna acumulada: 2.500 millones de euros.
  12. Familia Entrecanales (presidente de Acciona). Fortuna acumulada: 2.400 millones de euros.
  13. Fernando Masaveu Herrero (dueño del Grupo Masaveu y Veguín). Fortuna acumulada: 2.400 millones de euros.
  14. Juan y Carlos March Delgado (dueños de Corporación Alba y Banca March). Fortuna acumulada: 2.400 millones de euros.
  15. Familia Álvarez (accionistas de El Corte Inglés). Fortuna acumulada: 2.300 millones de euros.
  16. Antonio y Jorge Gallardo Ballart (accionistas de Almirall). Fortuna acumulada: 2.300 millones de euros.
  17. Manuel Jove Capellán (Dueño de Inveravante). Fortuna acumulada: 2.200 millones de euros.
  18. Artur Carulla y familia (presidente de Agrolimen). Fortuna acumulada: 2.100 millones de euros. 
  19. Juan Luis Gómez Trénor Fos y familia (accionista de Coca-Cola Iberian Partners). Fortuna acumulada:1.900 millones de euros.
  20. Josep María Serra Farré y familia (dueño de Catalana Occidente). Fortuna acumulada: 1.800 millones de euros.

El patrimonio de estas 20 grandes fortunas se incrementó un 15% en el último año, según el estudio ‘Una Economía al servicio del 1%’ de Oxfam Intermón. Sin embargo, la riqueza del 99% de la población española cayó un 15% en el mismo periodo. España es de los países en los que más ha aumentado la desigualdad, casi 10 veces más que el promedio europeo desde el inicio de la crisis. ECO Actividad social ¿Qué es esto? 100 % 304 +1 SARA RÍOS / VÍDEO: ATLAS. 18.01.2016 – 11:00h Veinte personas alcanzaron un patrimonio de 115.100 millones de euros en 2015 en España, lo que equivale a la riqueza que concentra el 30% más pobre del país (13,98 millones de personas), según el estudio Una Economía al servicio del 1% realizado por Oxfam Intermón en el que se denuncia las «cotas insoportables» que está alcanzando la desigualdad en el mundo, y también en España. Imágenes Calle de Preciados 1 Foto El patrimonio de estas grandes fortunas españolas se incrementó un 15% en el último año, mientras que la riqueza del 99% de la población española cayó un 15% en el mismo periodo. España, según datos de Eurostat, es de los países en los que más ha aumentado la desigualdad desde el inicio de la crisis, casi 10 veces más que el promedio europeo. Tomando el 0 como un nivel donde no existe desigualdad entre la población de un país, en España ese nivel estaba en 2007 en el 31,9%, mientras que en 2014 ese porcentaje subió hasta el 34,7%, es decir, que durante la crisis el nivel de desigualdad se incrementó hasta 2,8 puntos porcentuales. España se sitúa entre los cinco países más desiguales de la Unión Europea solo por detrás de Portugal, Italia y Grecia Oxfam manifiesta que la pobreza y la exclusión social han aumentado de manera «alarmante» desde el inicio de la crisis en España. Durante 2015, el 1% más rico de la población concentró casi tanta riqueza como el 80% más pobre. Además, la fortuna del 5% más acaudalado superó la riqueza del 90% más pobre, es decir actualmente hay 2,3 millones de personas en España que poseen un patrimonio superior al de 42 millones de personas. De hecho, España es el segundo país de la UE en el que más ha crecido la distancia entre el 20% con más rentas y el 20% más pobre, desde el principio de la crisis, tan sólo por detrás de Estonia. En lo que respecta al salario, se ha producido una caída del 22,2% entre 2007 y 2014. Según la organización, España, que se sitúa entre los cinco países más desiguales de la Unión Europea solo por detrás de Portugal, Italia y Grecia, ha visto cómo los hogares más pobres han ido perdiendo poder adquisitivo a través de los salarios y de un modelo fiscal «cada vez más regresivo». «La concentración de riqueza y patrimonio en muy pocas manos no ha encontrado frenos para seguir creciendo», afirma. Oxfam destaca que este año ha sido un año «excepcional» en actividad para las sicav, ya que han alcanzado un mercado de 38.000 millones de euros, según el resumen anual del BME de 2015. La confederación internacional apunta que en 2015 se registraron un total de 126 nuevas sicav en España. Según el informe, España sigue teniendo una de las presiones fiscales efectivas más bajas de toda Europa, con 8,2 puntos por debajo del promedio de la eurozona, con un diseño en el que el 85% del esfuerzo recae sobre las familias. «La brecha fiscal en España se explica en gran medida porque recaudamos mucho menos de lo que deberíamos, recaudamos poco de quien tiene más, recaudamos sin distribuir apenas y tenemos uno de los niveles de evasión y elusión fiscal más elevados de nuestro entorno europeo», apunta Oxfam. A nivel mundial, el informe concluye que la brecha entre ricos y pobres a nivel mundial ha aumentado en 2015 hasta el punto de que las 62 mayores fortunas del mundo acumulan el mismo dinero que 3.600 millones de personas, la mitad más pobre de la humanidad. Paraísos Fiscales En lo que respecta a la fuga hacia paraísos fiscales, la organización internacional recuerda que la inversión desde España hacia paraísos fiscales no ha contribuido a generar más que un stock de empleo neto de 296 puestos de trabajo. Según Oxfam, el 82% de los ciudadanos españoles coincide en la necesidad de reforzar los marcos reguladores y un 70% considera que la ingeniería fiscal de grandes transnacionales priva de acceso a la educación y sanidad a los países de desarrollo. Desde Oxfam Intermón apuntan que la lucha contra la desigualdad debe tener lugar a nivel español, europeo y global, y también al interior de los países en desarrollo. Otra de las recomendaciones que se ponen de manifiesto en el informe es para lograr la equidad en la población española se deberán hacer políticas redistributivas. Para Oxfam, el primer paso que debe dar España es aprobar urgentemente una ley contra la evasión fiscal. Quiénes son los 20 españoles más ricos Esta es la lista de las veinte mayores fortunas en España (datos de noviembre de 2015), según la revista Forbes. 1. Amancio Ortega (accionista mayoritario de Inditex). Fortuna acumulada: 60.900 millones de euros. 2. Rafael Del Pino (presidente de Ferrovial) y familia. Fortuna acumulada: 8.600 millones de euros. 3. Juan Roig Alfonso (propietario de Mercadona). Fortuna acumulada: 7.500 millones de euros. 4. Sandra Ortega Mera (accionista de Inditex y Zeltia). Fortuna acumulada: 7.500 millones de euros. 5. Isak Andic Ermay (dueño de Mango). Fortuna acumulada: 4.500 millones de euros. 6. Sol Daurella Comadrán y familia (presidenta de Coca-Cola Iberian Partners). Fortuna acumulada: 3.700 millones de euros. 7. Francisco y Jon Riberas Mera (accionistas de Corporación Gestamp). Fortuna acumulada: 3.200 millones de euros. 8. Familias Herráiz Mahou y Gervás (accionistas de Mahou San Miguel). Fortuna acumulada: 2.800 millones de euros. 9. Juan Miguel Villar Mir (presidente de OHL). Fortuna acumulada: 2.700 millones de euros. 10. Víctor Grifols Roura y familia (presidente de Grifols). Fortuna acumulada: 2.600 millones de euros. 11. Thomas Andreas Meyer (dueño de Desigual). Fortuna acumulada: 2.500 millones de euros. 12. Familia Entrecanales (presidente de Acciona). Fortuna acumulada: 2.400 millones de euros. 13. Fernando Masaveu Herrero (dueño del Grupo Masaveu y Veguín). Fortuna acumulada: 2.400 millones de euros. 14. Juan y Carlos March Delgado (dueños de Corporación Alba y Banca March). Fortuna acumulada: 2.400 millones de euros. 15. Familia Álvarez (accionistas de El Corte Inglés). Fortuna acumulada: 2.300 millones de euros. 16. Antonio y Jorge Gallardo Ballart (accionistas de Almirall). Fortuna acumulada: 2.300 millones de euros. 17. Manuel Jove Capellán (Dueño de Inveravante). Fortuna acumulada: 2.200 millones de euros. 18. Artur Carulla y familia (presidente de Agrolimen). Fortuna acumulada: 2.100 millones de euros. 19. Juan Luis Gómez Trénor Fos y familia (accionista de Coca-Cola Iberian Partners). Fortuna acumulada: 1.900 millones de euros. 20. Josep María Serra Farré y familia (dueño de Catalana Occidente). Fortuna acumulada: 1.800 millones de euros.

Ver más en: http://www.20minutos.es/noticia/2650883/0/informe-oxfam/desigualdad-espana/20personas-30porciento/#xtor=AD-15&xts=467263

El patrimonio de estas 20 grandes fortunas se incrementó un 15% en el último año, según el estudio ‘Una Economía al servicio del 1%’ de Oxfam Intermón. Sin embargo, la riqueza del 99% de la población española cayó un 15% en el mismo periodo. España es de los países en los que más ha aumentado la desigualdad, casi 10 veces más que el promedio europeo desde el inicio de la crisis. ECO Actividad social ¿Qué es esto? 100 % 304 +1 SARA RÍOS / VÍDEO: ATLAS. 18.01.2016 – 11:00h Veinte personas alcanzaron un patrimonio de 115.100 millones de euros en 2015 en España, lo que equivale a la riqueza que concentra el 30% más pobre del país (13,98 millones de personas), según el estudio Una Economía al servicio del 1% realizado por Oxfam Intermón en el que se denuncia las «cotas insoportables» que está alcanzando la desigualdad en el mundo, y también en España. Imágenes Calle de Preciados 1 Foto El patrimonio de estas grandes fortunas españolas se incrementó un 15% en el último año, mientras que la riqueza del 99% de la población española cayó un 15% en el mismo periodo. España, según datos de Eurostat, es de los países en los que más ha aumentado la desigualdad desde el inicio de la crisis, casi 10 veces más que el promedio europeo. Tomando el 0 como un nivel donde no existe desigualdad entre la población de un país, en España ese nivel estaba en 2007 en el 31,9%, mientras que en 2014 ese porcentaje subió hasta el 34,7%, es decir, que durante la crisis el nivel de desigualdad se incrementó hasta 2,8 puntos porcentuales. España se sitúa entre los cinco países más desiguales de la Unión Europea solo por detrás de Portugal, Italia y Grecia Oxfam manifiesta que la pobreza y la exclusión social han aumentado de manera «alarmante» desde el inicio de la crisis en España. Durante 2015, el 1% más rico de la población concentró casi tanta riqueza como el 80% más pobre. Además, la fortuna del 5% más acaudalado superó la riqueza del 90% más pobre, es decir actualmente hay 2,3 millones de personas en España que poseen un patrimonio superior al de 42 millones de personas. De hecho, España es el segundo país de la UE en el que más ha crecido la distancia entre el 20% con más rentas y el 20% más pobre, desde el principio de la crisis, tan sólo por detrás de Estonia. En lo que respecta al salario, se ha producido una caída del 22,2% entre 2007 y 2014. Según la organización, España, que se sitúa entre los cinco países más desiguales de la Unión Europea solo por detrás de Portugal, Italia y Grecia, ha visto cómo los hogares más pobres han ido perdiendo poder adquisitivo a través de los salarios y de un modelo fiscal «cada vez más regresivo». «La concentración de riqueza y patrimonio en muy pocas manos no ha encontrado frenos para seguir creciendo», afirma. Oxfam destaca que este año ha sido un año «excepcional» en actividad para las sicav, ya que han alcanzado un mercado de 38.000 millones de euros, según el resumen anual del BME de 2015. La confederación internacional apunta que en 2015 se registraron un total de 126 nuevas sicav en España. Según el informe, España sigue teniendo una de las presiones fiscales efectivas más bajas de toda Europa, con 8,2 puntos por debajo del promedio de la eurozona, con un diseño en el que el 85% del esfuerzo recae sobre las familias. «La brecha fiscal en España se explica en gran medida porque recaudamos mucho menos de lo que deberíamos, recaudamos poco de quien tiene más, recaudamos sin distribuir apenas y tenemos uno de los niveles de evasión y elusión fiscal más elevados de nuestro entorno europeo», apunta Oxfam. A nivel mundial, el informe concluye que la brecha entre ricos y pobres a nivel mundial ha aumentado en 2015 hasta el punto de que las 62 mayores fortunas del mundo acumulan el mismo dinero que 3.600 millones de personas, la mitad más pobre de la humanidad. Paraísos Fiscales En lo que respecta a la fuga hacia paraísos fiscales, la organización internacional recuerda que la inversión desde España hacia paraísos fiscales no ha contribuido a generar más que un stock de empleo neto de 296 puestos de trabajo. Según Oxfam, el 82% de los ciudadanos españoles coincide en la necesidad de reforzar los marcos reguladores y un 70% considera que la ingeniería fiscal de grandes transnacionales priva de acceso a la educación y sanidad a los países de desarrollo. Desde Oxfam Intermón apuntan que la lucha contra la desigualdad debe tener lugar a nivel español, europeo y global, y también al interior de los países en desarrollo. Otra de las recomendaciones que se ponen de manifiesto en el informe es para lograr la equidad en la población española se deberán hacer políticas redistributivas. Para Oxfam, el primer paso que debe dar España es aprobar urgentemente una ley contra la evasión fiscal. Quiénes son los 20 españoles más ricos Esta es la lista de las veinte mayores fortunas en España (datos de noviembre de 2015), según la revista Forbes. 1. Amancio Ortega (accionista mayoritario de Inditex). Fortuna acumulada: 60.900 millones de euros. 2. Rafael Del Pino (presidente de Ferrovial) y familia. Fortuna acumulada: 8.600 millones de euros. 3. Juan Roig Alfonso (propietario de Mercadona). Fortuna acumulada: 7.500 millones de euros. 4. Sandra Ortega Mera (accionista de Inditex y Zeltia). Fortuna acumulada: 7.500 millones de euros. 5. Isak Andic Ermay (dueño de Mango). Fortuna acumulada: 4.500 millones de euros. 6. Sol Daurella Comadrán y familia (presidenta de Coca-Cola Iberian Partners). Fortuna acumulada: 3.700 millones de euros. 7. Francisco y Jon Riberas Mera (accionistas de Corporación Gestamp). Fortuna acumulada: 3.200 millones de euros. 8. Familias Herráiz Mahou y Gervás (accionistas de Mahou San Miguel). Fortuna acumulada: 2.800 millones de euros. 9. Juan Miguel Villar Mir (presidente de OHL). Fortuna acumulada: 2.700 millones de euros. 10. Víctor Grifols Roura y familia (presidente de Grifols). Fortuna acumulada: 2.600 millones de euros. 11. Thomas Andreas Meyer (dueño de Desigual). Fortuna acumulada: 2.500 millones de euros. 12. Familia Entrecanales (presidente de Acciona). Fortuna acumulada: 2.400 millones de euros. 13. Fernando Masaveu Herrero (dueño del Grupo Masaveu y Veguín). Fortuna acumulada: 2.400 millones de euros. 14. Juan y Carlos March Delgado (dueños de Corporación Alba y Banca March). Fortuna acumulada: 2.400 millones de euros. 15. Familia Álvarez (accionistas de El Corte Inglés). Fortuna acumulada: 2.300 millones de euros. 16. Antonio y Jorge Gallardo Ballart (accionistas de Almirall). Fortuna acumulada: 2.300 millones de euros. 17. Manuel Jove Capellán (Dueño de Inveravante). Fortuna acumulada: 2.200 millones de euros. 18. Artur Carulla y familia (presidente de Agrolimen). Fortuna acumulada: 2.100 millones de euros. 19. Juan Luis Gómez Trénor Fos y familia (accionista de Coca-Cola Iberian Partners). Fortuna acumulada: 1.900 millones de euros. 20. Josep María Serra Farré y familia (dueño de Catalana Occidente). Fortuna acumulada: 1.800 millones de euros.

