Article publicat a El Economista
- Los hallazgos de 2015 sólo sirven para cubrir la demanda de cuatro meses
- Se han encontrado 12.100 millones de barriles nuevos, casi todo en EEUU
Article publicat a El Economista
Article publicat a El País
Para abundar en el asunto, aportó el dato de que el sector eléctrico es responsable del 30% del total de emisiones mundiales de efecto invernadero, mientras que el transporte, alimentado por petróleo, se queda en el 16%. Y que las subvenciones dadas en España a las renovables han supuesto un coste de 230 millones en la pelea contra el cambio climático mientras que su empresa invierte con una rentabilidad de siete euros por toneladas.
La polémica esta servida. La intervención de Brufau, que era consciente de que la iba a armar, va a marcar un antes y un después. Hasta la fecha, nadie (o al menos nadie de forma tan contundente y públicamente) había cuestionado el coche eléctrico, una de las banderas de la política medioambiental y de la lucha contra el cambio climático frente a los motores de combustión. Es verdad, como precisó el propio Brufau, que no está contra el coche eléctrico. Está en contra del uso de combustibles contaminantes.
Llamó mucho la atención la arremetida contra el sector eléctrico, sobre todo cuando Repsol es propietario del 30% de Gas Natural Fenosa, compañía que cuenta con cuatro centrales térmicas alimentadas con carbón (Meirama, en A Coruña; La Robla y Anllares, en León, y Narcea, en Asturias) que tienen una potencia de 2.065 megavatios (MW) y suponen el 17% del total de la producción de la compañía.
No está muy claro que el discurso del ejecutivo de Mollerussa fuera conocido por los responsables de la firma gasista ni que incluso lo supiera Isidro Fainé, presidente de CaixaBank, propietario del 36% de Gas Natural y del 10% de Repsol. Fainé, que fue reelegido como consejero, es vicepresidente de la petrolera y estaba sentado muy cerca de Brufau, pero no movió ni una ceja al escuchar las palabras de este.
En todo caso, Brufau precisó que el carbón debe ser sustituido por centrales de ciclo combinado, alimentadas por gas natural. De ser sí, y se sustituyese el carbón por el gas, las emisiones se reducirían una tercera parte. Brufau trataba de barrer a favor de Gas Natural, de la que precisamente fue presidente entre 1997 y 2004 y fue artífice de la primera opa lanzada por la empresa para entrar en el sector eléctrico, sobre Iberdrola, que fracasó. Luego vendrías, ya con Salvador Gabarró al frente, la opa sobre Endesa (también fracasada) y la definitiva sobre Fenosa.
Del resto de las grandes compañías eléctricas españolas, Iberdrola apenas tiene centrales de carbón, pero Endesa tiene un parque más amplio que alcanza el 33% de este tipo de energía. De hecho, la entigua empresa pública comenzó su actividad como empresa generadora de electricidad y tenía una gran presencia en centrales térmicas. Fue después cuando se desarrolló en el ciclo completo (generación, distribución y comercialización) cuando amplió su mix entrando en las otras fuentes (hidráulica, nuclear y gas) y más recientemente en renovables, ya bajo la tutela de la italiana Enel.
Aunque el carbón es la quinta parte del mix nacional, en los últimos meses la actividad ha disminuido las horas en funcionamiento en las centrales térmicas en beneficio de la energía renovable, circunstancia esta que ha originado malestar y protestas en la minería nacional. En el consumo eléctrico se da preferencia a la energía procedente de renovables, que incluye la hidráulica, y nuclear, para luego dar paso al denominado hueco térmico, es decir, gas y carbón.
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Al contrario de lo que pasa con la electricidad, casi el 40% del consumo mundial de petróleo no emite CO2, según Brufau. La explicación es que el petróleo se dedica como materia prima en la industria para la fabricación de muchos productos de la vida diaria.
