¿Un ministerio para combatir el cambio climático?

Article publicat a Ethic

Madrid, Valencia, Barcelona o Granada se encuentran en el punto de mira por contaminación

Fundación Renovables: «Desvincular política energética y cambio climático es un lujo que no nos podemos permitir»

Greenpeace: «Tan importante como su estructura, es que entre en la agenda política»

Ecodes: «El ámbito climático es suficientemente complejo para necesitar un ministerio propio»

Equo: «Es necesaria la reforma de la Administración, porque se refleja en todos los órganos del Estado»

«España, el octavo país de la UE con mayor dependencia energética». «El 95% de los españoles respira aire contaminado». «La pobreza energética afecta a más de 4 millones de personas en nuestro país». Tres titulares bastan para lanzar la pregunta: ¿es necesario un Ministerio de Energía y Cambio Climático? Preguntamos a expertos y activistas de distintas organizaciones cuál es su opinión acerca de esta iniciativa propuesta por la Fundación Renovables.


La legislatura más efímera de toda la democracia llegó a su fin el pasado 26 de julio. Tras esta ‘segunda vuelta’, e independientemente de los pactos a los que se lleguen (o no) para formar gobierno, la composición del Parlamento exigirá un mayor diálogo y consenso. También en lo relativo al medio ambiente y la energía, dos conceptos que no han destacado, precisamente, en la campaña electoral.
Distintas organizaciones han sumado sus apoyos a la iniciativa de la Fundación Renovables para que los partidos políticos asuman la necesidad de crear un Ministerio de Energía y Cambio Climático, con todas las competencias en la materia y que lleve a cabo una eficaz Ley de Transición Energética que permita eliminar trabas de todo tipo, que actualmente se interponen en el objetivo de alcanzar un sistema energético eficiente y 100% renovable.
Raquel Manrique, responsable de comunidades de la Fundación, explica los motivos del reclamo: «En la nueva etapa se tiene que aplicar, de forma decidida e inaplazable, una adecuada política energética encaminada a recuperar el grave atraso sufrido en los últimos años para cambiar el actual modelo y avanzar hacia uno sostenible a través del desarrollo de las energías renovables y la racionalización del consumo y del uso de la energía».
Apuntan que serán necesarios compromisos y medidas concretas que permitan erradicar la pobreza energética, que afecta ya a más de 4 millones de personas en nuestro país, y fijar objetivos con carácter vinculante en materia de ahorro y eficiencia energética. Se necesita así mismo una apuesta clara por el desarrollo de las energías renovables, la salida del sistema eléctrico de todas las centrales nucleares y el abandono absoluto de la minería del carbón, acompañado de «planes de transición justa».
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«Es muy importante que estén unidos energía, cambio climático y medio ambiente, en un ministerio fuerte bajo cuyo control entre también la política energética. Y tan importante como su estructura es que la sostenibilidad entre en la agenda política general y de quien gobierne», afirma José Luis García, responsable de Energía de Greenpeace España.
Por ello, uno de los objetivos de la iniciativa es transmitir a la ciudadanía que las limitaciones para su mitigación no son ni económicas ni tecnológicas, sino simplemente políticas, como afirma Mónica Vidal, coordinadora de Cambio Climático de Ecodes: «Desde el sector medioambiental, una de las medidas que proponemos es precisamente la creación de este ministerio. El ámbito climático es suficientemente complejo y transversal para necesitar un ministerio propio, y así se lo hemos transmitido desde Ecodes a los diferentes grupos parlamentarios».
Para la impulsora de la idea, la Fundación Renovables, los partidos políticos no pueden seguir ignorando los riesgos y efectos que el calentamiento global tiene sobre nuestro planeta. «Tras tantos años de desastrosa política energética y de ignorar el desafío del cambio climático, seguir haciendo una mala gestión que desvincule lo primero de lo segundo es simplemente un lujo que no nos podemos permitir», asegura Domingo Jiménez Beltrán, presidente de la Fundación.
Por su parte, desde Equo, su coportavoz Juantxo López de Uralde recuerda que «es necesaria la reforma de la Administración hacia un modelo que impulse la sostenibilidad, porque esa misma Administración se refleja en todos los órganos del Estado. Estamos a favor de un Ministerio de Energía y Cambio Climático, en el cual la lucha contra el cambio climático sea el eje conductor de la política energética».
Tanto por coherencia como por responsabilidad política, los consultados por Ethic coinciden en la urgencia de alcanzar cuanto antes un modelo energético eficiente, inteligente y 100% renovable. «Han de actuar sin dilación y redefinir la estrategia española en materia de energía y cambio climático o, mejor dicho, disponer de una, ya que la actual es inexistente por desnortada y desgobernada –sostiene Manrique–. Tienen que tener voluntad política para hacer algo que está en sus manoscambiar drásticamente nuestro actual modelo energético, principal causa del calentamiento global del planeta, por uno desenergizado y descarbonizado (lo que además acabaría con nuestra dependencia energética y nos ahorraría unas importaciones en combustibles fósiles cuyo coste se equipara al de los beneficios netos del turismo en nuestro país)».
Manrique apremia: «España tiene la oportunidad de cambiar hacia un escenario mucho más ventajoso en todos los sentidos, un Ministerio de Energía y Cambio Climático nos da la clave del cómo. ¿El cuándo? Ya».

Comunistas

Article publicat a La Vanguardia 

Manuel Castells  21/05/2016

Author ImgResulta sorprendente y un tanto deprimente observar en la política española la descalificación de comunista como argumento político, como en tiempos de Franco y de la guerra fría. Muy asustados deben de estar los partidos acostumbrados a monopolizar el poder para recurrir a esta bajeza. No sólo es política del miedo, sino del miedo irracional. Y además no funciona. Porque resulta que el líder político actualmente más valorado en las encuestas es Alberto Garzón, que se declara comunista a mucha honra, sin que les importe a los ciudadanos en un sentido o en otro. Pero esto no quiere decir que ni él ni nadie esté proponiendo polí­ticas comunistas, a menos que el control público de bancos ya nacionalizados con dinero público o la fiscalización de la corrupción política entren en esa categoría.
Como el coro de agoreros va a seguir, merece la pena una reflexión. El comunismo es a la vez una ideología, una realidad histórica y una práctica política extraordinariamente diversa según países y momentos. Como ideología, tuvo y tiene componentes utópicos y de reivindicación de los trabajadores frente a las injusticias del capitalismo que cambiaron la conciencia y fueron asumidos por partidos socialistas y de liberación nacional como derechos sociales. La utopía, en cambio, en su realidad histórica, derivó a un universo totalitario que entronizaron la Unión Soviética y China, así como sus satélites. Pero esa realidad histórica también arrojó un balance de éxito a condición, como he escrito en mi obra, de olvidar la destrucción de millones de seres humanos y la dictadura impla­cable de un partido. Un olvido inaceptable. La Unión Soviética se industrializó y modernizó en un tiempo récord y construyó una máquina militar que fue la fuerza decisiva para derrotar al nazismo. Su crisis económica y luego política se debió a su incapacidad para transitar a una sociedad de la infor­mación en un sistema que bloqueaba la información, como demostramos en nuestro libro con Emma Kiselyova. China es hoy la segunda potencia económica mundial y el pulmón del capitalismo global bajo la dirección de un partido comunista tan totalitario como el soviético. Y Cuba, aun estrangulada por el embargo, desarrolló el mejor sistema de educación y sanidad pública de América Latina. La práctica de los comunistas fuera del imperio soviético estuvo marcada por la guerra fría, pero fue extremadamente diversa y en ningún caso en Europa se plantearon implantar una dictadura. Al contrario, fueron fuerzas decisivas en la lucha contra las dictaduras. En España, el PCE-PSUC fueron la vanguardia de la resistencia democrática, incorporando en su lucha a quienes crearon Comisiones Obreras y a muchos de los mejores intelectuales de esos tiempos. Fueron un vivero de cuadros políticos democráticos que han sido claves en todos los partidos, incluidos dirigentes y exministros del Partido Popular. En ningún momento el PCE fue una amenaza a la democracia. Al contrario, todos concuerdan en su papel conciliador decisivo en la transición, en la aceptación de la monarquía, en los pactos de la Moncloa y en la construcción de la convivencia constitucional. Era un partido esencialmente democrático hacia fuera, aunque rígidamente estalinista hacia dentro y eso fue lo que le perdió.
Lo que es cierto es que la tradición comunista y socialista siempre han privilegiado el papel del Estado como representante del bien común frente a la dominación del mercado en la sociedad. Es decir, diferenciaron entre la economía de mercado, que siempre acep­taron en Europa, y la sociedad de mercado en donde la apropiación de la ­ganancia en el sistema financiero determina no sólo la bolsa, sino también la vida.
Luego empezó la deriva neoliberal de los partidos socialistas europeos, lo que los llevó a perder su hegemonía histórica, como analizó Colin Crouch, gran intelectual inglés heredero del
fabianismo. El PSOE se ha debatido desde mediados de los ochenta entre defender su base social y el Estado de bienestar y satisfacer los requerimientos del sistema financiero y de una
Comisión Europea sesgada en sus po-líticas económicas por la influencia alemana de austeridad fiscal y la influencia inglesa en favor de las finanzas globales. Pudo mantener su cuota de poder porque había poco a su izquierda y los sindicatos se mantuvieron a la defensiva. Pero el 15-M acabó con todo eso.
Las nuevas generaciones se enfrentaron a un capitalismo salvaje, cada vez más voraz e ineficiente, y no encontraron en el PSOE un defensor, sino un colaborador de la banca y además casi tan corrupto como la derecha. Se acabó el privilegio histórico de haber sido el gran partido de la izquierda. Es ley de vida. Lo que ya no cumple
su función muere más o menos lentamente. Aceleradamente como la URSS, gradualmente como la socialdemocracia europea, conforme la media de edad de sus votantes va acercándose a los 60.
Y es que la crisis de legitimidad de los partidos tradicionales es particularmente grave para los socialistas, porque, aunque son claramente distintos de la derecha, han ido incumpliendo lo que esperaban sus votantes. Por eso los emergentes de izquierda, en el surco abierto por los movimientos sociales, van ganando apoyos con la esperanza de que reconstruyan el Estado de bienestar, creen empleo digno, potencien la educación y la sanidad públicas, defiendan los derechos de las nacionalidades, afirmen la igualdad de sexos y tantas otras reivindicaciones que han ido siendo desechadas por el fundamentalismo de mercado y las políticas de austeridad. Y si hay indignados (una minoría) que son comunistas y anarquistas, es porque su historia en nuestro país tiene raíces en la indignación contra la injusticia y la dictadura. Por eso se pueden reinventar en el siglo XXI mientras el liberalismo trasnochado se va deshilachando en la conciencia de la gente, conforme se sufren sus consecuencias.

¿Cómo se va a invertir en renovables si cambiamos de normativa cada cuatro años?

Article publicat a  El Confidencial

Los partidos políticos piden un marco legal estable para recuperar las inversiones en energía verde y cargan contra la reforma energética de Rajoy: «Su impacto es terrible.

11.05.2016 

 

Cambiar las reglas del juego cuando el partido no ha terminado ahuyenta a los inversores. Así lo ven los ponentes de ‘Medidas para recuperar las inversiones en energías renovables’, un foro organizado por El Confidencial y la Fundación Renovables donde expertos y partidos políticos han puesto los problemas del sector encima de la mesa. ¿Hay inseguridad jurídica en España? La respuesta es sí para Fernando Ferrando, y eso hace que España pierda atractivo como país. El vicepresidente de esta fundación cree que es imposible atraer dinero para financiar proyectos ‘verdes’ si cambiamos de legislación cada cuatro años.
«El dinero es un elemento miedoso» y los riesgos aumentan cuando hay un cambio legislativo. Esto hace que «los inversores no confíen en la estructura legal y jurídica del país», opina Ferrando. «Lo que no puede ser es que la política energética vaya dando bandazos», añade Pedro Linares. El catedrático de ICAI y director de Economics for Energy cree que gestionar la transición energética hacia un modelo basado en energía verde pasa por intentar atraer financiación, promover el desarrollo industrial autóctono y apropiarnos del conocimiento de I+D que se genera cuando hay un desarrollo tecnológico.

Fuente: Fundación Renovables.
Fuente: Fundación Renovables.

Pero España está lejos de los objetivos fijados para 2020 por Bruselas: 20% de reducción de emisiones CO2 (respecto a 1990), 20% de energías renovables en la Unión Europea y 20% de mejora de la eficiencia energética. «No vamos a cumplir porque no hemos hecho los deberes», considera Melisa Rodríguez, portavoz de Energía de Ciudadanos. «Hay temas sin rédito político inmediato porque sus efectos son a 15 o 20 años. Por eso se han ido poniendo parches» en política energética. Desde Podemos, temen que nuestro país se quede fuera de juego en energía eólica.
«Tenemos empresas en España que están construyendo parques eólicos en países como México o Brasil. Aquí se contruyeron cero en 2015», critica Juantxo López de Uralde, portavoz de Energía del partido morado. Podemos pide estabilidad normativa para generar confianza entre los inversores y aboga por impulsar la electrificación del transporte en las ciudades, normalizar el autoconsumo y diseñar una fiscalidad que favorezca el desarrollo de las renovables. En este sentido, el PSOE plantea un impuesto para penalizar a los usuarios que contaminan.

Mesa redonda de energías renovables. (Foto: Jorge Álvaro)
Mesa redonda de energías renovables. (Foto: Jorge Álvaro)

El objetivo es reducir las emisiones de CO2 y luchar contra el cambio climático, explica Pilar Lucio. La portavoz de Energía del PSOE propone además «un gran pacto social, político y económico» para cumplir con los objetivos medioambientales y volver a ser «pioneros» en energía verde. «No puede ser que la industria de las renovables se haya disipado y que nuestros ingenieros estén emigrando» por culpa de la reforma energética de 2013, opina.

Una reforma en entredicho

«¿Qué persona sensata que quiera mejorar la calidad de vida de los ciudadanos no está de acuerdo con reducir las emisiones? ¿Crees que no nos hubiera gustado dibujar un mapa mucho más ambicioso?», replica Guillermo Mariscal. El portavoz de Energía del PP asegura que el Gobierno actuó «con prisas» para arreglar un problema que ponía en jaque al sector. «Lastrados por el déficit tarifario y obligados a actuar para que no quebrara el sistema, acometimos una reforma gruesa y contundente», defiende.

Fuente: Fundación Renovables.
Fuente: Fundación Renovables.

Una reforma que no se traduce en mayor competitividad «porque no ha mejorado el precio de la electricidad ni la eficiencia energética«, según Lucio. «No compensa reducir el consumo porque el coste está fundamentado en la parte fija». Los clientes asumieron una subida del 3,2% en el recibo de la luz, y el Gobierno presentó además un recorte de 2.700 millones para empresas del sector que afectó en buena parte a las renovables.
Los temas energéticos no tienen rédito político inmediato. Por eso se han puesto parches«Se apostó por un presente que no tiene futuro (…) Somos la perfecta promesa de todo el mundo», pero los hechos no van en consonancia con las propuestas. Así lo ve el vicepresidente de la Fundación Renovables, quien lamenta que España ya no sea líder en este sector. Hoy estamos en el puesto 25º del ‘ranking’ de países con atractivo inversor en energías verdes, una lista encabezada por Estados Unidos, China y la India. «Sé que el contexto político no siempre es tan fácil como nos parece a los técnicos y académicos, pero había potencial para hacer cosas más interesantes», zanja Linares.