Ver más en: http://www.20minutos.es/noticia/2650883/0/informe-oxfam/desigualdad-espana/20personas-30porciento/#xtor=AD-15&xts=467263

Paraísos Fiscales En lo que respecta a la fuga hacia paraísos fiscales, la organización internacional recuerda que la inversión desde España hacia paraísos fiscales no ha contribuido a generar más que un stock de empleo neto de 296 puestos de trabajo. Según Oxfam, el 82% de los ciudadanos españoles coincide en la necesidad de reforzar los marcos reguladores y un 70% considera que la ingeniería fiscal de grandes transnacionales priva de acceso a la educación y sanidad a los países de desarrollo. Desde Oxfam Intermón apuntan que la lucha contra la desigualdad debe tener lugar a nivel español, europeo y global, y también al interior de los países en desarrollo. Otra de las recomendaciones que se ponen de manifiesto en el informe es para lograr la equidad en la población española se deberán hacer políticas redistributivas. Para Oxfam, el primer paso que debe dar España es aprobar urgentemente una ley contra la evasión fiscal.

Ver más en: http://www.20minutos.es/noticia/2650883/0/informe-oxfam/desigualdad-espana/20personas-30porciento/#xtor=AD-15&xts=467263

El patrimonio de estas 20 grandes fortunas se incrementó un 15% en el último año, según el estudio ‘Una Economía al servicio del 1%’ de Oxfam Intermón. Sin embargo, la riqueza del 99% de la población española cayó un 15% en el mismo periodo. España es de los países en los que más ha aumentado la desigualdad, casi 10 veces más que el promedio europeo desde el inicio de la crisis. ECO Actividad social ¿Qué es esto? 100 % 304 +1 SARA RÍOS / VÍDEO: ATLAS. 18.01.2016 – 11:00h Veinte personas alcanzaron un patrimonio de 115.100 millones de euros en 2015 en España, lo que equivale a la riqueza que concentra el 30% más pobre del país (13,98 millones de personas), según el estudio Una Economía al servicio del 1% realizado por Oxfam Intermón en el que se denuncia las «cotas insoportables» que está alcanzando la desigualdad en el mundo, y también en España. Imágenes Calle de Preciados 1 Foto El patrimonio de estas grandes fortunas españolas se incrementó un 15% en el último año, mientras que la riqueza del 99% de la población española cayó un 15% en el mismo periodo. España, según datos de Eurostat, es de los países en los que más ha aumentado la desigualdad desde el inicio de la crisis, casi 10 veces más que el promedio europeo. Tomando el 0 como un nivel donde no existe desigualdad entre la población de un país, en España ese nivel estaba en 2007 en el 31,9%, mientras que en 2014 ese porcentaje subió hasta el 34,7%, es decir, que durante la crisis el nivel de desigualdad se incrementó hasta 2,8 puntos porcentuales. España se sitúa entre los cinco países más desiguales de la Unión Europea solo por detrás de Portugal, Italia y Grecia Oxfam manifiesta que la pobreza y la exclusión social han aumentado de manera «alarmante» desde el inicio de la crisis en España. Durante 2015, el 1% más rico de la población concentró casi tanta riqueza como el 80% más pobre. Además, la fortuna del 5% más acaudalado superó la riqueza del 90% más pobre, es decir actualmente hay 2,3 millones de personas en España que poseen un patrimonio superior al de 42 millones de personas. De hecho, España es el segundo país de la UE en el que más ha crecido la distancia entre el 20% con más rentas y el 20% más pobre, desde el principio de la crisis, tan sólo por detrás de Estonia. En lo que respecta al salario, se ha producido una caída del 22,2% entre 2007 y 2014. Según la organización, España, que se sitúa entre los cinco países más desiguales de la Unión Europea solo por detrás de Portugal, Italia y Grecia, ha visto cómo los hogares más pobres han ido perdiendo poder adquisitivo a través de los salarios y de un modelo fiscal «cada vez más regresivo». «La concentración de riqueza y patrimonio en muy pocas manos no ha encontrado frenos para seguir creciendo», afirma. Oxfam destaca que este año ha sido un año «excepcional» en actividad para las sicav, ya que han alcanzado un mercado de 38.000 millones de euros, según el resumen anual del BME de 2015. La confederación internacional apunta que en 2015 se registraron un total de 126 nuevas sicav en España. Según el informe, España sigue teniendo una de las presiones fiscales efectivas más bajas de toda Europa, con 8,2 puntos por debajo del promedio de la eurozona, con un diseño en el que el 85% del esfuerzo recae sobre las familias. «La brecha fiscal en España se explica en gran medida porque recaudamos mucho menos de lo que deberíamos, recaudamos poco de quien tiene más, recaudamos sin distribuir apenas y tenemos uno de los niveles de evasión y elusión fiscal más elevados de nuestro entorno europeo», apunta Oxfam. A nivel mundial, el informe concluye que la brecha entre ricos y pobres a nivel mundial ha aumentado en 2015 hasta el punto de que las 62 mayores fortunas del mundo acumulan el mismo dinero que 3.600 millones de personas, la mitad más pobre de la humanidad. Paraísos Fiscales En lo que respecta a la fuga hacia paraísos fiscales, la organización internacional recuerda que la inversión desde España hacia paraísos fiscales no ha contribuido a generar más que un stock de empleo neto de 296 puestos de trabajo. Según Oxfam, el 82% de los ciudadanos españoles coincide en la necesidad de reforzar los marcos reguladores y un 70% considera que la ingeniería fiscal de grandes transnacionales priva de acceso a la educación y sanidad a los países de desarrollo. Desde Oxfam Intermón apuntan que la lucha contra la desigualdad debe tener lugar a nivel español, europeo y global, y también al interior de los países en desarrollo. Otra de las recomendaciones que se ponen de manifiesto en el informe es para lograr la equidad en la población española se deberán hacer políticas redistributivas. Para Oxfam, el primer paso que debe dar España es aprobar urgentemente una ley contra la evasión fiscal. Quiénes son los 20 españoles más ricos Esta es la lista de las veinte mayores fortunas en España (datos de noviembre de 2015), según la revista Forbes. 1. Amancio Ortega (accionista mayoritario de Inditex). Fortuna acumulada: 60.900 millones de euros. 2. Rafael Del Pino (presidente de Ferrovial) y familia. Fortuna acumulada: 8.600 millones de euros. 3. Juan Roig Alfonso (propietario de Mercadona). Fortuna acumulada: 7.500 millones de euros. 4. Sandra Ortega Mera (accionista de Inditex y Zeltia). Fortuna acumulada: 7.500 millones de euros. 5. Isak Andic Ermay (dueño de Mango). Fortuna acumulada: 4.500 millones de euros. 6. Sol Daurella Comadrán y familia (presidenta de Coca-Cola Iberian Partners). Fortuna acumulada: 3.700 millones de euros. 7. Francisco y Jon Riberas Mera (accionistas de Corporación Gestamp). Fortuna acumulada: 3.200 millones de euros. 8. Familias Herráiz Mahou y Gervás (accionistas de Mahou San Miguel). Fortuna acumulada: 2.800 millones de euros. 9. Juan Miguel Villar Mir (presidente de OHL). Fortuna acumulada: 2.700 millones de euros. 10. Víctor Grifols Roura y familia (presidente de Grifols). Fortuna acumulada: 2.600 millones de euros. 11. Thomas Andreas Meyer (dueño de Desigual). Fortuna acumulada: 2.500 millones de euros. 12. Familia Entrecanales (presidente de Acciona). Fortuna acumulada: 2.400 millones de euros. 13. Fernando Masaveu Herrero (dueño del Grupo Masaveu y Veguín). Fortuna acumulada: 2.400 millones de euros. 14. Juan y Carlos March Delgado (dueños de Corporación Alba y Banca March). Fortuna acumulada: 2.400 millones de euros. 15. Familia Álvarez (accionistas de El Corte Inglés). Fortuna acumulada: 2.300 millones de euros. 16. Antonio y Jorge Gallardo Ballart (accionistas de Almirall). Fortuna acumulada: 2.300 millones de euros. 17. Manuel Jove Capellán (Dueño de Inveravante). Fortuna acumulada: 2.200 millones de euros. 18. Artur Carulla y familia (presidente de Agrolimen). Fortuna acumulada: 2.100 millones de euros. 19. Juan Luis Gómez Trénor Fos y familia (accionista de Coca-Cola Iberian Partners). Fortuna acumulada: 1.900 millones de euros. 20. Josep María Serra Farré y familia (dueño de Catalana Occidente). Fortuna acumulada: 1.800 millones de euros. Síguenos en Facebook para estar informado de la última hora:

Ver más en: http://www.20minutos.es/noticia/2650883/0/informe-oxfam/desigualdad-espana/20personas-30porciento/#xtor=AD-15&xts=467263

El patrimonio de estas 20 grandes fortunas se incrementó un 15% en el último año, según el estudio ‘Una Economía al servicio del 1%’ de Oxfam Intermón. Sin embargo, la riqueza del 99% de la población española cayó un 15% en el mismo periodo. España es de los países en los que más ha aumentado la desigualdad, casi 10 veces más que el promedio europeo desde el inicio de la crisis. ECO Actividad social ¿Qué es esto? 100 % 304 +1 SARA RÍOS / VÍDEO: ATLAS. 18.01.2016 – 11:00h Veinte personas alcanzaron un patrimonio de 115.100 millones de euros en 2015 en España, lo que equivale a la riqueza que concentra el 30% más pobre del país (13,98 millones de personas), según el estudio Una Economía al servicio del 1% realizado por Oxfam Intermón en el que se denuncia las «cotas insoportables» que está alcanzando la desigualdad en el mundo, y también en España. Imágenes Calle de Preciados 1 Foto El patrimonio de estas grandes fortunas españolas se incrementó un 15% en el último año, mientras que la riqueza del 99% de la población española cayó un 15% en el mismo periodo. España, según datos de Eurostat, es de los países en los que más ha aumentado la desigualdad desde el inicio de la crisis, casi 10 veces más que el promedio europeo. Tomando el 0 como un nivel donde no existe desigualdad entre la población de un país, en España ese nivel estaba en 2007 en el 31,9%, mientras que en 2014 ese porcentaje subió hasta el 34,7%, es decir, que durante la crisis el nivel de desigualdad se incrementó hasta 2,8 puntos porcentuales. España se sitúa entre los cinco países más desiguales de la Unión Europea solo por detrás de Portugal, Italia y Grecia Oxfam manifiesta que la pobreza y la exclusión social han aumentado de manera «alarmante» desde el inicio de la crisis en España. Durante 2015, el 1% más rico de la población concentró casi tanta riqueza como el 80% más pobre. Además, la fortuna del 5% más acaudalado superó la riqueza del 90% más pobre, es decir actualmente hay 2,3 millones de personas en España que poseen un patrimonio superior al de 42 millones de personas. De hecho, España es el segundo país de la UE en el que más ha crecido la distancia entre el 20% con más rentas y el 20% más pobre, desde el principio de la crisis, tan sólo por detrás de Estonia. En lo que respecta al salario, se ha producido una caída del 22,2% entre 2007 y 2014. Según la organización, España, que se sitúa entre los cinco países más desiguales de la Unión Europea solo por detrás de Portugal, Italia y Grecia, ha visto cómo los hogares más pobres han ido perdiendo poder adquisitivo a través de los salarios y de un modelo fiscal «cada vez más regresivo». «La concentración de riqueza y patrimonio en muy pocas manos no ha encontrado frenos para seguir creciendo», afirma. Oxfam destaca que este año ha sido un año «excepcional» en actividad para las sicav, ya que han alcanzado un mercado de 38.000 millones de euros, según el resumen anual del BME de 2015. La confederación internacional apunta que en 2015 se registraron un total de 126 nuevas sicav en España. Según el informe, España sigue teniendo una de las presiones fiscales efectivas más bajas de toda Europa, con 8,2 puntos por debajo del promedio de la eurozona, con un diseño en el que el 85% del esfuerzo recae sobre las familias. «La brecha fiscal en España se explica en gran medida porque recaudamos mucho menos de lo que deberíamos, recaudamos poco de quien tiene más, recaudamos sin distribuir apenas y tenemos uno de los niveles de evasión y elusión fiscal más elevados de nuestro entorno europeo», apunta Oxfam. A nivel mundial, el informe concluye que la brecha entre ricos y pobres a nivel mundial ha aumentado en 2015 hasta el punto de que las 62 mayores fortunas del mundo acumulan el mismo dinero que 3.600 millones de personas, la mitad más pobre de la humanidad. Paraísos Fiscales En lo que respecta a la fuga hacia paraísos fiscales, la organización internacional recuerda que la inversión desde España hacia paraísos fiscales no ha contribuido a generar más que un stock de empleo neto de 296 puestos de trabajo. Según Oxfam, el 82% de los ciudadanos españoles coincide en la necesidad de reforzar los marcos reguladores y un 70% considera que la ingeniería fiscal de grandes transnacionales priva de acceso a la educación y sanidad a los países de desarrollo. Desde Oxfam Intermón apuntan que la lucha contra la desigualdad debe tener lugar a nivel español, europeo y global, y también al interior de los países en desarrollo. Otra de las recomendaciones que se ponen de manifiesto en el informe es para lograr la equidad en la población española se deberán hacer políticas redistributivas. Para Oxfam, el primer paso que debe dar España es aprobar urgentemente una ley contra la evasión fiscal. Quiénes son los 20 españoles más ricos Esta es la lista de las veinte mayores fortunas en España (datos de noviembre de 2015), según la revista Forbes. 1. Amancio Ortega (accionista mayoritario de Inditex). Fortuna acumulada: 60.900 millones de euros. 2. Rafael Del Pino (presidente de Ferrovial) y familia. Fortuna acumulada: 8.600 millones de euros. 3. Juan Roig Alfonso (propietario de Mercadona). Fortuna acumulada: 7.500 millones de euros. 4. Sandra Ortega Mera (accionista de Inditex y Zeltia). Fortuna acumulada: 7.500 millones de euros. 5. Isak Andic Ermay (dueño de Mango). Fortuna acumulada: 4.500 millones de euros. 6. Sol Daurella Comadrán y familia (presidenta de Coca-Cola Iberian Partners). Fortuna acumulada: 3.700 millones de euros. 7. Francisco y Jon Riberas Mera (accionistas de Corporación Gestamp). Fortuna acumulada: 3.200 millones de euros. 8. Familias Herráiz Mahou y Gervás (accionistas de Mahou San Miguel). Fortuna acumulada: 2.800 millones de euros. 9. Juan Miguel Villar Mir (presidente de OHL). Fortuna acumulada: 2.700 millones de euros. 10. Víctor Grifols Roura y familia (presidente de Grifols). Fortuna acumulada: 2.600 millones de euros. 11. Thomas Andreas Meyer (dueño de Desigual). Fortuna acumulada: 2.500 millones de euros. 12. Familia Entrecanales (presidente de Acciona). Fortuna acumulada: 2.400 millones de euros. 13. Fernando Masaveu Herrero (dueño del Grupo Masaveu y Veguín). Fortuna acumulada: 2.400 millones de euros. 14. Juan y Carlos March Delgado (dueños de Corporación Alba y Banca March). Fortuna acumulada: 2.400 millones de euros. 15. Familia Álvarez (accionistas de El Corte Inglés). Fortuna acumulada: 2.300 millones de euros. 16. Antonio y Jorge Gallardo Ballart (accionistas de Almirall). Fortuna acumulada: 2.300 millones de euros. 17. Manuel Jove Capellán (Dueño de Inveravante). Fortuna acumulada: 2.200 millones de euros. 18. Artur Carulla y familia (presidente de Agrolimen). Fortuna acumulada: 2.100 millones de euros. 19. Juan Luis Gómez Trénor Fos y familia (accionista de Coca-Cola Iberian Partners). Fortuna acumulada: 1.900 millones de euros. 20. Josep María Serra Farré y familia (dueño de Catalana Occidente). Fortuna acumulada: 1.800 millones de euros.