Ante eso, Brufau resaltó que “si no hacemos nada, las emisiones no se incrementará, pero tampoco se reducirían de forma importante”. “Si queremos que no aumente la temperatura en más de dos grados [como se concluyó en la cumbre de París], en 2050 deberíamos haber bajado las emisiones un 50%, es decir, a 450 partículas por millón, que es como en 1975”, recalcó. Eso significa que solo puede crecer en energía un 0,4% anual hasta 2035.
En esas perspectivas, todas las fuentes de energía serán necesarias en el futuro, pero un papel creciente del gas y una paulatina reducción del petróleo, aunque entre ambas aportarán más del 50% de la demanda final. El 50% de la contribución de la eficiencia energética para alcanzar escenarios compatibles con el acuerdo de París.
Ante eso, Repsol se declara comprometida con esos objetivos energéticos y medioambientales del siglo XXI. Hay cuatro retos que no se pueden abandonar, según Brufau: seguridad de suministro, la energía debe ser competitiva, sostenibilidad del planeta y accesibilidad y universalidad (todo el mundo tiene derecho a tener energía).
El presidente de la petrolera, que no hizo ninguna mención a la situación política del país ni al proceso electoral, comenzó su discurso subrayando la volatilidad de los precios que ha caracterizado el sector en los últimos años, con una caída prolongada de los precios del crudo y del gas por dos causas: la crisis mundial y la sobreproducción porque la OPEP ha dejado de actuar como un cartel. No obstante, observa una paulatina recuperación en 2016, gracias a una evolución favorable del tipo de cambio por la fortaleza del dólar y un panorama también a favor para el downstream.
Para Brufau “lo mejor es que la OPEP desaparezca como cartel y que en el sector se juegue a la oferta y la demanda y no esté sometido a lo que dicen unos señores”. Según el presidente de Repsol ese es uno de los paradigmas que han cambiado en el sector. Además del cambio que ha experimentado la organización de productores de petróleo que durante años ha dominado el mercado, según Brufau el horizonte de escasez es más lejano, las grandes fluctuaciones en el precio del crudo ya no son tantas y ha cambiado la geopolítica tanto en el flujo de transporte como en el dinero.
En ese entorno mundial se espera que continuará creciendo la demanda de energía en todos los escenarios. En 2015 se produjo un desajuste de casi dos millones de barriles diarios entre oferta y demanda (96,5 millones de oferta por 94,7 de demanda), quedando la producción OPEP determinada por los incrementos en Irak y Arabia Saudí. Para 2016 se espera la estabilización de la oferta y el crecimiento de la demanda, dejando la diferencia en 600.000 barriles más de oferta. También se prevé una recuperación de los precios desde finales de este año.
La junta aprobó las cuentas del ejercicio, en las que la empresa perdió 1.227 millones tras realizar unas fuertes provisiones de 2.628 millones. El resultado neto ajustado, antes de provisiones, se situó en 1.860 millones. El dividendo del año asciende a 80 céntimos, 20 menos que el año anterior. Para la empresa, 2015 marca la transformación del grupo, centrada en el cierre de la compra de Talismán y la puesta en marcha de un plan estratégico hasta 2020 en los que prevé el ahorro de 2.100 millones (de los que ya ha realizado la mitad en 2016) y una producción anual de 700.000 barriles diarios.
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El escenario internacional ha cambiado. La sobreoferta que inunda de crudo el mercado mantiene los precios bajos, y las firmas tienen que adecuarse. “Cuando los Estados miembros de la OPEP [el cartel de los países productores] actuaban como swing producers [calibraban la producción para equilibrar el mercado], la prioridad de los inversores en petroleras era vender crudo, y empujaban para que aumentasen las nuevas exploraciones. Pero hoy la OPEP no está dispuesta a contrarrestar el desplome de los precios, por lo que los inversores buscan un estricto control financiero que permita pagar sus dividendos”, explica Henry Tchilinguirian, analista jefe de materias primas del banco BNP Paribas.