Fernando Ferrando, vicepresidente de Fundación Renovables.
Fernando Ferrando, vicepresidente de Fundación Renovables.

El PP defiende que las renovables siguen siendo el corazón del cambio a tenor de los datos, pues «el 40% de la energía eléctrica que consumimos en nuestro país es de origen verde». Mariscal niega que exista esa inseguridad jurídica a la que aluden sus interlocutores. «El nivel de inversiones en renovables se acerca a 6.000 millones, y a mí esa cifra sí me parece relevante. Con la reforma hemos asentado y dado certeza a los inversores». También recuerda la importancia de «introducir la eficiencia energética como concepto».

Neoliberalismo: la raíz ideológica de todos nuestros problemas

Article publicat a El Diario.es

Desde el colapso económico hasta el desastre ambiental, pasando por el ascenso de Donald Trump: el neoliberalismo ha desempeñado un papel en todos ellos. ¿Cómo es posible que la izquierda no haya planteado una alternativa?

La exprimera ministra británica Margaret Thatcher y el expresidente estadounidense Ronald Reagan, en una imagen de 1990.

La exprimera ministra británica Margaret Thatcher y el expresidente estadounidense Ronald Reagan, en una imagen de 1990. Fiona Hanson/ZUMA Press
Imaginen que los ciudadanos de la Unión Soviética no hubieran oído hablar del comunismo. Pues bien, la mayoría de la población desconoce el nombre de la ideología que domina nuestras vidas. Si la mencionan en una conversación, se ganarán un encogimiento de hombros; y, aunque su interlocutor haya oído el término con anterioridad, tendrá problemas para definirlo. ¿Saben qué es el neoliberalismo?
Su anonimato es causa y efecto de su poder. Ha sido protagonista en crisis de lo más variadas: el colapso financiero de los años 2007 y 2008, la externalización de dinero y poder a los paraísos fiscales (los «papeles de Panamá» son solo la punta del iceberg), la lenta destrucción de la educación y la sanidad públicas, el resurgimiento de la pobreza infantil, la epidemia de soledad, el colapso de los ecosistemas y hasta el ascenso de Donald Trump. Sin embargo, esas crisis nos parecen elementos aislados, que no guardan relación. No somos conscientes de que todas ellas son producto directo o indirecto del mismo factor: una filosofía que tiene un nombre; o, más bien, que lo tenía. ¿Y qué da más poder que actuar de incógnito?
El neoliberalismo es tan ubicuo que ni siquiera lo reconocemos como ideología. Aparentemente, hemos asumido el ideal de su fe milenaria como si fuera una fuerza natural; una especie de ley biológica, como la teoría de la evolución de Darwin. Pero nació con la intención deliberada de remodelar la vida humana y cambiar el centro del poder.
Para el neoliberalismo, la competencia es la característica fundamental de las relaciones sociales. Afirma que «el mercado» produce beneficios que no se podrían conseguir mediante la planificación, y convierte a los ciudadanos en consumidores cuyas opciones democráticas se reducen como mucho a comprar y vender, proceso que supuestamente premia el mérito y castiga la ineficacia. Todo lo que limite la competencia es, desde su punto de vista, contrario a la libertad. Hay que bajar los impuestos, reducir los controles y privatizar los servicios públicos. Las organizaciones obreras y la negociación colectiva no son más que distorsiones del mercado que dificultan la creación de una jerarquía natural de triunfadores y perdedores. La desigualdad es una virtud: una recompensa al esfuerzo y un generador de riqueza que beneficia a todos. La pretensión de crear una sociedad más equitativa es contraproducente y moralmente corrosiva. El mercado se asegura de que todos reciban lo que merecen.
Asumimos y reproducimos su credo. Los ricos se convencen de que son ricos por méritos propios, sin que sus privilegios (educativos, patrimoniales, de clase) hayan tenido nada que ver. Los pobres se culpan de su fracaso, aunque no puedan hacer gran cosa por cambiar las circunstancias que determinan su existencia. ¿Desempleo estructural? Si usted no tiene empleo, es porque carece de iniciativa. ¿Viviendas de precios desorbitados? Si su cuenta está en números rojos, es por su incompetencia y falta de previsión. ¿Qué es eso de que el colegio de sus hijos ya no tiene instalaciones de educación física? Si engordan, es culpa suya. En un mundo gobernado por la competencia, los que caen pasan a ser perdedores ante la sociedad y ante sí mismos.
La epidemia de autolesiones, desórdenes alimentarios, depresión, incomunicación, ansiedad y fobia social es una de las consecuencias de ese proceso, que Paul Verhaeghe documenta en su libro What About Me?. No es sorprendente que Gran Bretaña, el país donde la ideología neoliberal se ha aplicado con más rigor, sea la capital europea de la soledad. Ahora, todos somos neoliberales.

No es sorprendente que Gran Bretaña, el país donde la ideología neoliberal se ha aplicado con más rigor, sea la capital europea de la soledad.

El término neoliberalismo se acuñó en París, en una reunión celebrada en 1938. Su definición ideológica es hija de Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, dos exiliados austríacos que rechazaban la democracia social (representada por el New Deal de Franklin Roosevelt y el desarrollo gradual del Estado del bienestar británico) porque la consideraban una expresión colectivista a la altura del comunismo y del movimiento nazi.
En Camino de servidumbre (1944), Hayek afirma que la planificación estatal aplasta el individualismo y conduce inevitablemente al totalitarismo. Su libro, que tuvo tanto éxito como La burocracia de Mises, llegó a ojos de determinados ricos que vieron en su ideología una oportunidad de librarse de los impuestos y las regulaciones. En 1947, cuando Hayek fundó la primera organización encargada de extender su doctrina (la Mont Perelin Society), obtuvo apoyo económico de muchos millonarios y de sus fundaciones.
Gracias a ellos, Hayek empezó a crear lo que Daniel Stedman Jones describe en Amos del universo como «una especie de Internacional Neoliberal», una red interatlántica de académicos, empresarios, periodistas y activistas. Además, sus ricos promotores financiaron una serie de comités de expertos cuya labor consistía en perfeccionar y promover el credo; entre ellas, el American Enterprise Institute, la Heritage Foundation, el Cato Institute, el Institute of Economic Affairs, el Centre for Policy Studies y el Adam Smith Institute. También financiaron departamentos y puestos académicos en muchas universidades, sobre todo de Chicago y Virginia.
Cuanto más crecía el neoliberalismo, más estridente era. La idea de Hayek de que los Gobiernos debían regular la competencia para impedir monopolios dio paso entre sus apóstoles estadounidenses −como Milton Friedman− a la idea de que los monopolios venían a ser un premio a la eficacia. Pero aquella evolución tuvo otra consecuencia: que el movimiento perdió el nombre. En 1951, Friedman se definía neoliberal sin tapujo alguno. Poco después, el término empezó a desaparecer. Y por si eso no fuera suficientemente extraño en una ideología cada vez más tajante y en un movimiento cada vez más coherente, no buscaron sustituto para el nombre perdido.

Ideología en la sombra

A pesar de su dadivosa financiación, el neoliberalismo permaneció al principio en la sombra. El consenso de posguerra era prácticamente universal: las recetas económicas de John Maynard Keynes se aplicaban en muchos lugares del planeta; el pleno empleo y la reducción de la pobreza eran objetivos comunes de los Estados Unidos y de casi toda Europa occidental; los impuestos al capital eran altos y los Gobiernos no se avergonzaban de buscar objetivos sociales mediante servicios públicos nuevos y nuevas redes de apoyo.
Pero, en la década de 1970, cuando la crisis económica sacudió las dos orillas del Atlántico y el keynesianismo se empezó a derrumbar, los principios neoliberales se empezaron a abrir paso en la cultura dominante. En palabras de Friedman, «se necesitaba un cambio (…) y ya había una alternativa preparada». Con ayuda de periodistas y consejeros políticos adeptos a la causa, consiguieron que los Gobiernos de Jimmy Carter y Jim Callaghan aplicaran elementos del neoliberalismo (sobre todo en materia de política monetaria) en los Estados Unidos y Gran Bretaña, respectivamente.
El resto del paquete llegó enseguida, tras los triunfos electorales de Margaret Thatcher y Ronald Reagan: reducciones masivas de los impuestos de los ricos, destrucción del sindicalismo, desregulación, privatización y tercerización y subcontratación de los servicios públicos. La doctrina neoliberal se impuso en casi todo el mundo −y, frecuentemente, sin consenso democrático de ninguna clase− a través del FMI, el Banco Mundial, el Tratado de Maastricht y la Organización Mundial del Comercio. Hasta partidos que habían pertenecido a la izquierda adoptaron sus principios; por ejemplo, el Laborista y el Demócrata. Como afirma Stedman Jones, «cuesta encontrar otra utopía que se haya hecho realidad de un modo tan absoluto».

«Me siento más cerca de una dictadura neoliberal que de un gobierno democrático sin liberalismo», dijo Hayek en una visita al Chile de Pinochet

Puede parecer extraño que un credo que prometía libertad y capacidad de decisión se promoviera con este lema: «No hay alternativa». Pero, como dijo Hayek durante una visita al Chile de Pinochet (uno de los primeros países que aplicaron el programa de forma exhaustiva), «me siento más cerca de una dictadura neoliberal que de un gobierno democrático sin liberalismo».
La libertad de los neoliberales, que suena tan bien cuando se expresa en términos generales, es libertad para el pez grande, no para el pequeño. Liberarse de los sindicatos y la negociación colectiva significa libertad para reducir los salarios. Liberarse de las regulaciones estatales significa libertad para contaminar los ríos, poner en peligro a los trabajadores, imponer tipos de interés inicuos y diseñar exóticos instrumentos financieros. Liberarse de los impuestos significa liberarse de las políticas redistributivas que sacan a la gente de la pobreza.
La autora canadiense Naomi Klein
La autora canadiense Naomi Klein explica que los neoliberales propugnan el uso de las crisis para imponer políticas impopulares, como se hizo tras el golpe de Pinochet, la guerra de Irak y el huracán Katrina.
En La doctrina del shock, Naomi Klein demuestra que los teóricos neoliberales propugnan el uso de las crisis para imponer políticas impopulares, aprovechando el desconcierto de la gente; por ejemplo, tras el golpe de Pinochet, la guerra de Irak y el huracán Katrina, que Friedman describió como «una oportunidad para reformar radicalmente el sistema educativo» de Nueva Orleans. Cuando no pueden imponer sus principios en un país, los imponen a través de tratados de carácter internacional que incluyen «instrumentos de arbitraje entre inversores y Estados», es decir, tribunales externos donde las corporaciones pueden presionar para que se eliminen las protecciones sociales y medioambientales. Cada vez que un Parlamento vota a favor de congelar el precio de la luz, de impedir que las farmacéuticas estafen al Estado, de proteger acuíferos en peligro por culpa de explotaciones mineras o de restringir la venta de tabaco, las corporaciones lo denuncian y, con frecuencia, ganan. Así, la democracia queda reducida a teatro.
La afirmación de que la competencia universal depende de un proceso de cuantificación y comparación universales es otra de las paradojas del neoliberalismo. Provoca que los trabajadores, las personas que buscan empleo y los propios servicios públicos se vean sometidos a un régimen opresivo de evaluación y seguimiento, pensado para identificar a los triunfadores y castigar a los perdedores. Según Von Mises, su doctrina nos iba a liberar de la pesadilla burocrática de la planificación central; y, en lugar de liberarnos de una pesadilla, creó otra.

Menos sindicalismo y más privatizaciones

Los padres del neoliberalismo no lo concibieron como chanchullo de unos pocos, pero se convirtió rápidamente en eso. El crecimiento económico de la era neoliberal (desde 1980 en GB y EEUU) es notablemente más bajo que el de las décadas anteriores; salvo en lo tocante a los más ricos. Las desigualdades de riqueza e ingresos, que se habían reducido a lo largo de 60 años, se dispararon gracias a la demolición del sindicalismo, las reducciones de impuestos, el aumento de los precios de vivienda y alquiler, las privatizaciones y las desregularizaciones.
La privatización total o parcial de los servicios públicos de energía, agua, trenes, salud, educación, carreteras y prisiones permitió que las grandes empresas establecieran peajes en recursos básicos y cobraran rentas por su uso a los ciudadanos o a los Gobiernos. El término renta también se refiere a los ingresos que no son fruto del trabajo. Cuando alguien paga un precio exagerado por un billete de tren, sólo una parte de dicho precio se destina a compensar a los operadores por el dinero gastado en combustible, salarios y materiales, entre otras partidas; el resto es la constatación de que las corporaciones tienen a los ciudadanos contra la pared.
Los dueños y directivos de los servicios públicos privatizados o semiprivatizados de Gran Bretaña ganan fortunas gigantescas mediante el procedimiento de invertir poco y cobrar mucho. En Rusia y la India, los oligarcas adquieren bienes estatales en liquidaciones por incendios. En México, Carlos Slim obtuvo el control de casi toda la red de telefonía fija y móvil y se convirtió en el hombre más rico del mundo.
Carlos Slim se convierte en el mayor accionista individual del New York Times
Carlos Slim se convirtió en el hombre más rico del mundo tras hacerse con el control de casi toda la red de telefonía de México. EFE
Andrew Sayer afirma en Why We Can’t Afford the Rich que la financiarización ha tenido consecuencias parecidas: «Como sucede con la renta, los intereses son (…) un ingreso acumulativo que no exige de esfuerzo alguno». Cuanto más se empobrecen los pobres y más se enriquecen los ricos, más control tienen los segundos sobre otro bien crucial: el dinero. Los intereses son, sobre todo, una transferencia de dinero de los pobres a los ricos. Los precios de las propiedades y la negativa de los Estados a ofrecer financiación condenan a la gente a cargarse de deudas (piensen en lo que pasó en Gran Bretaña cuando se cambiaron las becas escolares por créditos escolares), y los bancos y sus ejecutivos hacen el agosto.
Sayer sostiene que las cuatro últimas décadas se han caracterizado por una transferencia de riqueza que no es sólo de pobres a ricos, sino también de unos ricos a otros: de los que ganan dinero produciendo bienes o servicios a los que ganan dinero controlando los activos existentes y recogiendo beneficios de renta, intereses o capital. Los ingresos fruto del trabajo se han visto sustituidos por ingresos que no dependen de este.
El hundimiento de los mercados ha puesto al neoliberalismo en una situación difícil. Por si no fuera suficiente con los bancos demasiado grandes para dejarlos caer, las corporaciones se ven ahora en la tesitura de ofrecer servicios públicos. Como observó Tony Judt en Ill Fares the Land, Hayek olvidó que no se puede permitir que los servicios nacionales de carácter esencial se hundan, lo cual implica que la competencia queda anulada. Las empresas se llevan los beneficios y el Estado corre con los gastos.
A mayor fracaso de una ideología, mayor extremismo en su aplicación. Los Gobiernos utilizan las crisis neoliberales como excusa y oportunidad para reducir impuestos, privatizar los servicios públicos que aún no se habían privatizado, abrir agujeros en la red de protección social, desregularizar a las corporaciones y volver a regular a los ciudadanos. El Estado que se odia a sí mismo se dedica a hundir sus dientes en todos los órganos del sector público.