Ver más en: http://www.20minutos.es/noticia/2650883/0/informe-oxfam/desigualdad-espana/20personas-30porciento/#xtor=AD-15&xts=467263

El futuro del trabajo

Article publicat a El País 

Los programas de los partidos políticos ignoran el reto que presenta en el porvenir de la vida productiva en las economías avanzadas

DIEGO BEAS 4 DIC 2015 – 19:52 CET

Este artículo también podría haberse titulado el trabajo del futuro. ¿En qué consistirá el trabajo en el futuro? ¿Cómo se estructurará, en otras palabras, la vida productiva en las economías avanzadas de aquí a 10 o 20 años? ¿Y qué tipo de regulación y marcos laborales se necesitan crear hoy para responder a las necesidades venideras?
En El desierto rojo (1964) de Michelangelo Antonioni, la visión distópica del director italiano sobre un pueblo que se industrializa y tecnifica en los años sesenta, se plantea una historia que gira en torno a un presente arrasado por una doble condición de devastación ecológica producto de las transformaciones industriales de la posguerra y una alienación humana provocada por la tecnología. Para ser más exactos, provocada por la intermediación de las máquinas en la vida de las personas. Es una reflexión sobre los costes humanos de la modernidad centrada en las consecuencias sociales inadvertidas del avance de la técnica, y que ya adelantaba la omnipresencia de las máquinas en la vida cotidiana y la devastación ecológica.
Cincuenta años después, para entender el papel del trabajo y su futuro, a la visión de Antonioni habría que añadir dos nuevos elementos clave que están camino de transformar el cariz de las relaciones laborales: la financiarización de la economía internacional a partir del final de Bretton Woods en 1973 y el vertiginoso desarrollo de la informática a lo largo del último medio siglo. Con una consecuencia directa sobre la que me gustaría centrarme: la automatización del trabajo. O algo que también podría llamar la condición poslaboral del trabajo.
Ambos factores —aunque sobre todo el segundo— están impulsando un cambio sin precedentes en las relaciones laborales y la forma de estructurarlas. No me refiero, por supuesto, al trabajo en el contexto de las industrias pesadas, las líneas de ensamblaje y las cadenas de producción, sino al de cuello blanco que realizan millones de personas en oficinas, ministerios, servicios, finanzas, sanidad, universidades e incontables otras labores vinculadas de una u otra forma a la economía del conocimiento. De la especialización taylorista y la línea de ensamblaje fordista —que cambiaron la naturaleza del trabajo, pero el trabajador seguía siendo central e imprescindible— estamos pasando a una compleja red de procesos automatizados en los que la presencia humana pierde rápidamente presencia.
Tampoco me refiero al debate popularizado en tiempos recientes sobre todo por la prensa anglosajona sobre si estamos o no en vísperas de ser invadidos por un ejército de robots que se disponen a controlar el mundo y arrebatar el trabajo a las clases medias. Ese planteamiento, además de simplista, está mal enfocado. Y esconde la verdadera complejidad y los dilemas morales que implica la automatización masiva de los procesos de producción (atribuyéndole capacidad moral a las máquinas, y no a las personas que las programan; cuando Volkswagen trucó sus sistemas de control de emisiones no lo hizo un robot sin escrúpulos, sino un ingeniero que sabía perfectamente lo que hacía). Hablo, más bien, de lo que el economista estadounidense Tyler Cowen llama “inteligencia mecanizada”. Un término mucho más apto para entender el cambio que viene. Y que abarca cualquier proceso de gestión susceptible a ser codificado en instrucciones y ejecutado por un ordenador.
En los años ochenta el filósofo francés André Gorz hablaba ya de la pérdida de centralidad del trabajo. Sobre todo del físico y de su importancia en la producción. El papel del trabajo —la actividad que por antonomasia define al capitalismo—, decía, pierde incluso relevancia en relación con la explotación y la resistencia. El diagnóstico de Gorz no ha hecho más que agudizarse. Convertir el trabajo en un elemento tan periférico a la producción y el valor añadido provoca su desvanecimiento como elemento de articulación y estructuración social; los llamados mini-jobs de las generaciones más jóvenes son uno de los primeros y más visibles síntomas.
La pregunta clave es entonces: ¿cuál está siendo —o será— la respuesta política? El problema que plantea la intersección de las relaciones laborales, la producción y la innovación tecnológica por fuerza requiere de una contestación política.
A la izquierda del centro, en los partidos de los que se esperaría cierta visión y liderazgo en el tema, la respuesta ha sido sencillamente inexistente. Una falta de imaginación estremecedora que sigue anclando a esta corriente a un mundo obrero que si bien no ha dejado de existir del todo sí ha perdido buena parte de su centralidad estratégica en las relaciones laborales. Desde un Partido Laborista en Reino Unido que cita en debate parlamentario y con toda seriedad del Libro rojo de Mao (este pasado miércoles hasta un Pedro Sánchez que plantea aquí la reindustrialización del país como gran apuesta de futuro, sin aparentemente percatarse del nuevo papel de China, de las complejas dinámicas de las cadenas de suministro de la economía internacional o del corsé a las exportaciones que implica la pertenencia a una moneda única. Aunque para ser justos, Emmanuel Macron en Francia y Sigmar Gabriel en Alemania tibiamente han comenzado a abordar de manera periférica algunos de estos asuntos.
Temas como la reforma integral del sistema de patentes y de propiedad intelectual, las políticas de estado en ciencia e investigación aplicada (que tendrían que existir, qué duda cabe; especialmente en economías de tamaño medio como la española), el derecho a la privacidad en la era de la producción masiva de datos, la regulación de monopolios digitales, entre muchos más, sencillamente no se abordan desde los partidos. Y tampoco intentan responder a la gran interrogante que surge de todo esto: ¿cómo repartir la riqueza en un sistema de producción cada vez más tecnificado en el que los procesos de gestión se controlan por un grupo cada vez más reducido de personas?
Esta pregunta exige de manera urgente una respuesta articulada, no desde el razonamiento económico, sino desde la política. Con elecciones generales en tres semanas y una nueva legislatura a la vuelta de la esquina, ¿alguien en España se atreverá con un primer ensayo?
Diego Beas es autor del libro La reinvención de la política (Península) y fue investigador invitado del Instituto de Internet de la Universidad de Oxford.

Los silencios sociales

Article publicat a El País 

Dos lecciones que cabe extraer de la crisis: la concesión de crédito no ayuda a vencer la desigualdad y no es posible la redistribucuón de la riqueza en un mundo globalizado

La imagen de los empleados de Lehman Brothers dejando la sede neoyorquina tras su quiebra en 2008 es uno de los símbolos de la Gran Recesión. / AFP
Para entender buena parte lo que ha sucedido durante los años de la Gran Recesión hay que tener en cuenta lo que se denominan “silencios sociales”. Son aquellos aspectos de la vida cotidiana que habitualmente se omiten o se ocultan, a pesar de ser tan importantes o más que aquellas cuestiones que son objeto del debate público. Muchas veces estos silencios son los que ayudan a reproducir un sistema y sus estructuras de poder a lo largo del tiempo.
La periodista del Financial Times Gillian Tett aplicó esta teoría de los silencios sociales al mundo de las finanzas, en el que es experta. Y la complementó con lo que denominó la trampa del silo: la existencia de compartimentos estancos que dificultan sacar consecuencias del conjunto de la realidad. Conectar los puntos que definen el perímetro de la cartografía social es cada vez más complicado.
Se pueden buscar dos ejemplos de lo que el economista norteamericano Mark Blyth ha calificado como “la mayor operación de engaño con señuelo de la historia moderna”. Son dos falacias: la consideración del crédito como factor de lucha contra la desigualdad; y la distribución de la riqueza y el poder en el seno de una misma clase social porque la globalización impide que se haga entre distintos grupos sociales.

Publicidad

Aunque la desigualdad en el interior de los países haya crecido exponencialmente durante la crisis, ya estaba muy presente antes. Ha crecido sin parar desde los años ochenta del siglo pasado. Lo denunció, entre muchos otros, uno de los hombres más ricos del mundo, Warren Buffett, cuando escribió en 2011 un artículo en The New York Times, titulado Dejad de mimar a los ricos: “Mientras las clases media y baja luchan por nosotros en Afganistán, mientras los norteamericanos pelean por ganarse la vida, nosotros, los megarricos, continuamos teniendo exenciones fiscales extraordinarias”. Ya entonces el mapa cotidiano de las clases medias y bajas era de salarios prácticamente estancados, amén de una creciente precariedad laboral. Las diferencias entre unos y otros se trataron de compensar con el acceso masivo al crédito, en un tiempo en que los tipos de interés eran bastantes bajos. No ganamos mucho, pero nos podemos endeudar para comprar casa, coche e irnos de vacaciones. Precisamente la expansión de los préstamos bancarios a las familias de menos ingresos fue el origen de las hipotecas subprime (de alto riesgo) con el que arranca la crisis financiera del verano de 2007.
Los beneficios de esta forma de actuar —aumento del consumo, compra de viviendas, incremento del precio de las mismas, lo que hacía que las familias se sintieran más pudientes (el efecto riqueza), más empleo…— son inmediatos, en tanto que el pago de la inevitable factura se aplaza para el futuro. Pelotazo hacia adelante. Así se puso en marcha el ¡qué coman crédito!, que funcionó hasta que estalló la burbuja. El crédito como sustitutivo de una distribución más progresiva de la renta y la riqueza ha sido uno de los silencios sepulcrales de la Gran Recesión.

La redistribución solo se hace entre clases sociales, no entre unos grupos sociales y otros

Otro de ellos ha sido el de la distribución en las entrañas del mismo grupo social. Se ha instalado una verdad ideológica: no se puede distribuir desde el capital hacia el trabajo, desde los ricos hacia los pobres, porque las empresas y los ciudadanos ricos abandonan los países de altos impuestos hacia aquellos de gravámenes bajos o directamente hacia los paraísos fiscales, aprovechando la libertad de movimientos de capitales. La mayor parte de las reformas fiscales han reducido los impuestos al capital y han paliado o eliminado los impuestos del patrimonio (a lo que se posee, no a lo que se gana) y el de sucesiones y donaciones (a lo que se hereda). Las clases medias, ya suficientemente demediadas por la crisis, son las que padecen esas reformas fiscales y las reformas laborales que exigen dosis cada vez superiores de flexibilidad del mercado de trabajo.
En este contexto, los sindicatos y los trabajadores permanentes se convierten, a los ojos de los demás (exempleados que perdieron su puesto, jóvenes que lo buscan por primera vez pero no lo encuentran, mujeres que aún siendo menos jóvenes lo intentan por las dificultades económicas familiares, asalariados a tiempo parcial, trabajadores pobres que no llegan a fin de mes, falsos autónomos, becarios permanentes, etcétera), en defensores de los derechos adquiridos. ¿Cuántas veces se escucha que los jóvenes no pueden encontrar trabajo por culpa de los “privilegios” de los trabajadores fijos, o que los sindicatos sólo se preocupan de los intereses de estos? Se elimina lo que es seguro, mientras se promete lo que es incierto.
Como consecuencia de esta argumentación, la redistribución sólo se hace en el seno de cada clase social, de cada estamento, no entre unas clases y grupos sociales y otros. La redistribución se hace ontológicamente imposible, por mor de la globalización. En el periódico italiano Il Manifesto, el periodista Aldo Carra hablaba de ello como una guerra en el interior de la clase media. Se dice: estamos pagando los abusos del pasado (vivir por encima de las posibilidades) y, por lo tanto, los privilegiados tienen que pagar. Pero ¿quiénes son los privilegiados? En una sociedad en crisis, individualizada y fragmentada, empobrecida, son aquellos que están más cerca de nosotros: quien tiene un trabajo es un privilegiado para el que está en paro; el que tiene un trabajo indefinido para el que tiene uno temporal; el que trabaja a tiempo completo para el que sólo trabaja a tiempo parcial, el que gana 2.000 euros para el que gana 1.000; etcétera.
¿Y los demás? ¿Y los privilegiados de verdad? ¿Y las élites extractivas que se han amparado en las instituciones políticas y económicas para subir la cucaña social? Esas están muy lejos y no se las ve. En la cola social que no avanza se mira con envidia al vecino que está delante. Y si ya no se le ve porque ha avanzado mucho, se observa con antipatía a los que nos rodean y compiten por lo poco, por lo escaso. Así, la lucha de clases se convierte en la envidia dentro de la clase. El sociólogo francés Pierre Bourdieu escribió que los efectos ideológicos más seguros son aquellos que para ejercerse no precisan de palabras o no demandan más que silencios cómplices.