La consecuencia directa de este cambio de paradigma ha sido una oleada de recortes. Según Bob Friklund, jefe de estrategia de IHS Energy, “aunque parte de los capitales invertidos hace cinco años están dando sus frutos ahora, el precio bajo no deja alternativas a las petroleras: a lo largo de 2015 las compañías anunciaron la intención de deshacerse de activos por un valor de 23.700 millones de euros”, apunta.
Los datos de otro banco, Morgan Stanley, certifican las consecuencias directas de esos recortes: el año pasado se aprobaron solo seis nuevos proyectos de exploración de nuevos yacimientos.
Según los cálculos de IHS, 2016 podría ser otro año negro en este sentido: para no alterar el equilibrio entre el capital que gastan y los ingresos, las compañías norteamericanas deberían ahorrar 21.000 millones de euros, el 50% de lo que invirtieron el año pasado.
Además, el hecho de que esas compañías hayan conseguido asegurar en 2016 solo el 15% de su producción total las expone aún más a las fluctuaciones del mercado.
Leta Smith, directora de investigación de IHS, añade que los yacimientos de mayor envergadura que se han descubierto en los últimos meses son de gas, pero tampoco representan una solución al problema: “El gas es muy difícil de comercializar y la demanda global es muy débil”, aclara.
Article publicat a El País
por Steven Lee Myers y Clifford Krauss
Teriberka, Rusia. Domingo 13 de Septiembre
THE NEW YORK TIMES INTERNATIONAL WEEKLY
EL ÁRTICO EN proceso de calentamiento ya debería haber transformado a este empobrecido pueblo pesquero del Mar de Barents. El Kremlin gastó miles de millones de dólares para convertirlo en el centro neurálgico norte de Gazprom, su empresa de energía global. Fue el proyecto más ambicioso planeado en el Océano Ártico, pero hoy hay poco más que unas oficinas generales cerradas y un camino sin pavimentar en la costa. “Hay planes”, dijo Viktor A. Turchaninov, alcalde de la localidad, “pero los hechos —las realidades de la vida— sugieren lo contrario”.
El sueño de las riquezas árticas, posibles gracias al rápido calentamiento de aguas otrora atrapadas en el hielo, ha estado en el centro de las ambiciones nacionales de Rusia y de las compañías energéticas más grandes del mundo durante más de 10 años. Pero aún cuando Royal Dutch Shell empezó a perforar un pozo exploratorio este verano frente a la costa norte de Alaska, las experiencias de Rusia aquí se han vuelto una historia aleccionadora, una que ilustra los retos que enfrentan quienes imaginan que un Ártico en proceso de cambio producirá petróleo y gas en abundancia. Los cambios tectónicos en la economía energética global, una férrea oposición de los ambientalistas y tremendos obstáculos de logística han moderado el entusiasmo.
Después de años de planeación y retrasos, el proyecto de perforación de Shell en las tormentosas aguas del Mar de Chukotka es ahora observado por la industria, las autoridades, los residentes y los detractores como una prueba determinante de la viabilidad de producción en el Ártico. Shell ya ha gastado 7.000.000.000 de dólares y este verano enfrentó tribulaciones como las que agobiaron a una malograda exploración hace tres años, incluyendo tenaces protestas, clima inclemente y un accidente en julio que hizo un hoyo en uno de sus barcos tras chocar con un banco de arena desconocido en las Isla Aleutianas.
Hace apenas siete años, Shell y otras compañías —ConocoPhillips, Statoil de Noruega, Repsol de España y Eni de Italia— pagaron en conjunto 2.700.000.000 de dólares por arrendamientos de los yacimientos frente a Alaska. El precio del crudo en ese entonces subió a casi 150 dólares el barril, y la acelerada reducción del hielo que alguna vez estranguló al Océano Ártico pareció hacer más fácil la exploración. Entonces cambió el mercado. Hoy, el mundo está inundado de petróleo y gas natural, en gran parte debido a la revolución del shale (esquisto) en Estados Unidos y la llegada de la fracturación hidráulica (fracking).
