Publicat al web de Última Llamada
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Post de Última Llamada Publicat a eldiario.es
(Hoy reproducimos un artículo de Kois —José Luis Fernández Casadevante— aparecido esta semana en el blog Última Llamada de ElDiario.es.)
La casualidad ha unido de forma simbólica en la misma semana el XII Congreso Nacional del Medio Ambiente CONAMA y el I Congreso Internacional de la Economía Solidaria. Dos eventos radicalmente distintos por su vocación, magnitud, forma de organización y financiación, o por las repercusiones mediáticas y los ecos que provocan en la esfera pública. Una coincidencia que nos sirve como excusa para trazar los contornos de distintas formas de aproximarse a la relación entre economía y crisis ecológica, así como los imaginarios alternativos que se apuesta por movilizar para enfrentarla.
CONAMA es el principal foro de nuestra geografía donde convergen todos los enfoques y problemáticas relacionadas con el medio ambiente (energía, cambio climático, agua, biodiversidad, economía, regeneración urbana, desarrollo rural, residuos…). Un macroevento organizado desde 1992 por una Fundación dependiente del Colegio de Físicos, en el que se dan cita todas las sensibilidades ecologistas. Nacido con un perfil académico y pensado originalmente para el encuentro del personal técnico y político de las distintas administraciones públicas implicadas en el sector, con el paso del tiempo el congreso ha ido ganando presencia tanto de empresas como de organizaciones sociales (consumidores, ecologistas, vecinales, etc.).
La organización de CONAMA suele afirmar que son muchos congresos en uno, y esto es cierto por el frenético volumen de actividad, pero también porque los planteamientos de quienes acuden se mueven en planos diferentes de la realidad. En sus salas y pasillos se entrecruzan, muchas veces sin encontrarse, contradictorias visiones sobre la crisis ecológica: la del responsable político que cotidianamente gobierna subordinando la cuestión ambiental, la del técnico municipal que anda batallando para impulsar un plan de movilidad sostenible coherente, la del encargado de responsabilidad social corporativa de las empresas más depredadoras, o la de quien trata de paralizar sus desmanes en las calles o en los juzgados.
Uno de los aspectos más saludable de este tipo de foros es que obligan al ecologismo social a salir de los espacios donde se siente cómodo, para interactuar con desconocidos, debatir con ajenos y confrontar con los contrarios. CONAMA es una suerte de termómetro social en el que ir viendo el grado de compromiso político que se tiene, dónde se sitúan las apuestas por el cambio y cuál es la hegemonía simbólica respecto a la urgencia y gravedad de la crisis ecológica (límites biofísicos en el acceso a recursos y energía, alteraciones en los servicios de los ecosistemas o el cambio climático, por ejemplo). Y lo cierto es que los resultados no son muy esperanzadores porque, entre otras cosas, como decía aquel proverbio árabe, resulta difícil despertar a quien se hace el dormido.
Los motivos éticos, sociales y ambientales para reformular nuestro sistema socioeconómico sobran desde hace décadas, pero no han resultado ser muy convincentes. Así que hemos terminado asumiendo que no estamos ante un problema de falta de información, sino de falta de voluntad por asumir las consecuencias derivadas de los diagnósticos.
En eventos tan amplios y heterogéneos como CONAMA, se habla tanto de los problemas del medio ambiente, que se deja de hablar de sus raíces económicas, difuminando la idea fuerza de la inviabilidad, en términos biofísicos, del actual modelo. Y sin embargo, en congresos como el de Economía Solidaria casi sin hablar de medio ambiente, se esboza más nítidamente la relación entre democratización de la economía y transición hacia sociedades más inclusivas, equitativas, y que puedan ser sustentables ambientalmente.
Este modesto congreso es impulsado por una constelación de entidades, principalmente redes de economía alternativa y empresas del cooperativismo social, que creen que hacen falta menos declaraciones de intenciones y más buenos ejemplos. Un foro donde, entre otras cosas, se abordan los vínculos de la economía solidaria con el feminismo y la ecología, con el consumo, el mundo rural o las administraciones públicas. Un encuentro donde intercambiar conocimientos y tejer complicidades, profundizar alianzas y consensuar estrategias. De modo que el valor de lo hablado no será tanto el de las palabras, sino el de lo que tales palabras hacen, las realidades socioeconómicas que sustentan y que se proyectan en el futuro inmediato.