De la crisis económica a la crisis política

Es posible que la consecuencia más peligrosa del neoliberalismo no sea la crisis económica que ha causado, sino la crisis política. A medida que se reduce el poder del Estado, también se reduce nuestra capacidad para cambiar las cosas mediante el voto. Según la teoría neoliberal, la gente ejerce su libertad a través del gasto; pero algunos pueden gastar más que otros y, en la gran democracia de consumidores o accionistas, los votos no se distribuyen de forma equitativa. El resultado es una pérdida de poder de las clases baja y media. Y, como los partidos de la derecha y de la antigua izquierda adoptan políticas neoliberales parecidas, la pérdida de poder se transforma en pérdida de derechos. Cada vez hay más gente que se ve expulsada de la política.
Chris Hedges puntualiza que «los movimientos fascistas no encontraron su base en las personas políticamente activas, sino en las inactivas; en los ‘perdedores’ que tenían la sensación, frecuentemente correcta, de que carecían de voz y espacio en el sistema político». Cuando la política deja de dirigirse a los ciudadanos, hay gente que la cambia por consignas, símbolos y sentimientos. Por poner un ejemplo, los admiradores de Trump parecen creer que los hechos y los argumentos son irrelevantes.
Judt explicó que, si la tupida malla de interacciones entre el Estado y los ciudadanos queda reducida a poco más que autoridad y obediencia, sólo quedará una fuerza que nos una: el poder del propio Estado. Normalmente, el totalitarismo que temía Hayek surge cuando los gobiernos pierden la autoridad ética derivada de la prestación de servicios públicos y se limitan a «engatusar, amenazar y, finalmente, a coaccionar a la gente para que obedezca».
Sarah Palin refuerza las opciones de Trump y propina un golpe a Ted Cruz
Los admiradores de Trump parecen creer que los hechos y los argumentos son irrelevantes. EFE
El neoliberalismo es un dios que fracasó, como el socialismo real; pero, a diferencia de este, su doctrina se ha convertido en un zombie que sigue adelante, tambaleándose. Y uno de los motivos es su anonimato. O, más exactamente, un racimo de anonimatos.
La doctrina invisible de la mano invisible tiene promotores invisibles. Poco a poco, lentamente, hemos empezado a descubrir los nombres de algunos. Supimos que el Institute of Economic Affairs, que se manifestó rotundamente en los medios contra el aumento de las regulaciones de la industria del tabaco, recibía fondos de British American Tobacco desde 1963. Supimos que Charles y David Koch, dos de los hombres más ricos del mundo, fundaron el instituto del que surgió el Tea Party. Supimos lo que dijo Charles Kock al crear uno de sus laboratorios de ideas: «para evitar críticas indeseables, debemos abstenernos de hacer demasiada publicidad del funcionamiento y sistema directivo de nuestra organización».
Las palabras que usa el neoliberalismo tienden más a ocultar que a esclarecer. «El mercado» suena a sistema natural que se nos impone de forma igualitaria, como la gravedad o la presión atmosférica, pero está cargado de relaciones de poder. «Lo que el mercado quiere» suele ser lo que las corporaciones y sus dueños quieren. La palabra inversión significa dos cosas muy diferentes, como observa Sayer: una es la financiación de actividades productivas y socialmente útiles; otra, la compra de servicios existentes para exprimirlos y obtener rentas, intereses, dividendos y plusvalías. Usar la misma palabra para dos actividades tan distintas sirve para «camuflar las fuentes de riqueza» y empujarnos a confundir su extracción con su creación.

Franquicias, paraísos fiscales y desgravaciones

Hace un siglo, los ricos que habían heredado sus fortunas despreciaban a los nouveau riche; hasta el punto de que los empresarios buscaban aceptación social mediante el procedimiento de hacerse pasar por rentistas. En la actualidad, la relación se ha invertido: los rentistas y herederos se hacen pasar por emprendedores y afirman que sus riquezas son fruto del trabajo.
El anonimato y las confusiones del neoliberalismo se mezclan con la ausencia de nombre y la deslocalización del capitalismo moderno: Modelos de franquicias que aseguran que los trabajadores no sepan para quién trabajan; empresas registradas en redes de paraísos fiscales tan complejas y secretas que ni la policía puede encontrar a sus propietarios; sistemas de desgravación fiscal que confunden a los propios Gobiernos y productos financieros que no entiende nadie.
El neoliberalismo guarda celosamente su anonimato. Los seguidores de Hayek, Mises y Friedman tienden a rechazar el término con el argumento, no exento de razón, de que en la actualidad sólo se usa de forma peyorativa. Algunos se describen como liberales clásicos o incluso libertarios, pero son descripciones tan engañosas como curiosamente modestas, porque implican que no hay nada innovador en Camino de servidumbre, La burocracia o Capitalismo y libertad, el clásico de Friedman.

Cuando las políticas económicas de laissez-faire llevaron a la catástrofe de 1929, Keynes desarrolló una teoría económica completa para sustituirlas. En el año 2008, cuando el neoliberalismo fracasó, no había nada.

A pesar de todo, el proyecto neoliberal tuvo algo admirable; al menos, en su primera época: fue un conjunto de ideas novedosas promovido por una red coherente de pensadores y activistas con una estrategia clara. Fue paciente y persistente. El Camino de servidumbre se convirtió en camino al poder.
El triunfo del neoliberalismo también es un reflejo del fracaso de la izquierda. Cuando las políticas económicas de laissez-faire llevaron a la catástrofe de 1929, Keynes desarrolló una teoría económica completa para sustituirlas. Cuando el keynesianismo encalló en la década de 1970, ya había una alternativa preparada. Pero, en el año 2008, cuando el neoliberalismo fracasó, no había nada. Ese es el motivo de que el zombie siga adelante. La izquierda no ha producido ningún marco económico nuevo de carácter general desde hace ochenta años.
Toda apelación a lord Keynes es un reconocimiento implícito de fracaso. Proponer soluciones keynesianas para crisis del siglo XXI es hacer caso omiso de tres problemas obvios: que movilizar a la gente con ideas viejas es muy difícil; que los defectos que salieron a la luz en la década de 1970 no han desaparecido y, sobre todo, que no tienen nada que decir sobre el peor de nuestros aprietos, la crisis ecológica. El keynesianismo funciona estimulando el consumo y promoviendo el crecimiento económico, pero el consumo y el crecimiento económico son los motores de la destrucción ambiental.
La historia del keynesianismo y el neoliberalismo demuestra que no basta con oponerse a un sistema roto. Hay que proponer una alternativa congruente. Los laboristas, los demócratas y el conjunto de la izquierda se deberían concentrar en el desarrollo de un programa económico Apollo; un intento consciente de diseñar un sistema nuevo, a medida de las exigencias del siglo XXI.
Traducción de Jesús Gómez

Serge Latouche «La lógica de la sociedad de crecimiento es destruir todas las identidades»

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Article publicat a La Marea
abril 2016 nº 37 |

Serge Latouche
Luna Gámez | París

Decrecer para avanzar. Esta idea, que muchos estiman utópica, es la base de la teoría del decrecimiento. Su principal impulsor, Serge Latouche (Vannes, Francia, 1940), plantea que esta posibilidad no debe ser considerada como un retroceso sino como un avance hacia otra  dirección en la que la actividad humana no tenga tanto impacto sobre la naturaleza. Un lugar donde el crecimiento desenfrenado, el productivismo y la obsolescencia programada se vean sustituidos por un aumento de la reutilización, de la reparación y de la relocalización de la producción a escala más local. Poco dado a ofrecer entrevistas, Latouche recibe a La Marea en pleno corazón del barrio latino de París. Mientras saborea una copa de vino tinto, el célebre pensador y experto en Filosofía Económica relata cómo su experiencia de vida con  comunidades ajenas al desarrollismo, primero en Laos y luego en África, fue el detonante que despertó su espíritu crítico hacia el desarrollo económico, algo que considera una forma de occidentalización y colonización del mundo. Algunas historias las explica en La sociedad de la abundancia frugal (Icaria Editorial), uno de sus últimos libros traducidos al español.

El desarrollo de su teoría crítica contra el crecimiento capitalista se remonta a finales de los años 60. Sin embargo, no utilizó el término decrecimiento hasta el año 2002. ¿Cómo lo definiría?
El concepto de decrecimiento surgió por necesidad y yo no lo definiría. Es un eslogan que ha tenido una función mediática de contradecir a otro eslogan. Es realmente una operación simbólica imaginaria para cuestionar el concepto mistificador del desarrollo sostenible.
Entonces, ¿qué es el desarrollo sostenible?
El desarrollo sostenible es eso, un eslogan. Es el equivalente del TINA de Margaret Thatcher, There Is No Alternatives, que viene a decir que no hay alternativas al liberalismo económico. El desarrollo sostenible fue inventado por criminales de cuello blanco, entre ellos Stephan Schmidheiny, millonario suizo acusado del homicidio de miles de obreros en una de sus  fábricas de amianto y fundador del Consejo Mundial para el Desarrollo Sostenible, el mayor lobby industrial de empresas contaminantes, junto con su amigo Maurice Frederick Strong, un gran empresario del sector minero y petrolero que, paradójicamente, fue el Secretario General de la Cumbre de la Tierra celebrada en 1992, donde se presentó oficialmente el término  desarrollo sostenible. Ellos decidieron vender este concepto igual que vendemos un jabón, con una campaña publicitaria extraordinaria, excelentemente sincronizada y con un éxito fabuloso. Pero no es más que otra vertiente del crecimiento económico.
En algunos momentos ha afirmado que la economía es la raíz de todos los males y que es necesario salir de ella y abandonar la religión del crecimiento, pero, ¿cómo se abandona una fe cuando se cree en ella?
No existe una receta. No nacemos decrecentistas, igual que no nacemos productivistas. Sin embargo, nos convertimos rápidamente porque vivimos en un ambiente en el que la propaganda productivista es tremenda. Desintoxicarse después depende de las experiencias personales. Un crecimiento infinito en un planeta finito no es sostenible, es evidente incluso para un niño, pero «no creemos lo que ya sabemos», como dice Jean-Pierre Dupuy, un amigo filósofo. El mejor ejemplo es la COP21, donde se hicieron maravillosos discursos pero que no darán casi ningún fruto. Por eso yo creo en lo que llamo la pedagogía de las catástrofes. Pienso que es lo único que presiona a salir a cada uno de su caparazón, y pensar.
¿En qué consiste la pedagogía de las catástrofes?
La gente que se ve afectada por alguna catástrofe comienza a tener dudas sobre la propaganda que difunden las televisiones o los partidos políticos, sean de izquierda o de derechas, y ante las dudas pueden ir en busca de alternativas y aproximarse al decrecimiento. Es necesario que haya una articulación entre lo teórico y lo práctico, entre lo vivido y lo pensado. Aunque tengas
la experiencia, si no creas una reflexión puedes caer en la desesperación, en el nihilismo o en el fascismo. Por tanto, son necesarios esos dos ingredientes, pero no hay receta para combinarlos.
¿En qué deberíamos crecer y en qué decrecer?
Hacer crecer la felicidad, mejorar la calidad del aire y de los alimentos, que la gente pueda alojarse en condiciones aceptables… Vivimos en una sociedad del desperdicio que genera numerosos desechos, pero donde muchas de estas necesidades básicas no están satisfechas. Salir de la ideología del crecimiento supone una reducción del 75 % del consumo europeo de recursos naturales para alcanzar una huella ecológica sostenible. Pero no somos nosotros los ciudadanos los que debemos reducir nuestro consumo final, sino el sistema. Por ejemplo, el 40% de la carne que se vende en los supermercados va a la basura sin ser consumida, lo que implica un desperdicio enorme y una alta huella ecológica. Hasta el año 1970, en un país como España, cuando las vacas se alimentaban de hierba, el consumo de carne todavía era sostenible. Ahora comen soja que se produce en Brasil, quemando la selva amazónica, que después es transportada 10.000 kilómetros, se mezcla con harina animal y se elaboran los piensos. La huella ecológica de un kilo de ternera hoy supone 6 litros de petróleo, y pasa igual con la ropa y con el resto de bienes (…). Vivimos en la sociedad del desperdicio y de la obsolescencia programada, cuando en lugar de tirar deberíamos reparar y de esta forma podríamos decrecer sin reducir la satisfacción. Países como China o India viven un periodo de desaceleración y en algunos casos hasta de recesión, como en Brasil.
¿Podríamos tener la esperanza de que surgiesen alternativas de decrecimiento en estos lugares?
En teoría sí, la crisis podría ser una oportunidad para buscar nuevas alternativas porque supone un decrecimiento forzado,  pero la paradoja es que la alienación social es tal que la única obsesión de los gobiernos es volver al crecimiento, cuando en realidad la herramienta clave debería ser la sabiduría. La preocupación actual tanto de Brasil como de China es cómo retomar el crecimiento. Se han convertido en países tóxico-dependientes, drogados por el crecimiento.
¿Considera que las iniciativas del decrecimiento vendrán de países en crisis o de países menos absorbidos por el desarrollo?
Puede venir de ambos, pero ya que somos los occidentales los responsables de esta  structura, es de aquí de donde deberían partir. Nosotros lo intentamos desde el movimiento del  decrecimiento pero por el momento sólo existen resultados a nivel micro, con iniciativas como las cooperativas de productores locales, que son pequeñas experiencias de decrecimiento, con
muchas iniciativas interesantes en España.
¿Cree que serán los ciudadanos quienes impulsen el decrecimiento o será una iniciativa de los gobiernos?
Vendrá del pueblo. De los gobiernos por supuesto que no.
¿Por qué cree que los nuevos partidos políticos que están naciendo en Europa no abordan la óptica del decrecimiento?
Por miedo a no ganar los votos suficientes para llegar al poder. Usted afirma que vivimos en un mundo dominado por la sociedad del crecimiento que genera profundas desigualdades.
¿De qué forma esto puede afectar a los ciclos migratorios?
La lógica de la sociedad de crecimiento es destruir todas las identidades. El problema de las migraciones es muy complejo. Ahora hablamos de millones de sirios desplazados pero antes de que acabe este siglo habrá 500 o 600 millones de desplazados, cuando ciudades enteras como Bangladesh o millones de campesinos chinos vean sus tierras inundadas por la subida del nivel del mar. Al aumentar las catástrofes del planeta, los migrantes ambientales también crecerán. En África he observado que no son la pobreza y la miseria material las que provocan las migraciones, es la miseria psíquica. Toda la riqueza económica africana representa el 2% del PIB mundial, la gran mayoría representa la masa de petróleo nigeriano. De esta forma, tenemos 800 millones de africanos que viven fuera de la economía, en el mercado informal. Cuando hace 20 años yo iba a África había buen ambiente, mucho dinamismo, la gente quería transformar sus tierras, había muchas iniciativas, pero hoy han desaparecido. La última vez que fui los jóvenes ya no querían luchar contra el desierto. Lo que querían era ayuda para obtener papeles y viajar a Europa, ¿por qué? No es porque ahora sean más pobres que antes, es porque hemos destruido el sentido de su vida. Los últimos 10 o 20 años de mundialización tecnológica han representado una colonización del imaginario 100 veces más importante que los 200 años de colonización militar y misionera. Se les crean nuevas necesidades, en la tele se les venden las maravillas de la vida de aquí y ellos ya no quieren vivir allí.
¿Diría usted que esto supone una crisis antropológica?
Sí, el crecimiento es una guerra contra lo ancestral. El verdadero crimen de Occidente no es haber saqueado el Tercer Mundo, sino haber destruido el sentido de la vida de esa gente que ahora adora el espejismo del desarrollo.