Arabia Saudita y otras naciones del Golfo Pérsico están produciendo a niveles máximos y las reservas de Irán pronto podrían inundar el mercado. Tan sólo en el último año, el precio del crudo se ha desplomado de más de 90 dólares el barril a menos de 50 dólares. Por todo el Ártico, desde Rusia hasta Noruega y Canadá, los proyectos frente a la costa ya han resultado decepcionantes. Tras perforar ocho pozos exploratorios frente a Groenlandia en 2011 y 2012, Cairn Energy, una compañía escocesa, los abandonó. Chevron pospuso la exploración en aguas canadienses del Mar de Beaufort en diciembre, seguido en junio por un consorcio que incluye a ExxonMobil y BP.
Las sanciones estadounidenses impuestas después de que Rusia anexó Crimea el año pasado obligaron a ExxonMobil a retirarse de una coinversión en el Mar de Kara con el gigante petrolero paraestatal Rosneft, que ha tenido que suspender sus planes de perforación allí mientras busca nuevos socios. Las dificultades para extraer crudo y gas del Ártico son abrumadoras. Los inviernos son largos y oscuros, y los mares árticos, pese a reducciones en la placa de hielo permanente, aún están atascados con icebergs y hielo flotante, mientras que las intensificantes tormentas han amenazado a barcos o plataformas petroleras incluso durante el verano. La tundra pantanosa en la costa complica la construcción de oleoductos e instalaciones de apoyo. “Cuando la gente dice que el Ártico es la siguiente frontera y que hay un gran potencial de recursos, por supuesto que existe el riesgo de que sea una exageración”, dijo Jon Marsh Duesund, de Rystad Energy, consultoría global con sede en Noruega.
Teriberka, un pueblo de mil habitantes en el Mar de Barents, es donde las ambiciones de Gazprom frente a la costa chocaron con la dura realidad del Ártico. Era un próspero pueblo pesquero en la era soviética, con procesadoras de pescado, pero entró en decadencia en los setenta con la llegada de la pesca industrial. La población de 6.000 descendió, los muelles de madera se derrumbaron y los botes pesqueros que alguna vez trajeron bacalao fueron hundidos deliberadamente en la bahía. La villa acogió los planes de Gazprom de aprovechar un enorme yacimiento de gas, llamado el Shtokman, que fue descubierto en 1988 a unos 600 kilómetros frente a la costa. Tras forjar tratos con Total y Statoil, Gazprom inició la construcción del camino en Teriberka, donde esperaba construir terminales para procesar y enviar el gas licuado. Sin embargo, después de años de trabajo, los planes de Rusia para el proyecto se vieron abrumados por enormes retos técnicos, el cambiante mercado energético y finalmente la crisis financiera global de 2008 y 2009. Rusia, como el productor de gas natural más grande del mundo, se encontró batallando para competir frente a suministros alternos a países europeos ansiosos por reducir su dependencia del gobierno de Vladimir V. Putin aun cuando los precios caían significativamente. Statoil se retiró en 2012, dando por perdidos más de 335 millones de dólares en costos. Total renunció a 350 millones de dólares el año pasado y, de acuerdo con reportes noticiosos rusos, devolvió su participación del 25 por ciento del proyecto a Gazprom en junio. Pese a las promesas de Gazprom de reanudar las perforaciones —en 2014, luego en 2016 o 2019— los residentes de Teriberka se han resignado respecto al auge que nunca ocurrió. Los contratistas que llegaron en tropel se han marchado y el enorme terraplén donde Gazprom construyó un camino sin pavimentar termina en un acantilado rocoso. “Construyeron el camino”, señaló Igor V. Abanosimov cuando un vecino lamentó que el proyecto había efectuado pocos cambios. Abanosimov posee una serie de cabañas flotantes que renta, soñando, quizás improbablemente, en desarrollar un club de yates y otras amenidades que podrían atraer a turistas en lugar de compañías de energía. El Ártico, dijo, tiene su propia alma.