Estas entidades y empresas funcionan dentro de la economía convencional, pero desconectadas de sus lógicas, valores y prácticas. Viables empresarialmente invierten, sin embargo, conscientemente, las prioridades de la economía convencional: satisfacción de necesidades frente a rendimientos financieros, fuerte territorialización y vinculación con el entorno frente a la amenaza de deslocalización, promoción de procesos de cooperación frente a competencia, priorización de la rentabilidad social frente a la unidimensional tasa de ganancia, apuesta por el empleo y por los grupos sociales más vulnerables frente a aquellas intensivas únicamente en capital.
El movimiento de la economía solidaria no ha parado de crecer lentamente durante los últimos años, especialmente tras la eclosión del 15M, y ha logrado introducirse en sectores estratégicos como el del acceso cooperativo a la banca, los servicios financieros, el de la producción y comercialización de energías renovables, y el de los seguros, alimentación, y vivienda. Su fórmula más acabada es la de los mercados sociales donde, de forma territorial, estas entidades se apoyan mutuamente, así como en consumidores individuales y colectivos, comprometiéndose a invertir, producir y consumir preferencialmente dentro de este circuito comercial alternativo; un circuito que según se expande va siendo capaz de satisfacer de forma creciente el conjunto de nuestras necesidades.
La salida de la crisis ecológica necesita de la articulación de un movimiento social que intervenga directamente en el plano de la economía, y cuyo protagonismo vaya más allá de ofrecer sesudos marcos teóricos para impulsar iniciativas que resulten inspiradoras, nos ilusionen y nos devuelvan la confianza en el cambio. En suma, para demostrar la viabilidad práctica de otras formas de producir y consumir, incorporando criterios sociales y ecológicos como reguladores de la actividad económica.
El movimiento de la economía solidaria debe ser capaz de acumular fuerza y legitimidad suficiente como para reorientar las políticas públicas hacia un verdadero cambio de modelo productivo, que vaya más allá de sustituir la fabricación de ladrillos por ordenadores, para plantearse que la forma en que satisfacemos nuestras necesidades debe ser compatible con nuestro trocito de biosfera (so pena de robar recursos en algún otro lugar del planeta) y con la equidad social (so pena de perpetuar el privilegio de unos grupos sociales sobre otros).
El economista Manfred Max Neef suele afirmar que ante grandes males, son necesarias muchas soluciones pequeñas, coordinadas y coherentes. Siguiendo estas premisas, la existencia de estas prácticas económicas alternativas, por parciales, fragmentarias o inacabadas que puedan resultar, deviene imprescindible en periodos de crisis, pues ponen a disposición de la sociedad nuevas estructuras y patrones de comportamiento (estilos de vida, valores, creencias, deseos o normas sociales). No son autosuficientes para realizar una transición socioeconómica, pero son una palanca desde la que activar los cambios estructurales que necesitamos. Igual que los pequeños habitantes del Lilliput en Los Viajes de Gulliver, con ingenio e ingenuidad, se afanan en contener al gigante para anticipar así los esbozos de una sociedad postcapitalista.
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Post de Pedro Prieto al bloc La última crida
El pasado sábado 4 de octubre hubo una entrevista al líder de la formación Podemos, Pablo Iglesias, seguida un debate con periodistas habitualmente llamados tertulianos, en la cadena de televisión español La Sexta.
Según los baremos, se batieron récords de audiencia y esto eleva el clima de debate político en la España actual.
Como suele ser habitual en estos casos de televisiones comerciales y con afán de lucro, de las cosas que más llamaron la atención al público y a los televidentes, fueron los habituales rifi-rafes sobre el bolivarianismo de Podemos o de Iglesias, de sus connivencias con ETA y si viaja en primera a Bruselas y es casta o si sigue viajando en turista y no lo es.
En el camino, quedaron un par de asuntos que juzgamos importantes y que han pasado inadvertidos para muchos medios, aunque no para todos, afortunadamente.