Joaquín Estefanía acaba de publicar Estos años bárbaros (Galaxia Gutenberg) y Las posibilidades económicas de nuestros nietos. Siete ‘Ensayos de persuasión’. Una lectura de John Maynard Keynes (Taurus).

El FMI atribuye al paro y al bajo poder sindical el aumento de la desigualdad

Article publicat a  El País

 El Fondo premia un informe de sus técnicos que apunta a la dispersión de sueldos como motor de la brecha social

Un grupo de personas buscan en bolsas de basura alimentos a las puertas de un centro comercial en la calle Alberto Aguilera, en Madrid, en una imagen de archivo. / Luis Magán

El aumento de la desigualdad se debe sobre todo en la creciente brecha de los sueldos -y esta, al ritmo escopeteado de los salarios más altos- y no tanto al hecho de que las rentas del trabajo pierdan peso frente al capital. Y las diferencias de los ingresos se reducen cuanto mayor es el poder de los sindicatos, cuanto más formada está la población y cuanto más fuerte es el Estado del Bienestar. Estas son las conclusiones de un informe elaborado por técnicos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y que la institución acaba de premiar esta semana.i

La brecha social en el mundo, tanto en países emergentes como en desarrollados, se ha colocado en el centro del debate de la política económica después de una Gran Recesión que ha polarizado la riqueza y un modelo de recuperación que también reparte los progresos de forma poco equilibrada. El trabajo premiado, La distribución de los ingresos y su papel en la explicación de la desigualdad (elaborado por Carlos Mulas, miembro del departamento fiscal del FMI y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, junto a Maura Francese) usa una combinación de datos macroeconómicos y encuestas de ingresos familiares entre 1970 y 2013 medido por el índice Gini.

más información

Por cada 10% que aumenta la brecha salarial, la desigualdad medida por el coeficiente Gini (el sistema más extendido) sube un 9%, según el estudio. Eso no implica que el mayor peso del capital en el total de la riqueza no haya influido en la tendencia, pero sin ser lo decisivo. Si la participación de los sueldos en la renta nacional en los países del G7 ha bajado un 12% en las tres últimas décadas, la desigualdad lo ha hecho un 25% en tres décadas.

El factor más determinante de la desigualdad no es la proporción de riqueza que va al trabajo o al capital, sino la dispersión de los salarios, que se ha incrementado notablemente en el pasado como resultado del crecimiento de los salarios de la parte alta”, concluye el informe. Y esta dispersión tiene sus motivos: mientras “una mayor globalización financiera y desempleo se asocian a una mayor diferencias de salarios”, apunta el documento, “la mayor sindicalización en la industria, la mayor formación de los trabajadores y el mayor gasto del Estado” ayudan a reducir la distancia entre los sueldos más altos y bajos.

Si se toman los países con mayor y menor brecha del G7 en los últimos 30 años, el aumento de la desigualdad en los ingresos disponibles ha alcanzado el 25% en Estados Unidos y el 35% en Reino Unido, frente al 10% en Alemania. En cambio, en Francia la desigualdad es menor que en los 70 y mediados de los 80, y ha sido bastante estable desde los 90 con un repunte en los últimos años. En un ejercicio de descomposición de esta brecha, los autores concluyen que la dispersión de los ingresos explica el 75% del aumento de la desigualdad en Alemania y más del 90% y 95% en EE UU y Reino Unido, respectivamente, así como el 100% de la variación en Francia.

Una caída del 10% de la participación del trabajo en la riqueza, en cambio, solo conduce a un aumento de la desigualdad del 0,9%, y esto tiene peso sobre todo en las economías emergentes, frente a los países desarrollados, donde los salarios son cruciales.

El informe concluye que si los gobiernos quieren evitar aumentos de la brecha social deberán atender a la evolución de los sueldos, lo que incluye la influencia que puedan tener los cambios en los diferentes marcos laborales o en las instituciones. También las políticas públicas dirigidas a mejorar la formación resultan vitales así como las medidas de política fiscal que corrigen la desigualdad.

 

ENTREVISTA Jean Ziegler, del Consejo de DDHH de la ONU ‘El orden mundial es caníbal, absurdo y mortífero’

Entrevista publicada al diari El Mundo

‘Vivimos bajo la tiranía de un capitalismo globalizado’
‘Las grandes corporaciones imponen sus designios a los gobiernos’
‘500 sociedades controlan más de la mitad de la riqueza del planeta’

Jean Ziegler

Jean Ziegler
VICENTE ROMEROEspecial para EL MUNDO Ginebra

Actualizado: 22/07/2014 05:35 horas

A sus ochenta años, Jean Ziegler se mantiene en plena actividad como vicepresidente del Comité Asesor del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, y la lucidez de sus análisis políticos continúa siendo una de las principales referencias de la izquierda europea. ‘El capitalismo ha llegado a su estado paroxístico‘, sentencia, y ‘el Estado está totalmente desarmado frente a él; la movilidad del capital y el cinismo absoluto de la Banca hace que las grandes corporaciones económicas puedan oponerse a cualquier decisión política que no les complazca. El verdadero sujeto de la Historia, el más poderoso hoy en día, son las sociedades transcontinentales privadas.’
Con una veintena de ensayos publicados en todo el mundo, Jean Ziegler -profesor emérito de Sociología en La Sorbona- corrige estos días la edición en francés de su próximo libro, ‘Detournez les fusiles’. La célebre frase de Lenin, señalando a los ‘verdaderos enemigos de la clase obrera‘, sirve de título a un trabajo de revisión de las teorías sobre el Estado y del papel dominante de los grandes grupos económicos.
‘Vivimos bajo la tiranía mundial del capital globalizado‘, prosigue Ziegler, ‘de una oligarquía formada por sociedades transcontinentales, cuyo único principio es la maximalización del beneficio, que concentran en sus manos el poder político y económico, imponiendo un ‘orden caníbal’ en el mundo, un orden absurdo y mortífero.’

¿Se puede identificar claramente a quienes forman esa oligarquía?
Sí, con nombres propios y con marcas comerciales. Porque se trata de las 500 sociedades transcontinentales privadas que, según datos del Banco Mundial, controlan el 52,8 por ciento del producto mundial bruto, es decir más de la mitad de toda la riqueza producida en el planeta. Su valor patrimonial es igual al producto interior bruto de 130 estados, aunque emplean menos del 1,8% de la fuerza de trabajo del mundo. Son, esencialmente, grupos financieros que detentan un poder mayor del que jamás haya tenido un emperador o un Papa. Esas 500 sociedades presentan al mercado como nuevo sujeto de la Historia, lo que no es más que una falsedad ideológica que utilizan como máscara.
¿Supera el poder de esas sociedades a los mecanismos control de los estados más avanzados?
Esa oligarquía financiera se ha hecho incontrolable para la justicia de los estados, y que escapa a todo control social. Hoy, el capital es totalmente móvil y viaja alrededor del planeta a la velocidad de la luz, cambiando de rostro y de nombre de forma instantánea a través de sociedades pantalla. Todas las grandes corporaciones multinacionales utilizan sociedades off shore, domiciliadas en paraísos fiscales. Todo ello vuelve sus movimientos resultan absolutamente opacos. Y sirve para que prácticamente no paguen impuestos, facilitándoles la evasión fiscal de miles de millones de euros.
¿Impone esa oligarquía financiera su voluntad sobre las políticas de los gobiernos democráticos?
Cada vez más fuerza y descaro. Ahora mismo el Parlamento Europeo tiene pendiente de cerrar un acuerdo entre la Comunidad Europea y los Estados Unidos sobre la libre circulación de capitales. Y está prevista la creación de un tribunal arbitral que decida en caso de conflictos entre estados y corporaciones económicas. Pero no se trata de tribunales de justicia nacionales, ni siquiera de un tribunal internacional de Naciones Unidas, sino de un organismo creado por contrato, ante el que las sociedades multinacionales, si se consideran perjudicadas por alguna decisión política de un gobierno, puedan exigir reparaciones. Por ejemplo, si un gobierno europeo decidiera limitar la exportación de beneficios o impusiera un salario mínimo que las compañías transnacionales considerasen ‘excesivo’, estas podrán dirigirse a ese tribunal arbitral y pedir que se condene a ese gobierno que actúe contra sus intereses.
¿Por qué califica de ‘orden caníbal’ el desarrollo de un capitalismo global?
Porque responde a una dinámica ‘caníbal’: los ricos se hacen rápidamente mucho más ricos, mientras la creciente desigualdad hace que no paren de subir las cifras de víctimas de ese reparto injusto. Basta observar que en 2005 el número de milmillonarios era de 487, que sumaban un patrimonio de 1.650 miles de millones de euros. Y ocho años más tarde ese número casi se había triplicado, pese a una crisis internacional que multiplicaba el número de desempleados en Europa. Los últimos datos disponibles hablan de unos 1.250 milmillonarios, con un patrimonio de unos 4.500 mil es de millones de euros. Es decir, que aumenta vertiginosamente el enriquecimiento de esa oligarquía financiera transnacional, al mismo tiempo que se incrementa su poder político, su control sobre las elites parlamentarias y gubernamentales, su dominio sobre las viejas estructuras estatales. Paralelamente, se agravan la desigualdad, la precariedad, el empobrecimiento, el sufrimiento de millones de seres humanos, lo que llamamos ‘la pirámide de las víctimas’. Tres cuartas partes de los habitantes del planeta viven en los 122 países del hemisferio sur, que es donde las sociedades multinacionales obtienen sus beneficios más extremos. Porque en Europa todavía hay sindicatos y legislaciones que limitan los mecanismos de explotación y devastación social. En cambio muchos países del Tercer Mundo constituyen un paraíso para las grandes corporaciones transnacionales porque tienen estados corruptos que aceptan salarios de hambre y condiciones laborales cercanas a la esclavitud. Pero es que la destrucción de esos estados mediante la corrupción está organizada por las propias corporaciones multinacionales, para facilitar la explotación de recursos naturales y mano de obra. ¿Por qué califico de ‘caníbal’ este orden del mundo? Porque las víctimas que causa son perfectamente evitables. Basta con un solo ejemplo: el hambre crónica, la desnutrición que causa una enorme mortandad en el mundo, sería fácilmente evitable. Bastaría con que hubiera voluntad internacional de darle fin.
Llegó usted a calificar el hambre como ‘una forma de crimen organizado’.
Sí. Cada niño que muere de hambre en el mundo es asesinado. La masacre del hambre responde a un mecanismo criminal, empezando por la libre especulación en Bolsa con los alimentos de base (maíz, trigo y arroz), que suponen el 75 por 100 del consumo mundial. Porque cuando los precios aumentan, mueren niños en las zonas del mundo donde mil doscientos millones de personas están sumidos en la pobreza. Entonces las tierras cultivables adquiere un valor extraordinario. Y los fondos de inversión se lanzan sobre ellas, las adquieren, las alquilan o se las apropian mediante corrupción. Y plantan soja para exportación, destruyendo los cultivos campesinos que alimentaban a la población autóctona. Además el sobreendeudamiento de los países pobres hace que no puedan invertir en el desarrollo de su agricultura, ni en irrigación ni en semillas, aunque se trata de naciones de base agraria.
¿Las últimas modificaciones de legislación suiza no han limitado esas prácticas?
Bajo la presión de la Unión Europea, la legislación ha cambiado un poco en lo que concierne a la evasión fiscal de los países industrializados. Pero no sobre el Tercer Mundo. Por ejemplo, los dirigentes del Congo, mantienen 4,2 mil millones de euros en tres bancos en Zurich. Y el dinero de la mafia también continúa tan impune como antes.
Sus análisis parecen ofrecer una visión pesimista del futuro.
No, de ningún modo. El futuro depende de nosotros, de que sepamos actuar y resolver los problemas. Sartre decía «conocer al enemigo, combatir al enemigo.» Conocer al enemigo significa identificar al mecanismo que mata, que determina este ‘orden caníbal’ del mundo, para superar la ideología absurda del neoliberalismo, creada al servicio del gran capital. Combatir al enemigo supone provocar una insurrección de conciencias y organizarse. Este orden del mundo es verdaderamente intolerable. Pero nosotros podemos cambiarlo en función de la esperanza, de la justicia, de la solidaridad, de la libertad que cada uno lleva en sí. Disponemos de los mecanismos democráticos para lograrlo. Y si no lo hacemos ya, si no somos capaces de quebrar el ‘orden caníbal’ mundial, si no conseguimos someterlo a normas éticas internacionales y restablecer la soberanía de los estados, mañana el mundo será una jungla.

Jean Ziegler

En su juventud, Jean Ziegler fue chofer del Ché Guevara, durante la visita de éste a Ginebra. Después se convertiría en Diputado Socialista, y sería ‘l’enfant terrible’ de la Segunda Internacional, por sus duras y bien documentadas críticas de los excesos del sistema capitalista. Profesor de Sociología en las universidades de Ginebra y La Sorbona (París), alcanzó notoriedad por sus denuncias sobre las prácticas de corrupción fiscal y la complicidad de la Banca suiza en delitos económicos internacionales. Ocupó durante ocho años el puesto de Comisario Especial de la ONU para la Alimentación, y actualmente es una de las voces más influyentes de Naciones Unidas como Vicepresidente del Comité Asesor del Consejo de Derechos Humanos. Autor de una veintena de libros, casi todos publicados también en España, entre sus últimos títulos destacan ‘Los nuevos amos del mundo’, ‘El imperio de la vergüenza’ y ‘Destrucción masiva’, que acaba de aparecer en edición de bolsillo. Es una de las personalidades de mayor prestigio entre los intelectuales de la izquierda europea.

Seguridad en la renta: ¿por qué los sindicatos deberían hacer campaña por una renta básica?


Traducció de l’article  Income security: why unions should campaign for a basic income

Guy Standing (por la traducción, Rafael Granero[i])
Summary
This article argues that because of the changing character of work and labour in the context of globalisation, progressives and particularly trade unionists could make a basic income a key part of their agenda. It considers the standard objections and then reviews the various advantages of moving in that direction, towards the realisation of a republican or claim right.
Resumen
En este artículo se argumenta que debido al carácter cambiante del trabajo y de la mano de obra en el contexto de la globalización, los progresistas y en particular los sindicalistas podrían hacer de la renta básica una parte clave de su agenda. Considera las objeciones estándar y luego revisa las diversas ventajas de avanzar en esa dirección, hacia la realización de un derecho republicano o de seguridad de ingresos [claim right]).