Article publicat a El País
Article publicat a El Confidencial
Tres protagonistas. Mariano Marzo, catedrático de Recursos Energéticos de la Universidad de Barcelona; Álvaro Mazarrasa, director general de la Asociación de Operadores Petrolíferos, y José Carlos Díez, economista y profesor de la Universidad de Alcalá. Y un tema en común: el petróleo. Invitados para participar en el Foro ‘El Confidencial’-Banco Sabadell, los tres expertos diseccionaron el mundo del petróleo y la energía desde todas las perspectivas temporales –pasado, presente y futuro– y con un planteamiento de partida muy claro: «El precio del petróleo, ¿oportunidad o incertidumbre?»
La balanza del debate se inclinó por la primera opción, es decir, por la oportunidad, de manera mayoritaria… pero sin perder de vista los desafíos –o incertidumbres– que se derivan de la espectacular bajada que viene protagonizando. No es para menos, puesto que en junio de 2014 el barril Brent, de referencia en Europa, llegó a superar los 115 dólares, y ahora cotiza a 54. Es decir, más de un 50% por debajo. «Para España es una bendición que nos pone viento de cola en el avión», reconoce José Carlos Díez.
Para Mariano Marzo, la fuerte caída del crudo constituye «el fin de un superciclo que se inició con la remontada de 2008″ y que acaba con una situación que no tenía demasiado sentido, porque un petróleo a 105 dólares invita al «nacimiento de nuevas técnicas» y «mata, o al menos ralentiza, el crecimiento económico mundial».
En su opinión, «hay cuatro factores fundamentales, entre los muchos que existen, que explican la caída del crudo». El primero, un exceso de producción sobre la demanda prevista. El segundo, el cambio «clave» en la estrategia de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y de Arabia Saudí. «Un petróleo a 105 dólares está subvencionando a sus competidores, y ha decidido no seguir pagando un precio político por el petróleo porque significa estar cavando su propia fosa». El tercero, «un contexto de abundancia de oferta energética en el que se relativizan los miedos geopolíticos». Y el cuarto, el final de las políticas de estímulo cuantitativo (QE) de la Reserva Federal (Fed) y la apreciación del dólar. «Existe una correlación perfecta desde la finalización del QE y la caída del petróleo», afirma.
«La clave de la caída es Estados Unidos», coincide Álvaro Mazarrasa. Aunque en su caso pone el acento en su política energética y el incremento del crudo no convencional gracias a la técnica del fracking (fractura hidráulica). Esta realidad, combinada con el exceso de oferta que sigue existiendo en el mercado y unos niveles de inventarios y almacenamiento en máximos de los últimos años, le lleva a advertir: «Todos estos elementos pueden provocar un nuevo derrumbe del petróleo, aunque es difícil de pronosticar».
Aunque José Carlos Díez matiza que «la caída de las materias primas es un fenómeno que no sólo afecta al petróleo, sino que es global«, reconoce que en el caso del crudo tiene características propias, entre las que sobresale el cambio de paradigma que está viviendo la industria. «La oferta constituye un componente deflacionista muy fuerte. La revolución de la oferta no ha hecho más que comenzar«, manifiesta. Y añade: «Es brutal lo que se está viendo en Estados Unidos. No me extraña que los árabes estén asustados. Y la tecnología va a ir a más».
Para Mariano Marzo, más que producto de una revolución, el fracking «es consecuencia de un espíritu emprendedor«. Y aunque valora positivamente las implicaciones que tiene y el efecto sobre el precio del petróleo, aconseja huir de la complacencia o la euforia que puede generar el entorno actual para pensar en el largo plazo.