Renta Básica versus turistización y mafia laboral. (A propósito del caso de la ciudad de Palma, en la isla de Mallorca)

Article publicat a  Sin Permiso 

28/02/2016

Se cuenta que fue la prensa francesa quien utilizó, por primera vez, el término “balearización” para definir un proceso de explotación intensísimo del litoral de las Islas Balares (en mayor medida de Mallorca e Ibiza, y menos en el caso de Menorca y Formentera) para usos turísticos. Lo cierto es que el palabro hizo fortuna, y definía correctamente un modelo económico y social que lo sacrificaba todo (territorio, identidad, cultura, los sectores industriales tradicionales, etc.) al “Dios Turismo”. A esta balearización de los años 60-70 del siglo pasado, le sucedió un no menos intenso tsunami de construcción residencial, muy mayoritariamente para usos turísticos (no en balde, hubo un presidente autonómico que en un debate en el parlamento autonómico  afirmó en 1991 que: “Baleares tiene que convertirse en la segunda residencia de Europa”. El siglo XXI empezó con una bien consolidada realidad económica, social, y ambiental del “Todo Turismo”, pero, fruto de la movilización social, con algunas políticas de conservación del territorio y de contención al crecimiento de la oferta hotelera, y con algunos espacios, entre ellos el centro de la ciudad de Palma, sin una turistización total.
Pero en los años dos mil se produjo un cambio radical, y el centro de la capital se turístizó ¿Un proceso natural, fruto de un mercado perfecto para distribuir renta a base de la emprendeduría local? En Palma se puede disfrutar de mucha magia mediterránea, pero no hasta el punto de que se produzcan fenómenos tan paranormales en el mundo de la globalización neoliberal. De igual manera que en un momento pretérito se optó desde el poder político-institucional por expulsar la universidad del centro palmesano, en uno presente, este mismo poder, optó por entregar ese mismo espacio al turismo. El crecimiento de la cifra de hoteles urbanos, de alquileres turísticos, y de las llegadas de cruceros obedece a una apuesta política de los y las feligreses de la Iglesia del Crecimiento Económico que, en palabras de Carlo Bordoni [1], “es una de las pocas congregaciones -quizás la única- que no parece perder fieles y que tiene probabilidades reales de alcanzar un verdadero estatus ecuménico”.
A la cofradía del crecimiento le da igual que los nuevos hoteles “boutique”, la nueva oferta comercial, la privatización del espacio público con más terrazas cada día, obedezca más bien a la lógica del “nuevo lujo” [2] que a una de cohesión social a base de prosperidad compartida. Por otra parte, es pasmoso el silencio políticamente hegemónico sobre los costos ecológicos del turismo de cruceros. Como casi siempre en estos casos, sólo los grupos ecologistas mantienen la dignidad y son críticos con estos, en expresión del científico Gershon Cohen, “productores flotantes de mierda”. Pero bueno, quizás no hacen falta expresiones escatológicas para afirmar, como hace la periodista y escritora, Elizabeth Becker, que: “Los cruceros prometen que un número de pasajeros gasta una cantidad de dólares que en realidad no gasta, y que los negocios locales van a ganar. Pero esto no ocurre porque tienen muchos acuerdos con empresas para llevar allí a los clientes. Está también el coste de la contaminación: cuando un crucero atraca no se conecta a la electricidad, se deja ir, y genera una contaminación equivalente a 12.000 coches. Eso va al agua. Y pagan sueldos horribles. 50 dólares (46 euros) al mes a un camarero… Viven de las propinas. No se preocupan de las normas laborales y hay un verdadero interrogante sobre si siguen las normas medioambientales ¿Y dónde están las fuentes de agua? ¿Dónde están los cuartos de baño? ¿Quién recoge su basura? ¿Adónde va?”.
En este contexto hay que enmarcar el reciente proceso de turistización del centro de la ciudad de Palma, que se implementó y desarrolló ocultando también los costes de precariedad laboral que lleva asociado. Una ocultación que duró hasta unas semanas antes de que acabara el año 2015, cuando se conoció que la policía y la justicia estaban investigado una trama de explotación laboral en restaurantes de la zona céntrica de Palma. El impacto inicial fue grande. Los efectos de la acción policial y del juez instructor son muy visibles en las calles de la ciudad, ya que se clausura un total de 33 restaurantes y bares. La mayoría de ellos lucen el precinto judicial en calles no precisamente modestas o de barrios periféricos. Por ejemplo, unos de los bares regidos por esta mafia está situado justo enfrente del parlamento autonómico de las Islas Baleares  y, por tanto, además de por turistas, es muy frecuentado por los políticos y las políticas locales, algunos de los cuales se enteraron, por fin, que ¡Los obreros también existen en los restaurantes turísticos! Algunos portavoces empresariales quisieron reducir el asunto a una anécdota, a “unas pocas manzanas podridas en una gran cesta que rebosa buen hacer y auténtica responsabilidad social a raudales”. Pero la evidencia de los hechos les desmiente: Son más 1.200 las personas que, a lo largo del tiempo, han sido explotadas; se ha producido un fraude millonario a la Seguridad Social y a Hacienda; hay una veintena de detenciones policiales y se ha encarcelado a los cabecillas de la mafia; hay indicios sólidos de amenazas y agresiones a muchas de las víctimas que, además, son inmigrantes.
Les reproduzco algunos de los titulares de la prensa local sobre el asunto: “Testimonios de la trama de explotación laboral en restaurantes de Palma relatan «insultos y maltrato» de encargados y jefes”. «Si se desperdiciaba comida caducada, amenazaban con descontarlo del sueldo». “La mafia laboral destruyó documentos contables en B antes de las detenciones”. “El juez destaca que la mayor parte de la facturación de sus negocios se hacía en dinero negro”. “El jefe de la mafia laboral cobraba 1.500 euros semanales de comisión a un testaferro. Otro socio admitió que se repartió 200.000 € de dinero negro con otro cabecilla en 2 años”. “La red hacía quebrar sociedades para luego explotarlas a través de personas interpuestas”. “El jefe de la mafia laboral: «Si no tienes relaciones conmigo, te despido»”. “Un feje de la mafia laboral pagó 6.000 euros a un trabajador tras darle una paliza. Un empleado denunció a dos cabecillas de la trama por una brutal agresión al reclamarles el sueldo. La victima aseguró que le ofrecieron más dinero por retirar la acusación”. “La red servía productos caducados, alimentos con moho, frutas en mal estado, bebidas y tapas ‘recicladas’ y botellas de alcohol rellenadas con jeringuilla”. «En la cocina había bichos», y así suma y sigue… Pero, desde la primera información según la cual: “durante la investigación, la Policía Nacional detectó situaciones de «semiesclavitud» en los negocios de esta mafia laboral. Excesos de jornadas y salarios «irrisorios» que se cree podrían afectar a un millar de personas. Además, se calcula que los impagos con Hacienda rondan el millón de euros”, se ha informado de estos hechos desde la sección de sucesos y se ha manifestado más preocupación por “la mala imagen turística” o por la vertiente de atentado contra la salud pública -ambas cuestiones de evidente importancia- que por la existencia de casos de lo que la ONG Anti-Slavery International denomina “esclavitud moderna”. Un último titular de prensa que reproduzco sintetiza esta relegación del factor trabajo a un segundo plano: “Mafia laboral: ratas y hedor en el centro de Palma”.
El tratamiento que la prensa local está dispensando a esta trama de explotación laboral no es cosa baladí. La burguesía reserva las páginas de los medios de comunicación dedicadas a política o economía a las cosas importantes, y entre éstas no están los efectos más extremos de la precariedad laboral. El establishment ha normalizado que su modelo de “modernidad” genere grandes desigualdades por la existencia de una “sociedad oculta”, compuesta por multitudes y que está basada en la adaptabilidad a las condiciones adversas, pero lo más grave es que se está normalizado que el modelo de gestión empresarial nada tiene que ver con los derechos humanos.
Es más que significativo que un caso como el de esta mafia laboral, en una ciudad en la que tienen domicilio social importantes multinacionales españolas del turbocapitalismo turístico, no haya provocado un debate político social más allá de lo expresamente jurídico (los sindicatos y el gobierno autonómico se han personado como acusación particular). La ocasión debería merecer, al menos, una reflexión por parte de la supuesta izquierda gobernante (PSOE y los ecosoberanistas de MÉS, con el apoyo parlamentario de PODEMOS) sobre lo que podríamos llamar nuevos fenómenos de la “economía sumergida de la exclusión” en la que la institucionalización de la inseguridad laboral en general, y la desregulación total de la contratación a tiempo parcial en particular, juega un papel de gran importancia ¿Está dispuesta, al menos la izquierda formalmente antiausteridad neoliberal, a concretar la propuesta de Owen Jones, según la cual “La seguridad laboral debe estar en el centro de un nuevo movimiento progresista”? De momento se han limitado a las generalidades y a lo “políticamente correcto” (invocaciones a mejorar el turismo para mejorar la calidad del empleo, a introducir en el modelo de “todo turismo” elementos de sostenibilidad (sic) y de diversificación a base de apuestas por la I+D+i). Convendría recordar que la seguridad laboral que, con Owen Jones, habría que defender “debe ir mucho más allá de los sueldos y condiciones laborales. Una nueva política con la clase como parte central debe abordar la profundamente arraigada alienación que sienten muchos trabajadores, sobre todo del sector servicios: el puro tedio y aburrimiento que a menudo acarrea el trabajo rutinario y repetitivo. No se trata de dar más capacitación a los empleos y variar las tareas diarias de los trabajadores, aunque esto forme parte de ello. También se trata de dar a los trabajadores control y poder genuinos en el lugar de trabajo”.
En cualquier caso, las prácticas empresariales mafiosas no desaparecerán sin una Inspección de Trabajo y Seguridad Social decente que, como mínimo, tenga medios de acuerdo con los ratios que marca la OIT de un inspector/a de trabajo por cada 10.000 trabajadores/as, y que obedezca a una lógica de papel tuitivo del Estado con la parte débil en la relación laboral en el conjunto de las empresas, y especialmente en las pequeñas y medianas. Se trata de que la democracia sea real también durante la jornada laboral, de lo contrario “el Estado deja de ser la encarnación del gobierno popular y pasa a convertirse en un sistema de gestión de negocios”.
No obstante, una sociedad no se puede autocalificar de decente sin  ir a la raíz de las causas del fenómeno de la “nueva esclavitud” y a su radical erradicación: Las causas hay que buscarlas en la falta de libertad material de un número cada vez mayor de ciudadanos y ciudadanas. El llamado mercado laboral ya no garantiza –si es que lo ha garantizado alguna vez en las economías turistizadas- la ausencia de pobreza y de riesgo de exclusión; y los sistemas de Seguridad Social y de rentas mínimas garantizadas son cada vez más ineficaces para corregir los efectos del neoliberalismo, por más que crezca el PIB.
Establecer una Renta Básica de ciudadanía es, fundamentalmente, cuestionar esta  lógica del capitalismo salvaje y buscar otro modo de organización social en el que las nuevas formas de esclavitud sean extirpadas de raíz con la instauración de un derecho incondicional a un ingreso monetario que “puede conducir a la restauración de un derecho al trabajo libremente consentido, respetuoso de todos y de cada uno” y, por tanto, que la democracia sea realmente democrática para todos y todas.
Notas:
[1] Estado de Crisis. Zygmunt Bauman y Carlo Bordoni. Página 96. Paidós 2016.
[2] El nuevo lujo. Experiencias, arrogancia, autenticidad. Yves Michaud. Taurus 2015.

fue secretario general de la Federación de Comercio, Hostelería y Turismo de CCOO de Balears y miembro de la Comisión Ejecutiva de la CS de CCOO de les Illes Balears. Actualmente trabaja como coordinador de programas de la Fundación Gadeso