«Hay una marea en los asuntos de los hombres, Que, tomada en pleamar, conduce a la fortuna”(1)

La ansiedad, la inseguridad y la incertidumbre -estos son los sentimientos expresados por un gran número de trabajadores y mucha otra gente en todo el mundo. Existe un consenso cada vez mayor sobre las razones- la globalización, el capitalismo de consumo, las desigualdades de varios tipos, la inseguridad del empleo y el desempleo, los salarios flexibles, la erosión y la reestructuración del Estado de bienestar, la violencia social y la falta de redes de apoyo social (2).
En medio de todo esto, los sindicatos han tenido dificultades para mantener su poder de atracción. Muchos lamentamos el resultado, y sabemos con seguridad que la sociedad necesita organizaciones fuertes para proteger y promover los derechos de todos sus miembros, y que sin ellas las inseguridades se multiplicarán. Sin embargo, los sindicatos tienen que repensar la forma de atraer a la gente a medida que transitan su vida laboral. Mientras reflexionan, creo que los sindicatos deberían defender una renta básica como parte de una estrategia para la seguridad económica y la redistribución. Los sindicatos siempre han dado lo mejor de sí cuando han apelado a una visión del futuro, en lugar de aferrarse a los logros del pasado. Deberían estar dispuestos a ser la vanguardia de esta estrategia, que debería centrarse en los problemas de distribución de nuestro tiempo. Pido a los lectores ser lo más abierto posible a las nuevas ideas y repensar viejas ideas que podrían haber rechazado en otro momento.
Estamos experimentando una gran transformación en la forma en que funciona el sistema económico y en la relación entre las fuerzas económicas y la sociedad. En el pasado inmediato, magníficamente expuesto por Karl Polanyi, cada transformación ha creado un período de inestabilidad, donde se rompieron los viejos sistemas de regulación, de protección social y de redistribución. En los períodos estables, esos sistemas ayudaron a moderar las inseguridades y desigualdades, al menos lo suficiente para que la mayoría de la gente tolerara su suerte, por «la incorporación de la economía en la sociedad ‘. Dicho brevemente, cuando los sindicatos estaban en una posición de fuerza, entre 1945 y el año 1975, el tripartismo (Nota del autor: ¿Administración, partidos y sindicatos?) y el estado del bienestar realizaron esas tres funciones razonablemente bien. Desde entonces, las desigualdades e inseguridades se han multiplicado.
Da igual que el sistema antiguo fuera bueno o malo, no hay vuelta atrás. Ahora, el reto es identificar los nuevos sistemas de regulación, protección social y redistribución que moderará las inseguridades sin socavar el dinamismo económico que está impulsando la economía global.
El contexto global

Al reflexionar sobre la reforma viable y deseable de la política social, es esencial tener en cuenta dos grandes cuestiones que marcan el contexto. Para ser estable y próspera, toda sociedad necesita integrar las fuerzas económicas de la sociedad y moderar las inseguridades y desigualdades que enfrenta la mayoría de la gente común mediante un sistema de regulación, un sistema de protección social y un sistema de redistribución. La primera pregunta es: ¿Cuáles son los sistemas adecuados para un mundo con una economía abierta en pleno proceso de globalización?.
No es éste el lugar para tratar de dar una respuesta detallada. Pero es importante darse cuenta de qué no es una respuesta y ver qué opciones son factibles. En primer lugar, en una economía abierta el medio más eficaz y que empodera a los trabajadores y otros actores en todos los niveles de toma de decisiones y de negociación es la regulación contra las malas políticas y prácticas laborales y sociales, lo que significa órganos colectivos, y no sólo mecanismos individualistas informales, aunque éstos sean necesarios también. Es obvio para la mayoría de los observadores que dichos organismos colectivos no pueden confiar en los viejos modelos; los sindicatos deben mejorar su demanda de derechos de la ciudadanía y ser campeones del igualitarismo.
En segundo lugar, para la protección social, los regímenes de seguro social de estilo antiguo son limitados, costosos y posiblemente disfuncionales en sociedades caracterizadas por la flexibilidad del mercado laboral, la informalización económica y la fluidez de participación en la fuerza laboral. Planes de asistencia social y de comportamiento condicional con verificación de recursos tales como workfare son aún menos viables si se quiere promover la protección social universal (3). [Workfare es un programa de trabajo importado al Reino Unido del modelo estadounidense por el cual a las personas desempleadas de larga duración se les obliga a trabajar (como cualquier otro trabajador), adquirir experiencia y así poder reinsertarse en el mundo laboral, estas personas están obligadas a acudir a la llamada del trabajo no remunerado bajo amenaza de pérdida del subsidio.] Las deficiencias de los sistemas deben hacernos pensar en esquemas más universalistas, incluso aunque existan otros motivos para hacer lo que ahora se hace.
Por lo que hace al sistema más adecuado de redistribución, debemos reconocer que en una economía globalizada los impuestos directos progresivos poco puede hacer, e incluso los gobiernos progresistas los han abandonado como un medio de extender la redistribución. En realidad, la política fiscal se ha vuelto más regresiva, empeorando la desigualdad. Los impuestos sobre el capital se han reducido, el impuesto sobre el trabajo ha aumentado, mientras que los subsidios para el capital han aumentado y los subsidios para la mano de obra han caído.
Esto nos lleva a la segunda pregunta del millón. Cada gran transformación depende de la resolución del conflicto social sobre la distribución de los activos clave en esa época en particular. En una época de desmoronamiento del feudalismo, la lucha fue por la tierra; bajo el capitalismo industrial, la lucha era de los medios de producción, lo que llevó a enfatizar la nacionalización de los que detentaban una «alta posición dominante (commanding heights)» en la economía. ¿Cuáles son los activos clave en la era de la globalización? ¿Cuáles son los activos por los que los jóvenes progresistas del mundo -a los que las organizaciones colectivas debe apelar si quieren prosperar- desearán luchar para obtenerlos? Dicho sin rodeos, esos activos son sin duda el capital financiero, el medio ambiente (un espacio de calidad en el que vivir de forma saludable) y el tiempo (tiempo de calidad en el que desarrollarse a través del trabajo y el ocio, con control sobre el propio desarrollo), que en conjunto podrían prometer seguridad económica. La justificación de esta elección se proporciona en otro lugar (4). Baste indicar que si se acepta que estos son los principales activos de la época sobre la que queremos tener más control, entonces debemos evaluar las políticas y las instituciones en función de si éstas nos ofrecen o no la posibilidad de obtenerlos.
El mundo moderno se caracteriza por la búsqueda frenética de las ganancias y posesiones.
Los ingresos y la riqueza se concentran cada vez más en el capital financiero. Si queremos reducir la desigualdad, todos los ciudadanos deberían compartir ingresos y riquezas, lo que significa un renovado interés en la democracia económica. Los derechos económicos y la democracia seguramente estarán en el centro del pensamiento progresista en los próximos años. Entre las ventajas de la propiedad colectiva y individual generalizada del capital financiero estaría que el control social, incluyendo el control del comportamiento ecológicamente irresponsable de las corporaciones, sería ejercido sobre la rapacidad flagrante tan destacadamente demostrada por Enron y otros en los últimos años.
No es éste el lugar para desarrollar esa línea de pensamiento. Existe otro activo clave que sí es relevante aquí: tiempo de calidad. Hay una crisis singularmente moderna, la mercantilización de la existencia humana. La globalización no es sólo la financiarización del capitalismo, también se basa en la difusión de un consumo insaciable manipulado por una publicidad constante. Así, la instrumentación de la mano de obra triunfa sobre la ética de trabajo, ética que recogería la artsania, la creatividad y el trabajo reproductivo (cuidado de la familia). La sociedad de “empleados (tenedores de trabajo)”, tan temida por Hannah Arendt, está ganando terreno (5). [The jobholder society: Para Arendt, la sociedad de los empleados que ocupan puestos es la sociedad que «demanda de sus miembros un funcionamiento automático puro, como si su vida individual en realidad hubiera sido subsumida en el proceso general de la vida de las especies»; el empleo, para Arendt, se hace instrumental para el Capital: materia de oferta y demanda, y los empleados son expulsados de su condición cuando la demanda -o los salarios- cae (Arendt, The Human Condition, 1958, p. 322)] Los trabajos son principalmente instrumentales.
Cada vez para más y más personas se da algo similar a la vieja broma soviética, “Ellos fingen pagarnos, nosotros fingimos trabajar”. La variante emergente podría ser, “Ellos fingen que mi trabajo es importante, yo finjo creérmelo”. Consumir es la meta. Junto con el conocido aforismo: «Yo compro, luego existo», hay que añadir: «Yo trabajo, luego puedo comprar”. Existe un frenesí subyacente, para ganar más dinero, para trabajar más y con mayor intensidad, para llevarse el trabajo a casa y para llevarse la casa al trabajo. La intensificación del trabajo está amenazando nuestra capacidad de restituir la salud física y mental desgastada. No sólo los japoneses están sufriendo de karoshi (muerte por exceso de trabajo). Además existe una enfermedad moderna de presentismo, trabajando «en el puesto de trabajo «, incluso cuando sería aconsejable para la salud tomarse un tiempo libre. [http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/04/10/actualidad/1397159734_559709.html: “Los consultores e ingenieros franceses que desempeñan cargos de responsabilidad pueden respirar más tranquilos: estarán obligados a apagar durante 11 horas diarias los móviles y ordenadores que les conectan con la oficina. Y las empresas deberán supervisar que se cumple esa prohibición de estar online. Algunos expertos acogen esta medida como un mal menor que delata otro mayor: sobrecargas de trabajo cada vez más frecuentes y conectividad y disponibilidad —alentada por las nuevas tecnologías— sin freno que sobrepasa los límites de las jornadas de trabajo…”] Mientras tanto, los perdedores se quedan “lamiendo las ventanas» [expresión intraducible] y «solos en las boleras” de los centros comerciales, donde los adolescentes y las personas mayores “pasan el rato. Irónicamente, junto con la intensificación del trabajo se da una pasividad profunda, personificada por la observación de los reality shows de la televisión y los dibujos animados.
Todo esto es una exageración, por supuesto. Pero es lo que podría llamarse el estrés existencial, un tipo de ansiedad, de inseguridad. Cada vez más personas se sienten que nunca están satisfechas, que tienen necesidades insaciables, de dinero, de posesiones. Se nos insta a ser «competitivo» en casi cualquier cosa.
La educación se valora sólo por los puestos de trabajo que la educación y el capital humano puedan traer.
Yo trabajo para tener más, no para desarrollarme yo mismo o mis relaciones, y mucho menos para preservar la belleza de la naturaleza y de la sociedad que nuestros antepasados nos han legado. ¡Adquiera, posea, exhiba, deseche! Estas son las leyes del capitalismo de consumo global.
Todo conduce a un estrujamiento del tiempo. Y cuando los jóvenes esperan poder hacer aquello que sus padres o sus compañeros están haciendo, están sin duda en lo correcto si piensan que ese esperar no es un buen negocio. Dado que cada vez más personas no pertenecen a una comunidad funcional [nota del traductor: posiblemente quiera expresar una comunidad de intereses supraindividuales], surge lo que los sociólogos podrían llamar anomia existencial [nota del traductor: una existencia sin reglas comunes] en personas que están trabajando como un «conjunto» unificado [nota del traductor: unificado y diferenciado del resto], como un grupo ocupacional, como una unión, como un gremio, como una cooperativa u otra forma de unión. Puesto que [esas clases o uniones] no pertenecen a una comunidad colectiva en la que hay un espíritu de solidaridad social, no existen reglas contra el oportunismo y la irresponsabilidad social, y la reciprocidad entre el viejo y el joven, el matrimonio y el soltero, y entre los grupos religiosos y étnicos deviene débil.
Puede parecer una exageración, ¿no es así? Muy bien, pero la tendencia dominante nos empuja a una combinación de inseguridad, estrés y anomia, un frenesí de trabajo (exclusivamente por dinero) en un contexto de pasividad social y política, una forma moderna de «panem et circensis «, de MacDonalds, de centros comerciales y de ver futbol.
¿Qué respuesta han dado las principales elites políticas a esta era de inseguridad social y económica y al consiguiente aumento de las desigualdades? Las principales respuestas han sido las “terceras vías”, por parte de la socialdemocracia, y el conservadurismo compasivo, en el lado cristianodemócrata. El primero surgió en la década de 1990 cuando los nuevos socialdemócratas anhelaban el poder pero estaban traumatizados por una sucesión de derrotas electorales. Fue una tímida respuesta, aceptando el estado del mercado. La “tercera vía” ya no presenta una visión de la redistribución, sino de la acomodación, ofreciendo una «globalización con rostro humano reflejada en un afán de alcanzar un «consenso», «una patrocinio social», «un diálogo social» y otras consignas similares vagamente amenazadoras. Se hizo hincapié en la «integración social», en el que una tibia izquierda no supo oponerse a un consumismo individualista desatado por los neoliberales, pero trató de apelar a la conciencia de los ganadores de la competitividad para lograr una moderación de las fuerzas del mercado, presentado bajo la excusa de aliviar la pobreza.
En efecto, los nuevos socialdemócratas adoptaron la posición liberal de John Rawls, el pensador político más influyente del último cuarto del siglo 20, al decir que el objetivo social primordial era la reducción de la «pobreza», centrándose en los grupos que percibidos como los más desfavorecidos. Lo concibieron a través de un modelo moralista, por el cual hacen del reclamar la “prerrogativa [entitlements, diferente de rights]” a beneficios públicos un comportamiento «socialmente responsable».
Algunos predicaban «derechos [rights]», pero practicaban «prerrogativas [entitlements]» No era la lengua del pluralismo y la diversidad, sino la política de la conformidad y las normas (6). En la década de 1990, la política social se hizo más crítica, un proceso un tanto peculiar para aquellos situados en la izquierda política.
Los seguidores de la “tercera vía” esperaban que el estado lograra la integración social y el equilibrio de mercado (incluso pleno empleo, lo que todavía se puede escuchar de vez en cuando), mientras los conservadores compasivos, sus competidores políticos ente el «votante medio», decían que esto lo debe hacer la ‘sociedad civil’, las ONG (religiosas, generales y otras), todas ellas entidades que están jugando un papel cada vez más prominente en la política social.
$ % Y aquí, en la primera década del siglo XXI, es donde nos encontramos, sumidos en la inseguridad y la desigualdad, sin ninguna perspectiva de que estén siendo subsanadas, con los principales programas políticos ofreciendo sólo un conjunto de políticas moralistas y paternalistas, con impuestos más bajos, con más subsidios para el capital, y con nuevos alicientes para inversiones financieras .
Cualquiera que se siente incómodo con las dos variantes de respuesta política a la globalización de las corrientes principales, debería sin duda querer ofrecer una alternativa que pudiera alcanzar la seguridad básica para todos y una reducción sostenible de la desigualdad. Es en este contexto en el que una renta básica como derecho [que no privilegio o prerrogativa] de ciudadanía debería ser considerada. Lo siguiente comenta y revisa los principales argumentos en contra y para avanzar en la dirección expresada, se centra en la forma en que ayudaría a promover el trabajo en su sentido más positivo y deseable.
¿Qué es una renta básica?