«Con los precios actuales, hay un 30% de la producción mundial de crudo en peligro, porque tiene costes superiores a los 60 dólares. Pero estamos sembrando lo que ocurrirá en el futuro, porque la realidad actual penalizará lo que ocurra. Y lo cierto es que sin el petróleo no convencional –el extraído con nuevas técnicas– no se cubrirá la demanda mundial», subraya. Y continúa: «El petróleo convencional tocó techo en el pasado, en 2008. Su producción no aumenta ni se espera que lo haga. Al contrario, porque cada año cae un 7%, con lo que el petróleo no convencional va a hacer falta, nos guste o no, salvo que caiga la demanda».
Desde estas premisas lanza un mensaje con ribetes de advertencia: «Los bajos precios de hoy darán paso a un rebote sustancial en tres o cuatro años y el inicio de un megaciclo alcista. Los precios actuales no garantizan el suministro a medio y largo plazo, con lo que iremos mal si nos dejamos llevar sólo por el momento actual. Por eso urge la necesidad de tener una política energética, porque el viento de cola se puede volver en contra en cualquier momento«. Siguiendo con este planteamiento, reclama que la energía sea «una prioridad estratégica» y un pacto de Estado para que sea así.
José Carlos Díez coincide con esta necesidad. Exponiendo cómo otros países o regiones del mundo, como EEUU o Asia, se están preparando para los desafíos energéticos, lamenta que en Europa y en España no se esté haciendo lo mismo. «Alguien tiene que poner las largas y pensar en el futuro», reclama.
Con tres expertos dispuestos a exponer su visión sobre el pasado, el presente y el futuro del petróleo, una pregunta obligada no tardó en aparecer: ¿fracking sí o fracking no en España?
Mariano Marzo saltó sobre su asiento para responder con la mayor precisión posible. «Más que un sí o un no, lo que hay que tener en cuenta son tres vectores. El primero, saber si tenemos recursos, cuántos y a qué precio. «Aún estamos en la etapa de investigación, con lo que no sabemos ni cuántos recursos hay ni cuántos se pueden convertir en reservas», precisa. El segundo, conocer qué impacto tiene. «No se trata de hacer una enmienda a la totalidad del fracking, sino de ir caso a caso. No hay motivos para prohibirlo, sino para regularlo, pero siempre caso a caso», aconseja. Y por último, preguntar si la sociedad lo acepta. «O conseguimos la licencia social para operar o realmente el futuro se estará comprometiendo», avisa.
José Carlos Díez coincide en la necesidad de «concienciar» a la sociedad, pero reclama «hacerlo bien», con informes técnicos y científicos que sean mostrados a la sociedad.
Mazarrasa, por su parte, lamenta que, más allá incluso del debate sobre el fracking, Europa esté dando la espalda a la industria. «En Europa no queremos industria ni búsqueda de recursos, y luego acudimos a Estados Unidos para que nos exporte energía», critica.
Los participantes también se ocuparon del impacto que la caída del crudo puede tener en las petroleras. «Estos precios conducen a una reestructuración que necesitaba la industria petrolera», admite Marzo. Prevé que pueden verse fusiones, porque quizá sea más rentable «comprar reservas que buscarlas». Y pone el acento en que el mundo camina hacia un nuevo modelo de empresa energética, y no sólo por las nuevas técnicas en la extracción del petróleo y el gas natural, sino también porque «las renovables han venido para quedarse, son competitivas sin subvención, son eficientes», y esta realidad conduce hacia una síntesis entre las compañías de combustibles fósiles y energía renovable.
Para José Carlos Díez, «en la industria se va a ver bastante sangre», sobre todo en las empresas que se endeudaron para montar unas infraestructuras que ahora habrá que ver si pueden pagar.
Y un último mensaje con el que Marzo explica muy claramente por qué el mundo actual es tan dependiente del crudo: «No estamos enganchados al petróleo porque seamos tontos, sino porque somos muy listos. No hay ningún combustible que tenga la densidad energética del petróleo, con lo que existe una razón física para esa dependencia. Y otra razón es económica. Un barril de petróleo vale ahora 54 dólares y un barril son 160 litros. Dividan 54 entre 160 y verán el coste de un litro de petróleo y es mucho más barato que un litro de una Coca-Cola«.