De entre las cosas que se critican a esta formación y a su líder, es el poco dominio de los asuntos económicos de la nación y su ausencia total de un programa económico “creíble” (aquí cada cual tiene un concepto de “credibilidad” diferente)
Pablo Iglesias y algunas personas más de su formación, suscribieron hacia el verano de 2014, el manifiesto “Ultima Llamada”, que un grupo de hasta 7.000 científicos, académicos, economistas, profesionales de diferentes ramas y activistas también habían suscrito. Se trata de un intento de advertir a los ciudadanos del mundo que lo que estamos presenciando últimamente es más que una crisis económica y de régimen: es una crisis de civilización.
No abundaremos más en el contenido del manifiesto, que está a disposición de los lectores. Sí indicaremos que fue la consecuencia de un debate que había ido dándose entre la postura que inicialmente representaba Florent Marcellesi (Florent Marcellesi. 9 octubre.2013. La crisis económica es también una crisis ecológica) y fue el germen sobre el que se plasmó posteriormente el manifiesto Última llamada, a la que contestó Vicenç Navarro, de forma indirecta y genérica en contra de las tesis decrecentistas, sin mencionar expresamente a este miembro de Equo y candidato a las pasadas elecciones europeas (Vicenç Navarro. 6 Febrero 2014. Público. Los errores de las tesis del decrecimiento económico).
El debate siguió con una serie de artículos y comentarios que fueron saliendo en diversos medios, en una suerte de toma y daca indirecto, en el que se enfrentaban dos posturas diferentes sobre cómo abordar el futuro económico de nuestro país en particular y del planeta en general.
Ponemos aquí los enlaces de los diferentes enfoques de las partes, para que los lectores puedan introducirse en el contexto con la mayor imparcialidad posible.
Así que llegados al verano, este grupo inicial y algunos más, pensaron en que sería bueno hacer una llamada en forma de manifiesto. Para algunos de los promotores iniciales del manifiesto, fue una alegría constatar que también lo habían suscrito algunas de las personas y líderes emergentes de la izquierda, tanto por el lado de Podemos, especialmente con la firma de Pablo Iglesias Turrión como por la parte de Izquierda Unida, con Alberto Garzón o Cayo Lara, aparte de otras muchas personas de la política, de la ciencia o de la economía, al menos de la economía en relación con el mundo físico, con personalidades reconocidas internacionalmente como Joan Martínez Alier, José Manuel Naredo u Óscar Carpintero.
Sin embargo, ha sido una suerte de tristeza comprobar que finalmente el líder de Podemos parece haberse decantado por pedir más la opinión y la asesoría del tándem Vicenç Navarro /Juan Torres, que por incluir también a alguno de los grandes economistas más vinculados con el mundo físico, como los arriba mencionados, compañeros de firma del manifiesto que también suscribió Pablo Iglesias.
Porque el debate, que se ha estado dirimiendo, entre estas dos posiciones, está lejos de haber quedado zanjado.
Por un lado siguen los que abogan, como Navarro o Torres, por salir de la crisis creciendo más económicamente, sin ver límites naturales a este nuevo ciclo expansivo. Esto significa, en nuestra opinión, creer también y a su vez, en que puede seguir aumentando la capacidad transformadora y laminadora de la naturaleza, por mucho que los economistas mencionados consideren que las renovables pueden hacer milagros sustitutivos de las energías fósiles actuales o porque creen que es posible una economía con crecimientos inmateriales que evite los límites físicos de los que hay que disponer para sustentar esto.
Por el otro lado, los firmantes del manifiesto, que entienden que ya estamos desbordando los límites de capacidad de carga y sustentación del planeta y que son tiempo de cambio de paradigma respecto de ese crecimiento.
Ambas partes están, con total seguridad, en la misma trinchera para dotar de programas económicos que den prioridad a personas sobre instituciones y entes privados, que mejoren el reparto de lo que está disponible y disminuyan las crecientes diferencias entre ricos enriqueciéndose y pobres empobreciéndose, en la atención a los excluidos y marginados, antes que a la satisfacción de consumos vacuos o superfluos y desde luego mucho antes de considerar sagrados e intocables por encima de todo lo anterior los retornos onerosos a inversiones realizadas con afán de mucho lucro.
Sin embargo, ambas partes difieren sustancialmente (y esta diferencia no es baladí) sobre lo que va a estar disponible en el futuro y no sólo para la población española en general, situada en promedio unas dos veces por encima de la media mundial en cuanto a bienestar y consumo, sino para toda la Humanidad en un mundo que están necesariamente interconectado y globalizado y dónde nuestra vida y sustento, nuestro confort y bienestar, dependen muy estrechamente de bienes y servicios producidos a lo largo y ancho de este mundo, empezando por los insumos energéticos de combustibles que son finitos por naturaleza.