Los sindicalistas, así como todos los que se cuentan como igualitarios y defensores de la solidaridad social, deberían apoyar una renta básica como un derecho inscrito en una moralmente buena sociedad, en la que el trabajo digno podrá florecer. Tradicionalmente, ha habido reticencia a ir en esa dirección. Sin embargo, los tiempos han cambiado.
En 1984, un grupo de jóvenes científicos sociales, todos afiliados a sindicatos de clase, creó una organización llamada BIEN, la Red Europea de la Renta Básica [por sus siglas en inglés: Basic Income European Network]. Desde entonces, esta organización ha atraído a un amplio sector de miembros desde todo el mundo. La afiliación a BIEN no obliga a nadie a adherirse a una visión particular. Pero en la práctica, la mayoría de los miembros creen en la conveniencia de avanzar hacia una sociedad en la que todo el mundo tenga derecho a la seguridad derivada de unos ingresos básicos. Aunque algunos miembros no estén de acuerdo con todos los detalles, a continuación definiremos a grandes rasgos lo que queremos decir.
Lo más importante es que estamos hablando de seguridad básica como un derecho económico y social.
Éste es un derecho esencialmente republicano o exigible, desarrollado por Rousseau, Thomas Paine y otros. Una derecho exigible implica que las políticas y las instituciones deben avanzar hacia la realización de ese derecho. Un derecho -y esto es importante dada la forma en que los debates de política social han evolucionado en los últimos años- es incondicional en términos de procedencia [procede o no recibir algo]. No se tiene un “derecho” si se tiene que hacer x, y, z con el fin de tener la prerrogativa de algo. Eso no es un derecho. Un derecho es un derecho.
En segundo lugar, estamos hablando de la seguridad básica. Básica significa que debe ser significativa, no un mero gesto, aunque no tanta que conduzca a la indolencia y a la pérdida de motivación para trabajar, desarrollarse. . . Pero por encima de todo, debe ser suficiente para convertirnos en ciudadanos capaces de tomar decisiones racionales. Debe ser algo básico y debe ser significativo.
En tercer lugar, para la seguridad de la renta básica, el ingreso tiene que venir de una forma que no se perciba como paternalista.
No se debe dar como un gesto discrecional, por la bondad del corazón de alguien; no es caridad. Debe dotarse de forma que el receptor pueda decidir cómo usarlo. Debe ser individual y debe ser igual, con suplementos para las personas con necesidades especiales, por discapacidades o debilidades. Debe recibirse de forma que la gente pueda tomar decisiones racionales.
En cuarto lugar, la renta básica debe ser considerada como la base de un sistema de protección social, coronando [y no sustituyendo] lo que debería ser suplementos para necesidades especiales (como la discapacidad) y una seguridad social [seguro social], así como aquellos beneficios laborales negociados colectivamente.
En quinto lugar, la transición hacia una renta básica debe ser vista como una evolución, una forma de continuidad, y no un proceso tan radical como algunos entusiastas transmiten y muchos críticos parecen creer. En muchos países, ya existen muchos de los elementos que la componen, y otros están surgiendo. Un factor clave es la integración de los sistemas fiscales y de prestaciones, que en esos países se está alcanzando rápidamente. La mayoría de los que creen que la renta básica debería ser la base de una estrategia redistributiva abogan por un enfoque paso a paso, unificando la multiplicidad de sistemas existentes en una base universal. Se han propuesto varias rutas de transición, de alguna manera como si viniera «por la puerta trasera» (7).
Algunos defensores creen que el importe pagado debe ser bajo en un principio, hasta llegar a un nivel decente, a medida que vaya siendo aceptado el incremento. Otros creen que la renta básica debe ser pagada inicialmente a aquellos grupos sociales seleccionados considerados especialmente vulnerables a la pobreza y la inseguridad, y luego irla extendiendo gradualmente a otros grupos. Ese es el camino que se ha tomado en Brasil, con sus esquemas de renda minima y de bolsa escola, que se han desarrollado bajo la bolsa familia durante el gobierno de Lula. Otros, como Sir Tony Atkinson, han abogado por una renta de participación (participation income) como un paso intermedio hacia una renta básica completa, en la que ciertos trabajos comunitarios serían condición para tener derecho a la renta básica, lo que contribuiría a legitimar el concepto ante la clase media. El punto clave es que los responsables políticos puedan adoptar un enfoque gradual, acorde con la naturaleza posibilista de los políticos modernos y de sus asesores.
Por último, el nombre no debe distraer la atención de lo esencial de la idea. El punto central es que estamos hablando de un derecho económico fundamental. Otros nombres a veces utilizados incluyen subvención ingresos para la ciudadanía y dividendo social. En Sudáfrica, donde la central sindical COSATU está haciendo campaña activamente para ello, ha sido adoptado el término Subvención de Renta Básica (8).
Con esos elementos definitorios en mente, también hay dos principios de política que deben guiarnos en la reflexión sobre las políticas re-distributivas y de protección. El primero, a partir de John Rawls, es lo que podría llamarse el «principio de la diferencia de seguridad»: Una política o un cambio institucional es socialmente justo sólo si mejora la seguridad de los grupos menos seguros en la sociedad
El segundo principio es lo que llamo ‘el principio del test de paternalismo’. Este principio ha sido abandonado tanto por los asesores de política social como por los políticos en los últimos diez años en Europa y en otros lugares.
El principio del test de paternalismo es el siguiente: Una política o un cambio institucional es justo sólo si no impone sobre algunos grupos controles que no se imponen a los grupos más libres de la sociedad. Eso, por supuesto, se refiere a las políticas de prestaciones sociales condicionadas (“workfare”, Nota del traductor: se utiliza en ingles este término porque, usualmente, las condiciones para las prestaciones sociales están referidas a temas relacionados con el mundo del trabajo) y también a otras políticas que se vienen dando.
Los “contras”
Antes de considerar las ventajas de una renta básica, y las razones por la que los sindicatos deban adoptar un papel de liderazgo en sus actividades de promoción, vale la pena tratar brevemente las principales objeciones que se han hecho en los últimos años. Dado que esto se ha hecho en profundidad en otros lugares, esta sección será relativamente breve, revisando las objeciones en forma resumida.
Reivindicación 1: Una renta básica completa no ha sido establecida en ninguna parte, por lo que no debe ser correcta su implantación.
Respuesta:
(i) Esta objeción se ha hecho para toda reforma progresista, y como Hirschmann mostró, las reclamaciones de futilidad (no va a funcionar), peligro (que pondrá en peligro otros objetivos) y perversidad (tendrá consecuencias no deseadas) casi siempre ha sido realizadas… hasta que se ha introducido la reforma, después de lo cual las reclamaciones de alguna manera se evaporan (9). En los meses previos a que Mitterrand introdujera la Renta Mínima de Inserción (Revenue Minimum d’Insertion) en Francia, todos sus asesores y analistas dijeron que no podría ser introducida; unos meses más tarde fue aceptada por prácticamente todo el mundo.
(ii) Ya se han realizado movimientos hacia una renta básica. Además de la RMI en Francia y en otros lugares, también lo es el Fondo Permanente de Alaska, que paga un dividendo anual a cada residente del estado, así como la Bolsa Familia y programas similares en varios países de América Latina.
Reivindicación 2: Un ingreso básico costaría demasiado. Se requeriría mayores impuestos, minoraría (por desplazamiento) el gasto público y privado y afectaría la confianza extranjera en la economía.
Respuesta:
(i) Una renta básica reemplazaría muchos de los sistemas ya existentes, lo que implica que, en gran medida, sería simplemente una cuestión de la sustitución de unos gastos monetarios condicionados por otro incondicional.
(ii) Una parte del aumento en el gasto público neto vendría motivada por el hecho de que mientras que todos los gobiernos tienen un compromiso público con la erradicación de la pobreza de ingresos, en realidad operan esquemas que gastan menos de lo necesario, con un escaso uso de una política fiscal sobre beneficios monetarios supuestamente disponibles. Siendo esto lo que ocurre en casi todos los beneficios verificados.
(iii) El argumento de los costes se reduce por lo general a una cuestión de prioridades.
(iv) La afirmación de que el gasto en un ingreso básico significaría aumentar el gasto público, lo que reduciría la confianza internacional en la economía nacional, es a menudo engañoso, como por ejemplo en Sudáfrica. Reducir la pobreza de manera efectiva sería una buena forma de inducir una menor delincuencia y una mayor estabilidad social, por lo que induce una mayor confianza extranjera.
(v) Diversos cálculos de costes realizados en países ricos y en desarrollo han demostrado que incluso en supuestos restrictivos, la renta básica es asequible, y como máximo implicaría un pequeño aumento en el gasto público y / o un modesto aumento en las tasas de impuestos sobre los tramos de ingresos superiores a la media. Por ejemplo, en Sudáfrica, una modesta renta básica podría ser pagada simplemente invirtiendo los recortes de impuestos a los grupos de ingresos más altos desde que el ANC llegó al poder. En Turquía, una renta básica podría ser pagada a partir de sólo un extra de 1 % del PIB sobre al gasto asignado a protección social (10).
(vi) La mayoría de los regímenes de seguridad social existentes, como las prestaciones por desempleo, producen «trampas de pobreza» y «trampas del desempleo»: un trabajo remunerado legal es rechazado porque el beneficiario de la prestación condicionada (“workfare”) ganaría muy poco o nada aceptando un trabajo mal pagado. Una consecuencia de la propagación de este tipo de esquemas ha sido el crecimiento en la extensión de la economía sumergida, lo que acaba resultando en una menor recaudación fiscal. Es casi seguro que una renta básica revertiría esa tendencia, lo que provocaría mayores ingresos fiscales, reduciendo el costo neto del cambio.
Reivindicación 3: Una Renta Básica aumentaría la inflación impulsada por su coste.
Respuesta:
(i) La mayoría de las respuestas al argumento de los costes también se aplicaran aquí.
(ii) Una renta básica induciría un cambio en la estructura de la demanda hacia bienes producidos en el país, en lugar de productos importados, lo que tendería a elevar el tipo de cambio y detener la inflación.
Reivindicación 4: Un ingreso básico socavaría el «principio de reciprocidad», que afirma que sólo aquellos que hacen una contribución a la sociedad merecen el apoyo de la sociedad
Respuesta:
(i) Este «principio» es arbitrario, pues no se aplique a los ricos ociosos ni a los que han heredado la riqueza, a los que nunca se les requiere para poner algo de su parte en la sociedad
(ii) No hay ninguna razón para suponer que sólo el trabajo remunerado ‘contribuye ‘; otras formas de trabajo no retribuido, como la atención a terceros y el trabajo comunitario, deben contar, incluso si uno pensara que tal principio fuera justificable.
(iii) Es una afirmación paternalista: ¿Quién determina qué cuenta como deberes, y a quiénes se debería tener en cuenta?
Reivindicación 5: Un ingreso básico sería un desincentivo para trabajar, fomentando la ociosidad y la «dependencia».
Respuesta:
(i) La gran mayoría de la gente quiere trabajar y mejorar por sí mismos; es un insulto gratuito pensar que estarían satisfechos con un ingreso básico modesto.
(ii) Una renta básica pondría presión sobre las empresas para hacer más atractivo el empleo, en lugar de basarse en el miedo y en la obligación dea aceptar condiciones de trabajo precarias.
(iii) Facilitará la participación de la fuerza de trabajo por la reducción del costo de la búsqueda de empleo.
Un ejemplo es la experiencia con la bolsa escola brasileña. Las evaluaciones muestran que lo que equivalía a una renta básica para las mujeres con niños pequeños llevó a un aumento de su participación en la fuerza laboral, así como a una reducción en el trabajo infantil y la pobreza femenina.
(iv) Como se ha señalado con respecto a la reclamación de gastos, mediante la reducción de «trampas de pobreza» y «trampas del desempleo», una renta básica podría aumentar la oferta de trabajo legal, que afectaría tanto a los desempleados y como a los marginados de la fuerza laboral.
(v) En los EE. UU. , hace unos años se introdujo un impuesto negativo (NIT) experimentalmente en comunidades piloto. Antes de que las pruebas piloto se pudieron evaluar, perjuicios políticos intervinieron pronto para acabar con ellas, lo que refleja la existencia de efectos aparentemente liberadores de la política entre los pobres, cosa que disgustaba a ciertos grupos conservadores (11). Pero la muerte política de los experimentos no se produjo antes de que una gran cantidad de datos fueran recogidos sobre los efectos de la NIT en los trabajadores y sus familias. Fue una pena que los sindicatos no estuvieran suficientemente interesados en movilizarse en defensa de los experimentos, lo que posiblemente reflejaba su miedo al potencial liberador que a los trabajadores da la libertad económica real. De todos modos, los datos fueron posteriormente objeto de un extraordinario número de evaluaciones independientes. Los resultados mostraron que los cínicos estaban equivocados. Una revisión de 345 estudios encontró que no hubo un efecto global significativo en la oferta de trabajo en un sentido u otro (12).
(vi) Debido a que el efecto en los grupos de ingresos más altos puede a lo sumo significar una pequeña disminución en las horas remuneradas trabajadas, la medida podría realmente inducir alguna repartición del trabajo, en beneficio de los trabajadores y del mercado laboral.
Reivindicación 6: Una renta básica daría lugar a salarios más bajos, porque los empleadores podrían pensar que pueden pagar menos
Respuesta:
(i) Los salarios están determinados principalmente por la capacidad de negociación, y si una persona no está segura en su posición, sus salarios tenderán a actualizarse dramáticamente hacia abajo. Una renta básica mejora, como mínimo, la sensación de seguridad de una persona, y así fortalece su posición de negociación (resulta empoderada). Por otra parte, hablar de «salarios de eficiencia» significa que si un empleador paga salarios inferiores al nivel normal, los trabajadores ajustarán en consecuencia su esfuerzo y compromiso.
No hay ninguna razón para suponer que la renta básica tenga ningún efecto negativo en los salarios; por el contrario, y sobre todo en el extremo inferior del mercado de trabajo, podría ayudar a elevarlos.
Alegación 7: Una renta básica podría reducir la presión sobre los gobiernos para crear puestos de trabajo
Respuesta:
(i) ¡En la mayoría de los países, no existe hoy mucha presión! (ii) Los trabajos deben ser generados por la existencia de una demanda adecuada para esos trabajos y por la capacidad de la gente corriente para demandar bienes y servicios que generan oportunidades de obtener ingresos. Los empleos creados por sí mismos [Nota del traductor: de alguna manera la “keynessiana” fórmula de pagar por hacer agujeros y seguidamente volver a pagar para volveros a tapar] son artificiales, degradantes, por lo general son no sostenibles y a menudo propensos a inducir a la ineficiencia y «efectos de sustitución” (desplazando otros planes de empleo para parados).
Alegación 8: El pago de una renta básica supondría un inútil proceso iterativo: primero pagar a todo el mundo y luego exigir de nuevo a los contribuyentes que te devuelvan lo pagado a través de impuestos [Nota del traductor: es un libérrima traducción de: “Paying a basic income would involve useless income ‘churning’, paying out to everybody and then clawing it back from tax payers. ”].
Respuesta:
(i) Siempre existirá algún dinero de ida y vuelta, pero esta supuesta pequeña ineficiencia simplifica el proceso y lo hace más transparente y equitativo. Actualmente, ya se da la iteración en la «imposición sobre los beneficios de la clase media», y se hace porque esa “ida y vuelta (impuestos por servicios)” es más eficiente para operar los complejos esquemas que caracterizan a los sistemas de seguridad social.
(ii) La creciente integración de los sistemas fiscales y de prestaciones es una tendencia mundial, incluso en muchos países en desarrollo, por lo que los argumentos de su supuesta ineficiencia son cada vez más irrelevantes.
Reivindicación 9: El nivel de un ingreso básico sería no podría estar determinado de una vez por todas, y por ello sería políticamente manipulable, por ejemplo elevándolo justo antes de unas elecciones
Respuesta:
(i) Se trata de una cuestión de gobernanza que podría ser resuelto a través de la creación de una autoridad independiente, por lo que el nivel de la RB sería independiente del gobierno, como en estos días es la política monetaria. O podría estar vinculado automáticamente a los movimientos en la renta nacional o al promedio de los ingresos, como es el caso de muchos sistemas públicos de pensiones.
En suma, y con sólo que se desee hacerlo, las reclamaciones formuladas contra un proceso que permita avanzar hacia una renta básica pueden ser respondidas. Lo que es importante es que se debe evitar la reacción hostil basada en prejuicios, a la par que debemos pensar qué clase de «trabajo decente» debe basar la sociedad que queremos fomentar en los próximos años.
Los «pros»