Publicat a Cinco Dias
Pozos que ralentizan sensiblemente su producción, proyectos de perforación abandonados, desinversión, despidos. El cielo sobre la industria del petróleo, el llamado Big Oil, se ensombrece cada día más por la tormenta provocada por la caída casi en vertical del precio del crudo. En el comienzo de esta guerra de precios desatada por la OPEP, que decidió no recortar la producción pese a la menor demanda –el valor del oro negro se ha reducido a más de la mitad en seis meses, desde el cénit registrado el 19 junio, cuando alcanzó los 115 dólares por barril– la industria no reaccionó. Ahora, con el West Texas y el Brent que se intercambian a niveles de 2009, por debajo de los 50 dólares por barril, resulta imposible no intervenir.
“No eran muchos los que se esperaran estos precios, ni siquiera las empresas”, admitió hace más de una semana el analista de Oriel Securities Dragan Trajkov. “El primer impacto de esta nueva situación se dará en las nuevas inversiones”. Y esto es lo que está pasando.
Shell, la más poderosa petrolera europea, puso el freno en Catar, donde tenía prevista una inversión de 6.500 millones de dólares para la construcción de plantas en colaboración con la productora del Estado árabe. La compañía motivó su decisión con la escasa rentabilidad del proyecto en la actual coyuntura.
Muchos abandonos vienen de los yacimientos estadounidenses en los que se utiliza el fracking, la extracción de crudo y gas a través de la fracturación de la roca con agua, vapor, gas u otras sustancias químicas. Se trata de la misma industria que, según los analistas, contribuyó al boom de la producción del país americano, lo que a su vez mantiene la oferta de petróleo por encima de una demanda en declive, que no basta para agotar rápidamente el excedente.
Total aprovechó el miércoles el Forum Económico Mundial de Davos para hacer un anuncio contundente en este sentido. Junto con un recorte de los gastos en las perforaciones antiguas que posee el mar del Norte, el gigante francés deja de invertir en los pozos de fracturación hidráulica de la costa este de EE UU. Según un portavoz de la compañía, la corrección prevista este año en gasto de capital –un 10% menos con respecto a los 26.000 millones de dólares de 2014– se traducirá en un recorte en personal, de magnitud aún desconocida.
Range Resources, una compañía que opera en la región de Appalachia (este de EE UU), anunció la semana pasada un recorte del 33% en su plan de inversiones, que se queda ahora en 870 millones de dólares. Pero ya el mes pasado, Continental Resources, es decir, el mayor extractor del yacimiento de Bakken, en Dakota del Norte, decidió reducir un 41% sus inversiones en shale plays (proyectos de fracturación hidráulica) para este año, hasta los 2.700 millones de dólares.
En esta misma región, así como en la cuenca de Permian, en Texas, 35 pozos horizontales han registrado, este mes, el mayor descenso semanal de producción en los últimos seis años. Si el precio del barril se estabilizara en los 45 dólares, la producción de los yacimientos de Dakota del Norte disminuiría 100.000 barriles al día, hasta los 1,1 millones al día a principios de julio, según el Departamento estadounidense de recursos mineros, para deslizarse hasta los 1,05 millones a mediados de 2016.
BHP prevé diez perforaciones de esquisto activas menos a mediados de este año, que así pasarán de 26 a 16. Para alcanzar el objetivo, parará su producción en la zona de Permian y en Hawckville (Texas). “Acometeremos más cambios si constatamos que retrasar el desarrollo crea más valor que producir a corto plazo”, afirmó el director del gigante angloaustraliano, Andrew Mackenzie.
Por otro lado, la incertidumbre provocada por el descenso continuado del oro negro pone en entredicho también la perforación en aguas profundas. Así lo reconoció la estadounidense Chevron, que renunció a seguir con los trámites previos a la perforación en el mar de Beaufort, en el Ártico canadiense. Imperial Oil, una petrolera de Exxon, interesada en otro lote del mismo proyecto, dejó claro que las diligencias para llevarlo a cabo continuarían, por su parte. Sin embargo, retrasó el comienzo de las operaciones de al menos un año.