El pasado día 4 en La Sexta, al anunciar Pablo Iglesias que se iba a asesorar para el programa económico de Podemos en los profesores Navarro y Torres, con todo el respeto que nos merecen, no llegamos a entender las razones de la firma del manifiesto por parte del líder de Podemos.
Lejos de nuestra intención hacer sangre disparando contra Iglesias por esto que entendemos es una suerte de contradicción. No vamos a hurgar en las simplezas en las que se ceban muchos medios sobre el grado de bolivarianismo o de cercanía a ETA que tiene este líder , si maneja el móvil mientras conduce o si viaja a Bruselas en clase preferente o en turista y ya también es casta.
Simplemente queremos hacer notar que nos desorienta que Iglesias haya firmado el Manifiesto por un lado y por el otro haya dejado el programa de Podemos en manos de dos economistas de muy pareja forma de entender la economía y haya ignorado, por el momento, a los que apoyaron el Manifiesto, con otra forma de entender la economía.
Observamos en el programa un cierto guiño al poder del capital, un posible deseo de evitar que ese poder financiero que critica, se encocore demasiado y salga pitando al más mínimo vestigio de que su formación puede llegar al gobierno.
Cosas como admitir (minuto 13 en adelante de la entrevista) que los ricos pueden tener 6 Mercedes o 7 casas “mientras eso no ponga en riesgo” mínimos de dignidad para todos, o decir un poco más adelante, que “en momentos de crisis hay que hacer un llamamiento de patriotismo y decir: a lo mejor los ricos se tienen que ajustar un poquito, un poquito el cinturón” o “hay que decir a los ricos: abróchense el cinturón un poquito” y que los ricos “van a seguir siendo ricos” y “van a poder vivir muy bien” o que “los futbolistas van a poder seguir siendo millonarios, pero van a tener que pagar un poquito más de impuestos (min. 33.40), mientras cierra el índice y el pulgar enseñando la nimiedad del apretón a los ricos, es posiblemente una buena medida electoral para tranquilizar al poder financiero actual, pero es poco realista cuando se analizan los números de la desigualdad y el reparto desigual de cargas y de patrimonios. Lo cierto es que seguramente no podrá ser “un poquito”, sino más bien “un muchito”, aunque decir esto ahora en cualquier programa económico de cualquier formación política espante, seguramente no sólo al capital financiero mundial, sino probablemente a una buena parte de los ciudadanos del mundo a los que se ha acostumbrado a pensar que el crecimiento económico no va a tener nunca límites, es harto difícil. Aunque todo ese poder actual se arroje desde ya mismo y con toda fiereza sobre Podemos, como lo harán, sin duda, si alguien se atreve a contar esta verdad incómoda, frente a cualquier típica mentira reconfortante.
Pero dónde Iglesias se destapa finalmente es en mencionar que hay ahora un programa muy inteligente y muy bien planteado (min. 34.40) para continuar diciendo que la aspiración es elevar el gasto público a la media de los países europeos, es decir, del 44-45% al 50%, mediante una reforma fiscal. Admite que son cosas que un “think tank” del PSOE considera razonables para los socialdemócratas. Sigue alabando al PSOE por sus políticas económicas expansivas en los años 80 y hasta principios de los 90, de lo que se deduce que cree que estas políticas de expansión económica, aunque vayan honestamente dirigidas a crear escuelas o mejorar la sanidad, van a ser eternamente posibles, sólo apretando “un poquito” el cinturón a un puñado de poderosos. En definitiva, políticas keynesianas que funcionaron mientras el mundo podía seguir la senda del crecimiento continuo, por haber recursos suficientes para ello. Políticas que como finalmente declaró, van a ser delineadas para Podemos por economistas como Navarro o Torres.