Existen varias ventajas en la renta básica que los sindicalistas y los progresistas podrían seguramente desea promover. Vamos a relacionarlas, sin que el orden de aparición lleve implícito la importancia de las mismas.
Una renta básica sería una medida socialmente justa, y daría contenido a la Declaración de la ONU de los Derechos Humanos, en especial el artículo 23. Dotaría de sustancia a ese principio igualitario mencionado al principio, dando una seguridad económica básica para la igualdad. También corresponde a lo que hemos visto ser el sentimiento con más amplio apoyo entre las personas de todos los niveles de condición social, que todo el mundo debería recibir unos ingresos adecuados que les permitan sobrevivir (13). Una renta básica apela al sentido de justicia de las personas.
Al proporcionar una seguridad básica, también tiende a reforzar el sentido de solidaridad social.
La necesidad de reforzar la solidaridad no puede dejar de enfatizarse en este momento histórico.
Podría decirse que nunca hemos estado más amenazados o hemos sido más frágiles. Y a menos que podamos desarrollar los medios para fortalecer las diversas formas de solidaridad social, todos los órganos colectivos, incluidos los sindicatos, tendrán una mayor dificultad para convocar y atraer a miembros potenciales.
Se realizó una serie de experimentos psicológicos en Canadá, EE. UU. y Polonia, en la que se pidió a la gente elegir qué principio de justicia les haría sentirse más favorecidos. Una gran mayoría eligió una renta básica como forma de asegurar una “mínima base” social [Nota del traductor, libre traducción de “the floor constraint”]. Y esta mayoría creció cuando deliberaron sobre las opciones, lo que nos permite destacar la importancia de la «democracia deliberativa» (14).
Una renta básica también aumentaría la libertad real. En la verdadera tradición republicana, a la que la mayoría de los igualitaristas (y, por lo tanto, sindicalistas) pertenecen, la libertad no es posible sin la independencia de los individuos. Fue precisamente por fortalecer los derechos individuales la razón por la que Thomas Paine la apoyó. Lo que debería ser entendido por todos aquellos de la “Tercera Vía” es que la verdadera libertad es la única forma viable y equitativa de inducir un comportamiento socialmente responsable.
Una renta básica también sería una política muy adecuada para responder tanto a una de las mayores crisis de la era de la globalización y como a la redistribución de esos activos clave identificados en la introducción. Se animaría a las personas a obtener un mayor control personal sobre cómo utilizan su tiempo (15). Cualquiera que se coloca a sí mismo en ‘la izquierda’ debe estar dispuesto a políticas para que los pobres y los vulnerables ganen más control sobre los activos clave de la sociedad, y el tiempo es uno de ellos.
Por la misma razón, la concesión de una renta básica ayudaría a legitimar las formas de trabajo que no sean asalariadas, como el trabajo de cuidado y el trabajo comunitario. Esto es particularmente importante si queremos vivir en sociedades en las que cada vez más y más personas puedan ser trabajadores en el sentido más rico de ese término, combinando una variedad de tipos de empleo en diferentes estatus de trabajo (asalariado, no asalariado…).
Del mismo modo, facilitaría las formas más deseables de la flexibilidad del mercado laboral.
Una forma sería permitir emplear con baja remuneración a los hoy marginados de la fuerza de trabajo por su baja productividad. También significaría, como se ha señalado anteriormente, alentar a los empresarios a hacer los puestos de trabajo más atractivos, ya que los trabajadores podrían negociar con mayor fuerza (mayor empoderamiento) las condiciones de trabajo y retribución.
Hay otras dos ventajas que se pueden obtener de una renta básica. En realidad, podría impulsar el crecimiento económico, al cambiar la estructura de la demanda de manera que se aumentaría el gasto en bienes y servicios locales y, en las zonas de bajos ingresos, mediante la mejora de la salud, la nutrición y la moral de los trabajadores, resultaría en una mejora de la productividad. Y ahorraría costos administrativos, ya que sería un sistema fácil de gestionar y operar, con menos de formularios a cumplimentar, sin juicios discrecionales que deben tomar los burócratas locales, sin los consecuentes procesos de apelación y con una mayor individualización de las transferencias que reducirían la complejidad del sistema de beneficio fiscal.
Estas dos últimas consideraciones pueden entenderse de menor importancia en una estrategia global. Los puntos clave son que aumentaría la libertad real, igualaría la seguridad básica y facilitaría un modelo más flexible del trabajo. Hasta ahora, he hecho hincapié en el atractivo más amplio de avanzar hacia la seguridad derivada de la renta básica como un derecho. Por otra parte, el vínculo con el gran reto del desempleo es fundamental. La imagen de desempleo sigue siendo la que cristalizó en la Gran Depresión, los hombres despedidos caminando por las calles con tristeza, humillados y desesperados. Cosa que sucede todavía en casi todas partes. Pero la imagen se ha mezclado con muchos otras, que van desde la falsa imagen de unos adolescentes acostados en la cama escuchando música para «amas de casa» sin querer realmente un trabajo a tiempo completo, a la no menos falsa imagen de que los desempleados son alcohólicos y «vagos» socialmente enfermos que aunque no quieran son «empleables». Todas estas imágenes han sido utilizadas por ciertos políticos y comentaristas para menospreciar el desempleo y para justificar la transformación de la política social en acciones cada vez más paternalistas y enjuiciadoras de la persona y no del sistema.
Los sistemas de prestaciones de desempleo están siendo cercenados (16). En su lugar, las políticas de ‘workfaretype’ (políticas de prestaciones sociales condicionadas a encontrar trabajo) han proliferado. Muchas formas de inequidad han venido con ellas.
Las trampas de desempleo siempre han estado omnipresentes, y muchas personas han aceptado puestos de trabajo temporales a pesar de su interés a por trabajar de forma indefinida. Por supuesto, muchos funcionarios locales hacen un buen trabajo, muchos pueden tener presente en su pensamiento los intereses de sus desempleados «clientes». Pero mientras las políticas sean coercitivas o punitivas -perderás los beneficios si no haces lo que te decimos- son -o deberían ser vistas- como una limitación de la libertad del individuo.
Tener políticas para ayudar a los desempleados obviamente es deseable. Pero las políticas deben ser auténticamente voluntarias y no ser paternalistas o punitivas. Tener una renta básica como un derecho, no sería “abolir el desempleo” o descuidar la necesidad de políticas para la reducción del desempleo. Pero sería de gran ayuda para mejorar y racionalizar la búsqueda de empleo, dando a la gente una mayor sensación de dignidad y proporcionándole calma para tomar decisiones racionales de largo plazo para su carrera laboral o personal.
Reflexiones finales

Este podría ser un momento extraordinario para los progresistas del mundo. Hay momentos en que la derrota sucede a la derrota, en que se detiene la marcha hacia adelante o temporalmente se vuelve atrás.
En otros puedes intuir una camino hacia adelante, es cuando aparecen nuevos movimientos, el miedo cambia de bando, los ricos y los poderosos ceden concesiones y algo así como la visión de una utopía entusiasma a los progresistas de casi todas partes.
Algunas épocas son como esa misteriosa tranquilidad que ves en el mar cuando la marea está a punto de cambiar. La fuerza de la marea de algún un modo ha llegado a su fin, pero el reflujo todavía tiene que recuperar su propia fuerza. El pescador astuto sabe que es ahora cuando los peces empiezan a picar.
Nos encontramos en un momento así. Los progresistas avanzaron, intelectual y políticamente, entre finales de 1940 y principios de 1970. La década de 1970 fue un período de calma, en el que las ideas reaccionarias cristalizaron en una estrategia coherente. El período entre aproximadamente 1980 y finales del siglo 20 fue una de retirada progresivo de las políticas progresistas, cuando el thatcherismo y el reaganismo marcó el comienzo de un período dominado por el «neo-liberalismo», «el consenso de Washington » y la «economía de la oferta” [‘supply side economics’].
Finalmente los socialdemócratas respondieron, pero lo hicieron de una manera tibia, a la defensiva, característicamente llamando a su modesta agenda ‘ la tercera vía ‘, lo que generó la respuesta del ‘conservadurismo compasivo’.
La marea anti-progresista siguió su curso. Pueden ganar elecciones, y la marea seguirá empujando más. Sin embargo, las inseguridades y desigualdades se han convertido en algo repugnante y corrosivo, fomentando la inestabilidad y las reacciones sociales que amenazan el crecimiento económico y el desarrollo humano. Intelectualmente, la voz progresista se está convirtiendo en más fuerte, porque los que quieren hablar ya no tienen miedo de ser barridos. La timidez en que se basaron los remiendos y los eufemismos de los socialdemócratas en la década de 1990 es hoy insuficiente para los desafíos de la época.
El período de calma entre las mareas aún está aquí. Sin embargo, tenemos una gran oportunidad para desarrollar una nueva visión progresista, si tenemos el valor de asumirla y de tener una mente abierta. Abierta incluso para opiniones que durante mucho tiempo han parecido ser sólo parte de una retórica progresista. En particular, y por el futuro de los sindicatos, tenemos que repensar qué trabajo que queremos promover y qué tipo de seguridad fomentará este trabajo. Para ello, debemos pensar con radicalidad. Este es un momento histórico, que sólo aparece cada pocas décadas. Existe el riesgo de que se pierda esta oportunidades para el pensamiento progresista. Pero no tengo dudas de que estamos a punto de ver un nuevo tirón hacia adelante. Una renta básica debe ser parte de eso.
Guy Standing
Director Socioeconómico Programa de Seguridad de la OIT. Este artículo está escrito a título personal.
Todas las opiniones son las del autor y no deben atribuirse a la OIT.
Notas
1 William Shakespeare, Julio César, IV, iii, L.11 – 12.
2 Para una evaluación completa, consulte la OIT de 2004.
3 Para argumentos, consulte Permanente 2002, en particular los capítulos 6 y 8.
4 Véase Standing 2002 y 2004a.
5 Véase Arendt 1957.
6 Recuerdo un asesor diciendo en un «retiro», «Si no se ajustan a un comportamiento socialmente responsable, se les deben negar los beneficios y el acceso a los servicios públicos.» Sólo queda un pequeño paso para añadir «e incluso la ciudadanía».
7 Véase Atkinson 2004.
8 También he propuesto el término de Subvención de Solidaridad para enfatizar el contexto post-apartheid. Para una revisión de los costes y beneficios, véase Standing y Samson 2003 En África del Sur, además de los sindicatos, una amplia coalición de grupos están haciendo campaña para una renta básica, incluidos grupos de mujeres, iglesias, representantes de las personas con discapacidad y miembros de varios partidos políticos.
9 Véase Hirschman 1991.
10 Véase Bugra y Keyder 2004.
11 Una reacción similar se ha fijado con respecto al Fondo Permanente de Alaska Los republicanos se han coaligado para eliminarlo y convertir los activos financieros en fondos de unas pocas corporaciones favorecidas, a pesar de que el Fondo ha demostrado ser muy popular entre los residentes de Alaska y a pesar de su éxito durante más de una década (Goldsmith 2004).
12 Véase Widerquist 2004.
13 Así se desprende de nuestras Encuestas sobre la Seguridad de la Gente, hasta ahora llevadas a cabo en 15 países, que han conllevado entrevistas con cerca de 48.000 adultos (OIT 2004, capítulo 12).
14 Véase Frohlich y Oppenheimer 1992. Véase también los resultados del Proyecto Internacional de Justicia Social, recogido en el capítulo 12 del informe de la OIT de 2004,.
15 Esto se explica en otro lugar (véase Standing 2004b).
16 Para más información de este tendencia internacional, véase OIT de 2004, especialmente el capítulo 3.
References
Arendt, H. (1957) The Human Condition, Chicago: University of Chicago Press.
Atkinson, A. (2004) ‘How basic income is moving up the policy agenda: News from the future’, in G. Standing (ed.) (2004a), 41-52.
Bugra, A. and C. Keyder (2004) ‘Arguing for basic income in Turkey: Main challenges’, paper presented at Tenth BIEN Congress, Barcelona, 19-21 September, 2004.
Frohlich, N. and J. Oppenheimer (1992) Choosing Justice: An Experimental Approach to Ethical Theory, Berkeley: University of California Press.
Goldsmith, S. (2004) ‘The Alaska Permanent Fund Dividend: An experiment in wealth distribution’, in G. Standing (ed.) (2004a), 549-562.
Hirschman, A. (1991) The Rhetoric of Reaction: Perversity, Futility, Jeopardy, Cambridge, Mass.: Harvard University Press.
ILO (2004) Socio-Economic Security Programme, Economic Security for a Better World, Geneva: ILO.
Standing, G. (2002) Beyond the New Paternalism: Basic Security as Equality, London: Verso.
Standing, G. (ed.) (2004a) Promoting Income Security as a Right: Europe and North America, London: Anthem Press.
Standing, G. (2004b) ‘About time: Basic income security as a right’, in G. Standing (ed.) (2004a), 1-40.
Standing, G. and M. Samson (eds.) (2003) A Basic Income Grant for South Africa, Cape Town: University of Cape Town Press.
Widerquist, W. (2004) ‘A failure to communicate: The labour market findings of the negative income tax experiments and their effects on policy and public opinion’, in G. Standing (ed.) 2004a, 497-538.