Los retos del “sexteto ecologista” en la XI legislatura

Article publicat a Ecopolítica

Introducción

Leí hace poco un relato sobre la transformación de los zapatistas al llegar a la selva de Lacandona. Éste cuenta cómo el cuadrado de la teoría política salió abollado del contacto con los seres humanos reales y que, gracias a esas abolladuras, pudo comenzar a rodar por las comunidades hasta convertirse en un círculo [2].
Hoy hace ya una semana de las elecciones parlamentarias del 20D y éstas parecen haber traído (al menos) una noticia agradable: cinco personas estrechamente vinculadas al mundo del ecologismo han sido elegidas diputadas: Josep Vendrell, Rosa Martínez, Jorge Luis Bail, Aina Vidal SáezJuantxo López de Uralde y Pedro Arrojo. Aquí vamos a centrarnos en algunos de los retos que tendrán que afrontar.
Probablemente esta es la primera vez que tantas personas provenientes de partidos que incluyen y visibilizan la ecología como esencia de sus programas entren al Congreso [3] así que no es extraño que nos preguntemos ¿Serán capaces de arrancar las malas hierbas y hacer florecer la semilla del ecologismo entre los restantes parlamentarios? ¿Echará a rodar de alguna forma la ecología en las instituciones gracias al “sexteto ecologista”?
Teniendo presente la transversalidad temática que abarca el ecologismo desde las perspectivas de la ecología política proponemos aquí un compendio de temas –brevísimo y que mezcla conscientemente propuestas de corte más institucional con otras netamente realizables a través de la sociedad- que creemos no pueden pasar desapercibidos para éstos diputados, tanto por la relevancia social de los mismos como por la importancia de tejer los hilos que nos vinculan al mundo en que vivimos y nos implicamos como activistas.
Cuatro generaciones de Derechos pendientes
Para empezar debemos repensar, recuperar y revitalizar las cuatro generaciones de derechos que bien se han visto mermadas en las pasadas legislaturas o bien jamás han sido completamente desarrolladas en nuestro país y que en este artículo estructuramos a través de cuatro generaciones de derechos. Es de justicia hacer un apunte: aunque hablemos de cuatro generaciones de derechos –otros autores hablan de tres al unir las dos primeras o cinco separando los derechos digitales- únicamente se ordenan por su momento de aparición, no por tener prevalencia unas sobre otras. Remitiéndonos a los términos de la legalidad internacional, esta idea quedó así expresada por la ONU en la Declaración y Programa de Acción de Viena de 1993, cláusula nº5 [4] (Esteban Rubio, 2015:iii)
PRIMERA GENERACIÓN: libertad de expresión y manifestación, derechos de las personas migrantes
La primera generación de derechos, relativa a los Derechos Civiles, relativos a las libertades de expresión, circulación, manifestación, etc. que tan mermada ha quedado tras la cooptación por parte del Gobierno de la televisión pública de modo que se garantice la participación popular en el que sigue siendo el medio de comunicación de mayor impacto sobre la población, el endurecimiento del Código Penal y el recorte en el acceso a la Justicia (así como la falta de solución a los pocos recursos de la misma). Asimismo, acabar con las políticas de discriminación, aislamiento, demonización contra los inmigrantes cerrando los CIEs y derribar las vallas de Ceuta y Melilla, que no son sino quien más sufre las políticas extractivas aplicadas desde el Norte al Sur global, refugiados del hambre, guerras, “conflictos de baja intensidad” y el cambio climático y de la interesada laxitud con la que examinamos el efectivo cumplimiento de los Derechos Humanos en función de sobre quién aplique la lupa nuestros gobiernos.
Especial mención merece la eliminación de la Ley 4/2015, de 30 de marzo de Seguridad Ciudadana (Ley Mordaza) que derogó la anterior ley de protección ciudadana 1/1992 y que limita y coacciona las libertades más básicas a través de multas más propias de un Estado policial y que deja prácticamente al arbitrio de la policía qué criterios aplicar a la hora de reprimir concentraciones.
SEGUNDA GENERACIÓN: edad para ejercer el voto, voto rogado, transparencia y participación
Los derechos de segunda generación, de participación política, han de buscar primero ajustar la fórmula electoral (es decir, número de escaños, tamaño de la circunscripción y fórmula de reparto) para que sea realmente proporcionada, para lo cual muchos politólogos sugieren que sería buena idea sería aumentar el tamaño de la circunscripción a la Comunidad Autónoma.
Asimismo, se ha de buscar el aumento de la participación de la ciudadanía reduciendo la edad para ejercer el voto a los 16 años y eliminando requisitos para el sufragio activo y pasivo a extranjeros residentes y eliminando el voto rogado como ha pedido insistentemente durante esta campaña la Marea Granate, quizá previendo incluir incluso escaños para las personas residentes en el extranjero como sucede en Francia.
Pero no solo se debe perseguir el aumento de los cauces de representación y participación en la gestión política institucional y en el control de su actividad aumentando la transparencia, sino asegurar y ampliar las formas horizontales de gestión local y de gestión de la economía, aumentando los canales a dichas redes, ya sean online o presenciales (pues hay que tener presente la brecha digital intergeneracional), a las asociaciones y a los colectivos tradicionalmente excluidos del espacio público, mujeres, menores de edad, ancianos, inmigrantes y pobres, entre muchos otros.
TERCERA GENERACIÓN: reformular y ampliar el bienestar
En la próxima legislatura habrán de recuperarse los derechos sociales de tercera generación perdidos muy vinculados a la protección que brindan los servicios asociados al concepto del Estado de Bienestar: laborales, educativos, sanitarios y sociales, como los relativos a las pensiones, el derecho al aborto por plazos temporales y no sujeto a condiciones, aumentar la protección social de las personas en riesgo de inclusión, los permisos de maternidad y paternidad y un largo etc. que persiga universalizar las prestaciones y acabar con la mal llamada austeridad (que realmente debería ser la moderación y sencillez y no el recorte del bienestar de las personas) y su consagración constitucional en el artículo 135 CE.
1. Atajar la emergencia social, acabar con la desigualdad y la pobreza, renta básica y máxima
El “sexteto ecologista” deberá afrontar también la emergencia social que se ha agravado durante los años más duros de la crisis y que persiste entre aquellos que no cotizamos en el IBEX 35 de forma tenaz, empezando por la pobreza (infantil, energética, etc.), frente a la cual deberemos decidir si ahondamos qué modelo asistencial queremos para el país [5].
                      eficiencia-equidad
Dados los datos con los que se suele trabajar, observamos que el modelo mediterráneo no es ni equitativo, entendido como la mejor distribución de beneficios de dichos recursos entre la población ni eficiente, según el cual se saca el mejor provecho a los escasos recursos disponibles. Ésta carencia se cubre habitualmente desde las redes familiares, ayudándose unos a otros, a diferencia de lo que sucede en el modelo nórdico, al cual es habitual hacer referencias como el modelo a imitar.
El área mediterránea por las circunstancias en las que se ha desarrollado su historia jamás ha disfrutado plenamente de las ventajas de un Estado del Bienestar pleno ni ha desarrollado una “cultura administrativa” propia, al margen de la existencia o no de una autoridad jerarquizada como es el Estado. Personalmente creo que desarrollar un formato de colaboración asociativo que cree una red de recursos organizada de abajo a arriba local-supramunicipal-regional, etc. que aproveche los vínculos comunitarios tradicionales hoy debilitados es el mejor camino hacia una universalización de las prestaciones sociales en el área mediterránea [6], al margen de que en las circunstancias actuales y para un ecologismo que trabaje a nivel institucional ligar los términos universal y público estatal sea casi una necesidad frente a malintencionadas equivocaciones que suelen traer un interés de mercado y la lógica del beneficio económico detrás más que la utilidad social de los recursos.
Una de las propuestas estrella para acabar con la desprotección es la de introducir una renta básica universal y garantizada a todos los mayores de edad, reivindicación en absoluto descabellada avalada por varios estudios de viabilidad en todo el territorio nacional y que cuenta incluso con propuestas y puestas en práctica en Euskadi y Catalunya [7]. Remitirnos únicamente a los beneficios que supondría para la reactivación de la economía sería quedarnos cortos de miras con la fuerza que tiene una idea capaz de dotarnos de la certeza de que no tendremos nuestros ingresos limitados al capricho del mercado laboral. Ésta propuesta debe implicar a la fuerza pensar en términos decrecentistas, pues ello nos permite entender la renta básica no como una fuente extra de ingresos adicionales con las que sustentar un consumo creciente de bienes materiales, sino como la posibilidad de reformular los tiempos en los que pensamos y actuamos, dejando mucho más espacio para el ocio y el cultivo de nuestra felicidad, así como para la participación en actividades colectivas asociativas de todo tipo. En ese sentido el movimiento slow y los conceptos del procomún tiene mucho que decir y aportar a las nuevas formas de entender la vida en comunidad.
Hablar de emergencia social necesariamente nos lleva a mencionar los desahucios y la creciente desigualdad. Baste recordar que incluso si nos limitásemos a mencionar la legalidad vigente se ha de recordar que conforme al artículo 33.2 de la Constitución la propiedad tiene una función social, concepto también presente en la Constitución Italiana de 1947 (art. 42), en la Ley Fundamental de Bonn de 1949 (art. 14.2) y en otras tantas cartas constitucionales europeas y latinoamericanas [8]. Es cierto que a día de hoy es un título que no es de directa aplicación (vgr. art. 53.2 CE) y por tanto no puede reivindicarse con la misma fuerza que los derechos de primera y segunda generación, pero cuando el número de viviendas vacías de España supone el 30% de las viviendas vacías en Europa [9], se hace evidente que los límites materiales no suponen un problema para la ampliación del parque público de vivienda, sino los intereses económicos de los fondos buitre, entre otros.
Obviamente, también se habrá de visibilizar la creciente desigualdad de ingresos que se ha acentuado en nuestro país, el cual ya era superior a la media de la UE incluso antes de la crisis económica. Ésta cuestión debe atajarse tanto a través de las medidas propuestas como introduciendo unos niveles de renta máxima y mayor progresividad impositiva, así como persiguiendo con mayor énfasis el fraude fiscal de las grandes fortunas y realizando las correspondientes auditorías de deuda pública de las administraciones de manera que quede reflejado a quién sirven.
2. Una nueva economía, otro consumo, del reparto y reducción trabajo al ocio
Ya hemos mencionado algunas ideas claves en materia económica, pero no está de más recordar que la acción en éste campo debe estar orientada hacia una economía decrecentista en términos de consumo de recursos, no orientada hacia el crecimiento como forma de sustentar el Estado del bienestar, pues ésta lógica draconiana del aumento infinito de recursos en un planeta finito es cuanto menos peligrosa, pues en tiempos de recesión nos lleva al aumento de la pobreza y la desigualdad y en tiempos de bonanza nos lleva al colapso ecológico.
Inspirarnos en los conceptos de biomímesis (tener presente los procesos naturales a la hora de inspirar nuevas soluciones para el consumo de recursos) y bioeconomía, que toma las leyes de la termodinámica y de las magnitudes físicas de coste de formación de recursos y energía como son la entropía y la entalpía son pasos necesarios para sustituir los índices conforme a los cuales se mide la riqueza, como pasar del PIB al IDH. Baste decir que en los años 50 la medida de la riqueza de una nación era la producción de carbón y acero. Los índices económicos pueden y deben cambiar acorde a las necesidades de la población. La economía, como hacen en esencia todas las ramas de la ciencia no establece unas leyes absolutas. La falsación (la búsqueda de teorías aceptadas provisionalmente hasta que se encuentra una de mayor validez) ha de formar parte de esta ciencia si no quiere caer en el dogmatismo y para eso nombres como el de Georgscu-Roegen o Tim Jackson tienen que comenzar a sonarnos familiares.
Ya tratamos la cuestión del consumo en otros artículos [10] [11], pues es definitivamente una de las cuestiones que debe ocupar nuestro tiempo si queremos controlar nuestra vida. Es actualmente el leitmotiv del sistema capitalista y el origen del deterioro ambiental mundial. Repensar nuestro consumo, se han de aumentar la protección y derechos de los consumidores, promoviendo un etiquetado responsable que indique la huella ecológica que produce cada producto en su ciclo de vida así como su envase ha de hacer nacer necesariamente la necesidad de fomentar el consumo local, de cercanía y de temporada, creando redes de producción y autogestión con la vista puesta en los conceptos de la economía del bien común, potenciando los huertos urbanos, las cooperativas de consumo, las monedas locales/sociales y los bancos de tiempo como parte del sistema de adquisición de bienes y servicios.
Asimismo se habrá de buscar desmaterializar el imaginario de nuestra sociedad, que tan interiorizado tiene la idea de tanto tienes tanto vales, para lo cual se deberán tomar pasos para limitar seriamente la publicidad comercial del espacio público y los medios que nos incitan a sentirnos desgraciados si no tenemos el producto anunciado o no nos parecemos al photoshopeado retrato que ocupa el anuncio de turno.
Si queremos cambiar nuestro concepto en torno a la acumulación material debemos hacer un ejercicio de pedagogía que excede los meros comportamientos. Para facilitar que la acumulación no sea la medida de la sociedad debemos librarnos del trabajo asalariado como motor de la sociedad de consumo. En torno a las propuestas más institucionales observamos como los partidos verdes europeos se han hecho eco durante largo tiempo de la necesidad de aplicar el Green New Deal y el Horizonte 20 20 20, los cuales buscan la creación de empleos verdes (asociados a la preservación o mejora ambiental), los cuales según los últimos informes de la Comisión Europea podrían llegar a crear 20 millones de puestos de trabajo [12] indudablemente una propuesta interesante dados los en torno a 27 millones de desempleados de la Unión Europea.
También hemos oído desde a Alberto Garzón debatir sobre la propuesta del trabajo mínimo garantizado como forma de reducción del paro utilizando al Estado como empleador frente a la idea de la renta básica, pero si no vamos más allá y comenzamos a cuestionarnos el trabajo en sí como actividad no podremos ver crecer una sociedad que no se estructure en torno al horario laboral.
En ese sentido, comenzar a reducir la jornada laboral (quizá hacia las 21 horas que propone la NEF [13]) y flexibilizar los horarios es primordial para garantizar el paso del trabajo como tripalium (origen latino de la palabra “trabajo” consistente en una tortura originaria del S. XII) y avanzar hacia el otium [14], de forma muy similar a como ya ironizaba Lafarge contra el trabajo y el consumo ya en El derecho a la pereza en 1880.
3. Una educación universal emancipadora no esclavizante
Como ya hemos expresado, estos cambios en materia económica y social no pueden perdurar sin grandes cambios en nuestro sistema de valores. En ese sentido la reforma del sistema educativo ha de orientarse hacia el abandono de las concepciones fabriles de la educación. En una sociedad del bienestar como la nuestra reducir los tiempos de formación a una etapa (cada vez más reducida) de nuestra vida sólo parece perseguir la consecución de obreros hiperespecializados, totalmente ignorantes del trabajo de sus semejantes y totalmente embebidos en la lógica de la competitividad y la acumulación como triunfo.
Frente a esto, una educación que se prolongue a lo largo de toda nuestra vida, con diferentes caminos y un amplio grado de libertad, que incida en valores para desmaterializar las conciencias, que fomente valores como el feminismo y el respeto a la diversidad sexual y sociocultural como ya expuso Marc G. Olabarría (2015) [15]. Hoy los nuevos métodos pedagógicos como los de Paulo Freire apenas tienen demanda y únicamente existen para algunos privilegiados. La inversión en materia educativa es esencial, se ha de implicar a toda la comunidad para fomentar la curiosidad en especial en las primeras etapas de la formación de las personas, se ha de garantizar una educación universal de calidad y gratuita tanto pública (entendida como “estatal” o institucional) como privada, aumentando los recursos del profesor, disminuyendo la ratio de alumnos por clase, facilitando la movilidad y las becas de estudios, movilidad e investigación e implicando a los alumnos en su propio proceso de aprendizaje y en la comunidad educativa a todos los niveles, desde preescolar hasta la formación superior y universitaria, por citar algunos principios.
CUARTA GENERACIÓN: derechos de autorrealización, a un medio sano y a la paz
Finalmente, crear nuevas formas de articular los derechos de autorrealización, en ocasiones llamados de solidaridad o de los pueblos, la cuarta generación, asociados al bienestar entendido de forma más íntima y profunda que el bienestar material proporcionado por la seguridad de alimento y cobijo, que incluye un ambiente sano, la convivencia pacífica de los pueblos, la inclusión de las diferentes comunidades, los derechos culturales y educativos y, en esencia, a la libre autodeterminación de nuestro destino en la búsqueda de la felicidad, esto es, en esencia lo que persigue la idea de dignidad como principio básico fundamentador del resto de derechos, el “derecho a tener derechos”, que para mí refleja perfectamente éstas palabras de Errico Malatesta al hablar del anarquismo: “el máximo bienestar, la máxima libertad, el máximo desarrollo posible para todos los seres humanos, sin querer ser oprimido ni opresor
1. Encaje territorial, modelo de Estado y derecho a decidir
Para referirme a esta cuestión hago mía aquí una frase de Daniel Guerín cuando dijo que “el anarquismo tiene espaldas muy anchas, y lo aguanta todo” para aplicarla al ecologismo y específicamente al caso español. A poco que leamos a diferentes autores no podemos encontrar una definición óptima que defina “una” posición ecologista. Desde propuestas más federales a confederales, a la organización que propone Murray Bookchin al hablar de confederamismo democrático y cuyo ejemplo vivo es la actual organización del pueblo kurdo, las propuestas son muchas, pero sin duda, una postura ecologista pasa por aumentar la horizontalidad y autonomía de la toma de decisiones -como la jefatura de Estado hereditaria- y librarse de la imposición de posturas, en diferente grado según el modelo propuesto).
Creo por tanto que estar a favor de cuantos elementos sirvan para definir entre los interesados el encaje territorial de las diferentes regiones, estados o cuantas formas territoriales se desee perfilar (como podría ser el llamado derecho a decidir) no es una posición que esté en contra del ecologismo, que por la naturaleza de las cuestiones que trata no debería entender las fronteras como impedimento para defender sus ideas, y si para ello se ha de reformar la Constitución, que así sea.
Si de mí dependiese realizar una propuesta institucional de reforma (esperemos que no, pues realmente me decanto preferiblemente por las formas autogestionadas y confederales), separaría la jefatura de Estado de la presidencia y mantendría la bicameralidad del poder legislativo, separando las competencias de manera nítida, dejando el Senado como cámara de representación territorial, con voz de las Comunidades y Estados que integran el país, permitiendo un desarrollo federal asimétrico que –y ésta es la clave- permita una mayor elasticidad a la hora de desarrollar las instituciones en las Comunidades Autónomas, de manera que los respectivos estatutos no fueran meras copias del Estado central, compensándolo desde el Senado a través del análisis de las leyes y medidas que han tenido éxito en los territorios para estudiar la forma de extender dichas fórmulas exitosas a otros territorios, de manera que a la vez que se respete el camino determinado por las comunidades se garantice la igualdad de derechos en las diferentes unidades del sistema.
2. Fomentar el autoconsumo eléctrico, acabar con el fracking, los combustibles fósiles y la fisión nuclear
En cuestiones energéticas el fomentar las formas de autoconsumo en red con fotovoltaicas y otras renovables, aplicando el balance neto y reformulando el Real Decreto 900/2015 de autoconsumo para que sea verdaderamente una herramienta para que los consumidores puedan organizarse  fomentando una distribución no sólo del consumo sino de la producción, de manera que se fortalezca la idea de horizontalidad en la gestión de recursos frente a la dependencia y jerarquización de las energías fósiles como un proceso gravemente complejo y tutelado por el interés de las comercializadoras eléctricas, que (además) continúan aprovechándose de la ausencia de una auditoría pública del coste de producción energética que ha provocado el déficit de tarifa.
Asimismo, el “sexteto ecologista” debe plantarse ante las técnicas de gas de esquisto o fracking así como a las energías fósiles, tanto el petróleo como el gas, cuyo máximo esperpento representa en este país el Plan Castor o las nucleares de fisión sin renunciar por ello a la investigación en torno a la fusión o los usos energéticos de las baterías de hidrógeno.
3. Protección ambiental y animal
No puede faltar tampoco la defensa de las posiciones que tradicionalmente dieron lugar al ecologismo conservacionista, dotándolas de medidas de nuevo cuño que fomenten la justicia social y la defensa del ecologismo de los pobres, como la reforma de la ley de montes, la ley de costas o la ley de minas para fomentar la protección del territorio, de la biodiversidad y ecosistémica combinada con las técnicas tradicionales de protección para desincentivar la especulación urbanística, en la misma línea que ya intentara la reforma de la ley de suelo de 2008,  incorporando además los objetivos que se han marcado desde la Unión Europea para crear ciudades limpias y sostenibles con un transporte intra e interurbano público y que permita el uso de la bicicleta y el desarrollo cultural. Asimismo, se habrá de abordar la cuestión relativa a los transgénicos de manera científica y racional, aplicando el principio de precaución en la introducción de nuevos productos y especialmente aumentando la información y la protección de productores y consumidores evitando la usura y el control por parte de los propietarios de las patentes.
En materia de protección animal también los ecologistas habrán de dar pasos hacia la prohibición de las “tradiciones” más crueles contra los animales, como son la mayoría de las prácticas asociadas a la tauromaquia. Especialmente interesantes son las reflexiones de PACMA en cuestiones de Derechos de los animales [16] (Pastor; Fresco; Zamora García, 2015), fuerza con más votos de cuantas se han quedado fuera del parlamento.
4. Derechos humanos y pacifismo como eje de la posición internacional
Decía el expresidente Mújica que vivimos en una era llena de mediocridad, donde los representantes no son capaces de mirar más allá de sus intereses nacionales, su deuda y sus aliados, y que jamás abordan de forma valiente cuestiones como la pobreza y el hambre o el deterioro ambiental, impulsando los conceptos de Justicia Ambiental y Ecocidio.
Debemos, como ya intentara Petra Kelly, potenciar la alianza entre los ecologistas a nivel mundial. Estructurar la acción internacional en torno al escrupuloso respeto de los derechos humanos, el pacifismo –pese a las acusaciones de buenismo [17] (Pastor, 2015)- y los convenios de protección ambiental ha de ser el centro de la denuncia de éstos diputados, apoyando unos y otros para fomentar la integración regional y la estabilidad sin el interés espurio del comercio internacional detrás, como bien podría representar el apoyo a palestinos y kurdos, al pueblo griego frente a la troika o la democratización en Túnez, así como la integración y cooperación con Latinoamérica, ocupando una posición mediadora de intereses a la que por nuestros lazos históricos y geográficos podemos aspirar entre el mundo árabe, una Unión Europea más integrada y justa y Latinoamérica.
CONCLUSIÓN
Como podemos ver un mundo de posibilidades y cuestiones por resolver se abren al “sexteto ecologista”, ello por tanto no puede implicar el abandono de los demás del activismo con los movimientos sociales y el resto de la familia ecologista, pues aunque sin duda mucho puede hacerse desde el Congreso, para que a una idea a la que efectivamente ha llegado su tiempo no marchite debemos cuidar sus raíces y aportar la felicidad que nos acompaña en las calles.
Notas
[0] FOTO: los diputados verdes alemanes (de izquierda a derecha) Gert Bastian, Petra Kelly, Otto Schily y Marieluise Beck-Oberdorf, acompañados por más de 200 activistas ecologistas y pacifistas, se dirigen a la sesión inaugural de la X legislatura del Bundestag el 29 de marzo de 1983 (era la primera legislatura en la que Die Grünen conseguía representación en el Bundestag). Petra Kelly llevó una conífera en una maceta y un ramo de flores y los sitúo en la mesa de su escaño durante dicha sesión.
[1] El autor es estudiante de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III de Madrid y co-coordinador del Área de Política y Sociedad de EcoPolítica.
[2]
Ocalan, Abdullah (2015), “Confederalismo Democrático, Otro mundo es posible” Prólogo, Ed. notas de Walter, pág. 15.
[3] Consiguiendo habitualmente ICV (coaligado con Ev, en solitario o con EUiA) entre 1 y 2 diputados desde 1996.
[4] ESTEBAN RUBIO, Luis (2015), Año 10.015 de nuestra Era. Parte II. Summer is Coming – Introducción, pág. 9 [en línea] [18 noviembre 2015] Disponible en: https://ecopolitica.org/ano-10015-de-nuestra-era-parte-ii-summer-is-coming/ [último acceso 27 de diciembre de 2015].
[5] VV.AA European Social Model [en línea] [mayo 2013] Disponible en: http://datab.us/i/European%20social%20model [último acceso 27 de diciembre de 2015].
[6] He de aclarar que ésta es una opinión a nivel personal, que requeriría un desarrollo en condiciones o por lo menos la búsqueda de antecedentes o intentos previos.
[7] Sanzo González, Luis (2005) La introducción de la renta básica en España en Cuadernos de Relaciones Laborales, vol. 23, no. 2 [en línea] Disponible en: http://revistas.ucm.es/index.php/CRLA/article/view/CRLA0505220123A/32339 [último acceso 27 de diciembre de 2015].
[8] Ríos Álvarez, Lautaro. (2012) El principio constitucional de la función social de la propiedad 3.4 Su acuñación constitucional RDJ Doctrina, Tomo LXXXIV, Nro. 2, 57 a 73 págs. 111-136.
[9] 2015, Amnistía denuncia que España tiene el 30% de viviendas vacías de Europa [en línea] El Periódico – Sociedad martes 23 de junio 2015 http://www.elperiodico.com/es/noticias/sociedad/amnistia-denuncia-que-espana-tiene-viviendas-vacias-europa-4297926 [último acceso 27 de diciembre de 2015].
[10] del Peral Pedrero, Rafael (2013) Reflexiones sobre el consumo. Crítica a la destrucción creativa [en línea] [20 de noviembre 2013] https://ecopolitica.org/reflexiones-sobre-el-consumo-critica-a-la-destruccion-creativa/ [último acceso 27 de diciembre de 2015].
[11] Sekulova, Filka (2015) Navidades, felicidad y decrecimiento. ¿Qué relación hay entre el consumo y la felicidad? creativa [en línea] [22 de diciembre 2015] Disponible en: https://ecopolitica.org/navidades-felicidad-y-decrecimiento-que-relacion-hay-entre-el-consumo-y-la-felicidad/ [último acceso 27 de diciembre de 2015].
[12] EUROPEAN COMMISSION, (2015) Green Jobs: Employment potential and Challenges, European semester thematic fiche, pág. 5 [en línea] Disponible en: http://ec.europa.eu/europe2020/pdf/themes/2015/green_jobs.pdf [último acceso 27 de diciembre de 2015].
[13] The New Economics Foundation, (2102) 21 horas. Una semana laboral más corta para prosperar en el siglo XXI. Barcelona, Icaria.
[14] Yagües, Miguel, (2013) El Otium y la búsqueda de la felicidad pública [en línea] [16 de octubre de 2013] Disponible en: https://ecopolitica.org/el-otium-y-la-busqueda-de-la-felicidad-publica/ [último acceso 27 de diciembre de 2015].
[15] G. Olabarría, Marc (2015) EcoloQUEERsmo Parte I. [en línea] [25 de agosto de 2015] Disponible en: https://ecopolitica.org/?s=EcoloQUEERsmo [último acceso 27 de diciembre de 2015].
[16] Pastor, Sara; Fresco, Ignacio; Zamora García Javier (2015) Entrevista a Laura Duarte, portavoz de PACMA – Reflexiones sobre los derechos de los animales y el movimiento animalista [en línea] [22 de octubre de 2015] Disponible en: https://ecopolitica.org/entrevista-a-laura-duarte-portavoz-de-pacma/ [último acceso 27 de diciembre de 2015].
[17] Pastor, Sara, (2015) Sobre terrorismo, “buenismo” y pragmatismo [en línea] [4 de diciembre de 2015] Disponible en: https://ecopolitica.org/sobre-terrorismo-buenismo-y-pragmatismo/ [último acceso 27 de diciembre de 2015].