Desde luego, esto está mucho más cerca de lo que el común de las gentes quiere oír, que no que les digan que la fiesta se acabó y que aunque efectivamente, haya un buen margen para limitar considerablemente las desigualdades, aumentar la justicia social y mejorar la distribución de lo que hay, no deja de ser una constatación terrible, que cada vez habrá posiblemente menos y hay que preparar a los ciudadanos para que lo sepan y lo entiendan, para que asuman esta dolorosa tarea de los recursos decrecientes. Hay mucho campo para ayudar a excluidos y marginados en nuestro propio país, y en eso siempre estaremos de acuerdo, pero que también hay un mundo ahí afuera poblado por 7.100 millones de seres, de los que el 80% viven con mucho menos que nosotros, entre otras cosas, porque estamos utilizando sus recursos de forma injusta y mediante acuerdos comerciales y financieros de intercambio desigual. Esto tiene que ser bien entendido. Nuestro país es un país intermedio que sufre la devastación del gran capital financiero foráneo y relaciones comerciales injustas y desiguales con los países más poderosos que nosotros en este campo, pero que también ejerce a su vez, siempre que puede, una relación de intercambio desigual y de explotación respecto de otros muchos, a los que hay que dar satisfacción para que alcancen los mínimos que Iglesias considera irrenunciables para nuestros propios excluidos.
Seguimos esperanzados en que sea posible entender los límites del planeta y que las políticas económicas expansivas tienen que tener un tope si no queremos hacer desaparecer la vida sobre este planeta.
Es tiempo de entender que no existen ni las Suecias, ni las Dinamarcas, ni las Finlandias o Suizas que se proponen a veces como modelos que imitar porque tengan menos desigualdad entre sus ciudadanos a nivel doméstico o nacional y mayores niveles de “prosperidad”, que puedan haber llegado a esos niveles, sin haber antes extorsionado de forma muy eficiente a terceros países mediante estas relaciones de intercambio desigual que son tan injustas e inaceptables. No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti, porque estos países que tanto envidian los economistas keynesianos, no son, en absoluto economías desmaterializadas; al contrario, sus habitantes viven y consumen como si hubiese cinco planteas. Y no hay cinco planetas.
Ellos, los países llamados “de nuestro entorno” (como si el entorno fuese siempre el de los que viven mejor que nosotros al norte en Europa) no pueden ser el modelo, por que si llegan a serlo, corremos el riesgo de terminar como ellos incluso si Podemos tuviese éxito: viviendo relativamente bien dentro del país, pero a cambio de expoliar a terceros países para mantener ese tren de vida.
Es tiempo para Podemos de decidir si ganar las elecciones contando una mentira reconfortante sobre lo poquito que habrá que tocar al poder económico financiero para que los muchos vivan mejor, o arriesgarse a no ganarlas, posiblemente con gran seguridad, si realmente toman conciencia y se deciden por un programa que explique razonadamente que lo que viene en el futuro es una verdad incómoda que exigirá, si, que mejore reparto de la riqueza, pero arrancando sin duda “muchitos” al gran poder económico y al mismo tiempo explicando que aún así, se acercan tiempos duros de sangre, sudor y lágrimas y que los días de vino y rosas del crecimiento económico infinito tocan a su fin. Si el planeta ha sobrepasado su capacidad de carga ya en un 150%, no es de recibo seguir proponiendo más políticas económicas expansivas, con la excusa de que puede haber actividad económica inmaterial. Los datos globales de consumo energético y nivel de desarrollo económico del gráfico 1 lo desmienten tajantemente, mostrando una identidad evidente entre consumo de energía y PIB.
Los del gráfico 2 de abajo demuestran que si los azules (los OCDE o los más ricos, para entendernos) hacen más PIB con menos consumo de energía, es porque hay alguien ahí afuera pagando el pato (los rojos o países No- OCDE) produciendo menos PIB con más consumo de energía y tragando con la tercerización de las empresas más contaminantes y con menor valor añadido. En el fondo, hay que elevar la vista, tener altura de miras y ver el mundo como lo que es: una recta verde bastante lineal en la que para hacer crecer el PIB hay que hacer crecer el consumo de una energía que no vamos a tener ni con las ilusiones renovables. No nos engañemos: crecer es consumir más y más y transformar más rápidamente los recursos limitados de un planeta ya muy exhausto.
Si nos creemos que el 1% posee el 99% no deberíamos creernos que apretar el cinturón “un poquito” a ese 1% va a resolver los problemas del mundo y de la sostenibilidad de nuestra especie sobre él al 99% restante.
Article publicat a El Diario.es
El Manifiesto