“La exploración del Ártico será esporádica y no se prevén inversiones”, sentenció Erik Holm Reiso, de la consultora Rystad Energy, cuando se supo, la semana pasada, que la noruega Statoil dejó de tener interés en sus tres licencias de perforación en la costa oeste de Groenlandia, sin haber bombeado ni una gota de crudo. “A 50 dólares por barril, sencillamente no tiene sentido”, explicó James Henderson, investigador del Instituto de Estudios Energéticos de Oxford.
Ya a principio de este mes, la compañía estatal había señalado que podría aplazar otro proyecto de perforación en aguas profundas, esta vez en el mar de Barents. De las explotaciones gasistas en la misma porción de océano, y por la misma razón –la falta de rentabilidad– ya se retiró la rusa Gazprom.
La reducción de gastos para hacer frente al descenso de los precios –la consultora Sanford C. Bernstein prevé una disminución del 20% a nivel mundial– acaba así con una cantera de crudo, la que se encontraría por debajo del Ártico, que alcanza casi una cuarta parte de todos los depósitos de petróleo y gas que quedan por descubrir, según el Observatorio geológico de EE UU.
Estas aguas frías e inhóspitas no son las únicas que empiezan a perder atractivo con la drástica reducción de su beneficio potencial. Mientras las autoridades iraníes espantaban un mercado ya aturdido, al prever que el barril bajará hasta los 25 dólares, Shell decidió desprenderse de sus participaciones –un 80%– en las plataformas offshore brasileñas del área de Bijupirá y Salema. HRT, una petrolera con sede en Río de Janeiro, se hará con la parte que la británica tiene en esta perforación, que lleva funcionando desde 2003. La brasileña estatal Petrobras posee el otro 20%.
El desplome del crudo, eso sí, “impulsará el crecimiento mundial durante los próximos dos años gracias a la mayor renta disponible y al ascenso del consumo en los países importadores”, subraya el último informe del Fondo Monetario Internacional. Efectos que, sin embargo, se verán compensados por la caída de la inversión y del crédito en China o el retroceso de la economía rusa, entre otros factores que sitúan la expansión económica mundial para este ejercicio en el 3,5% (tres décimas menos que la previsión de octubre).
La batalla alrededor de los precios de petróleo, de momento, se salda ya con miles de víctimas, los trabajadores de la industria. Este martes, dos proveedores de servicios a yacimientos petroleros, Halliburton y Baker Hughes, dispusieron el despido de 1.000 y 7.000 empleados, lo que equivale al 1,25% y 11,5% de sus plantillas, respectivamente.
“Prevemos unos ajustes en la nómina en línea con los de nuestros competidores”, afirmó el director de operaciones de Halliburton, Dave Lesar, al explicar la decisión, que llegó solo unos días después de que el líder mundial en servicios a petroleras, Schlumberger, recortara unos 9.000 puestos de trabajo, el 7,1% de su plantilla. ¿El motivo? El cierre, en los últimos dos meses, de 250 yacimientos, un 15% de todos los de EE UU, según Lesar.
Al invocar la competitividad como factor necesario del negocio, la británica BP recortó también 300 empleos, y la principal compañía canadiense, Suncor Energy prescindirá de 1.000 trabajadores por efecto de la reducción de las inversiones en nuevos proyectos.
A la espera de que la tempesta cese y vuelva la bonanza, Shell y otras compañías como Vitol o Trafigura, están almacenando el crudo en enormes buques, que, según Reuters, pueden contener hasta unos 15 millones de barriles en total. El periodo de almacenamiento, todo 2015, parece indicar que este año no será nada fácil para el Big Oil.
Post de Ugo Bardi traduit i publicat al bloc La Encrucijada Sistémica
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