[i] [Nota del traductor: todo lo que está entre corchetes, o bien es una ampliación, o bien es un comentario o bien es el término directamente en inglés ante la duda de cómo realizar una correcta traducción]

El capital 2.0: La desigualdad, al centro del debate

Article publicat a  El País

Piketty prevé la vuelta de los ‘rentistas’ de Balzac o Austen en el futuro y una desigualdad creciente

 
En las últimas décadas, ningún libro “serio” de economía ha disfrutado del enorme impacto que está teniendo el reciente libro del economista francés Thomas Piketty Le capital au XXIe siècle. Su publicación en inglés en Estados Unidos ha puesto a un libro denso, de alto contenido teórico y con nada menos que 600 páginas en el número uno de ventas en Amazon, y ha convertido a su autor en una “estrella de rock”, de acuerdo con The New York Times.
Hasta este libro, el economista francés Thomas Piketty era conocido por su investigación sobre la desigualdad salarial realizada con el también economista francés Emanuel Saez. Su trabajo ha mostrado hasta qué punto, en Estados Unidos, los frutos del crecimiento se concentraban en el 1% más rico de la población.
Pues bien, en Capital en el siglo XXI, Piketty extiende el análisis a la desigualdad de la riqueza. Para hacerlo, ha llevado a cabo, con un amplio equipo de colaboradores, un profundo trabajo de archivo que incluye todos los datos existentes sobre todas las formas de riqueza desde hace tres siglos en países que van desde Inglaterra o Francia hasta EE UU.
Su análisis le lleva a una conclusión pesimista sobre el futuro del capitalismo: veremos un futuro con crecimiento reducido, dominado por una clase de “rentistas” hereditarios, como los que figuran en las novelas de Honoré de Balzac o Jane Austen, y con niveles de desigualdad de riqueza e ingresos crecientes. Veamos por qué.
El argumento parte de una observación conocida desde el trabajo de Solow: la relación entre riqueza de los países y la renta que generan cada año es estable en el largo plazo, y está determinada por la relación entre su tasa de ahorro y su tasa de crecimiento económico. Por ejemplo, en una economía donde la tasa de ahorro es el 10% anual y el crecimiento es del 2%, la riqueza será cinco veces la renta generada. Si, por ejemplo, la renta anual es 100 y la riqueza 500, al año siguiente la renta será 102 y la riqueza será 510, y el coeficiente continúa en cinco. Si el crecimiento económico baja (como él prevé) al 1,5% y la tasa de ahorro continúa en el 10%, la riqueza será en el largo plazo siete veces la renta.
Y esto ¿por qué importa? Porque supone que la parte del pastel que va a los ricos crece. La razón es que los rendimientos del capital históricamente han sido, de acuerdo con los cálculos de Piketty, bastante estables, alrededor de un 5% anual. Por ejemplo, una casa de medio millón de euros genera en media en el largo plazo un alquiler de 25.000 al año, o unos 2.000 euros al mes.
Pues bien, si el capital crece con respecto a la renta y el rendimiento del capital es constante, entonces la parte de la tarta que va a las rentas del capital aumentará. Por ejemplo, si la riqueza es cinco veces la renta y el rendimiento el 5%, el 25% de la renta (cinco por 5%) va al capital y el 75% al trabajo. Pero si sube a siete veces la renta, entonces el 35% va al capital y el 65% al trabajo. Mientras el rendimiento del capital sea mayor que el crecimiento económico, la parte del pastel que va a los ricos aumentará. Piketty sugiere que “lo natural” en el capitalismo es volver a la economía de los herederos y los rentistas, de los grandes patrimonios, que podíamos ver en las novelas de Jane Austen y de Balzac.
Si esta tendencia a la concentración de riqueza es, como sugiere Piketty, una ley de hierro del capitalismo, ¿por qué hemos tenido unas décadas en las que el crecimiento ha beneficiado a todos? ¿Por qué no vivimos en el mundo de Balzac ya? La respuesta de Piketty, expresada en una preciosa serie de gráficos elaborados con datos originales, es que las guerras mundiales y la inflación, seguidas por años de elevado crecimiento económico, destruyeron una enorme proporción de la riqueza existente e igualaron radicalmente nuestras sociedades. Ahora que estamos en un largo periodo de paz, con tasas de crecimiento reducidas, la tendencia a la concentración de riqueza vuelve a imponerse y volvemos a los niveles del siglo XIX.
La incertidumbre clave en el análisis (y su salto al vacío clave) es si será cierto que permanentemente tendremos tasas de retorno del capital mayor que la tasa de crecimiento económico como (según él documenta) ha solido suceder en el pasado. Nada requiere que esto sea así. A medida que el capital crece, los rendimientos decrecientes habituales en la economía deberían llevar a que también la tasa de rendimiento del capital caiga, reduciendo los ingresos de los rentistas. O si, al contrario, el capital sigue siendo tan productivo, ¿por qué debería bajar el crecimiento?
La solución propuesta por Piketty es un impuesto global a la riqueza no sobre los ingresos, sino sobre la riqueza. Piketty propone que por encima de un millón de euros, el impuesto sea del 1% de la riqueza, y por encima de cinco millones, el 2%. La razón por la que debe ser global es clara: los ricos no encontrarán así formas de evadir el impuesto.
¿Cuál es la relevancia de este análisis para la España actual? En términos de ingresos, la propia investigación de Piketty (resumida en un artículo con sus coatures del verano de 2013 en el Journal of Economic Perspectives) muestra que la concentración en el 1% no ha sucedido en España. Tras una fuerte caída de la desigualdad tras la Guerra Civil, el 1% ganaba la misma proporción de la renta en 2011 que en 1960. ¿Y en términos de riqueza? De nuevo, un trabajo de investigación de los coautores de Piketty en el citado diario muestra que el 1% no ha incrementado sustancialmente su participación en la riqueza del país.
Pero esto es lo que ha sucedido hasta la crisis. Tras la crisis sí se han producido muchas de las cosas que, en un plazo más largo, preocupan a Piketty. En primer lugar, la parte de la renta que fluye a las rentas del capital, que históricamente se llevaban algo más de un tercio de la tarta total, ha subido en ocho puntos porcentuales estos años de crisis, debido a que los beneficios han subido en un cuarto a la vez que los salarios caían. En segundo lugar, como notaba recientemente Samuel Bentolila en el blog Nada es gratis, se produce un fuerte aumento del número de hogares por debajo del 60% de la renta media.
¿Por qué es preocupante la creciente concentración de riqueza? Para mí, la consecuencia más preocupante que observamos es la desvirtuación de la democracia: que los ricos “compren los Gobiernos” para asegurarse la preservación de su riqueza, permitiendo agujeros y exenciones fiscales e incluso la eliminación de los impuestos que amenazan la acumulación del capital (el impuesto de sucesiones). La democracia requiere una ciudadanía informada y que pueda participar y un mínimo de igualdad. Trabajar en esa dirección no requiere solo, como quiere Piketty, cambios fiscales, sino, de forma mucho más importante y prioritaria, requiere cambios institucionales que aseguren la participación ciudadana y una ciudadanía mucho mejor formada.
Luis Garicano es catedrático de Economía y Estrategia en la London School of Economics y autor del libro El dilema de España: ser más productivos para vivir mejor.

El desafío de la desigualdad

Article publicat a  El País 

Piketty aviva el debate sobre los privilegios de las élites políticas y económicas

La desigualdad arbitraria pone en cuestión los fundamentos de la democracia. Tal es la piedra angular de la colosal obra de Thomas Piketty, Le capital au XXIe siècle. Desde su publicación por Seuil en el otoño, el libro del economista francés ha suscitado un extraordinario debate a ambos lados del Atlántico, que sin duda se avivará con la aparición de la versión inglesa esta primavera. Pero antes incluso de que la edición de Harvard University Press vea la luz, los más influyentes medios anglosajones (The New York Times, The Wall Street Journal, The Guardian, The Economist o The New Yorker) se han ocupado in extenso de las tesis de Piketty, un investigador de la desigualdad económica de fulgurante carrera académica y estrechos vínculos con el Partido Socialista Francés que en 2012 fue elegido por Foreign Policy entre los Top 100 global thinkerspor sus análisis sobre el reparto de la riqueza, que entre otras cosas dieron pie al lema del movimiento Occupy Wall Street: “Somos el 99%”.
Al realizar comparaciones geográficas e históricas que le permitan entender la distribución espacial de la desigualdad y su evolución en el tiempo, Piketty usa en efecto a menudo el corte estadístico del 1% para estimar los porcentajes de la renta y la riqueza que en cada país y periodo controla este segmento de la población, y sus conclusiones son demoledoras. Intentando superar prejuicios ideológicos o especulaciones teóricas, sus series de datos —que en ocasiones se remontan hasta el siglo XVIII— describen un capitalismo esencialmente patrimonial: donde el crecimiento, la competencia y el progreso técnico no provocan espontáneamente la nivelación económica; donde el reparto de la riqueza está basado sobre todo en relaciones políticas de fuerza; y donde la herencia, soporte esencial del privilegio, no está lejos de alcanzar en nuestro tiempo la importancia que tuvo hace dos siglos.
Resultado de 15 años de investigación —en la que han colaborado otros economistas, entre ellos Emmanuel Saez y Anthony Atkinson—, la obra magna de Piketty describe en lenguaje llano la dinámica de la relación entre el capital y las rentas, tanto en la vieja Europa como en el Nuevo Mundo; analiza detalladamente la estructura de las desigualdades en los ingresos y en el patrimonio; y propone finalmente mecanismos fiscales —de forma señalada un impuesto global sobre el capital— para sostener “el Estado social del siglo XXI”. Evitando tecnicismos económicos (y remitiendo sus fuentes históricas, referencias bibliográficas, métodos estadísticos y modelos matemáticos a un anejo en Internet), las casi 1.000 páginas del libro recorren desde una óptica política e histórica cuestiones esenciales de nuestra época, extendiéndose incluso a temas más periféricos a su relato como la deuda pública, el cambio climático o la construcción europea.

Sus series de datos describen un capitalismo patrimonial

Aunque sus propuestas fiscales hayan resultado polémicas, y aunque su estimación de las desigualdades entre las clases sociales no tenga en cuenta la creciente nivelación económica entre los diferentes países, es difícil soslayar su tesis esencial, argumentada con una impresionante artillería de datos estadísticos e históricos, y que puede recogerse con sus propias palabras: “El capitalismo produce mecánicamente desigualdades insostenibles y arbitrarias, poniendo radicalmente en cuestión los valores meritocráticos en que se basan las sociedades democráticas». La reducción de las desigualdades en los países desarrollados desde principios del siglo XX hasta los años sesenta fue producto de las guerras y las políticas públicas generadas por su impacto, al igual que el incremento de la desigualdad desde los años setenta-ochenta debe mucho a los retrocesos políticos en materia fiscal y financiera, porque no existe —asegura— ningún mecanismo nivelador natural o espontáneo.
Meticulosa y elocuentemente, Piketty socava dos creencias optimistas aún compartidas por muchos: que la racionalidad técnica ha hecho triunfar al capital humano sobre el capital financiero e inmobiliario; y que la prolongación de la vida ha reemplazado la guerra de clases por la guerra de edades. Ambas creencias las juzga ilusorias, en línea con su estimación de la importancia crítica del capital no humano y del protagonismo de este en la determinación de la desigualdad en cada grupo de edad. En el siglo XIX, Marx teorizó la tendencia testaruda del capital a acumularse inapelablemente cada vez en menos manos; a mediados del XX, y bajo la influencia de los procesos igualitarios entonces en marcha, Simon Kuznets pronosticó la reducción progresiva de las desigualdades por el efecto combinado del crecimiento económico y la competencia. Piketty, que ha extendido los gráficos de Kuznets hasta nuestros días constatando la reversión de las tendencias igualitarias durante las últimas décadas, se aleja tanto de la acumulación infinita y divergencia perpetua implícitas en la visión apocalíptica de Marx —pese al homenaje que le rinde en el título— como de los que llama “cuentos de hadas” subyacentes a la mítica curva de Kuznets, que al cabo puede entenderse como un producto ideológico de la guerra fría.

El economista francés propugna una vigorosa regulación pública

Para Piketty, que reclama una economía política e histórica capaz de superar “la pasión infantil por las matemáticas” de esta disciplina (una pasión a la que sucumbió él mismo con una tesis doctoral de esta naturaleza, que le llevó a ser contratado como profesor por el MIT a los 22 años), las economías de mercado contienen en su seno fuerzas de convergencia ligadas a la difusión del conocimiento, pero también poderosas fuerzas de divergencia que suponen una amenaza para las sociedades democráticas. La más importante de ellas, que abrevia con la fórmula r >g, es el mantenimiento durante largos periodos del rendimiento del capital muy por encima de las tasas de crecimiento, lo que convierte a los empresarios en rentistas y exacerba las desigualdades, con el resultado de que “el pasado devora el porvenir”.
Muchos juzgarán este libro, que frente a la ortodoxia neoliberal propugna un vigoroso papel regulador de las instituciones públicas, como un producto de ese obstinado estatismo francés que acaso está en el origen de las actuales tribulaciones económicas del Hexágono. Pero en su empeño por colocar la desigualdad en el corazón del análisis económico, Le capital au XXIe siècle entra en sintonía con un extenso y difuso movimiento planetario que pone en cuestión los privilegios de las élites políticas y económicas, así como la racionalidad de las estructuras que soportan su dominio y la verosimilitud de los relatos en que se apoya el mantenimiento del statu quo global.
Se esté o no de acuerdo con sus conclusiones, la obra hace visibles las bases económicas de un malestar social y una desafección política que se manifiestan por doquier, y lo hace tras una investigación rigurosa y con una prosa elegante. Léanla.

Luis Fernández-Galiano es arquitecto.