Iglesias supedita su apoyo al PSOE a que Sánchez acepte un referéndum

Article publicat a El País 

  • «Cualquier fuerza política que no entienda la plurinacionalidad de nuestro país está dispuesta a entregar el gobierno al PP», afirma el líder de Podemos

Podemos ha condicionado este lunes la hipótesis de apoyar al PSOE a que su líder, Pedro Sánchez, acepte el derecho a decidir y el referéndum catalán. El candidato de la formación, Pablo Iglesias, ha rechazado hablar de líneas rojas, ha negado tajantemente que esté dispuesto a permitir un Gobierno del PP, pero ha advertido que “cualquier fuerza política que no entienda la plurinacionalidad de nuestro país está dispuesta a entregar el Gobierno al PP”. “Parece que los señores que mandan en el PSOE no entienden que España es un país diverso y plurinacional”, ha afirmado el secretario general de Podemos, que con sus alianzas territoriales en Cataluña, Comunidad Valenciana y Galicia ha logrado 69 diputados en el Congreso.

“Ni por activa ni por pasiva, Podemos va permitir un Gobierno del PP, ni con votos a favor ni con la abstención”, ha asegurado Iglesias, quien ha recordado que su formación ha quedado por encima del PSOE en ocho comunidades. Ha sido la más votada en Cataluña y en el País Vasco y se ha situado en segunda posición en la Comunidad de Madrid, la Comunidad Valenciana, Galicia, Baleares, Canarias y Navarra. Esta circunstancia lleva ahora al partido que nació hace menos de dos años a intentar una negociación de la reforma de la Constitución. Iglesias plantea cinco cambios, que califica de “inaplazables e imprescindibles”, para blindar el reconocimiento de los derechos sociales, cambiar el sistema electoral, prohibir las puertas giratorias, introducir un mecanismo revocatorio de los mandatos del Gobierno y consagrar el derecho de las comunidades a decidir su encaje territorial. El referéndum catalán es, en este contexto, “absolutamente imprescindible”.
Iglesias ha rechazado hablar de investidura y de pactos, aunque ambas cuestiones estarán sobre la mesa del Consejo Ciudadano, máximo órgano de dirección del partido, que se convocará después de Navidad. “Creo que los cambios que se están produciendo son evidentes. Nosotros no estamos hablando ahora de plantear nuestra investidura, sino de tender la mano. Cuando se vuelva a votar en España la tendencia va a continuar”, ha considerado antes de llamar a acometer una nueva Transición. “Tiene que haber un nuevo compromiso histórico en España”.
El líder de Podemos ha vuelto a mostrarse poco conciliador con Pedro Sánchez. Ha recordado que ese partido ha obtenido el peor resultado de la historia de la democracia y que ha perdido seis millones de votos. El resultado electoral, en su opinión, le coloca en una situación de debilidad. “El PSOE tiene que entender la pluralidad de este país y asumir el resultado. Parece que están más preocupados en hacer unas primarias internas que en España”. En cualquier caso, ha rechazado el término línea roja. “Ni líneas rojas ni negociaciones programáticas. Esas garantías son un pegamento de país. Es el momento de hablar de este país”. “A nosotros”, ha dicho, “nos toca ahora asumir la responsabilidad de Estado”.

La izquierda debería abrazar el decrecimiento

Article publicat a Huffington Post
 

Profesor e investigador en Economía Ecológica, Universidad Autónoma de Barcelona

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El decrecimiento es un ataque frontal a la ideología del crecimiento económico. Algunos lo llaman una crítica, un eslogan o una «palabra obús». Otros hablan de la «teoría de» o de la «literatura sobre» decrecimiento o de las «políticas de decrecimiento «. Muchos se ven a sí mismos como el «movimiento del decrecimiento», o proclaman que viven» de una manera decrecentista». ¿Qué es el decrecimiento y de dónde viene?

Los orígenes del decrecimiento
Intelectualmente, los orígenes del decrecimiento se encuentran en la ecología política francesa y europea de la década de 1970. André Gorz hablaba de de décroissance en 1972, cuestionando la compatibilidad del capitalismo con el equilibrio de la tierra «para la que… el decrecimiento de la producción material es una condición necesaria». A menos que consideremos «igualdad sin crecimiento», argumentaba Gorz, estamos reduciendo el socialismo a nada más que la continuación del capitalismo por otros medios -una extensión de los valores de la clase media, estilos de vida y patrones sociales’.
Demain la décroissance (Mañana, el decrecimiento) fue el título de la traducción en 1979 de una serie de ensayos de Nicholas Georgescu-Roegen, un catedrático rumano emigrado a EEUU y uno de los primeros economistas ecológicos, que argumentaba que el crecimiento económico acelera la entropía. Eran los tiempos de la crisis del petróleo y del Club de Roma. Sin embargo, para los pensadores ecosocialistas franceses, la cuestión de los límites del crecimiento era ante todo una cuestión política. A diferencia de las preocupaciones malthusianas por el agotamiento de recursos, la sobrepoblación y el colapso del sistema, el suyo era un deseo de tirar del freno de emergencia en el tren del capitalismo o, en palabras de Ursula Le Guin, «poner un cerdo en la via única de un futuro que consiste únicamente en el crecimiento».
El eslogan décroissance fue revitalizado en la década de 2000 por los activistas en la ciudad de Lyon en acciones directas contra las megainfraestructuras y la publicidad.Serge Latouche, un profesor de antropología económica y crítico de los programas de desarrollo en África, lo popularizó con sus libros, clamando por el «Fin del desarrollo sostenible» y » viva el decrecimiento convivencial». Para el intelectual francés, Paul Aries, el decrecimiento era una «palabra obús ‘, un término subversivo que cuestionaba la conveniencia del desarrollo basado en el crecimiento que se daba por sentada. Una red pequeña pero entregada de decrecentistas surgió en torno a la revista mensual La Decroissanse. La palabra quedó registrada en los debates políticos franceses, incluso con un intento fallido de un partido político de decrecimiento.
El decrecimiento hoy
Desde Francia, el nuevo meme se extendió a Italia, España y Grecia. En 2008, justo antes de la crisis española, el activista del decrecimiento catalán Enric Duranexpropió 492.000 euros a treinta y nueve bancos a través de préstamos. Dio el dinero a los movimientos sociales, denunciando el sistema de crédito especulativo de España y el crecimiento ficticio que impulsaba.
En París, en 2008, comenzaron una serie de reuniones internacionales, una mezcla de conferencias científicas con foros sociales, que introdujo el decrecimiento en el mundo de habla inglesa. En septiembre de 2014, tres mil quinientos investigadores, estudiantes y activistas se reunieron en Leipzig en la IV Conferencia Internacional sobre Decrecimiento. Las actividades abarcaron desde paneles sobre crecimiento y cambio climático, críticas gramscianas al capitalismo o la semana laboral de 20 horas, hasta la desobediencia civil frente a una central eléctrica de carbón o cursos sobre cómo hacerse el pan.
Una prolífica investigación publicada en revistas académicas ha reforzado las hipótesis principales del decrecimiento: la imposibilidad de evitar un cambio climático desastroso con un crecimiento económico; límites fundamentales a la hora de desacoplar el uso de recursos del crecimiento; la desconexión entre el crecimiento y la mejora del bienestar en las economías avanzadas; los crecientes costes sociales y psicológicos del crecimiento. Trabajos recientes ponen de relieve el imperativo del crecimiento para el capitalismo (lo que David Harvey llama la más letal de sus contradicciones) y exploran cómo el empleo o la igualdad podrían sostenerse en economías postcapitalistas sin crecimiento.
Las propuestas políticas van desde límites máximos al carbono y moratorias a la extracción hasta la renta básica ciudadana, la reducción de la jornada semana laboral, la recuperación de los bienes comunes y una quita de la deuda, así como una reestructuración radical del sistema fiscal en base a la producción de CO2 en lugar del impuesto sobre la renta, y topes salariales e impuestos al capital. Al exigir esas imposibles «reformas no reformistas», como André Gorz las llamó, se aboga por la transformación sistémica (como ha señalado Slavoj Zizek, tales reformas socialdemócratas son revolucionarias en una era en que el capitalismo ya no puede darles cabida).
Políticamente, hay un claro consenso en que un cambio de sistema es necesario, y que esto requiere un movimiento de movimientos, o bien una alianza de los desposeídos, incluyendo una coalición de los movimientos globales de justicia social y ambiental. El decrecimiento es incompatible con el capitalismo, pero rechaza también la ilusión del denominado «crecimiento socialista» por el cual una economía racional, centralmente planificada, traería de algún modo mágico los avances tecnológicos que permitirían un crecimiento razonable sin afectar a las condiciones ecológicas. Los decrecentistas discrepan de los socialistas en que a estos les resulta fácil imaginar el fin del mundo o el fin del capitalismo pero, por alguna razón inexplicable, no el fin del crecimiento.
Para otros, decrecimiento significa, principalmente, otra forma de vida (politizada). Nuestro foro sobre decrecimiento de tres días en Atenas, a principios de este año, contó con la presencia de cientos de participantes, no sólo académicos, activistas ambientales y de los derechos humanos o miembros de Syriza, los Verdes y la izquierda antiautoritaria, sino también neorurales y agricultores orgánicos y muchos de los soldados de base de la economía solidaria. En Barcelona, ​​el decrecimiento se visualiza en proyectos como Can Masdeu, con su red de huertos urbanos en el barrio obrero de Nou Barris y una historia de activismo por el derecho a la vivienda; o laCooperativa Integral Catalana, una cooperativa con seiscientos socios y dos mil participantes, una red de productores independientes y consumidores de alimentos orgánicos y productos artesanales, residentes de ecocomunas, empresas cooperativas y redes regionales de intercambio que emiten sus propias monedas.
François Schneider, promotor de las conferencias internacionales y fundador deResearch & Degrowth en París (ahora también en Barcelona), encarna la hibridez del decrecimiento: un doctor en ecología industrial, caminó durante un año con un burro por Francia explicando las ideas del decrecimiento a los transeúntes que, desconcertados, lo detenían para escucharlo. Ahora vive en Can Decreix, una casa neo-rural dentro de la ciudad de Cerbere en la frontera franco-catalana, un centro de experimentación y de educación en la vida frugal.
Algunos hablan de un movimiento de base del decrecimiento, pero los asistentes a las conferencias no somos un grupo cohesionado de personas con una agenda compartida o un objetivo unificado, ni hemos llegado todavía al tamaño de un movimiento. A diferencia del movimiento antiglobalización, no hay ningún edificio de la OMC para asaltar o un tratado de libre comercio que detener. El decrecimiento ofrece un eslogan que moviliza, reúne y da sentido a una amplia gama de personas y movimientos sin ser su único o principal horizonte. Es una red de ideas, un vocabulario, como lo llamábamos en un libro reciente, que cada vez más gente siente que trata de sus preocupaciones.
La izquierda tiene que abrazar el decrecimiento
Una izquierda nueva tiene que ser una izquierda ecológica o no será izquierda en absoluto. Naomi Klein argumentaba que el cambio ambiental «lo cambia todo», también para la izquierda. El capitalismo requiere la expansión constante, una expansión basada en la explotación de los seres humanos y no humanos, que daña irreversiblemente el clima. Una economía no capitalista tendrá que poder sostenerse a la vez que se reduce su tamaño. Pero ¿cómo podemos redistribuir o asegurar un trabajo con sentido sin crecimiento? Todavía no existe una ciencia de’economía del decrecimiento concreta. Lamentablemente, el keynesianismo es la herramienta más poderosa que tiene la izquierda, incluso la izquierda marxista, para hacer frente a los problemas de la política. Pero se trata de una teoría de la década de 1930, cuando la expansión ilimitada todavía era posible y deseable.
Sin la existencia de la marea del crecimiento que levante todos los barcos, es el momento de repensar qué barco consigue qué. La respuesta de la izquierda al dilemar>g de Piketty no debe ser «aumentaremos g ‘ (g es la tasa de crecimiento). Después de todo, la izquierda siempre quería que fuera r, que la acumulación de capital decreciera. El mismo Piketty, apenas ecologista, no cree en la posibilidad de una mayor tasa de crecimiento. La redistribución va a ser la cuestión central en un siglo XXI sin crecimiento.
La izquierda tiene que liberarse del imaginario del crecimiento. El crecimiento perpetuo es una idea absurda (consideren el absurdo de lo siguiente: si los egipcios hubiesen comenzado con un metro cúbico de material y crecieran un 4,5% anual, al final de sus 3.000 años de civilización, habrían ocupado 2.500 millones de sistemas solares). Incluso si pudiéramos sustituir el crecimiento capitalista por un crecimiento socialista más bueno, más angelical, ¿por qué querríamos ocupar 2.500 millones de sistemas solares?
El crecimiento es una idea que forma parte esencial del capitalismo. Es el nombre que el sistema dio al sueño que estaba produciendo, el sueño de la abundancia material. El PIB se inventó para contar la producción de guerra y se convirtió en un indicador, midiendo y confirmando objetivamente el éxito de EEUU en la guerra fría. El crecimiento es lo que el capitalismo, necesita, conoce y hace. Las políticas de izquierda nunca consistieron en aumentos cuantitativos del valor de cambio en abstracto. Consistían en punto específicos, en valores concretos de uso: el empleo, un salario digno, unas condiciones dignas de vida, un medio ambiente sano, la educación, la salud pública o agua potable para todos. Todos ellos requerían recursos; pero no hay ninguna razón por la que necesitasen una expansión perpetua de recursos del 3% anual.
Y he aquí una afirmación más rotunda: las cosas que a la izquierda le gustaría vercrecer no traerían consigo un crecimiento agregado (a menos que redefiniéramos totalmente lo que medimos como actividad económica, pero esto es un juego de palabras). Extender la riqueza equitativamente a más manos y más mentes de lo que sería necesario, dejando espacios y personas ociosas, dedicando tiempo para cuidar unos de los otros: todo eso son impuestos a la productividad y al crecimiento. Siendo menos productivos podríamos crear más trabajo e incluso vivir mejor. Si fuésemosmenos productivos en sectores con valor social, como la salud pública, con más trabajadores (doctores y cuidadores), viviríamos mejor. Pero la industrialización despegó a base de concentrar los excedentes en manos de unos pocos (capitalistas o estados), reinvirtiendo los beneficios para un mayor crecimiento, no para extender la riqueza a todo el mundo o dejar los pastos y los combustibles fósiles inactivos.
Esto puede ser demasiado difícil de tragar. Después de todo, muchos de nosotros a menudo abogamos por la igualdad, la democracia, el pleno empleo, un salario mínimo, la educación o las energías renovables (lo que se quiera) en nombre del crecimiento. Creemos que una alternativa al sistema capitalista que sólo tiene ojos para los beneficios será más racional y lo hará más y mejor de lo que el capitalismo lo hace. Esto es un error político: como afirma Slavoj Zizek, la izquierda no puede limitarse a nuevas formas de realizar los mismos sueños; tiene que cambiar los sueños en sí mismos. Tampoco creo que la idea de volver a la época gloriosa de socialdemocracia europea sea más factible. La gloriosa (sic) era de reconstrucción y recuperación de la postguerra ha terminado. Y no olvidemos que esa también fue posible gracias a la explotación colonial del resto del mundo. Hay pocos indicios de que el keynesianismo impulsado por la deuda, marrón o verde, capitalista o socialista, pueda revivir. Esto es independiente del hecho de que la austeridad neoliberal sea desastrosa. ¡Sí a la redistribución, la democracia y la igualdad, pero no en nombre del crecimiento!
El decrecimiento revive el espíritu de la «austeridad revolucionaria» de Enrico Berlinguer, una austeridad nacida de la solidaridad. El petróleo que alimenta nuestros coches, calienta nuestros hogares o incluso gestiona nuestros hospitales y escuelas, es el mismo que destruye los medios de vida y los bosques en la Amazonía peruana o Nigeria. El papa nos lo recuerda. La razón para llevar una vida «sobria», como lo llamaba Berlinguer anteriormente y el papa ahora es porque nuestras acciones aquí afectan a las personas y los ecosistemas allá, no porque la máquina capitalista se esté quedando sin materias primas (preocupación malthusiana), o porque, como dicen los neoliberales, vivamos por encima de nuestras posibilidades (algo en lo que se refieren al 99% que utilizamos los servicios del Estado del bienestar, no a ellos, el 1% que viven de su capital).
Desde la perspectiva del decrecimiento, la cuestión no es que el Norte Global consuma más de lo que produce (o produzca más de lo que consume, como dicen los keynesianos). La cuestión es que produce y consume más de lo necesario, a expensas del Sur Global (también del propio Sur dentro de los países del Norte), de otros seres y de las generaciones futuras. Producir y consumir menos reduciría el daño infligido a los demás. Es una cuestión de justicia social y ambiental: «reducir y redistribuir desde el 1% global (y en menor medida el 10%, lo que incluye a las clases medias de Europa y América) al resto. Estas invocaciones a la sobria sencillez y a la abundancia frugal pueden parecerse a la idea común latente de la buena vida, presente en muchas culturas de Oriente y Occidente. Pueden recuperar de las garras de los defensores de la austeridad la crítica sensata al «exceso», que hipócritamente utilizan para justificar sus políticas regresivas.
Posibilidades políticas
El decrecimiento es una palabra clave que circula, sobre todo, entre activistas. En Grecia y en España, lugares que conozco mejor, resuena entre los cooperativistas y los ecocomunalistas, incluyendo a miembros de las bases juveniles de partidos como Syriza, Podemos o CUP. El decrecimiento fue una palabra presente, aunque no dominante, en el movimiento de los indignados y en las economías solidarias. Entre los Verdes se despertó una antigua división, anterior al «desarrollo sostenible», entre los radicales » fundis» y los pragmáticos «realos» que apostaron por el crecimiento verde. Existen signos de la re-radicalización de los Verdes europeos: Equo en España, con representación en el Parlamento Europeo, ha respaldado explícitamente una agenda post-crecimiento (su eurodiputado Florent Marcellesi ha hablado en favor del decrecimiento). La campaña nacional de los Verdes del Reino Unido también tenia el espíritu ‘post’ o ‘de’-crecentista , aunque no el nombre.
Los llamamientos explícitos al decrecimiento son un suicidio electoral en un entorno dominado por los medios de comunicación corporativos. Es necesario más trabajo de base para hacer que el decrecimiento sea un pensamiento común generalizado. Por ahora, cuanto más cerca del poder llegue un partido radical, más probable es que se desvincule de cualquier asociación con el decrecimiento. Pablo Iglesias firmó el manifiesto decrecentista Ultima llamada, pero, como The Economist señaló acertadamente, cuando Podemos maduró, dejó atrás las ideas más extravagantes como el «decrecimiento» y «anticapitalismo».
Los paralelismos con la nueva izquierda de latinoamérica son obvios. Correa o Morales fueron elegidos con el apoyo de los movimientos ecologistas indígenas con filosofías similares al decrecimiento. Una vez en el poder, la realpolitik y las políticas redistributivas basadas en el crecimiento que se dictaron fueron complacientes con el gran capital y con el crecimiento alimentado por el extractivismo.
Uno esperaría que, al menos, los nuevos partidos de izquierda en Europa se abstuvieran de hacer del crecimiento su objetivo central. Pero sin duda, las crisis ha reafirmado el imaginario del crecimiento, esta vez como un objetivo progresista. Un activista de Podemos en Cataluña me comentaba que «en la crisis actual sólo podemos hablar de crecimiento». Esto no es totalmente cierto. Se necesita coraje e imaginación, pero no es imposible. Barcelona en Comú ganó las elecciones de la ciudad sin mencionar el crecimiento ni una sola vez en su programa. Esto puede tener que ver con el arraigo del decrecimiento y las ideas asociadas en la sociedad civil de Barcelona y el florecimiento de la economía solidaria alternativa en la ciudad. Muchos de mis amigos y colegas trabajaron en el programa del partido, cuyos compromisos son la renta ciudadana, los impuestos verdes, la reivindicación de espacios verdes, una cooperativa energética municipal, un menor uso de recursos y menos residuos o la vivienda social. Unas de las primeras decisiones de la nueva alcaldesa, Ada Colau, ha sido la moratoria sobre nuevos hoteles y el fin de la candidatura para la organización de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2026. Santi Vila, consejero de Medio Ambiente de la Generalitat de Catalunya y joven aspirante conservador, la acusó de liderar un partido del decrecimiento (omitiendo, sin embargo, que unos meses atrás y tratando de estar al tanto de las últimas tendencias internacionales en los debates del cambio climático, él también había hablado favorablemente del decrecimiento en el Parlamento).
El Programa económico de Podemos fue elaborado por dos economistas socialistas (Vicenç Navarro y Juan Torres) que han escrito con frecuencia artículos de opinión contra el decrecimiento. Afortunadamente, el programa evita referencias claras en favor del crecimiento. ¿Podría esta señal dar margen para un keynesianismo sin crecimiento? Sostengo que sí. Se pueden imaginar políticas fiscales y tributarias que dirijan los recursos en favor de las clases trabajadoras y hacia lo verde, el cuidado o actividades alternativas que estimulen un consumo de baja intensidad para los necesitados, dentro de un patrón general de contracción económica. Apenas una visión keynesiana, pero quizás apta para economías secularmente estancadas.
A diferencia de un municipio que, por supuesto, tiene responsabilidades fiscales limitadas, una nación sin crecimiento puede tener problemas para financiar los servicios de bienestar, al menos en principio. Sin embargo, no veo ninguna buena razón para que los costes en salud o educación tengan que crecer al 2 o 3% anual (la tasa del supuesto crecimiento necesario). Hay un inmenso margen para el ahorro mediante la reversión de externalizaciones y costosas adquisiciones, la prohibición de los megaproyectos, o la descentralización de los servicios, como la salud preventiva o el cuidado de los niños, compartiéndolos a través de redes de solidaridad. Países más pobres como Cuba o Costa Rica disponen de sistemas de salud pública universal y de educación excelentes. Impuestos más altos sobre el capital también pueden compensar la pérdida de ingresos del decrecimiento. El bienestar sin crecimiento es teóricamente posible, pero ningún partido de Izquierdas se ha atrevido a pensar en lo que se necesitaría para ponerlo en práctica.
El punto más importante es la deuda. Sin crecimiento, la deuda , como porcentaje del PIB, aumenta. Los intereses de los préstamos se disparan a medida que disminuye la probabilidad de pagarlos. Esto sí que hace menos plausible un keynesianismo decrecentista. Sin crecimiento, tarde o temprano la deuda pública tiene que ser reestructurada o eliminada, ya sea por decreto o por la inflación. Existen precedentes históricos de ello, como el de Alemania después de la guerra o el de Polonia después del fin del comunismo. Pero una vez hecho, no se puede repetir. Sin nueva deuda, el margen para la expansión fiscal es limitado.
La urgencia de la cuestión de la deuda pública puede explicar las diferencias entre España y Grecia. El ascenso de Syriza inicialmente alimentó las esperanzas de que «otro mundo» era posible: la base del partido, especialmente los jóvenes, estaba formada por cooperativistas verdes que, con un espíritu semejante al decrecimiento, apostaban por lo que podría llamarse la economía solidaria, aun sin estar del todo definida. Sin embargo, todos los líderes del partido se posicionaron, sin reservas, a favor del crecimiento, enmarcándolo como la alternativa a la austeridad. En las negociaciones con el Eurogrupo se produjo un breve intento de avanzar en la propuesta de Joseph Stiglitz hacia una «cláusula de crecimiento»: Grecia vincularía el pago de la deuda al crecimiento. Estas demandas fueron consideradas por el Eurogrupo como «ultra-radicales»; claro que hablar de una economía solidaria sin crecimiento se hubiese considerado aún más estrafalario.
Algunos comentaristas extranjeros soñaban que un ‘No’ de Grecia a la Troika y una salida del euro abriría el camino hacia una transición decrecentista y una economía solidaria. Sin embargo, no hay ninguna fuerza política en Grecia que defienda esta posición. La izquierda pro-dracma de Syriza, ahora un partido separado llamado Unidad Popular, es ardientemente productivista. Su líder tiene un historial medioambiental sombrío como ministro de Energía, que incluye planes para una nueva producción interna de carbón y subvenciones a los combustibles fósiles para las industrias. A pesar de una expansión fenomenal y los logros importantes de la economía solidaria en Grecia, esta sigue siendo un movimiento social marginal (mucho menor que en España), y sus redes son insuficientes para satisfacer las necesidades de la población en caso de un período de transición. Es poco probable que pueda haber una contracción económica suave, sin problemas, fuera del euro. Fue precisamente el temor a una subida incontrolable a los precios de los alimentos importados o a la escasez de medicamentos y el caos económico en el período de transición, lo que asustó a Alexis Tsipras y lo llevó a firmar el nuevo memorándum. Países como Japón, con independencia fiscal y monetaria y con capacidad para emitir y financiar la deuda en su propia moneda están en mejor posición para sostener el empleo y el bienestar sin crecimiento (Japón no ha experimentado crecimiento en más de diez años, una década perdida sólo ante los ojos de los economistas). Pero, por supuesto, un capitalismo sin crecimiento es inconcebible, y Japón intenta, tan arduamente como puede, relanzar el crecimiento (con poco éxito hasta la fecha).
La imposibilidad de imaginar una fuerza política llegando al poder con una agenda de decrecimiento hace que algunos decrecentistas argumenten que el cambio sólo podrá venir desde la base y no desde el Estado, sino a a través de un camino mediante el cual los ciudadanos se auto-organicen, a medida que la economía se estanque y la falta de crecimiento nos lleve a la crisis. Estoy de acuerdo con que es poco probable que se lleve a cabo una transición política voluntaria hacia el decrecimiento y con el nombre de decrecimiento. Más bien, si ocurre, será un proceso de adaptación al estancamiento real de la economía. No veo, sin embargo, la forma en que esto pueda suceder sin implicación también el Estado, con un refuerzo mutuo entre la sociedad civil y la política, las prácticas de los movimientos de base y con nuevas instituciones.
Ningún partido de izquierdas cercano al poder se atrevería a cuestionar abiertamente el crecimiento, pero me resulta difícil ver cómo, a largo plazo, voluntariamente o no, la izquierda europea (que, a diferencia de su contraparte latinoamericana, no puede apostar por una burbuja de materias primas) puede evitar pensar en cómo se puede gestionar un país sin crecimiento. El crecimiento no sólo es ecológicamente insostenible, sino, como los economistas admiten abiertamente (de Piketty a Larry Summers) cada vez es más improbable en las economías avanzadas.
El capitalismo sin crecimiento es salvaje. El decrecimiento no es ni una teoría clara, ni un plan ni un movimiento político. Pero es una hipótesis a la que ha llegado su hora y a la que la izquierda ya no puede permitirse el lujo de obviar.
Este artículo fue publicado originalmente en la revista New Internationalist y ha sido traducido del inglés por Neus Casajuana Filella
Giorgos Kallis es co-editor del libro Decrecimiento: Vocabulario para una nueva era.


Per què és important la victòria de Jeremy Corbyn en les primàries del Partit Laborista?

Publicat a El Crític 

  • Pablo Sánchez / @pa_Sanchez_1978
  • diumenge, 13 setembre 2015
Els vents de canvi bufen fins i tot als Estats Units, on el candidat a les primàries del Partit Demòcrata Bernie Sanders ja rep el qualificatiu del ‘Corbyn americà’
corbyn

Corbyn, en un míting, durant la protesta No More War / GARRY KNIGHT

La victòria de Jeremy Corbyn per la direcció del partit Laborista britànic és un terrabastall polític al Regne Unit amb ones de xoc que es podran sentir al món anglosaxó i a Europa. Les primàries laboristes van donar el 59,5% dels vots per a Corbyn, més que el que Tony Blair va fer el 1994. Sense cap mena de dubte, és el canvi polític més important al Regne Unit des de fa molts anys.
Corbyn era un home que, fa sis mesos, era un desconegut per a la majoria dels anglesos i, fins i tot, de molts habitants de Londres, on és diputat des de fa 33 anys. El resultat final dels quatre candidats a les primàries, però, deixa clara la seva victòria indiscutible: un 4,5%, Liz Kendall; un 17%, Yvette Cooper; un 19%, Andy Burnham, i un 59,5%, Jeremy Corbyn. No ha necessitat ni segona volta. El nou líder laborista ha rebut més de 250.000 vots, i els tres candidats perdedors reben un poc menys de 170.000 vots.*
Corbyn ha guanyat entre tots els grups de votants: 121.000 vots obtinguts al grup de membres directes, una mica menys del 50%, i 41.000 vots dels 71.000 afiliats sindicals. Sense cap mena de dubte, el més sorprenent és el resultat entre els simpatitzants. Si bé molts sindicats ja havien apostat per Corbyn, l’aparell del partit s’entossudia a dir que el termòmetre més fiable de la societat era el vot dels simpatitzants. Doncs bé, el vencedor ha obtingut 88.500 vots del total de 105.500 afiliats.
La dreta ha fet la campanya més bruta que ha pogut contra ell. A Corbyn se l’ha tractat d’antisemita, d’ignorant, de radical. Tom Watson, que ha guanyat la vicepresidència i que ja començava a albirar el canvi, declarava que “Corbyn no és cap trotskista, ni Kendall cap blairista”. El problema és que tothom veia Kendall com una ‘blairista’. Encara no sabem el que Corbyn serà; però, en tot cas, és un canvi radical al partit Laborista.

Qui és aquest Jeremy Corbyn?

Per comprendre l’impacte del resultat, cal explicar qui eren els candidats rivals de Corbyn.
Liz Kendall, amb un 4,5% dels vots, era la candidata de Tony Blair i del blairisme, un producte d’aquella fornada de ‘Blair girls’ (amb referència a les Spice Girls) del primer Govern de Blair. Kendall és una dona jove, com ho poden ser Federica Mogherini (al PD italià) o la danesa Helle Thorning-Schmidt. Corbyn, en canvi, és vella escola socialista. Si haguéssim de trobar un paral·lel ibèric, podríem dir que Corbyn és com el Tierno Galván del segle XXI. Se’ns fa difícil pensar que això pugui passar a casa nostra.
Tristram Hunt i Chuka Umunna, diputats de la dreta del partit, van fer un grup de “resistència a Corbyn”, tot donant suport a Kendall. Un dels reptes de Corbyn més immediats és la gestió d’un grup parlamentari que està molt més a la dreta que ell. Temes clau poden ser la nova llei sindical o la base naval nuclear a Escòcia. La crisi dels refugiats i la guerra civil a Síria seran també temes prou importants. En aquest sentit, el primer que Corbyn va fer ahir és anar a la manifestació de “Refugees welcome”!
Els altres dos candidats, Burnham i Cooper, eren l’esquerra tova (‘soft left’) del partit, la qual sempre es presenta, mai no guanya res i sempre arriba a compromisos amb l’aparell. Compromisos que Corbyn no fa gaire sovint.
Corbyn, de 66 anys, ha estat diputat de la circumscripció d’Islington (un suburbi londinenc amb diferències socials importants) i ha estat sempre un activista de l’ala esquerra del laborisme. Dirigent de la campanya contra la guerra a l’Iraq (Stop the War Coalition), Corbyn ha estat el diputat que menys vegades va votar a favor del Govern durant l’època de Blair malgrat ser del mateix partit (junt amb l’altre diputat que es va presentar a la darrera elecció, John McDonald).

Per què és important tot això?

El terme terrabastall no és una exageració. Corbyn era l’’outsider’ que va rebre les firmes necessàries només 15 minuts abans de tancar la inscripció amb els firmants dient que li donaven suport per evitar un debat massa avorrit! Unes quantes setmanes més tard, alguns d’ells ja deien que volien retirar les firmes.
El fet que el diputat més atípic i més a l’esquerra hagi guanyat amb més d’un quart de milió de vots després de la derrota laborista en les passades eleccions al Regne Unit és la prova que el problema no era que el partit estava massa a l’esquerra com es deia (o es diu de la socialdemocràcia quan perd) ans al contrari.
El fet que la campanya de Corbyn hagi tingut milers de participants a Escòcia mostra que el problema no era girar ‘massa a l’esquerra’, sinó abandonar l’esquerra per anar al centre cap als conservadors.
La victòria de Corbyn trenca 30 anys de lectura política que els laboristes del Regne Unit intenten guanyar el centre. Sobretot arran de l’impuls de la Tercera Via. Aquest resultat ha matat el blairisme i això tindrà un impacte en altres partits europeus.
De fet, Jeremy Corbyn és vist per molts com el veritable hereu de Tony Benn, l’històric líder de l’esquerra laborista, que va perdre les primàries el 1982 per a les segones eleccions contra Margaret Thatcher el 1983, l’any que Corbyn va entrar al Parlament. Corbyn ha sabut guardar els vincles amb el passat i també atraure els nous votants a la seva campanya. Tots els comentaristes parlen de cares joves als actes.
Però les arrels d’aquest canvi d’avui són profundes. El 1982, aquell Partit Laborista escorat a l’esquerra va patir una escissió que, amb el rerefons de la guerra de les Malvines, li va fer perdre les eleccions. Molta gent ha vist en Jeremy Corbyn l’alternativa per poder guanyar els ‘tories’, però també per poder canviar la societat de manera significativa. Un missatge de canvi que Tony Benn va encarnar i que Corbyn ha heretat.
Els referents polítics de Corbyn són els que van aplicar aquell ‘Spirit of 45’ que Ken Loach va saber plasmar. De fet, alguns dels que surten al film han fet campanya per Corbyn.

Ara mateix al Regne Unit la lluita social i sindical és molt forta: una campanya contra el TTIP que no té pràcticament vincle parlamentari (malgrat que Corbyn era la seva veu); una lluita contra les retallades en l’Estat del benestar en la qual la majoria dels diputats laboristes es va abstenir (Corbyn hi va votar en contra); una mobilització a favor dels refugiats i contra la guerra (Corbyn s’ha convertit en un dels seus portaveus); una nova llei sindical que fa de la vaga una quimera (i que Corbyn ha denunciat durant la campanya). Tot això, abans de guanyar. Aquesta victòria és més que un símbol: podria servir per donar veu al carrer a totes les mobilitzacions que no tenien expressió parlamentària.

El futur de Corbyn no serà fàcil

Molts al Partit Laborista tenen por del canvi. Corbyn tindrà al costat un grup parlamentari que ha boicotejat la seva campanya i al davant una dreta que l’insulta cada cop més. L’analista Owen Jones parla del vot de l’orgull de classe obrera quan denuncia que el Partit Laborista ha perdut les seves arrels i ha abandonat la seva gent. Aquesta és una interessant conversa entre Corbyn i Jones penjada al seu canal de YouTube.
No es pot negar que els vents de canvi a Grècia o a l’Estat espanyol també comencen a bufar a Anglaterra.

Potser arriben també a bufar fins i tot als Estats Units, on un candidat a les primàries del Partit Demòcrata com Bernie Sanders comença a rebre el qualificatiu del ‘Corbyn americà’. Seria un terratrèmol que les primàries demòcrates les pogués guanyar un home de 70 anys que diu en públic que és socialista. La victòria de Corbyn és un terrabastall; però, si guanyés Sanders, seria una bomba nuclear.

Pablo Sánchez és activista social i militant sindical. Treballa a Brussel·les.


* Cal explicar les dades de votants en les primàries. Els laboristes no tenen tants afiliats directes com el total de vots que es va produir en les primàries. El partit té membres, sindicats afiliats i, a l’últim congrés, van decidir permetre votar als simpatitzants. El partit té uns 250.000 afiliats directes. I el total de votants era de 550.000. Abans de la campanya per la direcció del partit, les xifres oficials parlaven de 180.000 afiliats directes; això vol dir que, durant la campanya, uns 70.000 s’han afiliat al Partit Laborista.